El hermoso nombre de nuestro país como República Oriental del Uruguay no es hoy otra cosa que una cáscara vacía. Una República para ser tal necesita indefectiblemente de un sistema político que se fundamente en el IMPERIO DE LA LEY, basado en algo muy manoseado últimamente que se llama CONSTITUCION. Una de las bases más importantes de todo esto es que todos los ciudadanos sean iguales ante la ley. Esto es fundamental para proteger a los ciudadanos de abusos de los más fuertes, incluyendo en esto al gobierno y las mayorías de turno. El fin de esto es proteger nuestros DERECHOS FUNDAMENTALES y nuestra LIBERTAD. Un gobierno legítimo no puede separarse nunca de estos fundamentos. Somos un país democrático pues gobierna la mayoría, pero hemos dejado de ser una República, pues esto es el gobierno de la ley.

Un país que vive aterrorizado a merced de la delincuencia, que tiene que defender su vida, su trabajo y sus propiedades fruto del mismo de la forma en que pueda, porque el ESTADO no puede garantizarle niveles mínimos de seguridad no es precisamente una República. Aquí la ley no gobierna.

No solo estamos asistiendo día a día al entierro de nuestros hijos, hermanos, vecinos, voces anónimas calladas para siempre, sino al entierro de nuestra República. Si dejamos que la terminen de sepultar no tendremos ni flores ni a donde llevarlas.

Estamos ante el momento histórico de hacer algo, debemos HACER ALGO.

No podemos aceptar el manual del “perfecto rapiñado” como una solución del Ministerio del Interior. Como dijeron quienes se manifestaban pidiendo justicia por el asesinato de Fabricio Amarelle, es un insulto a nuestra inteligencia.

En vez de gastar dineros públicos imprimiendo y difundiendo estos manuales puede empezar por ocuparse de que todas las seccionales tengan al menos patrulleros para movilizarse. No quiero entrar en detalles de las todas las enormes carencias de nuestra policía, pes tendría que empezar desde la punta de la pirámide hasta la base.