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Reflexiones y opiniones de un uruguayo que vive en Bélgica.

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23.10.2012 09:45 / Mis artículos

Amigos de los rieles (3) : Dirección Paris.

 

Todavía no había amanecido cuando pasó el acompañante avisando camarote por camarote que en media hora llegabamos a destino.

La parada en Irún fué muy breve, toda la gente en el tren se preparaba para el inminente arribo. El sonido de mi teléfono móvil indicaba un sms de Marta avisando que todo estaba bien.

Los minutos pasaron rápido y ya estabamos descendiendo en la gare de Hendaye ; nos reencontramos sin dificultades y salimos enseguida, buscando las boleterías para adquirir los pasajes para el último tramo del viaje.

En el camino Marta me contó que el bebé ni se sintió por la noche y que antes de despedirse, Noi la somalí, le preguntó por su país de orígen. Al oír la palabra « Uruguay », le nombró dos futbolistas famosos de la selección participante en el último mundial. Me causó una sensación ambivalente ese reconocimiento, pero no era momento para reflexiones críticas, ya estabamos en la fila para sacar los billetes.

Las opciones eran escasas, la situación real no es igual a la venta por internet. Hubo que dispensar el precio solicitado, pues no había ninguno más económico disponible en la caja; pero si había más onerosos, según nos informó la bien entrenada vendedora.

Sumando lo gastado en los recién comprados tickets para el tren de alta velocidad francés (TGV) y los del Sud Expreso en el que llegamos, probablemente nos costó más que viajar de Lisboa a Paris en avión. Aunque ya están lejos las épocas en que los pasajes de transporte internacional tenían un precio constante para una misma categoría. Ahora depende mucho de la anticipación de la reserva y del uso de la informática ; comprar en el mostrador unos minutos antes del viaje se paga caro.

Como contrapartida había dos ventajas relativas ; el TGV en el que iríamos partía en menos de media hora, no perderíamos tiempo en esperas y arribaríamos a una zona céntrica parisina, lo que significaba un facil acceso al metro para llegar sin problemas a donde teníamos que ir.

Las siete horas de tren hiperveloz pasaron tan prestamente como los más de 200 kilómetros por hora, de la velocidad de crucero del vehículo. En los vagones se notaba el cambio, el diseño sofisticado de asientos y demás comodidades poseía un estilo más chic ; incluso muchos pasajeros y aún los revisadores de este transporte, exhibían un vestuario muy cuidado, contribuyendo voluntariamente o no, a dar una impronta francesa.

Las estaciones (gares en francés) se sucedían rapidamente y asi en el primer tercio del trayecto pasamos por Bordeaux y recordé amistades uruguayas afincadas desde hace años en esa linda ciudad. En el TGV no tuvimos ninguna complicación por asientos o lugares, aunque iba bastante completo.

Solo un ligero dolor de cabeza me inquietó una parte del viaje y me impulsó a ir hasta el vagón cafetería, mientras Marta dormitaba. También allí se daba el toque de buen diseño ; las mesas estaban delineadas con una ergonomía tal que permitían permanecer parados a los pasajeros que asi lo preferíamos, sin riesgos de golpearnos o caernos, en caso de movimientos bruscos del vagón.

Luego de ingerir un analgésico disfruté mi café y pain au chocolat, divisando el paisaje de la campiña gala. Fué una buena terapéutica, puesto que el principio de migraña fué desapareciendo poco a poco.

Al volver a mi lugar  con los sentidos  agudizados, reparé más en zonas de los extremos de cada vagón, con asientos  más modestos, sin disfrutar de los grandes ventanales de la zona principal y con personas bastante amontonadas junto a voluminosos equipajes. Evidentemente es otra categoría de pasajes más baratos, de la cual ni noticias nos dieron en la boletería de Hendaye; probablemente estarían agotados, son menos asientos y sus clientes parecen ser usuarios ya conocedores de esos sitios.

Esta breve recorrida por el tren de alta tecnología, también fué útil para recordar el tríptico de la revolución francesa : « Libertad, igualdad, fraternidad », pero oportunamente flexibilizado y posmodernizado, de acuerdo a los tiempos que corren.

Entre la conversación con Marta, lectura y contemplación del paisaje nos fuimos aproximando amenamente a la región parisina. Cuando quisimos acordar ya estabamos entrando a la Gare de Montparnasse en plena ciudad.

Eran alrededor de las dos y media de la tarde, descendimos y nos mezclamos con la multitud que transita en sus andenes a esa hora un día hábil de la semana. Luego de montar por una escalera mecánica ingresamos a un amplio estar sobre la entrada del edificio, desde el cual se veía a pocos metros la tour de Montparnasse, un solitario y controvertido « rascacielos » un tanto discordante con el entorno, y el hormigueo de cientos de parisinos por las calles.

Nos detuvimos frente a un ventanal en una parte más tranquila y nos dispusimos a llamar por teléfono a nuestro viejo conocido Jules.

Le propusimos encontrarnos más tarde en la ile de la Cité, por el quai des Orfèvres, a la altura del pont Saint-Michel. Lo invitamos a beber un demi de cerveza (no en la Brasserie Dauphine, que ya no existe), en la primera cervecería que nos toparamos luego de cruzar el puente sobre el río.

 

 

 



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Sobre mí
Leonel Elola Verocay. Vivo en Bélgica desde el 2004. BXLMVD habita una adyacencia psicogeográfica entre Bélgica y Uruguay; esa es su ventaja y a la vez su handicap.

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