Versión para imprimir 23/11/18



El tiempo de los ángeles es más corto que el de los hombres, porque los ángeles no tienen aquí su casa. Por eso son ellos viajeros de la aurora.

LOS HIJOS QUE PARTEN CON LA AURORA
Los hijos que parten con la aurora, ¿adónde van?

¿Qué misteriosa llamada no han podido resistir sus jóvenes destinos? ¿Qué hicieron ellos con nuestro AMOR y con sus plegarias?

Los hijos que parten con la aurora nos dejan con nuestros besos perdidos y con el peso de nuestro cariño inútil. Nos dejan con ese AMOR que nos tritura, que arrastra sus cruces y pesares. -Nuestros besos perdidos y nuestras amarguras que, éstos sí, jamás nos abandonan.

Y se nos dice: «La vida sigue y sigue. Tenemos que seguir también con ella». Pero nosotros, con la obstinación de pobres gentes que nada entienden del fragor de su futuro aniquilado, nosotros nos preguntamos: «¡Qué importa el camino que lleva hasta la tarde si hemos de marchar sin nuestro hijo!». Aquél que roba nuestros hijos, roba también el sabor de los frutos del jardín de la tierra, roba la esperanza de las estrellas y la calma de las horas. Y hace del cielo un mármol frío donde yacen nuestras súplicas. Nuestras súplicas; ¿quién las oye? ¿quién las oirá jamás? Si el cielo oyera las plegarias de unos padres, el mármol se quebraría y su hijo volvería.

Los hijos que parten con la aurora, ¿lloran pensando en nosotros? ...¡No!, ¡escuchadme!; detrás del velo, los hijos sonríen. ¡Ya no tienen miedo, ya no sufren más! A las puertas del cielo dejaron sus lágrimas, las abandonaron en nuestras mejillas. Allá arriba, los hijos sólo saben reír. El reír de los que juegan con las estrellas, de los que juegan a trapecistas con el arco iris. No se llora cuando se juega en las dunas de las luces que ondean hasta el infinito, cuando se sabe que el infinito no desemboca en la nada, sino en otros horizontes, en otro azul, en otros cantos, en otros amores.

El tiempo de los ángeles es más corto que el de los hombres, porque los ángeles no tienen aquí su casa. Por eso son ellos viajeros de la aurora.

Cuando pases la frontera de las lágrimas y de la rebeldía, entrarás en la claridad que ese ángel te ha dejado y que tú sigues sin ver. Entonces crecerás hasta alcanzar la hora que te lleve a él.

¡Vuestros hijos son felices! Juegan a la rayuela en las calles del cielo, pero en su rayuela ya no hay infierno. ¡Son felices! Corren riendo por la movediza arena azul del firmamento. Su paso no es indeciso, ni dudoso su vuelo por encima de los rabiosos océanos, de los torrentes y volcanes, por encima del estuario del tiempo por donde van nuestros destinos.

Sus hijos les hablan ¿No los oyen? Ellos les dicen: «Si me amas, no dudes que sigo vivo. ¡Estoy vivo! ¿No sientes que mi mano acaricia tu rostro? ¿No sientes en tu pelo el aliento de mis besos? No hay ningún cariño inútil, ninguno de tus besos se ha perdido; yo los recojo. ...Ahora soy yo el que vela por ti: La vida es una cuna y somos nosotros, vuestros hijos del allá, los que nos inclinamos sobre vosotros. Cuando ya no te sientas angustiado, entonces por fin entenderás mi voz».

Los hijos que parten con la aurora no son hijos de la noche; están en el corazón del día. -Para nosotros, las estaciones desaparecen y creemos que nos arrastran hacia la tarde, hacia un horizonte de pobres esperanzas. No vamos hacia la tarde, sino hacia la aurora de nuestros hijos. Ellos nos esperan puesto que nunca nos dejaron. En la aurora de nuestros hijos está ya nuestra propia eternidad.

Autor Desconocido





Este artículo pertenece al blog:

PABLO RENACE
Mi hijo Pablo partió antes que yo.Dedicado a los padres cuyos hijos han partido.

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