acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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23.08.2008 15:12 / CARTAS, PONENCIAS Y OTRAS INTERVENCIONES

SEMINARIO INTERNACIONAL: PATRIMONIO Y SUSTENTABILIDAD (I)

    “LAS REDES QUE HARÁN SUSTENTABLE EL PATRIMONIO” (*)

RESUMEN DE PONENCIA 

            Afirmada una visión del patrimonio en tiempos de pos-modernidad, se proponen dos enfoques complementarios: uno, sobre la relación patrimonio-desarrollo sustentable, y otra, acerca de la propia sustentabilidad de las políticas patrimoniales en función de su mayor o menor relación con paisajes culturales de proximidad (contiguos en el territorio o ligados por una misma matriz histórico-cultural), estén o no dentro de fronteras.

            En el primer caso, la experiencia confirma la potencialidad de lo patrimonial como factor de desarrollo de una comunidad. También sus riesgos y limitaciones. Colonia del Sacramento vale en ese sentido como ejemplo de avances imperfectos (y de asignaturas pendientes, que se trata de evaluar).

            En el segundo enfoque, se intenta demostrar que no hay futuro para una visión parcelada y autosuficiente de los sitios, siendo imprescindible ubicarlos y relacionarlos en el contexto histórico-territorial que les dio vida, en los escenarios y en las líneas de tiempo que hoy son también los referentes de nuestro desarrollo futuro (tierras e historias del MERCOSUR). Y también, sin duda, en función de la forma en que opera la demanda turística. Habrá entonces nuevos relatos, nuevas lecturas, nuevos itinerarios... tejiendo para el patrimonio una trama de mejor sustento.     

 

(*)  Colonia del Sacramento, 9 de agosto de 2008 

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“LAS REDES QUE HARÁN SUSTENTABLE EL PATRIMONIO”  

I) Sobre el patrimonio y sus matrices históricas, hoy convergentes  

            El diccionario suele adoptar una acepción restrictiva del término: patrimonio:  hace referencia -dice- a la “hacienda que una persona ha heredado de sus ascendientes”. Pero en rigor en patrimonium (en cuya raíz está el padre, pero también la patria), existieron desde el origen dos vertientes diferentes y complementarias: una que refiere a los bienes materiales que una persona o grupo adquieren a título de herencia; otra relativa también a una herencia, pero ya no de bienes materiales sino de un bagaje inmaterial, que a escala grupal o individual es expresión de un cuerpo de valores que da continuidad a una experiencia compartida.

            La primera acepción atravesó los siglos y llegó hasta nosotros como tema habitual de escribanos y contadores, ampliada su extensión hasta incluir el conjunto de bienes en posesión de una persona física o jurídica, cualquiera fuere el modo de adquisición, siguiendo a ello una definición de perfecta síntesis: “Patrimonio es igual a activos menos pasivos”. La segunda vertiente quedó siempre ligada a la construcción de un “nosotros”, a la preservación de elementos inmateriales que dan cohesión al grupo, legitiman sus modos de ser y hacer, y aseguran la continuidad de un orden protector. (la lengua, los mitos fundacionales, las creencias que dan un sentido al mundo, la memoria de acontecimientos compartidos, el arraigo a un lugar… todo ello perpetuado en rituales, tradiciones y costumbres). 

            Ambas vertientes de lo patrimonial se imbricaron en la gestación de un “invento” exitoso: tal el monumento, un artefacto -privado o público, discreto o fastuoso- creado para marcar un mojón en el tiempo y fijar un acontecimiento en las memorias del futuro, compensando fragilidades y angustias propias de la condición humana o afirmando ya un status compartido, ya una relación de poder. El monumento -o la construcción monumental que atiende a una función concreta pero comparte igual vocación de permanencia-, nació siempre con vocación histórica, pero sólo el tiempo y las circunstancias le otorgarían ese rango.

           Un rango durante siglos opacado por el dominio de una apropiación en tiempo real, con escasa o nula preocupación por asumir distancias y asignar otro valor que aquel de uso que agotaba -o casi- todo interés por la herencia del pasado.

