Eliza y Miguel
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08.07.2014 05:03 / Relatos de Eliza

De vez en cuando

Cuando nos establecimos en este barrio hace treinta años, todavía ni se vislumbraba que pudieran existir los enormes supermercados que hoy pululan en las inmediaciones, y por ende, había pequeños comercios que abarcaban todos los ramos y abastecían al pequeño núcleo de vecinos que éramos en esa época.

Uno de ellos –el más útil tal vez, para evitarnos el traslado hasta las zonas comerciales de Montevideo–, era la barraca. Como nosotros, muchos estaban convirtiendo "la casita de fines de semana" en vivienda permanente, y eso implicaba mejoras simples que se iban haciendo con mano de obra de entre casa.

Atravesar el barrio para llegar a la barraca llevando una especie de zorra improvisada para traer un poco de material para revoque, pintura y esas cosas, era un trayecto de ocho cuadras, bastante corriente.

La barraca estaba en Avda. Italia (la misma que empieza en el Obelisco de Montevideo y antes cruzaba todos los balnearios canarios conservando el nombre), emblemática y larguísima avenida a la que un día, del puente sobre el arroyo Carrasco hacia el este, le pusieron Giannatassio.

Lucía al frente un cartel enorme y muy alto, enfocado hacia el oeste, bien legible como para que cualquier automovilista pudiera encontrar la entrada al barrio con tiempo suficiente. Allí se leí textualmente: "Abierto martes, viernes y sábados... de vez en cuando".

La primera vez que fuimos, le embocamos al curioso horario de casualidad. Yo no me pude aguantar, y mientras el encargado preparaba nuestro pedido, le pregunté: "¿Qué significa la frase del cartel?". El hombre, un veterano bastante hosco, me respondió: "Lo que dice"... y me dejé de embromar.

Poco faltó para que los hechos me aclararan la respuesta: fuimos uno de los tres días indicados... y estaba cerrada. Clarito: sólo era "de vez en cuando". Y no pasó una vez sino varias, porque no había cómo averiguar antes de largarse: no teníamos teléfono... y la barraca tampoco.

Aquella situación era graciosa por lo insólita. Quien no hubiera visto el cartel no lo creía aunque se lo contáramos. Y quien lo hubiera visto pero no fuera de acá, pensaba que era una broma. Y sí, a ningún otro empresario se le habría ocurrido pagar por un cartel como ése, y mucho menos poner en práctica un horario tan... elástico.

Hace muchos años que esa barraca no existe. Perduró la anécdota por lo extravagante, original y sobre todo, rara. Aunque ya es recuerdo únicamente de los vecinos añosos... para los jóvenes que la oyen, de raro no tiene nada. Están acostumbrados a que demasiadas cosas sean factibles "a veces", "a lo mejor", "un día de éstos"... o "de vez en cuando". Para ellos, los raros somos nosotros.

Y si seremos raros, que nos desesperamos ante la negligencia, la omisión y la ineficacia... hoy disculpadas totalmente y a todo nivel con la nueva nomenclatura de "errores humanos", proclamados como lógicos y normales de la especie. Es lo que hay.

Lo que no hay es cómo evitar las rabietas subsiguientes a la desesperación, cuando comprendemos que no existe un responsable que se haga cargo y enmiende esos "errores humanos" tan frecuentes.

Los ejemplos son infinitos, pero sólo citaré el que me tiene con bronca y dolor de cabeza desde ayer.

Llama a la puerta un operario, portando una carta de ANTEL que explica que están colocando la fibra óptica para el acceso a Internet por banda ancha, con todos los chiches de la tecnología de última generación. Dice el texto que harán el cambio de modem y su configuración, todo gratuito... si se hace ahora.

El asunto es que a los que ahora no nos sirve para nada ese adelanto porque los equipos informáticos que usamos son viejísimos, nos obligan sutilmente a aceptarlo porque de negarnos, si algún día podemos comprar equipos nuevos, tendríamos que pagar carísimo todo eso que hoy es gratis.

Hágase, entonces, para evitar males peores de un futuro eventual. Los del cableado de afuera trabajaron bien, todo con cables aéreos que se suman a los de teléfono, corriente eléctrica y TV cable los que tienen, pero bien. Desde los jardines, mirar para arriba es de lo más folclórico, como si estuviéramos en el circo, bajo la red de seguridad de los equilibristas.

Los que entraron a cambiar y configurar el módem ya eran otra clase de gentes que no daban pelota ni respondían preguntas. Trabajaron desde una notebook haciendo y deshaciendo, no sé por qué clase de inconveniente. Cuando al fin terminaron, me hicieron encender la PC para comprobar que Internet funcionaba. Lo hice, funcionó, y firmé conforme.

Cuando se fueron, apagué la PC para ir a preparar la cena. Ya más tarde la encendí, bajé el correo y me dispuse a leer las noticias de los newsletter que recibo, conectando Internet para ver enteras las notas que me interesan, como siempre.

