acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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01.07.2011 15:22 / CARTAS, PONENCIAS Y OTRAS INTERVENCIONES

EL PATRIMONIO COMO PROYECTO DE FUTURO / (*) PARTE I

EL PATRIMONIO COMO PROYECTO DE FUTURO (o sobre la conveniencia de barajar y dar de vuelta)

La acepción de patrimonio en el sentido de cosa heredada o de cosa que pertenece o caracteriza a una persona o a un grupo, siendo vieja como el mundo goza aún de buena salud, coexistiendo -y a veces confundiéndose-, con la acepción acuñada en los últimos 250 años, cuando el entrelazamiento de patrimonio, monumento y nación forjaba las bases de una nueva matriz, emparentada y a la vez diferenciada de la anterior. Para mayor complejidad de la cuestión -de nuestras actuales cuestiones- esa acepción moderna se ha ido expandiendo y cargando de nuevos contenidos, en un proceso acelerado de tal modo en las últimas décadas que bien puede hoy hablarse de una verdadera mutación.

En este contexto, el discurso sobre el patrimonio queda potencialmente afectado tanto por la superposición de significados generados en diferentes matrices históricas, como por la dificultad de dar precisión a la extensión y el contenido del concepto, vista la magnitud de los cambios en proceso y el peso de las tensiones que operan desde escenarios colaterales (caso del turismo de masas y la llamada “industria cultural”).

Esa dificultad nos lleva a revisar aquellos procesos fundantes, abriendo a su vez la posibilidad de verificar una hipótesis por muchas razones atendible: esto es, que tras la ruptura posmoderna las dos matrices han derivado hacia un espacio común y que a causa de esa convergencia lo patrimonial nos está imponiendo una redefinición radical (aunque probablemente en términos no muy alejados de los que marcaron su acepción histórica de más larga duración). Un desafío que empieza a su vez a procesarse en el marco de una visión de futuro con indisimulable carga utópica, según la cual las identidades de grupo o nación -habitualmente confrontativas y con vocación de dominio-, cederán el paso a un mundo de diversidades dialogantes; tal la idea fuerza de la reciente Convención de UNESCO sobre la diversidad cultural. Prevenciones e inercias aparte, es en esa perspectiva que estamos instalados. Vale la crisis, vale la oportunidad …

LO MATERIAL, LO INMATERIAL Y LO MONUMENTAL EN LA MATRIZ ORIGINAL

En las lenguas de occidente, en la raíz de Patrimonio (patrimonium) está el padre, pero también la patria, de donde se abren dos vertientes diferenciadas y complementarias. Una de ellas hace referencia a los bienes materiales que una persona o un grupo adquieren, primero por herencia (tema de escribanos y contadores que ha mantenido su vigencia y su contexto semántico hasta nuestros días), y más tarde a cualquier otro título, decantándose finalmente en una formulación grata a los economistas, aplicable desde la escala individual a la nacional: “patrimonio es igual a activos menos pasivos”.

Pero existe también una vertiente inmaterial, centrada en pautas y valores trasmitidos de generación en generación, que definen una identidad y afirman un sentido de pertenencia. Así, en todos los tiempos y en todas las culturas, la construcción de un “nosotros” diferente -y en general opuesto- a “los otros”, se afirma en la preservación de elementos inmateriales que dan cohesión al grupo y aseguran la continuidad de un orden protector (la lengua, los mitos fundacionales, la memoria de acontecimientos compartidos, el sentido del lugar como microcosmos y a su vez como escenario que se asume como propio…todo ello perpetuado en rituales, tradiciones y costumbres).

Entre los múltiples patrimonios asumidos por una comunidad a lo largo de su historia, uno en particular llegó a jugar un papel relevante, cuando a la materialidad del objeto -por distintos motivos excepcional-, se sumaba una dimensión simbólica que amplificaba su mensaje. Tal el monumento, un artefacto -privado o público, discreto o fastuoso- creado para marcar un mojón en el tiempo y fijar un acontecimiento en las memorias del futuro, compensando fragilidades y angustias propias de la condición humana o afirmando ya un status compartido, ya una relación de poder.

