¿ Libertad de expresión ?
Anna Donner Rybak. Compañeros; hasta la victoria.

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23.09.2007 19:15 / Una historia en capítulos.

Capítulo X.

Ignacio estaba sentado a la mesa junto a su padre. – Pendejo, tenemos que hablar de hombre a hombre. Aunque vos de hombre no tenés nada, ja, ja, ¡erp! –  eructó Francis. Lo habitual en él era estar beodo, ni se acordaba cuándo había sido la última vez que había estado sobrio.  

- ¿Hasta cuándo cree el Señorito que va vivir en esta casa sin traer un puto vintén? ¿O cree que papito lo va mantener para siempre?  – Francis estaba montando en cólera.

 Agarró a Ignacio por los hombros, y lo zamarreó salvajemente. Si no hubiera sido por Mabel, que acudió en su defensa, lo hubiese matado a golpes.

- Deje viejo, le prometo que este año, él va empezar en la facultad, vaya, acuéstese que yo me encargo- Mabel pudo apaciguar a la fiera, que se fue de la mesa, estrellando la silla contra el piso.

Madre e hijo quedaron solos, y Mabel, por primera vez en mucho tiempo, se dirigió a su hijo en tono amable:

- Mijo, yo quiero que usted sea universitario. – Mamá, no sé si eso es para mí – Si se queda echado todo el día, seguro eso que no. Mire, la Daniela se anotó en Ingeniería. - ¿Mamá, estás loca?  Sabés lo que me cuestan las matemáticas. – Vaya con La Daniela, ella le va explicar lo que usted no entienda, créame, mijo, soy su madre y sé lo que le conviene. -  

Ignacio había demorado cuatro años en terminar el Bachillerato;  le costaba, no era  precisamente inteligente. Y bueno, si querían que vaya a la facultad, iría, todo con tal de que no le rompieran los quinotos.

La facultad de Ingeniería, estaba situada en uno de los mejores emplazamientos de la ciudad de Montevideo, en el barrio de Parque Rodó. Desde  allí se divisaba la playa Ramirez, la bahía y el Cerro. El edificio era obra de uno de los mejores arquitectos de nuestro país: Julio Vilamajó. De carácter racionalista, con líneas puras, y fachada de hormigón visto.

Lo que más sorprendió a Ignacio ese primer día de clases, fue la escasez de mujeres y el aspecto de los “cerebritos”: parecía que estaban en otra galaxia, muchos se escondían tras lentes de armazón negra con cristales muy gruesos. Daniela siempre le había parecido osada, y más ahora, al meterse en un lugar donde casi todos eran hombres. Y él, que tenía esperanzas de recrear su vista a través de bellas ninfas con cintura de avispa…

Cuando quiso acordar, Daniela había desaparecido. Estaba muerto de vergüenza en medio de un centenar de desconocidos, acurrucado en un rincón.  De repente, escuchó una risa femenina. Con el ego alborozado, la buscó con la mirada. Su desilusión fue grande: nunca había visto una mujer tan fea. Tenía los ojos saltones, como dos huevos duros, y un estrabismo evidente. Sus cabellos estaban erizados, parecía que hubiese metidos los dedos en un enchufe. La nariz en punta, y la piel brillosa por el sebo de los barritos. En una relación inversamente proporcional entre belleza y simpatía, esta criatura, por el momento lo tranquilizó.

- Estás nervioso, ¿eh? – Un poco. - ¿Un poco? Se te nota desde diez cuadras. - ¿En serio se me nota tanto? - ¡Sí! – le dijo ella y estalló en carcajadas. Curiosamente, Ignacio no se sentía molesto, sino todo lo contrario, bastante aliviado. - ¿Cómo te llamás? – Ignacio, ¿y vos? -  María Mercedes, pero me dicen Mecha. -

A Ignacio, la jornada del curso se le pasó bastante rápido. Los profesores, tenían un aspecto exótico. El que más lo impactó, fue el flaco de Mecánica, de medias rayadas rojas y negras, los vaqueros tan mugrientos como agujereados, y los ojos salidos de las órbitas.

Contra sus pronósticos, el ir a la facultad no lo disgustaba tanto como había imaginado. Veía gente rara, y se entretenía analizando su aspecto. Además, se había hecho de una amiga, y todo.

Habían pasado ya tres meses desde que habían empezado las clases. Los días eran más cortos, y a las seis de la tarde ya era noche cerrada. Ignacio y Mecha intimaban cada vez más. Un día de junio, ella le preguntó si quería acompañarla a su casa. El asintió. Tomaron el 104, y bajaron en la Rambla y Arocena. La familia de María Mercedes Herrera, vivía en la calle Costa Rica. Los jóvenes de detuvieron ante una señorial residencia. – Tranquilizate, nadie te va comer, te lo aseguro – le dijo ella, tras pasar el umbral del jardín. – ¡Mecha, por Dios, qué susto nos diste! – dijo con tono de preocupación una señora vestida de negro. - ¡No exageres, Sonia! El es Ignacio, un compañero de la facultad. Ignacio, esta es Sonia, mi segunda madre – Encantado – Todos entraron. – Tus padres ya están en la sala – le dijo Sonia. Ignacio había enmudecido. –Vení, te voy a presentar a mis padres –

Los Herrera Coitiño, esperaban ansiosos. Alcides Herrera Lusich bebía su medida diaria de Johnie Walker etiqueta negra, y su esposa   María Mercedes Coitiño Larrañaga un Martini Bianco.          



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Sobre mí
Anna Donner Rybak nace en Montevideo el 21 de setiembre de 1966.Desde 1989 hasta 1996 es docente en UTU de Programación de Sistemas y de Lógica.En 1993 se recibe de Analista de Sistemas.Escribe desde 2000, diversos géneros: Cuentos históricos, cuentos de humor, Columnas de actualidad, Ensayos, Poesía y fantástico.

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