acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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22.02.2009 11:46 / MIS ARTICULOS

MONTEVIDEO. LA PUERTA DE LA CIUDADELA (II)

IMPREVISTOS DESTINOS

La Ciudad Nueva, trazada por Reyes en los terrenos fiscales comprendidos entre las fortificaciones y la línea del ejido, agregaba a las ochenta manzanas de la Ciudad Vieja, otras ciento treinta y seis articuladas por la futura avenida 18 de Julio.

El vínculo entre las dos tramas no era por cierto muy feliz -situación que persiste-, pero hubiera quedado bien definida la continuidad entre sus vías principales (así como el papel integrador de la gran plaza que proyectaría Zucchi), de no mediar en ese espacio la presencia de la vieja Ciudadela. En esas circunstancias parecía razonable acabar lo empezado y, así como se habían demolido las murallas que embretaban la ciudad histórica, ¿cómo no demoler también el fuerte que llaman Ciudadela -ahora, en rigor, un convidado de piedra-, ya negado su destino militar y desairada su imagen con la destrucción de sus cuatro baluartes y la eliminación de fosos y contraescarpas?.

Alguien habrá pensado entonces que podía ahorrarse el esfuerzo de tirar abajo la oscura mole (de lo demolido ya se habría sacado piedra suficiente) y que sería mejor ubicar allí la vieja "plaza de la verdura", que hasta la Cisplatina había estado instalada en la plaza Matriz. Aceptado un criterio que con baja inversión aseguraba buena renta, se prefirió dejar a un lado la piqueta y en su lugar, poner en práctica un reciclaje radical, de modo tal que la que fuera formal plaza de armas funcionaría en adelante como mercado de la ciudad.

Bastaba con acondicionar los cuartos que habían servido de almacenes y albergue de la tropa y agregar unos galpones abiertos, dejando libre un camino central que permitiera el acceso y el tránsito de uno a otro extremo, desde la vieja portada hasta la capilla; la "bonita capilla", ahora perforada en su cierre exterior y reconvertida en nexo funcional (laico y prosaico) con la media plaza que servía de antesala a la calle principal de la Ciudad Nueva.

A los puestos más o menos ordenados del mercado se sumaron precarios locales y tendejones, dentro de la edificación existente y en los muñones que dejó la extirpación de los baluartes. Así se aseguraba una oferta variada y en principio exitosa (allí empieza Piria su carrera y Mojana abre su primera y humilde sede).

Dando razón al aserto de que "el comercio es función de la circulación", en el punto donde debieron encontrarse la vieja y la nueva calle principal, había nacido una anticipada versión de shopping center. El contenedor era una carcasa ruinosa pero todavía útil y su supervivencia no rendía el menor tributo a intenciones patrimonialistas, aunque contara en su fachada occidental con una portada monumental., a la que ahora correspondía una significación muy devaluada.

Y para agregar inconsecuencias ¡bien que se aprovechó su condición de paso obligado para convertir sus piedras en apoyo de cuanta propaganda circulaba por la ciudad!. Así siguieron las cosas por muchos años...

Latorre demuele; ¿Santos reconstruye?

En 1837, al presentar el arquitecto Zucchi su plan de ordenamiento, ya había propuesto la demolición sin más trámite del único obstáculo que impedía dar a la gran plaza una dimensión adecuada al papel principal que con razón le atribuía (y que el tiempo habría de confirmar). Pero pasarían décadas antes de ser escuchado.

Gracias a la curiosa decisión de transformar en mercado los restos de la fortaleza colonial y a la desatención de los planteos de Zucchi urgiendo su demolición, la portada se mantuvo en pie y en su sitio, sin más daño que aquel que el tiempo podía infligirle. Esto hasta el momento en que Latorre, gobernador provisorio tras el motín del 75, toma decisiones radicales y bien encaminadas con relación a la trama de la ciudad y la lectura simbólica de sus espacios públicos.

