Arder en el fuego,
pero devorándolo,
masticándolo,
como la presa que atrapa el cazador
Con la sangre chorreando,
saltando del lomo del toro
hacia la cara sucia del torero,
hacia la arena seca de la plaza.
Aullando como lobo hambriento
con la risa filosa de la hiena
saboreando el veneno del escorpión
que es polen y talco francés.
Pero sobre todo arrasando
llenando cada hueco, cada espacio
como el agua que venciendo el dique,
inunda cada rincón del valle.
Sin luna, sin estrellas,
ciegos, sordos, sin sentidos.
Adueñados de la libertad,
invencibles,
indivisibles.