Imprimir Recomendar Agrandar Achicar

05.05.2011 15:43  |  Mis artículos

Boludeces aéreas

No se cuál es el motivo pero muchas personas se vuelven boludas cuando viajan. Es como si un espíritu boludo se apoderase y le sacase el 98% de la inteligencia o coherencia. No es que me irrite, pero me parece curiosa y muy graciosa, esa otra personalidad que se despierta al llegar al aeropuerto.

Tenemos dos tipos de personajes, los que trabajan en el aeropuerto y los que viajan, en ambos casos lo que no faltan son actitudes y personas boludas.

 

Las desparejas

Si hablamos de turistas algo que me llama la atención son las parejas que no parece que van a divertirse, están saliendo de vacaciones o haciendo un viaje de placer, la sensación que tengo es que van a suicidarse, o que están siendo secuestrados. Una cara de culo impresionante. ¿Ya los vieron? Parecen enojados. ¿Están enfermos? ¿Será que se odian y viajan para odiarse más lejos todavía? Yo me imaginaba que se peleaban antes de salir de casa, pero no puede ser tanta gente discutiendo al mismo tiempo, sería una epidemia.

 

La tipa ya se sube al avión queriendo matar a alguien. Se sienta en el corredor porque se marea mirando por la ventanilla. Se duerme y cuando la azafata pasa con el carrito de la bebida, aquel monstro de fierro de 300 kilos, le revienta la cabeza. Después de un curativo y dos puntos, la “Bella Durmiente” cae nuevamente en los brazos de Morfeo y una vez más el carrito, que ahora está volviendo le hace mierda el bocho pero de esta vez a la altura de la nuca, otros tres puntos. Se despierta en Paris cuando la comisaria de bordo, la del carrito asesino, le tira el balde de hielo arriba. Se baja en la ciudad luz, llena de chicones, resfriada y queriendo procesar a la compañía aérea. El boludo del marido se olvida del celular que acabó de llegar a Yemen.

 

Y está el matrimonio que es todo lo contrario a los “suicidas” y que ya viaja disfrazado de turista. Bermudas, medias, camiseta de 23 colores, gorrito, lentes oscuros y una cámara de fotos con un zoom de 40 centímetros colgada en el pescuezo. Se creen que son Michel Douglas y Caterina Zeta Jones, que todo el mundo les está prestando atención y que “SÚ” viaje es el más importante y maravilloso de todos. Hablan alto, gesticulan con las manos, con las piernas, están preocupados como si fuesen a la guerra, no se les puede escapar un detalle. Todo milimétricamente calculado para que sea “EL VIAJE” de sus sueños. Playa, sol y una semana en el Caribe. Sería perfecto sino hubiesen subido en el avión que va para Alaska.

 

El novato

Realmente el aeropuerto es un festín para un escritor, uno de los más típicos es el pasajero que nunca viajó en avión, que se hace el canchero como si se subiese a uno todos los días, en el check-in habla con todos los de la fila, después de tres horas presenta el pasaje, la cédula, el carnet de vacunación, la credencial, la cuenta de luz, la chica se lo agradece y le dice que esa fila es para los que van para Toronto y no Tacuarembó.

Se muere de miedo del detector de metales, sale de casa pensando que no va a pasar, que lo van a meter en cana y cuando finalmente pasa y toca la alarma sale corriendo diciendo que él no fue.

En el avión toca todos los botoncitos, el que llama la azafata lo aprieta cuatro veces, le pregunta a su compañero de asiento “¿Qué es esto?” y abre la puerta de emergencia, suelta las máscaras de oxígeno, resumiendo, antes de despegar ya es odiado por los pasajeros y el personal de bordo. Tiene 32 años pero quiere visitar la cabina. Lleva la máquina de fotos y le saca una foto que casi deja ciego a los pilotos y los hace chocar contra una montaña.

Va al baño justamente en una turbulencia, mea todo menos el wáter, se corta la frente con el espejo que hace añicos con la cabeza y se queda trancado porque no sabe como abrir la puerta. Sale todo meado, sangrando y diciendo “no se preocupen, estoy bien, estoy bien”.