El corte cultural de la Ilustración y la nueva matriz patrimonial que desde allí se generó

           El patrimonio como referente de una herencia material, inmaterial o monumental, ha mantenido su vigencia hasta nuestros días. Pero a esa matriz histórica de larga duración, se sumaría otra, cuando hacia mediados del siglo XVIII comienza la forja de una nueva visión de lo patrimonial, en paralelo con el desarrollo del “proyecto moderno”. Una forja con múltiples antecedentes -notorios a partir del Renacimiento-, pero cuya configuración definitiva es indisociable del influjo transformador de la Ilustración y las revoluciones burguesas, influjo renovado y potenciado en el primer tercio del siglo XIX por el empuje de la Revolución Industrial y la consolidación de los estados nacionales.

            Pasados los tiempos de fervor y furor de la Revolución Francesa -ese cruce de caminos de la cultura occidental-, a partir de 1830 se retoma el recién acuñado discurso patrimonial en un nuevo contexto político, centrándolo en el monumento histórico y poniéndolo al servicio de una causa nacional, que hará a su vez reverencia -en sintonía con el espíritu romántico- de "la naturaleza, la historia y el genio creador" (y de allí saldrían los ejemplos principales de los nuevos repertorios patrimoniales).

            Una vez definido el nuevo marco de gestión, la acción de los defensores del patrimonio se canalizó a lo largo del siglo XIX a través de tres instrumentos principales: a) una estructura institucional y una legislación de protección, b) un criterio sistemático de identificación, relevamiento y control, y c) una disciplina específica de conservación y restauración. Principalmente Francia, pero también Inglaterra e Italia y luego otros países europeos avanzaron por ese camino imponiendo sus particulares visiones de esas cuestiones, pero no impidiendo por ello que hacia mediados del siglo XX llegara a consolidarse un cuerpo de doctrina y una práctica de protección y restauración donde lo patrimonial seguiría funcionando como articulador de un vínculo estrecho entre el monumento y la nación. 

            En poco tiempo esa visión acuñada en Europa se expande por el mundo, abarca un tramo cronológico más extenso -a la vez más lejano y  más próximo-, y toma en consideración una gama más amplia de bienes que la hasta entonces admitida. En 1972 la Convención de UNESCO sobre el patrimonio cultural y natural de la humanidad “sacraliza” ese criterio y le otorga un carácter ecuménico.

         El patrimonio como “guardián de la memoria” no perderá su referencia legitimadora de los valores de la nación -de cada nación-, pero adquirirá ahora un status de aplicación general, concretado en un listado de protección de “obras excepcionales de valor universal” (extendidas por el mundo … pero miradas desde la óptica europea). A partir de entonces ningún país querrá quedar fuera de la lista de protección de UNESCO, pronto convertida en factor de prestigio y rampa de lanzamiento para marcar presencia en dos universos de influencia creciente: la industria cultural y el turismo masivo. En ese entonces La “internacional” del patrimonio parecía tener asegurada larga vida. 

Nuevos contextos, nuevos desafíos... nuevos paradigmas

           Pero al mismo tiempo que se procesa esa irrefrenable expansión del concepto de patrimonio y se consolida su estructura institucional, se va desarrollando un nuevo enfoque donde la atención ya no está puesta en lo monumental, sino en una diversidad de bienes culturales -materiales e inmateriales- cuyos referentes principales serán múltiples comunidades de distinto tipo y escala, más acá y más allá de los límites del estado-nación.

           Los vientos de la pos-modernidad aceleran los cambios y desde la década de los 80 se asiste a una verdadera mutación del concepto acuñado en los últimos dos siglos, de modo tal, que en poco más de tres décadas pudimos pasar de un patrón que parecía inmutable (el monumento histórico dentro de los parámetros definidos por la cultura del 800, con el protagonismo de los estados nacionales), a una visión dominantemente antropológica del patrimonio, donde el universo de bienes “patrimoniables” tiende a confundirse con el universo de bienes culturales de todo lugar y de todo tiempo.

