Versión para imprimir 29/11/18



El matrimonio igualitario ya ganó

El próximo número de la revista Time titula "el matrimonio gay ya ganó" en su portada y plantea que aunque las instituciones aún no han decidido la sociedad ya acepta esta realidad. Esa tapa bien podría ser la de una publicación uruguaya por estos días. Sin embargo, los títulos de los diarios han sido muy distintos.

Es que hemos asistido en Semana de Turismo -Santa antes de Don Pepe- a un desfile de declaraciones de la jerarquía de la Iglesia Católica en relación a la homosexualidad -en general- y al matrimonio igualitario -en particular-. Esto sucede frente a la inminente aprobación en Uruguay de la reforma del Código Civil que amplía el matrimonio a las parejas del mismo sexo reescribiendo la definición de "matrimonio" de la siguiente manera:"El matrimonio civil es la unión permanente, con arreglo a la ley, de dos personas de distinto o igual sexo."

Estamos hablando pues de una institución diferente de los ritos de tal o cual congregación religiosa. Sin embargo, los obispos Fuentes, Sanguinetti, Galimberti y Cotugno se empeñan en querer imponer a todas y todos nosotros lo que predican para su Iglesia (porque, dicho sea de paso, iglesias protestantes como la luterana, reciben en su comunidad a parejas del mismo sexo) y se han expresado con afirmaciones apocalípticas.

El obispo de Minas, Jaime Fuentes, en un artículo publicado en El Observador -y ya va una serie de ellos- titulado "Guerra a la familia" afirma sin pudor que: "El gobierno aprobó el asesinato de los niños en el vientre de sus madres; ahora, cambia la naturaleza del matrimonio. Enseguida después vendrán las leyes en favor de la eutanasia y también de la eugenesia, rotuladas de otra manera, claro. ¿Este es el progreso social que queremos los uruguayos?" http://iglesiacatolica.org.uy/noticeu/mons-jaime-fuentes-guerra-a-la-familia/

Al día siguiente, el obispo de Canelones, Alberto Sanguinetti, en su blog "Amicus Sponsi" donde se define "amigo de Cristo, Esposo de la Iglesia" clamó: "¿Qué nos pasa a los uruguayos? ¿Hemos perdido la capacidad de pensar, de cuestionar? O ¿sólo podemos salir a la calle por razones políticas o por plata? La incapacidad de reaccionar ante una ley que destruye el matrimonio, la familia y que hace de la adopción un asunto de los adultos y no un derecho del niño, cuestiona nuestra sociedad, nuestras opciones, el valor que le damos a lo que importa". http://amicus-sponsi.blogspot.com/2013/03/en-francia-defienden-al-matrimonio-que.html

Pablo Galimberti, obispo de Salto, en la web de la Conferencia Episcopal del Uruguay (CEU), se dirigió a "la comunidad católica, a los comunicadores, a la opinión pública" con un artículo titulado "Duro golpe a la institucionalidad matrimonial en Uruguay" para revelar el "engaño": "Este duro golpe caerá sobre el matrimonio y la familia en caso de aprobarse el próximo mes, en el senado, la ley que ya tiene media sanción. La han llamado ley de "matrimonio igualitario", o sea, entre personas del mismo sexo. La manera de llamar al proyecto de ley contiene una cuota de engaño. En efecto, al llamarle "matrimonio", equipara una unión homosexual con el matrimonio entre varón y mujer, unión afectiva pero también corporal plena, con capacidad de engendrar nueva vida y de brindar a los hijos una complementación diferente y complementaria de las figuras de madre y padre, tan importantes para un mejor desarrollo psicológico. http://iglesiacatolica.org.uy/noticeu/mons-pablo-galimberti-duro-golpe-a-la-institucion-matrimonial-en-uruguay/

Finalmente, Nicolás Cotugno, Arzobispo de Montevideo, se despachó en su línea habitual de la "naturaleza" humana: "Creemos en Dios creador y Dios ha hecho al hombre a su imagen y semejanza y dice el Génesis que macho y hembra los creó. De ahí que todo lo que se aparta de este proyecto de Dios, para la Iglesia que no tiene otra verdad que la que ha sido revelada por Dios, no puede aceptarlo no puede asumirlo y no puede promoverlo. Creemos que es una lástima. Si la ley es aprobada como parecería que va a ser el 2 de abril nosotros no vamos a alegrarnos. No por un sentido de estar en contra de, sino porque nos parece que un bien fundamental de la persona humana, en este caso de la familia, queda oscurecido, queda puesto entre paréntesis. No se limita la forma sino que hay una forma distinta porque hay un contenido distinto. Este contenido no lo podemos cambiar nosotros. Y claro que la Iglesia no lo acepta."

