El Mahoma Social Club
La institución de la descarga - Porque las montañas no suelen venir solas

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15.05.2008 14:24 / El legado de Mahoma

Ellos empezaron



 "En mi vida nunca tuve buena relación con los objetos mecánicos (...) un día estoy mirando mi televisión portátil, la imágen comienza a dar saltos arriba y abajo y voy hacia él. Y yo siempre hablo antes de golpear y le digo "creí que habíamos discutido esto ¿cual es el problema?" y la imágen seguía yendo arriba y abajo, así que le pegué. Me sentí bien pegándole. Fue genial, le doblé la antena y me sentí muy viril. Dos días después voy a mi dentista en New York (...) y tiene uno de esos ascensores. Escucho su voz que me dice "¿Sería tan amable de decirme qué piso, por favor?", y le digo "dieciseis" y las puertas se cierran mientras el ascensor comienza a ir al dieciseis. En el trayecto el ascensor me dice "¿Usted es el tipo que golpeó al televisor?". El remate de esta historia es que ese día llamé a mis padres y mi padre había sido despedido. Estaba tecnológicamente desempleado. Mi padre trabajó para la misma empresa por doce años. Lo reemplazaron por un artefacto que hace todo lo que mi padre hacía, sólo que mucho mejor. Lo deprimente de esto es que ese día, mi madre salió corriendo a comprar uno" - Woody Allen, "Mechanical Objects" (monólogo incluído en el disco "Stand Up Comic" que incluye grabaciones de actuaciones de WA entre 1964 y 1968)

La primera vez que oí hablar de una ley denominada "De la perversidad innata de los objetos inanimados", sentí que hablaban de mi. Lo sentí realmente esta vez, no como cuando me vendieron "Son de Fierro": "una ficción como la vida misma"- decía el spot (y yo nunca tuve un hermano ciego al que quisieran asesinar sádicamente atado a una silla y tirándolo a una piscina, como al personaje de Mariano Martínez). Aparentemente el autor de esta ley es articulista de una revista norteamericana sobre ingeniería electrónica y enunciaba -con autoridad- cosas tan reales como exasperantes (*) 

¿Dónde están las cosas cuando realmente se las precisa? Tenés a tu objetivo amoroso a punto de ceder y empuñás un carísimo cabernet sauvignon, añejado y en barrica de roble (como si supieras si eso es bueno o malo). Son las tres y cinco pasadas de la mañana y es difícil encontrar algo abierto para comprar ese sacacorchos que precisás para tener algo abierto como el vino, sin ir más lejos. Claro, vos tenías uno, siempre está en el mismo lugar ¿cómo mierda pudo desaparecer,  justo en este momento? Pues no, no está ahí. Ni en ninguna parte. Las cosas, los objetos, los artículos, inanimados o activados por un mecanismo...nos detestan en mayor o menor grado.

Seguramente usted siente en carne propia cada injusticia social (¿ve lo bien qué pensamos en El Mahoma Social Club de nuestros socios?) y pocas cosas lo indignan más que los menores en situación de calle o el bajísimo sueldo docente. No obstante, su reacción supone un meneo de cabeza y tres segundos después, usted ya está pensando en temas más importantes como cambiar de ringtone sin que el ringtone lo cambie a uno y cosas así. Llega a su casa y la idea de la injusticia social vuelve a su cabeza. Decide sentarse frente a su PC, notebook, máquina de escribir Olivetti u hoja Tabaré márgen rojo (¿quedan?) y redactar un ensayo sobre lo mal que está la situación. Supongamos que es PC, finalmente. Escribe inspirado por horas, teclea más veloz y exacto que Jerry Lee Lewis tocando "Great Balls Of Fire" bajo el efecto del Speed con Espinillar (un trago que, de inventarse, debiera llamarse "Speednillar") y arriba a conclusiones memorables. Al momento de llegar al clímax autoral que es salvar el archivo y guardarlo en un directorio titulado "C:/Mis redacciones comprometidas/El hambre.doc ", se pierde todo el texto. Para siempre. Un dedo oprimió la tecla incorrecta, un corte de luz apagó tu equipo, o ambas. ¿Cual es la reacción más sensata en ese caso? Tres piñazos a la mesa, un certero cachetazo al monitor, dos cabezazos al teclado, arrojar un vaso al piso y gritar "¡NOOOOOOOO!"" en el mismo tono en que gritaba la novia del ciego de "Son de Fierro" cada vez que un auto intentaba atropellarlo (en los talleres argentinos de guión para ficción hay una bolilla especialmente dedicada al atropello vehicular, por eso hay uno o dos por tira).

