acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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03.06.2007 19:48 / MIS ARTICULOS

EL PATRIMONIO INTERROGADO (*)

La imprevista renuncia de Manuel Esmoris a la presidencia de la Comisión del Patrimonio ha abierto una instancia pública de reflexión (1) que es de esperar derive en la superación de los factores que llevaron a esa situación y a un consecuente e impostergable “aggiornamento” de los recursos y procedimientos a disposición del Estado y de la comunidad en su conjunto, para mejor cumplimiento de objetivos que no encuentran cauce en el marco legal e institucional hasta ahora vigente.  

               Aunque en los textos de referencia subyace y sobrevuela la idea de un tiempo fundacional que quiere cortar amarras con el pasado inmediato, habría que forzar mucho las cosas para dar a esa sugerida interpretación el mínimo sustento. Habiendo ejercido la secretaría ejecutiva de la Comisión del Patrimonio entre fines de 1998 y principios de 2003, puedo hacer constar que buena parte del análisis crítico ahora en proceso, coincide puntualmente con la problemática abordada por la propia Comisión en ese lapso (y supongo que también en el inmediato siguiente). A vía de ejemplo: después de las intervenciones en el Hotel del Prado, en el Carrasco, en el Solís, en Casa Mojana y varios etcéteras, nadie podría suponer que el “adiós al se mira y no se toca” empezó hace dos años; pero puede no ser tan evidente que el parto -tan anunciado como postergado- de una nueva ley de patrimonio, comenzó a gestarse formalmente en 2001, cuando  la comisión elabora un detallado plan de trabajo en el marco del proyecto “Propuesta de reformulación del marco normativo de las políticas patrimoniales en Uruguay” (2) e inicia un proceso de capacitación de los técnicos involucrados y un vínculo activo con las experiencias renovadoras de Chile y España. 

                 En igual sentido cabría abordar el tema del patrimonio inmaterial. El protagonismo que la actual comisión viene dando al tema, promoviendo la valoración del “paisaje sonoro” en la edición del Día del Patrimonio de 2005 y proyectando hacia el futuro inmediato una visión donde se equilibran valores tradicionales, populares y académicos, me parece en todo sentido positivo. He aquí un avance exitoso…sobre otros avances exitosos relativos a una renovada concepción del patrimonio que recién alcanzaría su formalización con la Convención de UNESCO para la salvaguardia del patrimonio cultural inmaterial, firmada en París el 17 de octubre de 2003, al tiempo que en Uruguay se homenajeaba a Lauro Ayestarán, notorio precursor de esas búsquedas. Y vale recordar que tres años antes, la celebración del Día del Patrimonio se abría con un ciclo de conferencias en el Cabildo de Montevideo en cuya convocatoria constaba: “(…) se intenta promover una reflexión sobre el patrimonio cultural en su acepción más amplia, para mejor precisión de su significado como factor de identidad y unidad de la nación. No se trata de una exposición sobre obras que han merecido (o merecerían) la designación de “Monumento Histórico”, sino de la posibilidad de iluminar desde distintos ángulos el concepto de “Patrimonio” y lograr con ello una valoración enriquecida de su contenido y extensión”. Resultaron particularmente fermentales y removedoras las intervenciones de Gerardo Caetano y Fernando Filgueiras, y muy notable el cierre del ciclo a cargo de Daniel Vidart (“El rico patrimonio de los orientales”, lectura recomendada para hablar con mínima propiedad de nuestro patrimonio inmaterial).  

                Hago estas precisiones no con ánimo polémico sino para marcar una continuidad que en el campo del patrimonio debería darse por obvia, lo que no excusa errores y limitaciones del pasado ni menoscaba la potencialidad de éxito de una gestión renovada en tantos aspectos como fuera necesario para hacer mejor las cosas. Dicho esto, y dando por bueno que una nueva administración y un nuevo contexto político habilitan una lectura más propicia a los cortes que a las continuidades, no dejan de sorprenderme dos aspectos de reiterada mención: uno casi anecdótico (el papel asignado a los arquitectos en las cuestiones patrimoniales) y otro digno de mayor análisis (el imprevisto renacimiento del “patriciado burgués”).   

                 En cuanto al primero, cabe mencionar que el protagonismo de los arquitectos es bastante tardío (hablo de Antonio Cravotto, Odriozola, Arana y Livni), habiendo cumplido un rol marginal en los tiempos de gestación de la conciencia patrimonial en el país, con excepciones puntuales como lo fueron Mauricio Cravotto y Fernando Capurro. Cuando Aquiles Oribe da forma al “Proyecto de ley para la conservación de monumentos nacionales y de adquisición de aquellos que deban declararse tales” -un texto que vale la pena repasar-, su difusión no se hace a través de la Sociedad de Arquitectos, sino de la revista de la Sociedad Amigos de la Arqueología (tomo VI de diciembre de 1932), sociedad de la que Horacio Arredondo fuera fundador -en 1926- y constante impulsor, y a la que debemos buena parte de nuestro “catastro” patrimonial (construido, natural e inmaterial, conviene precisar).    Por esos tiempos un muy joven Pivel Devoto ya estaba intercediendo ante el doctor Amézaga, entonces presidente del Banco de Seguros del Estado, para evitar la demolición de la casa de Rivera, allí donde el banco proyectaba construir su nueva sede. También la Sociedad de Arquitectos llegó hasta Amézaga (hay extensa constancia de ello en las revistas de la SAU de 1928), pero no movida por un prurito patrimonial…sino para ajustar los detalles de las bases del concurso. Para tranquilidad de Esmoris, queda claro que no fueron los arquitectos los que hicieron punta en la edificación de nuestro patrimonio institucional, sino que ese largo proceso se afirmó sobre el trabajo excepcional de dos autodidactas que pisaron las aulas académicas sólo para enseñar en ellas: Arredondo y Pivel.  

