acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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16.06.2008 14:18 / MIS ARTICULOS

JOSÉ ARTIGAS, FUNDADOR DE LA NACIONALIDAD ORIENTAL (*)

LOS ANTECEDENTES DE "LA ADMIRABLE ALARMA"

Imaginemos que retrocedemos doscientos años en el tiempo. En ese entonces, el territorio que hoy ocupa el Uruguay era parte de la llamada Banda Oriental, perteneciendo a su vez al Virreinato del Río de la Plata, cuyo titular residía en Buenos Aires. Estas tierras, colonias entonces del reino de España, eran administradas con extrema rigidez, dejando poco margen para que pudieran desarrollarse por el propio esfuerzo de sus habitantes. Por este motivo iba creciendo un malestar contra la administración colonial y se hacía cada vez más fuerte una demanda de autonomía, aunque todavía no estuviera en juego la fidelidad a la corona de España.

Ese sentimiento se vería alimentado por dos sucesos que conmovieron al mundo en el último cuarto del siglo XVIII: la independencia de las colonias norteamericanas, rompiendo el vínculo de dependencia con el imperio inglés (1776) y la revolución francesa, iniciada en 1789 con la toma de la Bastilla. Ambos hechos tuvieron una enorme trascendencia, difundiendo los principios de libertad y democracia que chocaban frontalmente con los valores establecidos en el régimen monárquico entonces vigente.

A su vez, entre 1806 y 1810, dos factores tendrían una incidencia decisiva para generar un cambio radical. Por un lado, las invasiones de las tropas inglesas, que lograron instalar por un tiempo el poder imperial en Montevideo y Buenos Aires, pero que al ser rechazadas en 1807 por el solo esfuerzo de los residentes en ambas ciudades, dieron renovado impulso al sentimiento de autodeterminación; por otro, la invasión de Napoleón a España y la captura del rey Fernando VII, dejando a las colonias en condiciones de reivindicar su autonomía, cuando ya no existía un gobierno al cual rendir cuenta.

Todo este cuadro hizo crisis el 25 de mayo de 1810, cuando en Buenos Aires se constituye una Junta de Gobierno que destituye al Virrey y asume de hecho la responsabilidad de regir en adelante los destinos de estos pueblos. Pero los leales a la Corona se hacen fuertes en Montevideo, donde Elío asume como nuevo Virrey, iniciándose una larga lucha que llevaría, luego de muchas peripecias, a la constitución del país que hoy habitamos. Y en la forja de la nación hubo un nombre por sobre todos los otros, sin cuya presencia no seríamos lo que hoy somos: José Artigas.

EL LEGADO DE ARTIGAS

Cuando en febrero de 1811 Artigas se pliega a la Junta de Buenos Aires, es un hombre mayor, cumplidos ya los 47 años, que ha tenido una vida cargada de experiencias. Ha estado en íntimo contacto con las agrestes extensiones de nuestra campaña -frontera entre dominios de españoles y portugueses- y con los hombres que entonces la habitaban: "indios bravos", "mozos sueltos", contrabandistas, "vagos y mal entretenidos" ... y también incipientes hacendados, gentes que empezaban a formar pueblos y partidas armadas que trataban de proteger su trabajo (tal el cuerpo de Blandengues, al que ingresa en 1797).

Descendiente de una de las siete primeras familias que se instalaron en el Montevideo fundado por Zabala, su personalidad se forja en los valores de su tiempo y llegada la hora del levantamiento contra el autoritarismo colonial, será convocado y reconocido como líder natural de los insurgentes de su tierra y allí librará -el 18 de mayo de 1811-, la victoriosa batalla de Las Piedras. El primer triunfo de los patriotas y también, el primer ejemplo real y concreto de "clemencia para los vencidos", tan excepcional en aquellos tiempos de furia.

Sigue luego el sitio de Montevideo. Pero la ciudad no caerá. El apoyo que recibe Elío de los portugueses -que a su llamado invaden la Banda Oriental-, y las dificultades que afligen a la Junta de Buenos Aires, imponen la celebración de un pacto que deja a los orientales librados a su suerte, sin posibilidad de continuar la lucha, abierta ahora en dos frentes. Se genera entonces, en medio de las peores dificultades, la decisión de abandonar el suelo patrio para mantener viva la esperanza de reconquistarlo. Allí Artigas, antes proclamado "Jefe de los Orientales", asume la plena condición de conductor de su pueblo, y juntos harán que esa dura experiencia sirva para afirmar y consolidar un sentimiento de nación (una nación hermana de otras, pero libre e independiente de toda tutela). La "redota" -la derrota que entonces sufrían-, se iría convirtiendo en camino de esperanza.