¿Algo de esto les es familiar? Una prueba más de la perversidad innata de los objetos.

Aquí en el club hemos roto alguna cosa que otra. Es un momento épico y liberador. Nunca lo hicimos sin razón, mentira que quien decide atentar contra un objeto perdió los estribos. El que decide ir contra ese órden establecido y compactado en "la cosa", se encuentra a si mismo. Quien planifica el objeto habla el mismo lenguaje que aquel que lo arma. Quien lo repara decodifica el lenguaje del que hablaban creador y armador. Los que estamos en el medio, a quienes supuestamente está dirigido el objeto, quedamos fuera de ese diálogo. Lo intentamos, claro: también tengo un juego de destornilladores y puedo usarlo competentemente. El tema es que los objetos obdecen al sadismo. La imágen de los viejos televisores a válvula se arreglaba a puño cerrado y en caída. Tuve una compactera muy sádica la que funcionaba sólo si yo (y solo yo) le pegaba en un determinado lugar (**). Nuestra relación se deterioró para siempre el día en que le pegué, de bronca, en un lugar incorrecto. No debí hundirle la botonera, jamás me lo perdonó. Sin embargo no siento el más mínimo remordimiento por aquella biblioteca llena de libros que supe tumbar ni por aquel adorno que estrellé contra la pared. La biblioteca fue levantable, el adorno sustituible y el alivio...impagable.

Objetos, eh.No todos son malos. Con muchos hemos logrado entendernos y hasta nos quisimos. Atesoro relojes y alguna vieja radio. Puedo reconocer la nobleza y distinción de un objeto bien hecho. La sede del club tiene algún que otro ítem discontinuado no por snobismo vintage ni como ornamento hogareño, sino porque funcionan perfectamente. Tarde o temprano se irán, puedo entenderlo.

Lo que no puedo entender es qué le hicimos de malo a tostadoras, cisternas (¿la de la casa ajena tampoco les pasó?) o mini componentes (esas auténticas bazofias) salvo darles uso y esperar que funcionen normalmente. ¿Somos tan ilusos de creer que comprando un modelo nuevo de loquesea está todo solucionado? 

En tanto la ley del coscorrón no sea aplicable a los objetos mecánicos e inanimados, hay cosas que se arreglan puertas adentro y a solas.

(Texto recuperado por el autor el dia jueves 15 de Mayo de 2008)

(*) Se puede encontrar más sobre las cosas y su perversidad en "Revelación apócrifa" del Arq. Luis Alberto Vernieri, argentino y ya fallecido él, en ese orden. 

(**) Experiencia relatada en el ensayo "Ésto, resistencia del calefón, es entre tú y yo", autoria de Carlos Fabier Soca, Manuel Wirzt y Thelman Borges.

Fuera de programa, una prueba mas de lo bello que es romper algo de vez en cuando. Claro, a Pete se le fue la mano pero despues vinieron cientos a imitarlo. Señores, de pie: The Who is in the house.



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EL MAHOMA SOCIAL CLUB SE DESPIDE En la foto vemos al responsable del club proyectando la última película antes de cerrar la sede. Alguien debería decirle que la cinta va por dentro y se proyecta lámpara mediante, pero el cree que para ver cine lo mejor es mirar la cinta fotograma a fotograma. Allá él.

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