Desde su origen, lo monumental, moviéndose en un área de interacción entre lo material y lo inmaterial, será un objeto conmemorativo o celebratorio específico -construido con particular esmero para atravesar los tiempos con el impacto de su presencia y su carga simbólica-, tanto como una construcción más o menos compleja, que responde a un programa funcional concreto pero que aspira a igual destino de perennidad. En uno de esos campos Trajano jugó fuerte con su columna historiada y en el otro Adriano hizo lo propio con el Panteón… y ambos íconos paganos pasaron la prueba del tiempo, aunque necesitaron para ello algunas adaptaciones pragmáticas o sucesivos relatos de milagros y maravillas a manera de “salvoconductos” justificadores de tal sobrevivencia (1).

El monumento nace siempre con vocación histórica, pero como bien lo expuso Alois Riegl (2), sólo el tiempo y las circunstancias le otorgarían ese rango. Y no bastará para ello que su mantenimiento a lo largo de décadas o siglos resulte de privilegiar un valor de uso, un valor de cambio o una significación simbólica o estética de apreciación directa, sin referencia explícita a las circunstancias que lo generaron, porque será justamente esa distancia entre el objeto y quien le asigna valor la condición básica de su apreciación en términos de monumento histórico.

Ese enfoque que el mundo helenístico cultivó a su manera, sería retomado en nuevos contextos y tras un corte milenario por la cultura del Renacimiento, cuando humanistas, arqueólogos y arquitectos -o todos en uno, caso de Alberti- construyeron un discurso que afirmaba a la vez la distancia y la continuidad con la herencia clásica. El monumento histórico, mensajero del pasado, a la vez documento y referente modélico -y por ello objeto de cuidado, estudio y reverencia-, iniciaba un largo camino…aunque todavía casi en solitario. Su valoración como patrimonio de la nación recién tomaría forma tres siglos más tarde, cuando el camino tradicional se bifurcaba y empezaba a gestarse una nueva matriz del concepto de patrimonio.

Vale precisar que a lo largo de la historia la valoración patrimonial se expresó no pocas veces, más por oposición que por afinidad. Así el hecho de que un bien tuviera una especial significación para una determinada sociedad, indujo a su destrucción cuando las fuerzas que detentaban el poder perdían su condición hegemónica o cuando esa sociedad era sometida por una cultura diferente. Para ilustrar el primer caso, sobran los ejemplos (desde el impulso inicial de la Revolución Francesa a los Budas de Afganistán, pasando por la columna Vendôme o los bronces caídos de Lenin y Stalin).

En cuanto al segundo, los choques de culturas enfrentaron siempre patrimonios globales -desde la lengua hasta el modo de afincarse en el territorio-, y de allí derivaron distintos niveles de arrasamiento, genocidio, asimilación o integración. Los dramas de la historia no dejaron aparte al patrimonio…y sea como botín de guerra o como legado impuesto o asumido, su traza material e inmaterial marcó -marca y seguirá marcando- continuidades, alteraciones o rupturas en el entramado histórico-cultural de las sociedades humanas.

EL CORTE CULTURAL DE LA ILUSTRACIÓN Y LA NUEVA MATRIZ PATRIMONIAL QUE DESDE ALLÍ SE GENERÓ

Asumiendo como bueno que los antecedentes de la renovada noción del patrimonio que habría de desarrollarse en paralelo con "el proyecto moderno", pueden rastrearse en la cultura del Renacimiento y en las civilizaciones de la Antigüedad, su gestación es indisociable del influjo transformador de la Ilustración y las revoluciones burguesas, influjo renovado en el primer tercio del siglo XIX por el empuje de la Revolución Industrial y la consolidación de los estados nacionales. desde entonces -y principalmente en Francia-, lo patrimonial tendría una nueva connotación ...que no dejaría en el olvido la ya existente.

Allí la Revolución que hizo tabla rasa con muchas cosas -empezando con el calendario- y que alentó una destrucción "depuradora", pudo compensar esa tendencia y reubicó el significado de los monumentos expropiados (incluyendo archivos y bibliotecas), poniéndolos -o intentando ponerlos- al servicio "de todo el pueblo" bajo las banderas de "libertad, igualdad y fraternidad". Una transferencia compulsiva de bienes típica de todas las operaciones de conquista o cambio violento del poder político, terminaba por asumirse en términos de "herencia" que pasa de los antiguos poseedores (el clero, los emigrados, la nobleza) "a la nación", asignando a esos bienes -por primera vez clasificados en "muebles" e "inmuebles"- un valor de identidad nacional y una especial significación pedagógica (punto este último que alentará la "reinvención" de los museos, concretada en el Louvre en 1796, pero ya adelantada en Inglaterra en 1759, cuando las 80.000 piezas de la colección del médico y científico Sir Hans Sloane, dieron la base de formación del Museo Británico).

