El Mahoma Social Club
La institución de la descarga - Porque las montañas no suelen venir solas

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23.05.2008 15:44 / El legado de Mahoma

Mayall, la guita y la Atlántida sonora



Alguien debería decir algo -y por ahora soy el escriba más a mano que tengo- sobre quienes padecemos la sensación tercermundista de culpa ante el dinero.  Aunque, vamos, tampoco hablamos de billetes suculentos sino de tener alguna moneda de más en el bolsillo. Lo que, seguramente, haría reir bastante a cualquier miembro estable de la civilización occidental y el hemisferio norte. Sin desmerecer profesiones u oficios, un mecánico tornero en el Principado de Mónaco debe ganar bastante más que cualquier distinguido neumólogo local. Más de uno incluso vendería los beclomoles y arrancaría para la UTU si la tornería hiciera furor en Montecarlo. No se de donde viene pero acuñé desde hace tiempo esta molesta sensación, un remordimiento bastante estúpido de meterle unas monedas a algunos gustos los cuales, con el tiempo y por suerte, disfruto cada vez más.

Como cada vez que, de chico, agarraba una moneda en forma de mesada (o "domingo" , la menos ortodoxa "sueldo por concepto de hijo" y la más técnica "viático familiar") la metía en cassettes, recibí más de una reprimenda. "¿Qué? ¿Te vas a vestir con cassettes?" - me preguntó mi vieja más de una vez. Si uno invierte en el siempre útil, práctico y necesario par de medias está bien visto. Incluso si lo que compraba en aquel entonces era un libro quedaba -a la vista de la familia- como que el dinero estaba mejor aprovechado que si fuese  destinado al disco o cinta. Por acá, ya nos rendimos ante la evidencia más aplastante cuyo capítulo más reciente tuvo lugar hace apenas día y medio.

El afiche en la puerta del teatro Gran Rex de Buenos Aires me ganó, pero no de entrada. El mismo rezaba que John Mayall & The Bluesbreakers tocarían allí el 21 de Mayo. Vi el precio de la entrada más barata y aún así no la saqué. ¿Cómo gastar 80 pesos argentinos -520 uruguayos- en una entrada cuando hay facturas a pagar,   precauciones a tomar y gastos a priorizar? Llegué a Montevideo y mantuve el siguiente dialogo conmigo mismo:

-Y si no vas ahora ¿cuando? Ya lo dijo Azúcar Moreno: solo se vive una vez. Y si lo dice Azúcar...

-Si, bueno, pero tampoco largar dos palos de una, es entrada más pasaje. Más transporte y comida. Son como dos palos y es sobre el 20, el peor momento del mes...

-¿"El peor momento del mes"? ¿Qué es eso, un slogan de Ibu Midol? No me jodas, es John Mayall, el padre del blues blanco, el que le dio la titularidad a Clapton, Peter Green y Mick Taylor. Una leyenda, un cantante, compositor, guitarrista, tecladista y armonicista de la puta. Viene con los Bluesbreakers actuales que son unos tejanos que se tocan todo. El tipo tiene 74 años ¿que te crees, que va a venir todos los años a Buenos Aires hasta que la palme? No pagués el ADSL igual...

-Tus argumentos son buenos, los siento como míos incluso pero escribo un blog para Montevideo.com y siento que dejar de pagar el ADSL no sería la decisión correcta 

- No quiero recordarte que pagaste una fuerte suma hace años para ver a Perales en el Palacio Peñarol porque a una ex novia tuya le gustaba 

-Ah bien, la mano viene de golpes bajos. Al demonio, allá voy. ¿Para qué carajo uno labura?

(mientras me alejaba, convencido, una voz me gritó a lo lejos "y aprovechá que aún no tenés bocas que alimentar, gil de goma". Decidí obviar lo anacrónico del insulto "gil de goma" para seguir mi blusero camino)

De camino experimenté el remordimiento en varias oportunidades. Primero, por lo de Perales. Después, por lo ya mencionado. Pero ahí estaba El Mahoma Social Club como único medio presente para cubrir el evento.

El Gran Rex es un teatro enorme y veterano. Se ve y se escucha bien desde cualquier ubicación. En la puerta había puestos con los siempre oportunos vendedores de remeras que transformar "jerings" para cada ocasión. Muy extraño eso de ver remeras negras con la leyenda "JOHN MAYALL" en plateado y con una tipografía más a tono con  AC/DC que con el ya abuelo del british blues. Cuando los acomodadores te asignan la ubicación te dan un programa pero mediando propina, sino olvidate del souvenir. A quince minutos de largar el show, una imagen imperdible que ya valía el viaje: varios carameleros de smoking recorrían la platea ofreciendo agua mineral, refrescos, maní, pastillas (golosinas, se entiende) y demás. A las 21.30 puntual (aplausos y solo aplausos para los shows que empiezan temprano, costumbre que de a poco se está instaurando aquí) subieron los tres Bluesbreakers sin ninguna pompa a ajustar sus instrumentos. Hank Van Sickle en bajo, Joe Yuele en batería y el animal del gordo Buddy Whittington en guitarra. Éste último saluda diciendo "buenas noches somos los Bluesbreakers y esto es "Fools Rush In".

