(IV) CONSTRUIR NO UNO, SINO DOS PALACIOS        

                 Al tiempo que se concretaba el inicio de las obras del Palacio Legislativo en ese clima turbulento, empezaba a gestarse otra obra monumental: el Palacio de Gobierno. En su edición del 14 de abril de 1908, “El Siglo” dejaba constancia de la intención del Presidente de la República “de que la colocación de la piedra fundamental se verifique el 25 de Agosto próximo, incluyéndose esa ceremonia en el programa de festejos a celebrarse en esa fecha”, y dos días después volvía sobre el tema, haciendo saber que el ministro de Obras Públicas había “resuelto activar en todo lo posible los trabajos a fin de que cuanto (antes) estén terminados los planos definitivos, presupuesto y pliego de condiciones de la obra, a la que se piensa dar comienzo en el presente año”. No habría en este caso concurso público -situación que la prensa no dejaría pasar por alto (1)-, habiéndose nombrado una comisión integrada por los arquitectos Carré y Tosi, y los ingenieros Andreoni y Foglia a efectos de elaborar el proyecto y los recaudos de licitación.

              Los miembros de la comisión parecen haber congeniado muy poco, de modo que Carré desarrolló su propio proyecto -un típico producto “Beaux Arts” que “El Día” alabó y “El Tiempo” denostó... y que sus pares no aprobaron-, iniciándose finalmente la construcción, más allá de la fecha prevista, del proyecto elaborado por la mayoría de la comisión. 

ANATOLE FRANCE, MEANO Y LOS PASTELES DE LA CONFITERIA DEL SEÑOR CARRÉ 

       “El Palacio del Congreso es una mezcla, conteniendo ensalada italiana e ingredientes griegos, romanos y franceses. Se tomó la columnata del Louvre. Encima le colocaron el Partenón. Sobre el Partenón lograron emplazar el Panteón y, finalmente, espolvorearon la torta con alegoría, estatuas, balaustradas y terrazas. Eso recuerda la confusión en la construcción de la Torre de Babel” (2)         

              Anatole France estuvo en Buenos Aires a poco de inaugurada la obra de Meano y su juicio es expresivo de un "malestar de la cultura"  que en esos tiempos ponía en cuestión los valores heredados -una especie de temblor subterráneo que estallaría con la gran guerra-, y que en relación a la arquitectura y el escenario urbano transitaba un camino preanunciado por los ingenieros y cultivado en otros contextos por las distintas vertientes “modernistas” que en el entorno del 900 aparecían como una alternativa desafiante del academismo. El debate que se daba contemporáneamente en Montevideo con relación a los proyectos en disputa para la construcción del Palacio de Gobierno mostraba un panorama más confuso, cuando Batlle y el ala radical de su partido se asociaba a las propuestas que el "radical" francés consideraba deleznables...

          Abundaban sobre esos proyectos los trascendidos más estrepitosos, hasta que el 25 de octubre de 1909 la prensa fue invitada a los salones del Ateneo para conocer los planos del proyecto “oficial”.  A partir de allí, el diario “El Tiempo” se aparta de las críticas que antes había consignado -ver nota (1)-, ya que a su juicio “…es dar muestra de una ceguedad gravísima calificar de ignominia nacional el (proyecto) que hemos podido contemplar en el salón del Ateneo”. “El Día” ya lo había calificado de “mamarracho”, por lo que hablar de “ignominia nacional” no subía mucho la apuesta. Y para no dejar dudas en cuanto a la distancia que separaba a los defensores del proyecto de Andreoni-Tosi-Foglia del presentado -sin suerte- por Carré, vale transcribir el resto del comentario que hace “El Tiempo” en su edición del 24 de noviembre: “…Acaso la ausencia de líneas torturadas, de motivos de decoración chillona, de estatuitas, jarrones y perendengues, origina ese juicio en los que no han llegado a averiguar todavía que el arte serio no es arte de cargazón y retorcimiento…”; comentario que complementa cuatro días más tarde en respuesta a un columnista de “El Siglo”: “…Dejemos los pasteles de la confitería del señor Carré y vamos a ver en virtud de qué reglas arquitectónicas el proyecto de la Comisión es chato”. (3)