En eso estaba cuando de repente, se cortó la conexión. Y no intenté reconectarla porque las luces del flamante modem estaban apagadas. Me dispuse entonces a presionar los enchufes por si habían dejado alguno flojo, pero nada. Me puse a hacer otra cosa.

Horas después, veo que las luces del modem se encienden por sí solas. ¿Qué es esto? Volví a toquetear... y me di cuenta que el transformador del modem nuevo cedía por su peso y quedaba en falso contacto.

Maldije la ordinariez de ANTEL al hacer una importación tan grande (dicen ellos mismos que Uruguay tiene más computadoras con acceso a Internet que habitantes), de haberse decidido por estos aparatos en vez de pedirlos con el transformador interno en vez de aparte.. ¿Por qué, si estos modem son chinos y en la China se fabrica absolutamente de todo...?

Maldije de nuevo cuando lo analicé, pero a la ordinariez de ANTEL ya le puse otro apellido... Porque aunque ellos paguen con la guita nuestra, cuanto más barato compren, mayor será la mordida que les toque. Elección obvia.

Bueno, con bronca y todo, lo de los malditos enchufes podía solucionarlo yo, pero ahí no quedó la cosa. Hoy, al encender la PC, el modem me mostró sus luces. Entonces, antes de buscar una mejor posición para el enchufe del transformador, decidí aprovechar para que bajáramos correo, Miguel en su máquina y yo en la mía. Uno a la vez, por supuesto, porque ambas están en red, pero la conexión es una sola. Yo no tuve problema, pero Miguel no pudo. Ahí me di cuenta que la otra cajita (el router que conecta una máquina con la otra), encendía sólo la luz de "power"...

Revisé los cables y a groso modo todo parece estar en su lugar... pero no hay acceso a la red, o sea que no podemos acceder a la información entre las dos máquinas, y como la impresora está instalada en la otra PC, tampoco puedo imprimir lo que hago, a no ser copiándolo en un disco para trasladarlo... ¡todo un quilombo!

A esta altura ya no maldije... ¡dije de todos los involucrados lo mismo que nuestro presidente dijo de la FIFA! Me dio un dolor de cabeza de novela, me amargué y para completarla lloré un buen rato.

Ahora tengo (como tantas otras veces), que hacer trabajo de técnico sin serlo, con los conocimientos que me ha dado la experiencia en estas cosas. No será nada fácil y me implicará vaciar el escritorio para poder moverlo y acceder a las conexiones que pasan por atrás sin tener que tirarme al piso, desconectar todo y empezar de nuevo, paso a paso, para encontrar qué enchufe mío inutilizaron para usarlo ellos.

Y hacelo vos y andá a cantarle a Gardel, m'hijita, porque ANTEL se lavó las manos tercerizando a la compañía fulana de tal para el cableado exterior, que a su vez sub-tercerizó a otra más que no se sabe cómo se llama para las conexiones dentro de los domicilios... y que, hechas las dos o tres casas de la cuadra que usan Internet, levantaron vuelo de apuro y nadie los vio más. Tal vez se pueda intentar buscarlos en la guía por "Poncio Pilatos"... pero es más efectivo arreglarme sola.

Esto me va a servir para desenredar los cables del matete en que me los dejaron los infames y maleducados "genios" de la informática y volver a ponerlos prolijitos como estaban. Y también para desagraviar a aquel barraquero secote del cartel que fue insólito hace treinta años, y que hoy día no se anuncia en ningún lado pero se aplica en todos, porque tendré red "un día de éstos" y tengo Internet "de vez en cuando".

EPÍLOGO: Escribí esta nota el jueves 3, sin saber cuándo la podría subir al blog pero creyendo que puedo arreglar todo solita, como en mis buenos tiempos de "mujer maravilla". El viernes 4 me di cuenta que... ya no es así. Pero bueno, asuma, señora.

Lejos de tirarme de los pelos, de llamar al Ejército de Salvación o a los Bomberos, recurrí a Montevideo.COMM.

Es la empresa que me brinda correo electrónico gratuito desde hace más de diez años, me da espacio para despacharme a gusto en este blog, me instaló el primer servicio de ADSL que funcionó perfectamente hasta ahora, y me ha dado soporte incondicional cada vez que lo he precisado en todo este tiempo.

Como siempre, la asistencia fue inmediata. Hace unas horas (lunes 7), vino un técnico, puso todas las conexiones de Internet en orden minuciosamente y también las de mi red, aunque esa parte fue solidaria, ya que no les corresponde a ellos. ¡Un lujo!

Mil gracias a Eduardo, Federico y Enzo, que me bancaron por teléfono, y a Adrián, que consumó la solución personalmente. ¡Mil gracias a Montevideo.COMM, una empresa como hay pocas!

Eliza



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