acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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NUNCA MAS (19-VI-2007 / 2008 / 2010) (*)

                El presidente de la República ha convocado a celebrar el día del “Nunca más” movido por la intención “de que el país pueda mirar al futuro y encontrar caminos de reconciliación nacional” (1), una iniciativa que se ha emparentado con otras que le antecedieron en Argentina y Brasil (los informes “Sábato” y “Arens” de 1983 y 1984 respectivamente) y en nuestro país (SERPAJ en 1889). La filiación del “Nunca más” es inobjetable (2), pero el debate que siguió a la resolución de fecha 26.XII.2006 promovida por Vázquez, puso en evidencia un contenido más amplio que el asumido por aquellos antecedentes, buscando generar un mojón de referencia donde pudiera inscribirse como augurio fundacional de mejores tiempos esta leyenda: “nunca más uruguayos contra uruguayos”.                

                He aquí una noble intención que alentó caminos varias veces transitados en nuestra historia… siempre terminados en situaciones tan dramáticas como aquellas a las que se pretendía poner fin. “Que esta estatua sea un símbolo de la concordia en la familia oriental”, decía el 20 de febrero de 1867 Manuel Aguiar -Jefe Político de Montevideo-, al inaugurar en la Plaza Cagancha la “columna de la Paz”. Casi exactamente un año después, los asesinatos de Flores y Berro frustraban trágicamente esas ilusiones. Ilusiones que pronto renacieron cuando la  Paz de Abril de 1872 fue celebrada en Montevideo como el fin de los tiempos de la lucha entre hermanos (“Toda la ciudad es un infierno de cohetes y las campanas de los templos repican sin cesar… Las calles hierven de gente, y de gente entregada al más grande y legítimo regocijo que raya en el frenesí…”) (3). Bastaron tres años para que volvieran tiempos “terribles”, pero la invocación al “nunca más” volvería a hacerse presente, ahora como inscripción en la pirámide levantada en el paso de Tres Árboles, lugar de la batalla ganada por las tropas blancas al mando de Diego Lamas en marzo de 1897 (4). Un “Nunca más guerra civil” que apenas siete años más tarde hubiera podido reiterarse tras la muerte de Saravia en Masoller, aunque los tiempos que siguieron hicieron innecesaria la invocación, cuando el país, que no olvidaba su pasado, aprendió a construir en paz su futuro. Durante medio siglo pudo pensarse que ilusiones y realidad se daban la mano… pero no fue así para siempre. Bien lo sabemos.                

                  En cada una de aquellas circunstancias hubo una densa maraña de factores que hizo derivar los hechos en una espiral dramática fuera de cauces consensuados. Y no otra cosa ocurrió entre nosotros cuando a partir de mediados de los años cincuenta comenzó a naufragar un modelo de país que parecía ajeno a toda calamidad. En 1965 se hacía este diagnóstico premonitorio: “Estancamiento agrario y regresión industrial, alza inflacionaria de precios, conflictos cada vez más intensos entre los diversos grupos sociales, parece ser la cadena obligada de procesos que se derivarán de nuestro estancamiento en los sectores primario y secundario; siempre, desde luego, que no se reaccione rápida y eficazmente en las conductas seguidas en nuestro país por los sectores público y privado” (5). Sabemos que las reacciones no fueron adecuadas ni suficientes y que el influjo entonces seductor de la revolución cubana ayudó a montar un escenario donde muchos “demonios” jugaron sus papeles (un escenario en el que se proyectaban “La batalla de Argelia”, Marulanda en la selva colombiana, el “Libro Rojo” de Mao –y “el poder nace del fusil”-, el mayo francés, Viet-Nam, la “generación crítica” alentando a la “generación comprometida”, el “cielo del 69” y el ajedrez de la "guerra fría"…). Y volvieron a pasar cosas terribles que ahora queremos que no pasen “nunca más”.               