            Si Anatole France hubiera participado de ese debate, es seguro que hubiera estado más cerca de las opiniones de “El Tiempo” que de las de aquellos que defendían la propuesta de Carré, y a su vez, respecto al proyecto ya aprobado para el Palacio legislativo, se hubiera sorprendido mucho de que el mismo arquitecto que en Buenos Aires había sido centro de su furia, se olvidara en Montevideo de “estatuitas, jarrones y perendengues” …; y que aún así no se salvara de las críticas.

 LLEGO EL PRESIDENTE Y MANDO PARAR 

             En realidad, la obra de Meano mostraría un perfil austero que hubiera dejado satisfecho a casi todo buen republicano. Pero algunos buenos republicanos tenían ideas distintas. Unos -caso Figari- la veían como un pastiche “inadecuado para los tiempos que corren”, postergando para el futuro una propuesta alternativa que justamente en esos tiempos suponía una búsqueda aún sin respuesta consistente. A otros -caso de Batlle- no les molestaba la retórica de la arquitectura académica y no veían razón para apartarse de ella; hubieran deseado incluso ver el proyecto de Meano menos radical en su perfil neoclásico de inspiración griega, con más destaque en su decoración, y obviamente coronado por una buena cúpula, al estilo de la que Carré convertía en centro de su composición. 

            Bastó que Batlle asumiera su segundo mandato para que esas “ideas distintas” pasaran de las cartas y los editoriales de los diarios a las resoluciones ejecutivas. Los “palacios” y “las avenidas” quedaron en el centro de la agenda política y fue así que luego de varias peripecias, Gaetano Moretti -un  arquitecto digno de la mayor consideración, a quien todavía algunas despistadas reseñas tratan de “decorador”-, llegó a tener a su cargo el tercer movimiento y el gran final de la obra proyectada por Meano. Pero su entorno, la “gran avenida central” y el Palacio de Gobierno no tendrían igual suerte.

 NOTAS:

 (1)  “Es de pública notoriedad la crítica casi unánime que ha levantado el proyecto sobre construcción del futuro Palacio de Gobierno (…) La reprobación de la prensa y de las personas más o menos entendidas que han tenido oportunidad de ver los planos, ha sido general. Mucho o algo de malo debe existir allí cuando las impresiones son tan uniformes. Hay, asimismo, un pecado original que parece justificar estas apreciaciones pesimistas: nos referimos a la forma o procedimiento que dio origen al proyecto en un país en que estamos acostumbrados a que se abra una licitación o un concurso público por cuatro vintenes. Tratándose de millones, la gente se sorprende de que las cosas no hayan pasado del mismo modo…”. Tomado de “El Tiempo” -dirigido por Alberto Guani-, de fecha 17-09-1909, con énfasis agregado.

(2)   Anatole France según cita de Mario Sabugo en el artículo “Quién mató a Vittorio Meano?” (en Summa + 4/ 1993); tomada a su vez de Mario Buschiazzo “La arquitectura de Argentina / 1810-1930”. 

(3) El proyecto de Carré se publica en el Nª XX de la revista de la Sociedad de Arquitectos (junio-julio de 1917), incluyendo estos devotos comentarios: "La confección completa de este proyecto grandioso absorbió a su autor dos años y medio de trabajo. (...) Al contemplarlo no puede menos de sentirse la nostalgia de que semejante edificio no levante algún día su silueta sobre la avenida principal de Montevideo, a la cual enriquecería con un palacio que por sus cualidades arquitectónicas sería, a no dudarlo, uno de los más grandes, sino el más grande monumento de Sud-América"

.SIGUE EN PARTE V 

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