Y ahí se dio lo que el gran Neil Young cita en "This Note's For You": I got the real thing, babe  (the real thing sería algo así como "la posta", "la que rinde" o simplemente "la verdá"). No hay con que darle: me gusta el tango hecho por porteños, el candombe tocado en barrio Sur y Palermo, la murga de la Unión y el blues hecho por grones de Chicago o Mississipi, o en su defecto, por blancos que la saben lunga como éstos. La banda hace dos temas y, previo al tercero, largan una intro en clave funk que dura unos segundos hasta que Whittington toma el micrófono y hace de band announcer: ¿Todo el mundo está pasándolo bien? ¿Están prontos para una noche de blues? Acaba de recibir una orden del imperio británico -se ríe y continùa- vaya uno a saber qué quiere decir eso...aquí está el padrino del blues británico: el señor ¡¡John Mayall!

Durante una hora y media no recordé nada sobre costos de entrada y pasaje. Mi único contacto con el mundo exterior fue un mensaje y una llamada a dos amigos fanáticos (al de la llamada le puse audio ambiente y eso redundó en que me llamase dos veces más durante el show). Lo único que pudo distraerme fue un hecho insólito que da cuenta del nivel de pasadera que tiene la gente cruzando el charco: una piñata vaya uno a saber porqué, involucrando a unos 8 individuos torteándose en penumbras ¡viendo a John Mayall en un teatro! El resto, tras estos detalles anecdóticos, fue un recital enorme en el que Mayall desplegó su maestría. Toca el piano con tremendo swing a la vez que solea con la armónica. La voz resiste el paso del tiempo mejor que cualquiera. Cada un par de temas se cuelga la guitarra (siempre usando el colgante, no cruzado, sino sobre su hombro derecho tal como lo ven en la foto) y siempre deja lugar para que se luzca Whittington. El gordo Buddy deja descansar al veterano Mayall y arremete con un increíble medley de solos "Zeppelin" (el cual buscamos, y encontramos en YouTube, lo pueden ver en el video que cierra este post) que comienza con "Whole Lotta Love" primero para luego enganchar con "Moby Dick" y "Black Dog". En un momento corta y arranca la intro de "Stairway to Heaven" pero unos segundos después mira a la platea con gesto canchero y dice "nah, esta mejor no" y arranca con el solo de "Heartbreaker" Volviendo al viejo John, el repertorio es más variado de lo que él mismo dijo en algún reportaje previo. Hay algún tema de "In The Palace Of The King" dedicado al repertorio del King menos célebre, Freddie, como "Help Me Through The Day". También hay lugar para algún clásico de los viejos Bluesbreakers, la auténtica escuela de blues de los sesenta, como "So many roads" (simple de la época de "A Hard Road" de 1967) y para algún hit reciente como "Wake Up Call" que muestra que el tipo sigue componiendo grandes blues. A la hora y media y tras un único bis solo con JM al piano, hubo que volver a tierra firme. A la salida, en el hall del teatro vendían a 25 mangos argentos (seguimos con las conversiones: 162 ridículos pesos uruguayos) discos clásicos de Mayall remasterizados y con bonus varios: el Bluesbreakers (con Clapton), A Hard Road (con Peter Green y otros futuros Fleetwood Mac) y Blues Form Laurel Canyon (con Mick Taylor). 

Irse a dormir con la sensación de que uno acaba de ver algo increíble y único es un gran momento de los que rara vez se repiten. Al otro día volvieron las preocupaciones, los vencimientos de las facturas, pero nada de remordimiento. Antes de embarcar me metí en un ciber locutorio a chequear correos. Como -entre otros- soy lector asiduo de Dragon Lieder, el blog de Benito, entré a ver de qué iba esta vez.

Allí alguien en su comment recordó a Ricardo Henry y su disquería Atlantis. No pude menos que emocionarme: Atlantis, sobre Bulevar España en diagonal al ombú, fue un punto referente para mi. El gordo Henry, un personaje único con un bagaje increíble de libros y discos y conocimiento al tono, te recibía con gritos y risas diabólicas y siempre descubrías algo nuevo. Al igual que Benito, yo recuerdo su grito de guerra "¡QUÉ TALLLLL HOMOSEXUALLLL!" desde el mostrador de su comercio. Recordé entonces que, como muchos, yo también dejé la teca en Atlantis. Mis primeros sueldos (como repartidor de un laboratorio y como animador de cumpleaños infantiles) se fueron casi íntegros allí cuando aún no había cumplido la mayoría de edad. Hoy sería impensado cuestionarme algo así y sin embargo, a mayor edad y mayor responsabilidades también más culpa. Recuerdo la sensación desoladora de llegar una tarde a Atlantis y encontrarla cerrada, vacía y llena de facturas, alguna intimación y otros papeles bajo la puerta. Por suerte hubo una época de Atlantis Móvil en la que Ricardo llevaba el pedido a tu casa en una mochila enorme llena de discos. 

Dicen que hay que combatir la piratería, incluso desde el estado. Yo digo que si hubiese una disquería como aquella, que fuera como una suerte de club en el que podías tomarte un café, escuchar una banda nueva, conversar de música con el tipo que atiende (y que este sepa de lo que está hablando) y con el resto de la clientela, yo largo gustoso cada posible peso en un buen disco. 

Haciendo mías las palabras de un commentator de Dragon..., también extraño Atlantis y a Ricardo Henry gritandome "¡Dame todo tu dinero!". 



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EL MAHOMA SOCIAL CLUB SE DESPIDE En la foto vemos al responsable del club proyectando la última película antes de cerrar la sede. Alguien debería decirle que la cinta va por dentro y se proyecta lámpara mediante, pero el cree que para ver cine lo mejor es mirar la cinta fotograma a fotograma. Allá él.

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