 

Los ejecutivos

Los ejecutivos son un caso aparte, siempre llevando su, laptop, iphone, ipad, ipod y una total pinta de boludos. Traje y corbata con 43 grados, barba recién hecha, impecablemente peinado, aunque tenga menos pelo que Homero Simpson. Un día hice tocar mi celular mientras esperaba un vuelo, y por lo menos 45 de estos personajes atendieron el teléfono al mismo tiempo. Viajan a negocios, no sienten ningún placer, es algo mecánico, parecen robots, envidio la precisión y calma que tienen, nada les sale mal, el check-in a la hora cierta, no los paran en el detector porque saben de antemano que ni anillo deben llevar, y cuando hay turbulencia siguen leyendo la revista mientras yo  lloro, me arrodillo y hago 123 promesas en 15 segundos. El avión aterriza, él calmamente cierra su revista, ni se enteró que casi nos morimos todos y yo, blanco, sudando, llorando y queriendo ahorcarlo.    

 

Las viejitas

Yo tengo una tía que viaja siempre, no tiene la menor idea adonde la mandan, le venden cualquier cosa, con sol y mucho calor se fue a Irak cuando Saddam fue preso y a Afganistán el 12 de septiembre de 2001, lo importante era no pasar frío. La paré hace un par de semanas embarcando para Fukushima.

Lo prepara todo 10 días antes. Pasaporte, vacunas, remedios para la presión, para el colesterol, para el dolor de cabeza, para la artritis, para la diabetes, las pastillas del corazón,  es una farmacia ambulante, tengo miedo que un día sea presa por tráfico de estupefacientes.

En uno de sus viajes me dijo: “Te voy a traer algo de Nueva York”. Me llené de esperanza. Uno espera un laptop, un iphone, hasta un mp3 sirve. Contaba los días para que volviese.

La fui esperar al aeropuerto. Traía 23 valijas la hija de la madre, dos de ellas eran piedras de la zona cero, donde estaban las Torres Gemelas, el auto se dobló y volaron los amortiguadores. Solo tenía dólares la tía, pagué el estacionamiento, que me salió más caro que un pasaje a Buenos Aires. Me multaron, pero todo valía la pena por el regalito yanqui. Todo tiene un precio (hasta ahora fue carísimo), pasé tres horas viendo fotos y más fotos en las cuales le cortaron la cabeza en la mitad de ellas, me pregunté quién se las sacó, ¿Ray Charles? Solamente después de la última foto, como para que no me pudiese escapar me dice: “Te traje este regalito, es solo un recuerdo”.

 

El Empire State.

Un imán del Empire State.

Me trajo una mierda de imán del Empire State.

“Te adoro tía, te adoro, qué bueno que volviste”

 

El más boludo de todos

Hay muchos personajes boludos en un aeropuerto, pero me parece que el principal es uno que me ha preguntado antes de hacer el check-in si estaba llevando alguna bomba en la valija, algún tipo de arma o artefacto explosivo (es verdad, se lo preguntan principalmente en las compañías aéreas estadounidenses).

Y uno se imagina a un terrorista entrenado en Pakistán, un verdadero talibán, dispuesto a morir por la causa, riéndose por dentro y preguntándose “. ¿Este tipo es boludo o se hace?

O peor el terrorista pensando “Ahora me doy cuenta como le robamos los aviones y le hicimos mierda las torres”.

Yo siempre tuve ganas de decirle: “Si traigo una bomba casera, dos granadas y una metralleta”.

No lo hice porque se que algunos boludos terminaron presos con la bromita.

Por otro lado me quedo muy feliz viendo que los Estados Unidos resolvieron el problema del  terrorismo con una medida tan práctica y eficaz. Como no nos dimos cuenta antes que era mejor preguntar si llevaba alguna bomba a bordo. Ahora me siento mucho más seguro cuando viajo a Nueva York.

 

Lo inútil

Otra de las cosas que me parecen absurdas y no debo ser el único es cuando la azafata antes del avión despegar empieza el curso intensivo de como comportase en el caso de un desastre aéreo. Parece un guardia de tránsito en 18 de Julio y Boulevard.  

Empieza con: “Si las máscaras de oxígeno caen…”

Y yo con ganas de gritar: Si caen es porque estamos jodidos. Es porque nos vamos a morir, no tengan dudas. Y siguen “en caso de caída de la aeronave, los asientos se transformarán en SALVAVIDAS.”

Yo sinceramente  preferiría que se transformasen en PARACAÍDAS, para qué carajo quiero un salvavidas a 10 mil metros de altitud, no me jodan, quién les escribió el manual ¿Tinelli?

Me siento más seguro, que alivio, el avión se cae y me van a encontrar hecho mierda contra el piso agarrado a un salvavidas.

