Frontera Norte (Ruben Abrines)
notas y propuestas políticas de actualidad, relatos

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15.12.2011 22:07 / Mis artículos

Martes 13

 

Única señal en el camino.

Gral. Seregni.

 

Un martes trece, del mes de febrero del año 79, fui apresado por un grupo de los servicios de represión de la dictadura cívico - militar.

Lo que jamás olvidaré de ese momento, de ese instante, es lo único que me salió, involuntariamente, desde muy adentro:

 ¡Por fin se acabó!

Lo que vino después, lo  demás, son, aún, peripecias personales.

Hoy fue igual.

Hoy dije lo mismo.

¡Por fin se acabó!

Ahora no es tiempo de averiguar porque hoy pensé y me dije lo mismo (consciente y sabiendo que estoy muy lejos de aquel momento, pensando en otras cosas).

Por fin se acabó.

Debe de ser por el sólo hecho de que también hoy es martes trece.

Es diciembre del 2011, hace mas calor, un viento pegajoso sopla de la cuchilla y no estoy en Montevideo.

Un paisaje muy diferente al de los monocordes edificios del Parque Posadas.

Estoy acompañado de unos pocos compañeros del FA, algunos vecinos y varios conocidos de esta orilla de mi barrio, en Rivera.

El sol de las 10, hora solar, dándonos de frente en los ojos, en un cruce de calle y camino, polvorientos, sin final a la vista, sin más sombras que las de unas fugaces nubes que pasan rápido arrastradas por el viento.

Miro, desde la esquina opuesta, donde será colocado el cartel con el nombre del Gral. Liber Seregni. Una rara y torcida entrada de tierra, ancha, que trepa la colina y se mete en el laberinto de la “Cidade de Deus”.

Asentamiento de gente, que según dicen, en su mayoría vino desde el sur.

A mi izquierda, enfrente, el esqueleto de una casilla de sobrantes de madera, a medio construir, sin un árbol, y atrás yuyos dorados por los solazos a pique del verano fronterizo.

El puñado de frenteamplistas empeñado en homenajear al General y algunos vecinos de la “Cidade de Deus”, la que creció de apuro según la urgencia  de sus moradores, sin esperar ni entender de qué se trata la discusión, y la prioridad, de la llamada “emergencia habitacional”, tan parloteada, igual estábamos ahí.

Ellos son parte del paisaje, urbanizado a prepo por la necesidad de fijar un lugar, aunque mas no sea a dar como referencia por algún posible trabajo zafral en la naranja o la forestación,  de sirvientas, para cuidar enfermos, ancianos o niños, y nada más.

Encima de la colina, entre el obscuro campo y una Av. moderna de tránsito veloz.

Ahí están, preanunciando el seguir creciendo hasta unir las chacras de Santa Teresa con el emblemático Mandubí.

Rivera.

La música, y los intérpretes que no es preciso detallar, sonaba, convocando y desafiando desdel equipo hasta al mismo sol.

Una antigua familia del lugar aprovechó el insólito bullicio, en casa, junto a otros familiares, de brazos cruzados en la puerta, y presenció el insólito hecho político.

El caballito, voluntarioso, cinchaba de un carrito alto, sobre ruedas de auto. Pasaron raudos mirando de reojo, llenos de curiosidad, ese nuevo, único cartel.

Y nada más.

“A Cidade de Deus” quedaría ahí y pasaría su primera noche con un cartel con el nombre de Seregni,  en su primera esquina señalizada.

Una muchacha del lugar se me acercó para preguntarme quien era el candidato, quien venía a hablar, que hacían los de la camioneta de la intendencia y los inspectores.

Un muchacho, muy jovencito, sin la mayoría de los dientes, flaco, morocho, con una gorra de los Bull encajada hasta taparle los ojos, se nos acercó y guardo una prudente distancia entre la muchacha y yo,  lo vi venir bajando el terraplén con unas hojas de papel, muy blancas, en una mano.

No aguantó la pausa de la muchacha y de una me encaró para pedir si yo podía conseguirle una pensión, o una canasta en el BPS, porque la que le daban en el Corralón Municipal  era muy chica o “algo”.

Me arrimé a la única sombra de un pitanguero envuelto por un Burucuyá, con algunos frutos muy altos. Fue el único recurso que se me ocurrió para ganar tiempo y decirles “algo”. Le pedí si podía bajarme un fruto.

Eran muchas preguntas para contestarle a dos jovencitos en una mañana de homenaje al compañero Seregni.

Me equivoqué nuevamente.

Ni fin, ni nada se acabó.



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Sobre mí
Vivo en Canelones. Realizo actividades como comunicador en Radios. Escribo, entre cosas, notas y artículos, algunos publicados en la prensa local y nacional. Mi correo: rabrines@adinet.com.uy

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