Ni el viento del sur,
ni el viento del norte,
ni el viento del este,
ni el viento del oeste,
Pueden vaciarme de lágrimas.
El viento es muy poderoso,
Pero no puede, tampoco,
cambiar el sentido de las agujas del reloj,
Así el tiempo corre,
irreversible.
Estoy llena de lágrimas,
desde la punta de la nariz,
hasta el dedo gordo de los pies,
lágrimas que brotan,
cual cascada,
así como La Garganta del Diablo.
Mi hija se fue,
Y ya nada es igual.
Ya no podré darle un besito semidormida,
No podré tocarle el cabello,
Ni sus manitos.
Mi hija se fue,
Y ya nada es igual.
No, mi hija no se fue para casarse,
Porque mi hija es pequeña.
Mi hija tiene quince otoños.
Y el quinceavo es el último que pasó en casa.
Ya nada será igual.
Soy una mamá desgarrada,
Cuando un hijo se va,
No hay consuelo al alma,
Ni al corazón.
Ni el viento del sur,
ni el viento del norte,
ni el viento del este,
ni el viento del oeste,
Pueden girar hacia atrás,
Así yo podría darle a mi hija,
El beso de las buenas noches,
Cada vez más chiquita,
La manito cuando no se puede dormir.
No hay viento capaz de devolverme,
uno de mis tesoros más preciados.
No puedo acostumbrarme
A que ya no vivas en casa,
Natita Divina.
Hace recién una hora que te fuiste,
Y te extraño con toda mi alma.
Adorada Natita,
Sin tu piel,
Sin tu calor,
Sin tu voz,
Sin tu presencia,
Yo voy muriendo,
Lentamente.
Quizá, el viento del sur,
pueda ayudarme a morir.
Eso sí, quizá lo pueda hacer.
Porque sin tí,
Natita Divina,
Sin tus pedidos,
sin tu risa,
sin tu recién despertada,
sin tu manecita tocando,
la puntita de la almohada.
Yo estoy vacía.
¿Quién te dará la manito cuando no puedas dormir?
Y ahora, ¿quién me dirá "que sueñes con los angelitos”?
¿Y quién te lo dirá a ti, amor mío?
Anna Donner ©2010
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