En agosto de 1877 se resuelve anexar "al sitio que ocupa la plaza de la Independencia y bajo la misma denominación, el solar que ocupaba la antigua ciudadela de Montevideo", haciendo constar "que acaba de ser demolida". En 1878 se ordena el trazado de un boulevard de circunvalación de Montevideo (que luego Santos llamará Artigas) y el último día de diciembre de ese mismo año, "habiendo adquirido la Nación una propiedad en la plaza Independencia, adonde serán trasladas oportunamente las oficinas de Gobierno" (Francisco Estévez lo contaría de otra manera) se decreta que "el antiguo edificio denominado Fuerte será demolido, erigiéndose en el sitio que éste ocupa una plaza pública, que se denominará Zavala". Se agrega que los materiales que resulten útiles de la demolición, serán aplicados a la construcción del Parque Nacional y Escuela de Artes y Oficios, en el terreno de propiedad pública denominado Cuartel de Morales.

Habían pasado cuarenta años desde la reconversión de la Ciudadela en mercado y muchas cosas habían cambiado en la ciudad -que mucho había crecido-; entre ellas el sistema de abastecimiento cotidiano. Entre 1865 y 1868 se inauguran dos nuevos mercados: el Central, detrás del Solís, y el del Puerto. A partir de entonces, los días de aquel emprendimiento, conocido ahora como mercado viejo, estaban contados. De "vientre de la ciudad" (como llamó Zola a los mercados de París) pasó a ser un tugurio marginal y, dado que el proyecto alternativo de construir en el mismo lugar la Casa de Gobierno no tuvo andamiento, la piqueta reinició su obra hacia 1876.

Un año después se daba por cumplido, pero todavía en 1879, cuando casi no quedaba rastro de capilla ni murallas, la portada seguía intocada, rodeada de andamios que eran expresivos, no de la intención de su demolición, sino de "las precauciones tomadas para transportar piedra sobre piedra a la nueva ubicación". Así lo expone el texto que acompaña la fotografía alusiva, publicada en el suplemento dominical del El Día de fecha 7 de abril de 1935.

No se conoce documento de aquel tiempo que exprese una intención de salvaguarda de la portada colonial., o de su puesta en valor como hoy se diría. Ningún doctor se ocupa de su suerte; ninguna mención en la prensa. ¿Cómo ocurrió lo que ocurrió?. Si Latorre había dado destino preciso a los materiales resultantes de la demolición del fuerte, desde su posición de poder bien pudo Santos haber sugerido otro tanto con respecto a las piedras de la portada de la Ciudadela. Incluso previendo igual destino, en la medida que la Escuela de Artes y Oficios era un proyecto al que dedicó especial atención y dio notorio apoyo (1).

Habiendo sido Santos gestor de la construcción del edificio que serviría como sede definitiva de la institución, ¿pudo evitar la destrucción de la portada y agregar luego de su cosecha una reconstrucción hasta entonces no prevista?.

¿Reconstrucción programada o copia vulgar?

En agosto de 1879, Latorre, ya presidente formal, decreta la supresión de la guardia civil de Montevideo y queda el servicio policial a cargo de la tropa de línea. En esa tropa, el Quinto de Cazadores era el cuerpo de elite, comandado desde su creación por el entonces coronel Máximo Santos, que buen control tenía de cuanto pasaba en la ciudad. De ese control y de sus consecuencias represivas sobran testimonios de políticos y periodistas, pero es seguro que los avatares civiles de una demolición tan notoria tampoco le serían ajenos.

Confirmando esa hipótesis, cuenta Luis Bonavita -que atribuye la versión a Horacio Arredondo, que a su vez la habría obtenido del capitán de navío Carlos Olivieri- que fue justamente el coronel Máximo Santos quien "por fortuna" observó a tiempo que las piedras de la puerta caían en desorden.. "Dispuso pues su numeración marcándolas con grandes números en pintura blanca de aceite, y las arrinconaron en el Mercado Viejo que acababa de construirse (2). Tres años después reedificó con ellas la puerta en la Escuela de Artes y Oficios. Como faltaban bloques arrancó los necesarios en la cantera de Punta Carretas y así completó su obra el constructor Ángel Batalla".