Pasados los tiempos de fervor y furos y aquietadas las aguas, a partir de 1830 se retoma en Francia el discurso patrimonial en un nuevo contexto político que reaviva transitoriamente viejas ilusiones, centrándolo en el monumento histórico y poniéndolo al servicio de una causa nacional, que hará a su vez reverencia -en sintonía con el espíritu romántico- de "la naturaleza, la historia y el genio creador" (3)

Pero no fue sólo a través de la Revolución que el influjo cultural de la Ilustración impuso una visión renovada sobre el modo tradicional de vincularse con el pasado. A lo largo del siglo XVIII el naciente espíritu científico alentó un conocimiento directo y sistemático de la herencia monumental, pasible ahora de ser relevada con rigor creciente y ordenada en una secuencia cronológica de contenidos históricos y artísticos.

El "Gran Tour", antecedente elitista de nuestro turismo masivo, se desarrolla entonces al amparo del nuevo protagonismo del monumento, redimensionada su significación y alentada una vivencia directa que encontraba en el exitoso trabajo de los arqueólogos una motivación adicional (Herculano, Pompeya y Paestum salían a luz en esos tiempos). Una situación en sintonía con los criterios que tuvo a la Enciclopedia como principal propagandista y que incidió positivamente en el desarrollo de las técnicas de mantenimiento y preservación (los trabajos en el Coliseo y el Arco de Tito, en las dos primeras décadas del siglo XIX, se convirtieron en ejemplos paradigmáticos, aún hoy vigentes). Y también los monarcas ilustrados fueron sensibles a ese nuevo clima, dando Carlos III buen ejemplo de ello, promoviendo un formal cuidado de la herencia del pasado y haciendo explícito su vínculo con "las glorias de la nación" (4).

En todos los casos subyace y sobrevuela una conciencia que el tiempo irá consolidando a medida que crece el impacto de la Revolución Industrial: Un modo milenario de hacer las cosas empezaba a transformarse y el consecuente sentimiento de "pérdida irreparable", de haber heredado cosas que ya nadie hará igual, abrirá un segundo distanciamiento entre el objeto asumido como patrimonio y quienes le asignan ese valor (5). La matriz moderna de lo patrimonial tomará buena cuenta de ello.

NOTAS:

(1) En ambos casos con la mediación del Papa Gregorio el Grande (hacia el 600 d.C.), aleccionando a sus Obispos sobre la conveniencia de no destruir los templos paganos -pero sí sus ídolos- bastando con rociar el lugar con agua bendita para colocar luego los altares y reliquias cristianas (y así pasó con el Panteón), o rogando a Dios que salvara el alma de Trajano; ruego que tuvo una milagrosa confirmación, haciendo de su columna un lugar santo, finalmente coronada por la efigie de San Pedro…

(2) Alois Riegl: "El culto moderno a los monumentos" (Viena -1903)/ Edit. Visor / Madrid

(3) Lorrenc Prats: "Antropología y patrimonio" / Editorial Ariel S.A. / Barcelona / 1997

(4) hacia 1779, en las reales Ordenes de Carlos III dirigidas a las autoridades de los Ayuntamientos españoles, se decía: "Los Alcaldes no deben permitir que se maltraten los monumentos descubiertos o que se descubriesen, ni los edificios antiguos que hoy existen en muchos pueblos y despoblados, ni que se derriben ni menocaben; y en el caso de amenazar ruina, deben ponerlo en noticia de la Academia (de San Fernando) por medio de su Secretario. Este es un deber de patrriotismo y de amor a las glorias de la Nación, y, además, una obligación a la que no pueden faltar, sin incurrir en una responsabilidad efectiva" Manuel Ortiz de Zúñiga en "El libro de los Alcaldes y Ayuntamientos", citado por Aquiles Oribe en exposición de motivos del proyecto de ley sobre protección del patrimonio, presentado en la Cámara de Diputados (Montevideo / 1932)

(5) Francoise Choay: " L´Allegorie du Patrimoine" / Edición du Seuil / París / 1992-96-99

SIGUE EN PARTE II http://blogs.montevideo.com.uy/hnnoticiaj1.aspx?6379

 

(*) PUBLICADO EN LA REVISTA "RELACIONES" (junio de 2007)

 

 

 

 

 



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