En la década del 20,  los Salvo, que mantenían su tienda en el Paso del Molino y sus exitosos emprendimientos textiles en Colonia, levantaban el "Gran Hotel de Montevideo" (hoy Palacio Salvo) como expresión contundente de su poder económico. Los Soler no se quedaron atrás, y apostando al futuro, construyeron hacia 1930 una monumental "tienda-palacio", muy cerca de otro “gran palacio” –el Legislativo-, por ese entonces recién inaugurado.

                   Pero nada es para siempre; desaparecieron las grandes tiendas y el edificio, que mantiene con mínimas afectaciones sus mejores cualidades, ha pasado a propiedad del Estado. Viendo los planos firmados por el arquitecto Pérez Larrañaga, se hace evidente la potencialidad de adaptación a nuevos usos de los casi 3000 m2 de área libre, un área que hoy tiene por destino -increíble destino-, el servir de archivo muerto al BPS. Cualquier depósito cumpliría mejor esa función, evitando además la paulatina degradación de un bien, que al igual que el edificio de los Salvo, vale como mojón de identidad del escenario montevideano.

                     En setiembre de 2007 el Museo de Historia Natural, hoy formando parte del Museo Nacional de Historia Natural y Antropología (MUNHINA), pudo celebrar sus 170 años de vida con el decoro que en los últimos tiempos se le había negado. Instalado transitoriamente en un edificio arrendado de la Ciudad Vieja, pudo poner en orden su muy valiosa biblioteca y acondicionar  parte de sus colecciones. La situación ha mejorado notoriamente con relación al triste periplo que siguió a su desalojo del Solís, pero el museo está aún lejos de disponer de un ambiente adecuado a su significación y de un área en correspondencia con sus necesidades.Según recientes expresiones públicas de responsables del MEC, en razón de limitaciones presupuestales, no habrá que esperar en lo inmediato mayores cambios, y está claro, además, que la compra de ese local –posibilidad manejable a mediano plazo- no haría más que consolidar un estado de precariedad.

                  Así planteadas las cosas, ¿qué impide ubicar ese museo -el primero de nuestra historia-, en la que fuera sede principal de Casa Soler?  Ningún otro programa se adecuaría mejor a ese escenario; serían otras las "colecciones" a exhibir y otros los elementos que ocuparían las áreas de depósito, pero el viejo esplendor volvería a renacer... ahora en nuevos contextos. ¿Llegaremos a verlo?

(*)Carta publicada en "El País"/abril 2008