Después agregó: "Yo me pongo en la situación de una mamá o de un papá, en el contexto de la ciudad de Montevideo, y los padres que ven que sus hijos están frente a una realidad como esa se desnortean y no logran hacerles entender cosas que en sus convicciones son sagradas". http://www.espectador.com/noticias/261485/no-cambien-la-estructura-genetica-que-dios-ha-impuesto

La virulencia de las declaraciones -aunque lejos de los tiempos en que en las hogueras de la Inquisición quemaban a los homosexuales envueltos en hinojo para que la agonía se prolongara- habla de que estamos frente a uno de los cambios más importantes de los últimos tiempos. No estoy seguro que toda la izquierda, que al fin y al cabo es quien lleva adelante el proceso, tenga cabal comprensión de esto. Pienso entonces, que a partir de esas declaraciones, y de esta percepción, vale la pena repasar algunos conceptos:

Uno: Se está legislando sobre el matrimonio civil. Éste es una construcción humana, social, cultural, jurídica, que ha ido y debe seguir acompasándose con los tiempos históricos. Se está legislando para que quienes constituyen parejas con personas de su mismo sexo y quieren unir sus vidas con arreglo a los derechos y deberes de esa institución, puedan hacerlo. A la vez, se la hace más igualitaria al establecer el mínimo de edad para contraer matrimonio en 16 años para ambos sexos; la posibilidad de dar un orden a los apellidos distinto de aquél que establece la tradicional pauta patriarcal; y el divorcio por la sola voluntad de cualquiera de los cónyuges. Perdido por perdido la oposición propone la "unión civil" y la Iglesia Católica los "compañeros permanentes": una forma de seguir segregando las relaciones entre las personas del mismo sexo. Algo como, "iguales pero aparte".

Dos: Se está legislando para felicidad de familiares y amigos, de compañeros de trabajo y vecinos; para quienes han decidido vivir abiertamente su amor y exigen igual protección de sus derechos civiles y sociales. Para parejas que ya existen; para familias homoparentales que ya hoy tienen a su cargo la crianza de niñas y niños. Son esas las familias que hoy están "entre paréntesis" en términos de amparo y protección legal. Son esas familias a las que declaraciones como las del obispo de Minas hace la "guerra". Con la reforma del Código Civil se ratifica y clarifica lo que en Uruguay ya es un derecho: la adopción por parte de familias homoparentales. Se está legislando también para aquellos que siguen ocultando su forma de sentir por miedo al rechazo, al insulto, el escarnio y la humillación. Se legisla para decirles que hay una vida posible, plena y feliz, sin represión, sin miedo. Basta recordar que el suicidio adolescente en la población LGBT -según estadísticas internacionales ya que en Uruguay no hay registro- triplica la media del índice de suicidio adolescente. No se puede disociar esto de un entorno familiar, barrial, social, aún estigmatizante y discriminador.

Tres: Los estudios científicos ya no dejan espacio para opiniones -eso son- como las de los obispos que ponen en duda la capacidad de las familias homparentales para proveer una vida feliz a niñas y niños. Hace 23 años que la Organización Mundial de la Salud formalizó que la homosexualidad no es una enfermedad. Hace más de 30 años que -uno tras otro- los estudios científicos demuestran que hombres y mujeres homosexuales tienen las mismas habilidades parentales que los padres heterosexuales; que los padres del mismo sexo no tienen más tendencia al abuso de menores que los padres de diferente sexo; que los niños hijos de padres del mismo sexo no difieren psicológica ni socialmente de los niños criados por padres heterosexuales; que la madre o el padre críen a sus hijos con una pareja del mismo sexo no afecta al saludable desarrollo de los hijos. Todos los estudios se encuentran en el sitio web de la Asociación Americana de Psicología (APA, sigla en inglés): http://www.apa.org/pi/lgbt/resources/parenting-full.pdf.

Cuatro: Con la reforma del Código Civil, Uruguay volverá a estar entre los primeros países del mundo en la ampliación de los derechos de las personas. Como en 1913, cuando aprobó el divorcio por la sola voluntad de la mujer. Como en 1917, cuando aprobó el sufragio femenino (y la separación de la Iglesia del Estado). Fue entonces el primero de América del Sur. En este caso, estaremos junto con Holanda, Bélgica, España, Canadá, Sudáfrica, Noruega, Suecia, Portugal, Islandia, Argentina y Dinamarca. Seremos el doceavo país -de un total de 193 que han adherido a la Carta de Naciones Unidas- en un momento en que la Cámara de los Comunes del Reino Unido y la Asamblea Nacional de Francia aprobaron leyes similares, y Estados Unidos lleva al Tribunal Supremo la discusión sobre la DOMA -ley de Defensa del Matrimonio [sic]-, la ley que impide a nivel federal reconocer el matrimonio entre personas del mismo sexo.