                  ¿Bastará con invocar un “nunca más” corrupción, “nunca más” mesianismos, “nunca más” dictadura, “nunca más” terrorismo de Estado?. Una proclama de amplio consenso hubiera por lo menos alentado la esperanza de recorrer un camino de conciliación, pero lejos de eso, han arreciado las críticas y las diferencias parecen acentuarse, como si nada hubiéramos olvidado, pero tampoco nada aprendido (y en el día de su natalicio  Artigas tendrá, no uno, sino tres “altares”…). Tal vez sea tiempo de asumir como esperanza más consistente el afirmar un compromiso de dirimir las diferencias políticas con salvaguarda plena del Estado de derecho, de modo que la “veleidosa probidad de los hombres” encuentre el adecuado freno en “las seguridades del contrato”. El “nunca más” tendría entonces una referencia muy concreta: no alentar ni admitir nada que atente contra la Constitución y las leyes que nos hemos dado (o que en democracia podamos darnos, tan progresistas, equitativas y justicieras como seamos capaces de construirlas). Porque ¿qué avance real podrá haber fuera de ese cauce?.                        

                  “Hoy en día se ve a la nación con pesimismo y desazón, algo que en parte explica la emigración. En 1900 no era así en absoluto, había fe en que el país iba a salir adelante, en que iba a ser modelo para otras naciones. Y es muy importante la imagen que uno se haga de las cosas para que las cosas sean lo que uno imagina” (6). ¿Qué imagen podremos hacernos de estas cosas que hoy ocurren, cuando parece esfuerzo vano el intentar restablecer el espíritu de concordia que el país necesita para dejar atrás el pesimismo y la desazón que nos agobian?. Justo en tiempos en que después de larga crisis podíamos avizorar un futuro en sintonía con la visión de los hombres del 900.            

                Hagamos lo necesario para que estos desencuentros queden en la memoria como una mala anécdota, para no comprometer lo que vendrá ni renegar de lo que fuimos.                    

 NOTAS: 

(1)    Según Art. 5ª de la resolución presidencial de fecha 26.XII.2006

(2)    Nota de Jaime Yaffé en “Crónicas” de fecha 15.VI.2007

(3)   Texto de “El Siglo”, citado por Reyes Abadie y Vázquez  Romero en “Crónica general del Uruguay”

(4)    Según nota de Juan Martín Posadas en “El País” de fecha 10.VI.2007.

(5)   Cr. Luis A. Faroppa: “El desarrollo económico del Uruguay- tentativa de explicación” / Publicación CECEA / 1965

(6)    Reportaje a José Pedro Barrán en “El Observador” de fecha 16.VI.2007 / énfasis agregado. 

(*) Carta publicada en BUSQUEDA en edición de fecha 21-VI-2007.

Junio de 2008: Ha pasado un año y todo parece seguir igual. O peor. Porque la convocatoria al "Nunca más" se ha instalado en el lugar de lo que quiso ser la celebración central de nuestra herencia histórica, con la consecuencia de un notorio avance de la desmemoria (¿qué fue este año del 19 de abril, del 18 de mayo?, ¿qué pasará en julio y en agosto?, ¿nos acordaremos de los 200 años del 21 de setiembre de 1808?)

Junio de 2010: respecto a los hechos de la Agraciada y Las Piedras, poco o nada ha cambiado, con el agravante de aislarnos del Bicentenario de Mayo (sólo la presencia en Buenos Aires del presidente Mujica acortó un poco la deuda). Pero lo  importante es que en los 100 primeros días de Mujica en el gobierno, se ha abierto una esperanza de reencuentro de los uruguayos, y con ello, una posibilidad  de intentar el rescate de una herencia común y de su proyección hacia un futuro mejor. En ese contexto, no debería haber lugar para la desmemoria ... que todavía sigue activa entre nosotros. Y sobre esto viene a cuento una frase del desaparecido Saramago: "hay que recuperar, mantener y transmitir la memoria histórica, porque se empieza por el olvido y se termina en la indiferencia" (o como pasa entre nosotros, que ya recorrimos un buen trecho en la indiferencia, y pronto podremos terminar en el olvido).



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