La última parte de la versión puede darse por probada. El edificio en cuestión se inició en el correr de 1892 y su fachada posterior, sobre la calle Gonzalo Ramírez, fue levantada al tiempo que se reconstruía en su acceso la vieja portada de la Ciudadela. Fue un trabajo que tuvo a su cargo el constructor Angel Batalla -dice Bonavita-, Angel Battaglia dirá el arquitecto Silvio Geranio, cuando en 1917 haga referencia al mismo tema en un artículo publicado en la revista de la Sociedad de Arquitectos. Pero allí se detienen las concordancias.

Geranio atribuye a la puerta de la Escuela un valor arqueológico muy relativo, ya que cuando se pensó en la reconstrucción de la Portada "hubo de recurrirse, como guía ilustrativa, a la vista fotográfica, único documento que sirvió de base de ejecución a la nueva obra, como aún lo atestigua su constructor Angel Battaglia, encargado de la reconstrucción del monumento..."; un trabajo para el que a su vez -dice-, se rescató una parte menor de las piezas demolidas y se alteró además su ubicación.

La afirmación se contrapone a otros testimonios que dicen haber verificado la existencia de marcas de señalización en las piedras de la portada reconstruida. Luce débil a la luz de la fotografía publicada en 1935 y sobre todo al hecho de que, a tres años de la demolición, se mantuvieran sillares que harían posible esa reconstrucción,, cuando en su hipótesis no había de ello ninguna intención. Pero incluso dando por mejor rumbeada la versión que trasmite Bonavita, es seguro que se perdieron muchas de las piezas originales...Antes o durante la operación de desmonte, en los traslados, en los tres años que estuvieron en depósito, o incluso en el proceso de reconstrucción.

A su vez, tampoco es de descartar que haya existido un relevamiento previo, aun cuando no llegara a manos de don Ángel, quien según lo dicho a Geranio, habría tenido que basar su trabajo en los registros fotográficos que hoy conocemos. Se trata de documentos de excelente factura técnica, perfectamente funcionales a la tarea abordada. Son las mismas fotografías que, comparadas con las del portón de acceso de la calle Gonzalo Ramírez (igualmente estimables, tomadas por Alfredo Testoni y publicadas por Luis Bausero) permiten identificar con precisión las partes reconstruidas a nuevo, que por cierto no son pocas, ya que incluyen la casi totalidad del tramo que está por encima de la base de capiteles.

Sin perjuicio de esta constancia, esa comparación permite también verificar que, en su mayor parte, los sillares son originales y que las dimensiones y proporciones se han mantenido concordantes con la portada primitiva (esto en términos generales, porque el frontón reconstruido, luce menos esbelto). Atento a ello, las prevenciones de Geranio son en parte atendibles, pero no rebajan la valoración dominantemente positiva de esa tarea, que no fue un ejemplo de restauración científica como le hubiera gustado a Camilo Boito (que por esos años echaba en Italia las bases de esa disciplina), pero tampoco una segunda versión sin continuidad con la construcción original.

Queda por resolver el papel que jugó Santos y arrojar luz sobre un proceso todavía confuso. Pero hay algunas aproximaciones a esas cuestiones. Hacia 1881, Luis Melián Lafinur alertaba que pronto iba a "desaparecer el fuerte de Santa Teresa, dejando en las páginas de la historia la estela de sus desgracias y las glorias de que ha sido teatro".

Treinta años más tarde, Horacio Arredondo no se conformaría con deplorar esa situación de abandono y olvido. Promueve -y al final asegura- la conservación y restauración del escenario de tales historias y reivindica la condición de patrimonio histórico del sitio, aunque sin usar el término, asignándole de hecho el carácter de lugar de la memoria.

