De que el sommelier Charlie Arturaola es un tipo viajado, experimentado, famoso, y procurado por empresas que buscan en él asesoramiento, no es ficción. De que perdió el sentido del olfato, confunde un Malbec con un Barolo, labura de taxista y da batalla por demostrar que aún puede seguir trabajando como profesional del vino, es solo parte de una trama que – pantalla grande mediante – atrapa a los espectadores que (amantes del vino, o no) disfrutan de una comedia tragicómica que tiene por escenario algunos de los más afamados terruños del mundo y exalta como gran final al triunfo del amor

Texto: Sommelier Daniel Arraspide

De muchacho de barrio en su natal Montevideo, a protagonista de dos largometrajes que han recorrido el mundo y obtenido reconocimientos en varios de los más importante festivales del género, han tenido que pasar miles y miles de kilómetros. Charlas y más charlas con productores de uvas y vinos, libros y más libros estudiados, y claro, miles de vinos degustados. Pero, a pesar de todo ello y del conocimiento que Charlie adquirió con tanto “millage”, el hecho de sentarse junto a él y entablar una charla deja muy claro que la humildad sea tal vez una cualidad que Arturaola nunca perdió a pesar de sus grandes logros.

Cuando en la ficción (en su primera película “El Camino del Vino”) el sommelier pierde el sentido del olfato y debe “viajar” a sus orígenes, a las raíces, intentando recuperarlo, Arturaola no tuvo inconveniente en dejar de lado la elegante copa Riedel para beber vino en un vasito de vidrio de esos que hay en todas las casas. Ahora – en El Duelo del Vino – cuando en el loco intento por.... (seguir leyendo)