Sería como si a la tripulación de un submarino le dijesen que en caso de accidente se pueden quedar tranquilos porque están equipados con paracaídas.

 

Lo bizarro

Una de las cosas más bizarras en los aeropuertos son aquellos tipos que al entrar ya te preguntan si quieres embalar las valijas. Parecen que son de una secta, yo sinceramente les tengo miedo, es casi una amenaza “es más seguro hacerlo sino puede sufrir las consecuencias”.

Nos devuelven la valija que parece una momia salida del hospital. Para abrirla en el hotel demoramos una hora y media y terminamos pidiendo una tijera, un cuchillo y poco más una sierra eléctrica. Dormimos en un cuarto forrado con 180 metros de nylon, en ese momento nos damos cuenta que esa gente se lo toma en serio eso de embalar las valijas.

 

La comidita

A veces me pregunto si no sería mejor que el avión se cayese en la selva amazónica  antes de comer aquello que me están sirviendo.

¿”Carne o pollo”? Me pregunta la azafata con cara de Miss Venezuela.

Pollo le digo, sin muchas ganas.

”No tenemos”. Entonces para qué carajo me lo ofreció, le retruco enojadito.

“Normas de la compañía”, según ella.

No conseguí identificar lo que estaba comiendo solo se que el agua que me tome era para lavarme las manos.

 

Peor y casi un asalto a mano armada es cuando usan una linda azafata, con una sonrisa de propaganda de pasta de dientes para decir: “¿Se sirve algo señor?”. Acepto, acepto (si me pidiese 10 mil dólares se los daba) le digo, con sed, con hambre, después de un atraso de dos horas. Una coca y un sándwich.

“Son 18 dólares”.  Intenté devolvérselo, pero ya lo había mordido y no hubo como convencerla que solo le faltaba un poquito, escupí la coca pero no hubo caso.

 

La mala suerte

Yo debo ser el tipo con más mala suerte cuando se trata de viajar en avión. A mi lado nunca se sentó una rubia despampanante, o una chica que había sido traicionada por su novio y estaba dispuesta a todo. Ya viajé con gordos, con dos monjas, con una señora que rezó durante todo el viaje convicta de que el avión se iba a caer, con un niño de 5 años que me tiró la coca en el laptop, con un iraní que tenía una cara de malas intenciones terrible, pero nunca con la mujer de mis sueños. 

 

Voy al baño cuando hay turbulencias, solo me siento en el ala, mis audífonos no funcionan, la única suerte que tuve hasta ahora es que ninguno de las aeronaves que viajé se han caído.

 

El avión está sobrevolando Rivera y me paro para bajar primero. Bajo primero. Presento mi documentación primero. Y cuando todos los pasajeros están en casa con sus seres queridos. Allá sigo yo esperando que mi maleta aparezca.  Es increíble pero todos agarran su valija antes que la mía. ¿Será que solo me pasa a mi? Casi me voy con tres maletas (negras) que no eran mías, ahora me doy cuenta porque muchas de ellas son rojas, verdes, amarillas con bolitas azules y otras tienen una cinta roja, parecen embaladas para regalo (pensar que los criticaba por el mal gusto y en ese momento me doy cuenta que el pelotudo soy yo).

 

Lo bueno….

A pesar de todo para mi viajar en avión todavía es algo mágico, volar es pura magia, conocer otros países, otras culturas. Yo disfruto el viaje desde que salgo de casa, el ambiente del aeropuerto, con sus boludos y todo, porque para mi todo viaje tiene un significado, un aprendizaje y me gustaría que ustedes en el próximo vuelo cuando la bella azafata les diga que sus asientos se convierten en salvavidas, no tengan vergüenza y le digan…

 

¿NO ME LO PODRÍA CAMBIAR POR UN PARACAÍDAS?

 


Inicio

buscar en este blog
Buscar en Amores imperfectos

el autor
Escritor y periodista residente en San Pablo, Brasil, desde los años 80. Marcelo Puglia es autor de ocho libros en toda América Latina le escribe al amor con humor. Su última obra "Como evitar enamorarse de un boludo" es el mayor éxito teatral de la temporada en Uruguay y fue adaptada en Chile y actualmente en Puerto Rico. Marcelo Puglia es productor internacional del Portal y corresponsal de Radio Sarandí.

Categorías

Mis Links

Archivo


Contacto

¿Qué es RSS?