DESDE EL PSICOANALISIS
Psicoanalisis y Literatura

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29.02.2012 14:08 / Psicoanalisis y Literatura

Identidad

 

- ¡Si me queda la cicatriz, cada vez que la mire me voy a acordar de vos y te voy a odiar!-  gritó Cecilia, mientras miraba su rostro en el espejo.

Debajo de la nariz había un surco pequeño y finito, del que brotaba sangre como en una cascada. Luego quedó en silencio. La frase que salió de sus labios la sorprendió. A tal punto, que pese a tener la mayor certeza de su veracidad, estaba convencida de que no había sido ella quien la pensó. No era suya, aunque ella la hubiera pronunciado.

Él la miraba desde la cama sin comprender. Tal vez sin comprender que no se trababa de comprender. El estupor de Tomás no la perturbaba, era parte de la escena que representaba, casi como un personaje secundario, pero esencial como soporte para que la escena pudiera desarrollarse. Un observador, una mirada receptora. Todo eso y nada más.

 

Cuando pienso en Cecilia siempre la imagino así, rodeada de miradas lejanas que la trascienden, que la atraviesan como si fuera un cristal nítido y diáfano. Esa es la imagen que tengo de ella, sin embargo ella se siente oscura y opaca. Y sola. Muy sola en ese mar de miradas.

           

Al levantarse al día siguiente le dolía la cabeza, - no debería tomar tanto vino, siempre hago lo mismo – pensó al ingerir un analgésico. Tomás aun dormía profundamente. Ella lo miró con cariño desde el baño y se sorprendió al no sentir ni un rastro de culpa por la pelea de anoche. Cecilia sabía que había sido ella quien la provocó, pero esta era la primera vez que no le importaba; era la primera vez que sentía que algo que había sucedido podía olvidarse fácilmente como si en realidad hubiera sido un sueño. No tuvo tiempo de seguir pensando sobre eso, se vistió rápidamente y salió hacia el trabajo. -Otra vez tarde, en la oficina me van a echar un día de estos -  

 

  El ómnibus demoró en pasar y Cecilia llegó a la oficina con media hora de retraso.

- Cecilia, pensé que no ibas a venir, ¿qué te pasó?

- Nada, me dormí - Agarró los papeles que le daba Sofía y se sentó inmediatamente a trabajar.

 - Que carita tenés, ¿saliste anoche?

- Si, tuve un cumpleaños - Por lo general no le molestaban las preguntas de Sofía porque podía responderle mientras escribía, pero hoy sentía su presencia y su voz como una piedra sobre su frente.

- ¿Que te paso en la cara? Tenés un corte...

-¿Un corte, dónde?

- Ahí, en la nariz

- Ah... eso, sí me caí. Sofía, tengo mucho trabajo, conversamos después ¿sí?

- Bueno, te dejo tranquila.

 

Todavía le dolía la cabeza cuando entró al consultorio. Como siempre durante casi dos años, no lo miró al saludarlo, le dijo hola y se recostó rápidamente en el diván. Prefería evitar su mirada. Ese era el único lugar donde la soledad no era distancia sino intimidad, y Cecilia sabía que eso tenía relación con la ausencia de miradas.

Se quedó en silencio durante un rato. No podía quitar de su mente la imagen de la pelea de anoche. -Es extraño, no pensé en esto en todo el día, y ahora es lo único que me viene a la cabeza, pero no sé si quiero hablar de eso-

- ¿Qué es eso que te viene a la cabeza?

- Es una frase que dije ayer... porque tuve una pelea con Tomás, bueno, en realidad no fue con Tomás, aunque él estaba ahí y fue quien me hizo caer... bueno, no fue él exactamente, él me hizo enojar porque volvió a hacer lo mismo de siempre, y como estaba furiosa me tropecé, me caí y me golpee la nariz... y ahí fue cuando le grité eso.

- ¿Y con quien fue la pelea entonces?

- Supongo que conmigo

- ¿Contigo?

- Sí, no sé... porque yo me pregunto: ¿A quién le grité? Y no es a ese otro que me miraba sorprendido sin entender lo que sucedía, no a esa persona que por azar se convirtió en destinatario, sino a otra cosa, a eso que siento que es interno y que tiñe con su presencia oculta cualquier intento de objetividad posible... y yo que sé... me da la sensación de que es extraño, casi siniestro un  acontecimiento así. Me refiero al grito que me pronunció, a que mi boca diga algo que no recuerdo haber sentido. Y  es esa sensación de extrañeza la que me remite a una pregunta sin respuesta: ¿quién soy?

Desde que era pequeña se hacía esta pregunta, que a fuerza de aparecer sin respuesta, se volvió con los años reiterativa. La repetía para sí, como si por la fuerza de  la repetición algo se fuera a modificar en ella.

- A veces quisiera poder ver mejor, poder aprehender aquello que solo percibo en sombras, como si lo intuyese en pequeños intervalos de la razón, y luego se desvanece frente a mi mirada... como esa frase... ¿Y si me queda la cicatriz?

- ¿Que pasaría si te queda?

- No sé.. si me queda la vería todos los días.

 

Cecilia solo puede decir estas cosas en el consultorio, y en cierto sentido ya sabemos porqué. Ella siente la ausencia de miradas como liberadora, entonces habla lo que no dice cuando siente las miradas. Yo me pregunto si lo que libera a Cecilia es la ausencia de miradas, como ella afirma, o la ausencia de su propia mirada reflejada en el otro, porque después de todo su psicoanalista la puede ver cuando está en el diván. Sin embargo para Cecilia esa mirada no importa, porque no la atraviesa.

 

- Tomás todavía no volvió- pensó Cecilia cuando entró en la casa- me da tiempo de prepararle algo y esperarlo con la cena- Dejó su bolso sobre la silla y se puso a buscar la receta preferida de Tomás. Tenía ganas de pasar una cena tranquila y un poco romántica. Pensaba en Tomás y sabía que lo amaba, que lo había amado siempre, aun con todas las actitudes que solía reprocharle, aun con el sufrimiento que le causaban sus defectos, aún con todo seguía siendo alguien fundamental para ella. Sintió el sonido de las llaves en la puerta y sonrió.

-Hola mi amor, estaba cocinando

-¿Estabas haciendo el pollo a la mostaza? Que delicia, con el hambre que tengo…

-¿Cómo te fue hoy en el trabajo?

-Bastante bien, no tuve demasiados trámites que resolver... Ceci ¿cómo está tu nariz?- dijo mirándola dulcemente

-Ya esta casi curada, no es nada

-Me alegro… me quede un poco preocupado hoy, ayer te salió mucha sangre... y decime Ceci ¿estas bien?

Cecilia lo miró a los ojos, y esos ojos respondieron su mirada. No la atravesaron, se quedaron allí, en su interior, y se sintió tranquila y segura como no se había sentido en mucho tiempo.

-Si, estoy bien... creo que estoy mejor que nunca, vamos a cenar que se enfría la comida¿ si?

-Bueno, voy a poner los cubiertos y los vasos...

 

A Cecilia la cicatriz le quedó, obviamente. La marca en la identidad la ve todos los días al enfrentarse a un espejo. Y esta marca que surcó su rostro logró lo que Cecilia nunca pudo con la reiteración de su pregunta. Porque cuando ve la cicatriz, ya no se pregunta quién es. 

 



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Sobre mí
Lic.Psic.María Noel Gazzano / Psicoanalista. Licenciada en Psicología en la Universidad de la República

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