Un sentido implícito de la presencia del pasado y su continuidad en nuevos contextos se daba también en el Artigas de Blanes, cuando hacia 1884 define la imagen oficial del prócer, recortada sobre las piedras de la Ciudadela, reducto colonial. Santos, que impulsó y siguió atento el trabajo de Blanes y que también supo del clamor de Melián Lafinur, ¿tuvo también, antes que ellos, una intencionalidad de rescate del pasado?. ¿Hubo realmente un traslado y una reconstrucción programada?. ¿O todo fue elresultado de un proceso aleatorio, donde las cosas se fueron encadenando sin una intencionalidad manifiesta?.

Tal vez, al ver la portad como último vestigio de la Ciudadela, alguien pudo decir: "No vale la pena llevar esas piedras al taller de adoquines; conservémoslas en sitio seguro y luego se verá lo que se hace" O alentar más tarde otra decisión sin mayores preocupaciones historicistas: "¡Qué bien quedaría la fachada posterior de la Escuela si en la entrada del patio reconstruimos la vieja portada!. Todavía debe quedar alguna piedra por allí". Todo pudo ser. Pero si fue lo primero, convendría valorarlo en consecuencia..

Buscando otros sitios (o un retorno)

De puerta de mercado a puerta-cochera en la contrafachada de la Escuela de Artes y Oficios no parece haber mucho avance. Sobre todo cuando, lejos de mantener una referencia al otrora perfil dominante sobre las murallas, la portada quedaba embretada en una escenografía discreta y tenía además una ventana en lugar del escudo y un falso remate sobre el frontón curvo...

Atento a esa situación y sin mengua de su valoración crítica, Geranio deseaba verla reconstruida "en una plaza, parque o a la entrada del recinto del Museo Municipal". Ocho años más tarde, Vilamajó plantea un criterio similar, incorporando la puerta en un proyecto de Museo Histórico. que nunca saldrá del papel.

Seguirá entonces en el lugar que ocupaba desde 1892, y aún en esa situación , ajena al contexto que la vio nacer, a mediados de los años treinta se le reconoció oficialmente como Monumento Nacional. El profesor Giuria, habitualmente parco en alabanzas, la evocaba en estos términos: "La hermosa portada principal, que es lo único que se ha salvado de la demolición de 1879 (...) es un bello ejemplo de arquitectura militar con sus columnas pseudo corintias, amplia abertura escarzada, frontón curvo y cortado y ranuras por donde se deslizaba el puente levadizo".

Lo escribía en su Historia de la arquitectura en el Uruguay, hacia 1958, cuando ya estaba decidido que la "hermosa portada" emprendiera un nuevo viaje...¿Para volver a pararse sobre sus cimientos?. No sería tan fácil.

Notas:

(1) La primera sede de la Escuela fue la propia Maestranza, instalada en el llamado cuartel de Morales. Luego pasó a ocupar una construcción ya existente, sobre 18 de Julio, en padrón casi coincidente con la sede actual de la Universidad. Fue a partir de los problemas que se generaron en ese edificio -protestas e incendios- que se proyectó construir una nueva sede, iniciada en 1892 e inaugurada ocho años más tarde, cuando la institución estaba ya fuera de la órbita del Ejército. En cuanto a su funcionamiento, vale transcribir parte de un informe de 1878: "También se ha establecido, durante el corriente año, una Escuela de Artes y Oficios para menores que recoge la policía por las calles por delitos de robo, vagos y otros que no pudiéndolos sujetar las madres entregan a la policía a fin de que sean corregidos, y que han sido enviados a esta "Maestranza". A esos menores, se les enseña lectura, escritura, aritmética y música a todos los que tienen vocación para ello. Además, los oficios de herrero, carpintero, talabartero y zapatero".

(2) Lo de "Mercado Viejo que acababa de construirse" no parece una expresión sostenible. Otras versiones hacen referencia al "cuartel de Morales" como depósito temporal.

IMAGEN DE PORTADA: foto publicada en el suplemento dominical del diario El Día de fecha 7 de abril de 1935. Toma original hacia 1879.

SIGUE EN PARTE iii: http://blogs.montevideo.com.uy/hnnoticiaj1.aspx?23867



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