Ese sentimiento empieza a concretarse cuando retomado el sitio y abierta en Buenos Aires la Asamblea Constituyente que daría un Estatuto Legal a las Provincias Unidas del Río de la Plata, los representantes de los pueblos orientales convocados por Artigas al Congreso de Tres Cruces, son recibidos con aquellas palabras de tan profunda significación. "Mi autoridad emana de vosotros, y ella cesa ante vuestra presencia soberana ... yo ofendería altamente vuestro carácter y el mío, vulneraría enormemente vuestros sagrados derechos, si pasase a decidir por mí una materia reservada sólo a vosotros". Las Instrucciones del año XIII marcan el camino a seguir: plena independencia del poder colonial español; provincias constituidas como repúblicas con amplia autonomía e integradas a su vez en un Estado Federal que reconstruya -en pie de igualdad para sus componentes- la unidad política del viejo Virreinato. Un camino que pronto encontraría sus escollos y que se haría muy difícil de transitar, pero que durante pocos meses -hasta diciembre de 1813- habría de servir de guía al llamado Gobierno Económico de Canelones, donde el modelo basado en "la soberanía de los pueblos", pudo dar sus primeros frutos.

Las desavenencias con el gobierno central, que alentaba un modelo político y social sustancialmente diferente, no se hicieron esperar y se fueron profundizando hasta el momento en que la ruptura se hizo inevitable. Artigas abandona el sitio de Montevideo en enero de 1814 y dirigiéndose a las tierras del norte -que él reconocía como "el centro de mis recursos"-, empieza una etapa de difusión y consolidación del ideario republicano y federal en las provincias del norte argentino, también opuestas al centralismo porteño. Se instala de hecho una guerra civil que a partir del triunfo de Guayabos, en enero de 1815, da a Artigas un protagonismo decisivo, constituyéndose bajo su protectorado -no de su gobierno-, la poderosa Liga Federal.

Si el aporte de Artigas hubiera terminado con las Instrucciones del Año XIII, su nombre brillaría entre los grandes hombres de la época; pero a ello agregaría la dimensión social de su tiempo en Purificación del Hervidero -de mediados de 1815 hasta la invasión portuguesa de agosto de 1816-, cuando afronta el problema del afincamiento productivo de los hombres sin tierras para trabajar -"con prevención de que los más infelices sean los más privilegiados"- y reconoce "el principal derecho" de los aborígenes, deseando "que en sus pueblos, se gobiernen por sí, para que cuiden de sus intereses como nosotros de los nuestros"..., ya que "sería una desgracia vergonzosa para nosotros mantenerlos en aquella exclusión que hasta hoy han padecido por ser indianos". Nobles sentimientos que tuvieron después ingratas respuestas...

Vinieron tiempos de lucha desigual y desenlace inevitable, aunque no exento de contradicciones; cuando hacia 1820 los caudillos federales ataban sus caballos al pie de la Pirámide de Mayo, marcando un rumbo abierto por Artigas, el tiempo político del patriarca se apagaba. Pero el hombre que lideró a su pueblo durante una década hirviente, viviría aún otros treinta años en el Paraguay. Allí le llamarían sus vecinos "el señor que resplandece". Y con justicia resplandece todavía su memoria. Como ser humano que era, tuvo aciertos y errores, acciones formidables y decisiones controvertibles, pero encarnó como nadie un sentimiento de patria independiente y altiva, confederada -que pudo haber sido y que por eso luchó- y hermanada, pero no sometida; republicana, liberal y abierta hacia un futuro de equidad. Y por sobre todas las cosas, dio ejemplo de una práctica solidaria con los más necesitados, con "los más infelices"... para que dejaran de serlo.

Como vemos, un hombre alentado por una pasión que aún espera mucho de nosotros para verse concretada. Por eso el "fundador de la nacionalidad oriental" continúa guiándonos.

Imagen de portada: un Artigas diferente del que pintara Blanes, aunque tal vez más próximo a la realidad (litografía de A. Godel sobre óleo de Valenzani -hacia 1865-, con esta leyenda al pie: "Parecido confirmado por la opinión de contemporáneos" )

(*) En colaboración con Cecilia González (maestra), pensando en el Plan Ceibal



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