           Dando por buena esa perspectiva, ya no estaremos viendo el patrimonio como una herencia sacralizada que exige de nosotros sólo cierta atención, cuidado y periódicas reverencias (reducido en definitiva a un catálogo de efemérides y monumentos cuyo valor y significación están ya definidos de una vez y para siempre), sino como el resultado de una construcción social, asumiendo que los procesos de seleccionar, asignar valor, hilar relatos, promover y gestionar -esto es, de convertir lo patrimoniable en los renovados patrimonios de estos tiempos-, pueden derivar de una concreta práctica democrática, y que esos procesos ayudarán a consolidar esa misma práctica, y no en menor grado, a afirmar en la comunidad un sentido de identidad y pertenencia, a incidir en su desarrollo -que quisiéramos equitativo y sustentable- y a abrir espacios de interacción dialogante con todos “los otros” del mundo.

           Hablaremos entonces con más propiedad, de múltiples patrimonios con distintas escalas y contenidos, configurando redes que se entrelazan y en las que se reconocen centros de interés, líneas de vínculo y áreas de influencia. Avanzaríamos por ese camino hacia la construcción de una topología cultural donde el espacio-nación ya no es el único referente y donde los conceptos de “paisaje cultural” e “itinerario cultural” (estén dentro de las fronteras nacionales o atravesados por ellas) abren un nuevo escenario de gestión. Y en esa trama de redes múltiples e interactuantes, sin dar la espalda a los grandes ejemplos de la humanidad (los inventariados por UNESCO) y a los incluidos en nuestros listados de protección -que unos y otros seguirán siendo referentes principales-, correspondería prestar especial atención a la escala de los “patrimonios cercanos”, los más ligados al ciudadano común y a su escenario de vida.

El patrimonio como proyecto de futuro  

            Vimos como la noción histórica de patrimonio sumaba a partir del siglo XVIII un nuevo significado, y de qué forma ese nuevo significado ha sufrido primero una formidable expansión y luego una verdadera mutación, haciendo que ambas matrices se acerquen y tomen caminos convergentes. Hoy esos cambios abren una oportunidad no exenta de riesgos. Anotemos algunos: a) que lo patrimonial quede encerrado en una rutina técnico-burocrática; b) que se convierta en un escenario inabarcable en el que se diluye todo contenido concreto y operable; c) que quede subordinado a estrategias invasoras de sus contenidos específicos, provengan de planificaciones económicas, territoriales o urbanísticas, o d) que se reproduzca en un nuevo contexto político el vínculo entre lo patrimonial y un proyecto político-cultural hegemónico, donde la identidad se construya sesgadamente como factor de legitimación de ese proyecto.

            Pero sin desconocer esos riesgos -que no son menores- asumamos la oportunidad de que lo patrimonial se afiance como una herramienta para construir futuro, manejada y gestionadas en un marco de convivencia democrática, proceso para cuya existencia la educación será condición principal (“el patrimonio en manos jóvenes”  y “el patrimonio de los barrios”, he aquí dos programas de UNESCO alineados en ese camino). Construir y reconstruir ese relato patrimonial nos permitirá afirmar una identidad hoy deshilachada, fortalecer la trama de múltiples espacios donde se enlazan historia-cultura-patrimonio, integrarnos al mundo sin complejos y hacer aportes reales a un  crecimiento con equidad.


SIGUE EN PARTE (II) 


En el desarrollo de este tramo se han seguido en particular, criterios expuestos por Aloïs Riegl (El culto moderno a los monumentos, 1903); Francoise Choay (L´Allegorie du patrimonoine, 1992); Pierre Nora (Una noción de devenir, Correo de la UNESCO, setiembre 1997 y otras obras) y Llorenc Prats (Antropología y patrimonio, 1997). Textos anteriores del "blog" dan cuenta con mayor detalle de esos criterios -y de otros, de allí derivados-, resumidos en esta instancia como introducción al tema objeto del Seminario.



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