                    Arredondo -al decir de Real de Azúa, “nuestro primer antropólogo cultural”-, tentado por la desmesura de fijar los mojones de identidad de una imaginada “civilización del Uruguay”, transitó con empeño de buen vasco un camino de rescate y “puesta en valor” de “lugares de la memoria” que gracias a él han llegado hasta nosotros, promoviendo restauraciones harto discutibles, pero nunca ajenas a un “valor de uso”, vinculando en particular patrimonio y turismo, décadas antes de que esa temática figurara en las cartas de UNESCO. Pivel, por su parte, apasionado generador de uno de los “relatos matrices” de la nación, dedicó buena parte de su vida a forjar el escenario donde preservar y hacer visibles los referentes materiales de esos “relatos”, además de incidir fuertemente en la elaboración del marco legal -tardíamente aprobado- de la gestión patrimonial.   

                  Tengo la convicción de que mucho deberíamos transitar para dejar una huella comparable a la que dejaron por los campos del patrimonio Arredondo y Pivel. Pertenecientes a una generación para la cual Julio Herrera y Obes ya era historia, su inclusión dentro del “patriciado burgués” alienta por lo menos a una relectura de Williman y Real de Azúa, esperando encontrar en ellos las claves que iluminen este imprevisto renacimiento de tan rancia estirpe. Pero Esmoris nos ahorra la tarea definiendo con precisión de entomólogo: “Toda la ley de patrimonio, en su institucionalidad, es inequívocamente patricia. Es la materialización del espíritu patricio. ¿Por qué?. Porque aquí lo que subyace es, digamos, “el jardín de las bellas artes”: cuando tenemos tiempo libre o dineros que vienen de rentas nos encargamos de unos temas que son lindos y secundarios. Esa es más o menos la idea subyacente” (énfasis agregado, por si hiciera falta…). ¿Vale la pena agregar algo más, aquí donde termina todo lo que es razonablemente discutible? Tal vez sólo una frase: “Entre nosotros, como seguramente en cualquier otra parte, los seres humanos pueden distribuirse en infinitas categorías. Entre los muchos que tienen la pasión de sí mismos y los pocos que tienen la pasión del país, por ejemplo. Y entre los que gozan de su patria –hasta donde la patria puede darles goces- y los que su patria les duele. Seguramente nadie deja la marca, la huella transitiva de su paso, que no esté entre aquellos que tienen la pasión de su tierra y los que su tierra les duele (…) creemos que Arredondo estuvo entre esa escasa, leve sal de la tierra” (3). También Pivel lo estuvo y muchos otros siguieron -con perfil más modesto pero no menos comprometido- ese mismo trillo. No desestimemos esa herencia. Sería nefasto hacerlo justamente ahora, cuando más necesitamos afirmar el patrimonio como construcción social abierta, en el marco de una verdadera política de Estado.  

                Como bien dice Rilla “la retórica del patrimonio sin el respaldo de la gestión es un mamarracho”. El imaginario paseo de los patricios por los jardines de las bellas artes no ayuda sin duda a superar esa retórica. Mientras tanto, algunos “mojones de la memoria” parecen diluirse en la nada: pasó el 3 de febrero sin que apareciera la menor evocación de la heroica defensa de Montevideo de 200 años atrás, en tanto el pasado 16 de febrero, el homenaje de la Junta Departamental de Montevideo al doctor Rodolfo Tálice (4) tuvo una convocatoria reducida a 16 personas. ¡Tanta cosa por hacer por nuestro patrimonio como para estar gastando pólvora en fuegos de artificio!  

(*) Publicado en el semanario BRECHA, en edición del 2 de marzo de 2007. Foto archivo BRECHA.

NOTAS: 

(1) Principalmente en BRECHA (19-I-2007 : “Adiós al se mira pero no se toca” de Carolina Porley, y “Con Manuel Esmoris. La mirada patricia y la institucionalidad perimida”, entrevista de Carolina Porley y Sofi Fichero (09-II-2007), pero también en BUSQUEDA (01-II-2007) y en términos más generales en LA DIARIA (08-X-2006 y 16-I-2007).  

(2) Incluido en el Programa de Participación UNESCO / Bienio 2002-2003, preveía el desarrollo de cuatro etapas: a) Evaluación del marco normativo vigente; b) Estudio de la legislación patrimonial comparada; c) Ronda de consultas a nivel nacional; d) Formulación de una nueva propuesta legal sobre el patrimonio cultural.  

(3) Texto de Carlos Real de Azúa publicado en MARCHA en abril de 1967, citado por Carlos Zubillaga (“Una labor precursora. Horacio Arredondo y el patrimonio cultural de la nación” / Día del Patrimonio 2002) 

(4) Inauguración de un monolito recordatorio del insigne investigador, en la entrada del recién inaugurado Instituto Pasteur, en coordinación con la Cátedra Ambiental del Uruguay.



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