Extraño los tiempos en que éramos vos y yo; solos. Yo avanzaba; te acariciaba, y retrocedía dejándote húmeda; ante el abrazo del sol que te calcinaba yo era el remanso, el frescor, y cuando él insistía en abrazarte llegaba yo nuevamente, en una especie de secuencia "adelante-atrás". Disfrutábamos del canto de las gaviotas, del silbido del viento. A veces, algún testigo nos contemplaba embelesado, y entonces le permitíamos acompañarnos. Entonces nos abrazaba a los dos, vos le dabas apoyo para que contemplara los copos de algodón desfilando en el azul, yo lo arrullaba, a veces en suaves ondulaciones, otras con vehementes olas. Extraño los tiempos en que éramos vos y yo; solos. Ahora ya casi no puedo verte. Se interponen entre nosotros los forasteros que nos aturden con sus gritos estridentes, vienen a mi y no tengo ganas de arrullarlos, la furia me invade y me digo que si me manifiesto en forma de ola gigante me dejarán en paz y peor es, se sumergen con trajes de goma y tablas, y me perforan una y otra vez. El bullicio comienza temprano. Una horda que grita, y que a vos te contamina porque te creen un basural, depositando bolsas vacías, colillas de cigarrillos, botellas de plástico. Sólo cuando cae la noche podemos encontranos, entonces te acaricio, retrocedo dejándote húmeda,y los días en que ella o redonda o menguante o creciente aparece, se une a nosotros.
Continúa