acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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22.02.2011 12:31 / MIS ARTICULOS

GATTAMELATA, COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO (I y II)

 

 

GATTAMELATTA, COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO

Parte I: Introducción

 

Erasmo de Narni (“Gattamelata”) y Bartolomeo de Bérgamo (il “Colleoni”) fueron guerreros exitosos en tiempos en que la lucha entre ciudades-estados (Roma, Florencia, Venecia, Milán), daba lustre a capitanes por contrato, hoy combatiendo bajo una bandera, mañana por otra… Por grandes que fueran sus hazañas bélicas, es poco probable que sus nombres hubieran trascendido más allá de los libros de historia, de no mediar el hecho de que la gloria por la que también luchaban -esa posibilidad de ocupar un lugar en la memoria del futuro- pudo inspirar dos obras muy excepcionales; dos monumentos ecuestres todavía hoy existentes en el mismo lugar en que se levantaron originalmente: uno en Padua (el Gattamelata terminado por Donatello en 1453), otro en Venecia (el Colleoni del Verrocchio, hacia 1488).

 

Más de trece siglos separaban esas obras de la que fue su referente, el bronce erigido en honor de Marco Aurelio hacia el año 176 D.C. en Roma. Donatello y Verrocchio admiraban el legado del pasado lejano, aprendían la lección e intentaban hacer aún mejor las cosas. Apenas iniciado el cinquecento, con la talla del David en un bloque de mármol abandonado, el joven Buonarroti daba cumplida cuenta de esa intención y sumaba otro paradigma a ese tiempo de forja de la cultura de Occidente.

 

El Uruguay -todavía alta su autoestima-, se sentía muy a gusto en ese nicho cultural y toda vez que podían, sus actores principales trataban de hacer explícita esa filiación, por lo que no es de extrañar que  tres de las mayores obras del Renacimiento -el Gattamelata de Padua, el Colleoni de Venecia y el David de Florencia- llegaran a encontrarse en Montevideo. Las tres mediante muy fieles y excepcionales copias en bronce, procesadas en Florencia en  la histórica “Fondería Artística” de Ferdinando Marinelli, a la que también se había confiado, en 1929, “La carreta de los pioneros” de nuestro Belloni (no todo era trasculturación asumida…). El David fue el primero en llegar, hacia 1931; los condottieri lo harían años después (en las décadas del 50 y 60), y aunque en todos los casos fue la autoridad municipal la que promovió el traslado, a ninguna le sería fácil encontrar un lugar acogedor en la ciudad.

 

El David fue el que tuvo mejor suerte. Omitida la imagen de Goliat -y la circuncisión del rey hebreo-, la talla de Miguel Angel asumía una significación más allá de la anécdota, más allá de las circunstancias en que fue concebida y concretada. Hay allí una afirmación humanista todavía impactante, que alienta un diálogo de la obra con la ciudad y su gente (así fue en su tiempo y así sigue siendo). La réplica montevideana encontraría finalmente un escenario en correspondencia con esa vocación, y -salvadas las distancias- también con la significación urbana que tuvo originalmente en Florencia.

 

No pasó lo mismo con los condottieri; aquí la particular condición de los protagonistas sigue asociada a cada obra de modo tal que es casi imposible dejar de verlas como “monumentos conmemorativos”. Grandes obras de arte, sin duda; pero el general Gattamelatta y el Colleoni -ellos y sus circunstancias- todavía están allí, y eso ha hecho difícil su empatía con lugares caracterizados de la ciudad. Aunque hoy, subidos a altos pedestales en avenidas principales, han logrado un cierto sosiego (a riesgo -me consta- de ser confundidos con héroes de la patria…). Vale acercarnos a las peripecias montevideanas de estos tres bronces monumentales. (1)

 

Notas:

(1) Un estudio detallado sobre estos temas puede verse en el artículo del Dr. Rodrigo Gutiérrez Viñuales “Baroffio y la estatuaria pública. Apuntes históricos, implicaciones urbanísticas y debates estéticos”. En EUGENIO BAROFFIO Gestión urbana y arquitectónica 1906-1956. Edit. CEDODAL-Farq. Montevideo. 2010. págs. 89 a 102.

 

 

GATTAMELATTA,COLLEONI Y EL DAVID EN MONTEVIDEO

Parte II:  EL DAVID

 

Terminaba la segunda década del siglo XX y Montevideo seguía sin resolver “cuestiones de urbanización” que el arquitecto Silvio Geranio analiza en un artículo que con ese título publica en la revista de la Sociedad de Arquitectos (2). En ese momento, la calle Sierra (hoy Fernández Crespo) sólo llegaba hasta Colonia -a una cuadra de 18 de Julio-, y tanto Jackson como Rivera se vinculaban con la avenida principal por un callejón de ocho metros de ancho conocido como “Falsa Rivera”. Geranio proponía las soluciones que tardarían años en implementarse, incluyendo en el caso del impresentable callejón, la expropiación y demolición de la faja de edificación del lado noreste, allí donde estaba (y está todavía …) el bar Saroldi. 

 

En correspondencia con esa intención -entonces asumida por la autoridad municipal- en 1929 el arquitecto José Mazzara tomó a su cargo la remodelación de la estrecha esquina formada por Jackson, Rivera y Arenal Grande, incorporando en ese punto un ejemplo típico de los criterios de “embellecimiento urbano” promovidos por Camilo Sitte. Como por arte de magia, medianeras ciegas de viviendas contiguas a un área expropiada y demolida, se transformaron en escenario propicio para enmarcar una obra de arte. Y como el David lo era en rango superlativo, allí fue a parar sin más trámite.

 

Pero la estadía no le fue fácil. Las críticas llegaron desde la Academia y desde el barrio (en este caso, acompañadas de “intervenciones” poco sutiles), pero aunque esas expresiones tuvieron fuerte eco en la prensa, llegando a analizarse en el Concejo Departamental otros destinos (3), ese curioso paisaje urbano se mantuvo sin variantes hasta abril de 1958, cuando por fin pudo concretarse el traslado del bronce monumental a la explanada de la Intendencia (el lugar que Mauricio Cravotto siempre había imaginado). El David quedó allí “como nacido”, mientras el Colleoni, desde 1951 y hasta entonces “ocupante precario” de ese espacio, dejaba las luces del Centro y se instalaba en el cantero de Bulevar Artigas, frente al acceso de la Facultad de Arquitectura. No fue tampoco un viaje fácil.

 

Notas:

(2) Silvio Geranio. “Cuestiones de urbanización”. Revista Arquitectura. Número XXX marzo-abril de 1919. págs. 29 a 32

(3) Dr. Rodrigo Gutiérrez Viñuales. Op. Cit. Págs. 98-99

Continúa en http://blogs.montevideo.com.uy/blognoticia_43656_1.html

IMAGEN DE PORTADA: El David en la "Fondería Marinelli", antes de su embarque para Montevideo (foto de catálogo de la empresa)



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