Cinco: Es bueno recordar, sin embargo, que en 7 países aún se castiga la homosexualidad con pena de muerte, y que en 42 se la castiga con penas de prisión, incluso, a perpetuidad. La protección de los derechos de las personas gays, lesbianas, bisexuales, transexuales e intersexuales es uno de los debates que más lentamente avanza a nivel de Naciones Unidas por la oposición de los países más retrógrados en este tema. Dos pasos indudables han sido los "Principios de Yogyakarta" (de 2006), un texto que establece estándares básicos para la aplicación del derecho internacional de los derechos humanos en relación a la orientación sexual y la identidad de género así como el "Informe sobre Leyes y prácticas discriminatorias y actos de violencia contra los individuos basados en su orientación sexual e identidad de género", presentado por la Alta Comisionada de las Naciones Unidas para los Derechos Humanos al Consejo de Derechos Humanos con sede en Ginebra (de 2011).

Seis: Con su voto ampliamente mayoritario -atravesando las fronteras partidarias- el Parlamento estará reconociendo la lucha de las organizaciones de personas LGTB y de todas aquellas que componen el movimiento por la diversidad en Uruguay. Lucha que iniciaran unos pocos con las Marchas del Orgullo y que hoy toman decenas de miles en las Marchas de la Diversidad, cada setiembre, en Montevideo y el Interior del país. La sociedad cambia y, con ella, las luchas igualitarias: con la Marcha del Silencio, hoy, la de la Diversidad es una de las movilizaciones populares más convocantes. Las personas sí salen a la calle (para angustia del obispo Sanguinetti) pero para manifestarse a favor de una realidad que la sociedad ya ha asumido: un 53% de las y los uruguayos respalda la ampliación del matrimonio a las parejas de igual sexo según un estudio de opinión pública representativo de CIFRA realizado entre los días 29 de noviembre y 6 de diciembre de 2012, en Montevideo y una muestra de localidades del interior. La mayoría es amplísima entre los frenteamplistas, los menores de 60 y los que tienen educación secundaria y terciaria.

Siete: Junto con su crecimiento cuantitativo, el movimiento de la diversidad ha crecido cualitativamente. Tanto que la ley que reformará el Código Civil nace de la propuesta que elevara el colectivo Ovejas Negras y que redactara la abogada Michelle Suárez -primera abogada trans del Uruguay-. Esto hace de esta ley uruguaya un ejemplo único en el mundo.

Ocho: Con su voto ampliamente mayoritario el Parlamento estará reconociendo y reparando a miles de personas anónimas -homosexuales, lesbianas, bisexuales, intersexuales, transgénero y transexuales- que han sufrido, y sufren aún hoy en muchos casos, el insulto, la burla, la discriminación y la violencia. Es por ello que este paso no sólo tiene que ver con el matrimonio de parejas del mismo sexo: tiene que ver con el combate a la discriminación en su sentido más amplio. Y en ese sentido, queda mucho por hacer. Queda por erradicar la homofobia, la lesbofobia y la transfobia en todas sus formas -en los discursos y en las prácticas- en la sociedad uruguaya: erradicarlas de los centros de estudios, de trabajo y de salud, de los espacios públicos de ciudades y pueblos; abrir oportunidades educativas y laborales para las mujeres transgénero y transexuales; repensar las políticas sociales para amparar todo tipo de familias. Queda por trabajar con "los padres que ven que sus hijos están frente a una realidad como esa"  -los que preocupan al obispo Cotugno- para que reciban a sus hijos e hijas con amor, sin prejuicio, con apertura.

Nueve: Uruguay será, luego de la aprobación de la ley de matrimonio igualitario, un país más justo; la democracia uruguaya será mejor. Todas las personas -más allá de su orientación sexual e identidad de género- tendrán más derechos. No se trata de una moda; no es un cambio cosmético. Si algún viejo dirigente tenía alguna duda, la furibunda oposición de la jerarquía de la Iglesia Católica la despeja. Esta ley orada las bases de un orden sexual que, como el de clase o el de género, para su infelicidad, subordina unas personas a otras. Y eso, exaspera a los obispos, guardianes del status quo. Y eso, a quienes como izquierda nacimos para combatir por la emancipación y la felicidad de los seres humanos, nos llena de alegría.

La historia -como la sociedad desde algunos años y la ley en los próximos días- está de nuestro lado. El matrimonio igualitario ya ganó.

 





Este artículo pertenece al blog:

Andrés Scagliola
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