Esencia de Música
Un viaje para los sentidos, los recuerdos y las emociones

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18.05.2012 13:00 / Mis artículos

UN SEUDO PUNKITO, CON EL ACENTO FINITO, QUIERE HACERSE EL CHICO MALO.

 

De tribus urbanas, o de porqué la sociedad refleja su retroceso en aquel “capital llamado muchachos”…

En aquel primer viaje solitario a Buenos Aires tuve la posibilidad de vivir de primera mano un fenómeno que desde aquí no teníamos más que referencias. La muchachada marchaba a sus “colegios” o al “secundario”, salía a sus actividades favoritas y culminaba los sábados en sus salidas a los lugares de onda, identificados plenamente con la música que escuchaban. Digamos que en mi ignorancia acerca del tema, logré captar 3 grupos principales y algún par minoritario. Allí teníamos a los “rockeros del palo”, emergiendo de las clases sociales media y media baja, quienes tenían como insignias a grupos como “Patricio Rey y sus Redonditos de Ricota” y a “Sumo” (vaya contraste, con un inglés diciéndoles que era ser del palo). Por otro lado estaban los “conchetos”, jóvenes de clase social media alta y alta, abanderados con “Soda Stereo” y “Virus”. El último gran clan sería el de los “rollingas”, aquí ya sin distinción de clase social o digamos que no era tan evidente, y que además de ser fanáticos de los “Rolling Stones”, tenían su propia versión local con los “Ratones Paranoicos” y un Juanse al cual todavía no se le identificaba con “Pomelo”, ese gran personaje de Capusotto. Los otros grupos a los que llamo minoritarios, tal vez no porque los fueran, sino porque el lugar donde me movía no cumplía con los requisitos para su proliferación, serian los bailanteros, los metaleros y los punk.

Al retornar de esa semana de experiencias movilizadoras y profundas, intente ver qué pasaba en mi país, en mi ciudad específicamente. En la Escuela de Comercio a la que asistía, digamos que encontré mayoritariamente a lo que podríamos llamar conchetos, aunque aquí se le dio otro cariz, dado que a pesar de surgir de clases sociales con cierta comodidad económica, no tenían esa actitud sobradora o selectiva. Pero básicamente escuchaban el rock argentino más anglosajón, así como también grupos como “Duran Duran”, “Erasure”, “Modern Talking”, y la movida tecno que recién comenzaba. Por otro lado había un par de grupos similares en cuanto a vestimenta y actitud, pero se diferenciaban por los grupos que los comandaban. Estoy hablando de los metaleros, con “ACDC”, “Iron Maiden” y “Kiss” a la cabeza, y del otro lado los punk, quienes tenían una característica interesante, dado que aquí llego casi 10 años después de su nacimiento o auge en Inglaterra, con los “Sex Pistols” ya disueltos, con los “Clash” en crisis y sosteniendo en alto la bandera, los míticos “Ramones”. Completando el abanico de tribus, como se les denominó, tendríamos a los “cumbieros”, quienes con “Casino”, “Cumanacao”, “Borinquen” y “Palacio”, llenaban los oídos y las pistas de muchos locales bailables famosos como el “Euskaro”, “Rowing” o “Quinta de Galicia”, así como bailes barriales, cumpleaños de 15 o casamientos, y los casi autoproscriptos “cantopopu”, curtiendo a Silvio Rodríguez, Viglietti, Rumbo, Pablo Milanés y la querida “Negra” Sosa.

El presente artículo no pretende analizar esos grupos, ni tampoco cubrir la totalidad de los existentes en esa época ni la actual. Solo intenta en primer lugar, recordar aquellos marcadores que identificaban grupos de jóvenes iguales en esencia, pero diferenciados en actitudes y vestimenta, alrededor de la música. Este es un blog de música y a eso intento ceñirme, a mis recuerdos, a mis vivencias, a lo que la música inspira, motiva y genera.

Sin embargo en este día el segundo propósito, no es tan naif ni puro. Es sobre los cambios en nuestra sociedad y la utilización de los diferentes grupos juveniles en la exteriorización de esos cambios.

Domingo, 6.30 de la mañana, explanada de la I.M.M. Una treintena de muchachos de entre 13 y 17, chicas con el primer período algunas y chicos sin sombra de pelusa en la cara todavía. Mismas ropas, mismo calzado, mismo caminar, misma actitud. Solo los diferencia el pelo: unos pintados de amarillo y laciados, los otros con una cresta armada en base a gel. Unos eran “Planchas” y los otros “Wachiturros”. Llegaron a la explanada y se armaron los dos bandos. Los chicos gritándose las cosas más gruesas que encontraban y animando a los más grandes a pelear. Las chicas diciendo cosas aun más gruesas que los chicos, mas groseras pero además, más humillantes para ellas mismas, incentivando a que se lastimaran todo lo que pudieran. La razón de la pelea no la encontré a pesar de escuchar todos los gritos muy atentamente. Lo único que podría decir alegaban, era la música que escuchaban, nada más.

En aquellos años de mi juventud y descubrimientos de vida, jamás vi a los metaleros pelearse con los punk, a los cumbieros tirándole piedras a los conchetos. No sé si por el ambiente pesado y controlador de la dictadura. No sé si porque tal vez en nuestras casas nos enseñaban lo que era ser diferente y poder sobrellevarlo. Diversidad es la palabra. Tanto en pensamientos, en creencias, en vestimenta, en música, en poder adquisitivo. Y eso no tiene ni debe llevar a peleas ni agresiones. Pero eso se enseña, eso se transmite desde la familia y desde las autoridades, tanto de los centros educativos como del gobierno. Será esta la razón? Será este el problema? Estaremos dejando que nuestras frustraciones, desilusiones, fracasos y derrotas se conviertan en enseñanza de intolerancia? Para que Jorge quería mantener el “capital llamado muchachos” si no teníamos nada bueno para enseñarles?

La música nos enseñó que somos todos iguales, con todas las diferencias que tenemos. Nunca nos enseña a pelearnos, a no ser algún enfermo al cual escuchan tipos más enfermos todavía. La música es lo que lleva a nuestra alma a llorar, reír, amar, desear, pero no a odiar, ni a vengarse. La esencia de la música es descubierta y desenterrada para conocimiento de todos, por corazones sensibles y dados a construir. Yo quiero ser de estos, por eso estas palabras escritas en este día…




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Sobre mí
Me llamo Alvaro Senges. Nacido en Montevideo. Músico por imposición paterna, formación, elección y pasión. Parece contradictorio, pero el hecho de que mi padre me enviara a un conservatorio a los 6 años se transformó en el motor de mi existencia. Más que el hecho de disfrutar del canto y una guitarra, busco en todo lo que escucho su alma, su propósito y porque me causa lo que me causa. Esencia de Música es un espacio para volver a vivir, para repasar la Banda de Sonido de nuestra vida. Te espero

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