Mas de sesenta años después, igual que su abuelo, cuando el rancho estaba techado, llegó el “supuesto propietario”. Igual que él, con su misma condición de propietario, sólo que con ínfulas de terrateniente medieval invadido por un desconocido pichi.
Sacó papeles, y, de mal humor y peor insolidaridad, no aceptó razones de equivocaciones y se fue a buchonear al comisario del pueblo.
Pero, hay milicos y milicos, y ahora son otros tiempos.
Igual que su abuelo recién comenzaba el rancho con su mujer, donde meterse con sus hijas, con palos, tablones, chapas de cartón, clavos enderezados a martillazos y dedos machucados.
Sólo que lo hizo más de sesenta años después.
Ni habla de luz eléctrica y agua potable, para eso habrá que remar sin desmayo, con mucha tenacidad y paciencia, con el municipio, UTE, OSE y quien sabe quienes mas.
Si se repite muchas generaciones después, no debe ser casualidad. Las improntas de su abuelo, son las mismas de ellos, ahora: escapar del hacinamiento de barrios de conventillos y la espada de Damocles, mensual, de los caseros, por el alquiler.
Poco ha cambiado de allá hasta acá para muchos uruguayos.
Su abuelo lidió contra el sol, el terreno lleno de doradas flechillas, abrojos y falta de agua, en Los Boulevares.
A él su mujer y sus dos hijas, les tocó en suerte, también, un lugar desolado, tal vez momentáneamente, aunque pueden ser muchos años este momento.
El monte, para un citadino, es una sorpresa tras otra que se van descubriendo en carne propia.
La inocente Aruera, dicen algunos que para que no te ataque se debe saludarla, como lo hacen los milicos cuando pasa un oficial, y debes hacerlo cada vez que pasas por su sombra.
Cami, Gaby y sus niñas no lo sabían, y ahí andan con la piel enrojecida como picoteados por mosquitos, sin piedad.
Igual que su abuelo, un día cualquiera llegó el “legitimo propietario” a reclamarle que debía abandonar ese lugar.
Y el supuesto, como para muchos en estos los tiempos, “propietario”, marcó prepotencia y se fue con “me vale madres” a la comisaria.
El milico, al decir de sí mismos: “Comisario primero”, puso las cosas en su lugar.
Una mujer, policía Comunitaria, llenó papeles y no se perdió ningún ítem de amparos y leyes que los pudieran ayudar. Así a cualquiera le dan mucho gusto los milicos.
Igual que su abuelo, y pensando en su ejemplo, ellos tampoco están dispuesto a ceder, a renunciar, hasta llegar al final.
La vivienda, un techo, un lugar donde criar sus hijos, es un derecho consagrado en la Constitución y uno de los derechos humanos, por lo cual no están dispuestos, ni pueden, renunciar a dar la pelea, sin concesiones ni vacilaciones.
De última, este gobierno, declaró como una prioridad la “emergencia habitacional”.
Todavía no los doblegaron. Ahí van. Siguen haciendo pozos y levantado con lo que tuvieron que sacar del otro terreno, la nueva construcción, de sol a sol.
Con la luz de la luna llena y un candil, echados sobre los petates, el sueño llega con prisa y la conciencia no sacude el sueño por hacer lo que corresponde.
Nadie se asuste.
Hay lugar para todos.
Tu abuelo, andá ha saber desde donde, con seguridad debe estar mirándolos con una sonrisa cómplice
Está diciéndole a tus hijas: “y mire que se le dijo”
O esta otra, muy de él: “bueno, lo que se hereda no se roba”
Continúa