Versión para imprimir 23/11/18



RIUS Y EL BANCO DE CRÉDITO

 

OBRAS EN LA SEDE DEL MIDES

En la edición del semanario BÚSQUEDA del pasado 1º de noviembre se publica una carta de dos prestigiosas investigadoras del Instituto de Historia de la Facultad de Arquitectura (UdelaR) en la que se expone la situación del que fuera edificio sede del Banco de Crédito -hoy ocupado por el MIDES-, visto el inicio de trabajos sobre los planos vidriados de sus fachadas. En el análisis de la obra  que el arquitecto Juan Antonio Rius proyectara en la segunda mitad de los años 50, asume lógico protagonismo la estructura del cerramiento vidriado, sin perjuicio de considerar detalladamente la filiación histórica de la solución adoptada, la significación de su temprana implementación en nuestro medio y la vigencia de su presencia urbana, concluyendo con dura sentencia: “Cuando la reforma se inicie nos quedará el gusto amargo de una nueva pérdida. La frustración de asistir a un crimen que hubiera podido evitarse”. Una expresión muy en línea con la frase inicial. Rompan todo. En Montevideo se ha vuelto ya sistemática la planificada agresión a la arquitectura moderna”. Obviando esa visión conspirativa algo desmesurada, vale celebrar este aporte a la reflexión sobre las cosas que afectan el escenario de nuestras vidas. Vale también hacer algunas precisiones. 

En octubre de 1954 se inauguraba en Nueva York  la sede del Manufacturers Trust Company, una obra del famoso Estudio de Skidmore, Owings & Merrill que marcó un cambio de paradigma en la arquitectura bancaria: antes, severidad, solidez y una discreta monumentalidad; desde entonces, un mensaje explícito de “nada que ocultar” (mensaje particularmente claro en esa “caja de vidrio” de la 5ª Avenida que incluso deja ver el área del Tesoro). El Directorio del Banco de Crédito tomó rápida nota de esos cambios de imagen, y estando sus negocios en fase expansiva, buscó marcar camino a través de una obra alineada con el modelo neoyorquino (incluida la presencia de la escalera mecánica, protagonista del espacio interior en la sede del MTC y primera instalada en el país) La intención era clara; décadas después, la distancia entre “el mensaje” y la realidad quedaría en evidencia con la intervención del Banco en 1998 y su cierre en el 2002. Esa es también parte de la memoria del lugar.

Rius hace el proyecto de la Casa Central del Banco con la competencia que caracteriza toda su obra y con el valor agregado de un perfecto diseño estructural, concentrando las cargas en escasos pilares que dejan libres plantas y fachadas en todos los niveles. Pero también se enfrenta con algunas limitaciones fuertes… y con ellas transa. La permeabilidad visual se limita aquí a los planos de las fachadas exteriores por encima de la planta de acceso -revestida con solemne granito negro, como “en los viejos  tiempos”-, y cosa fundamental, la resolución constructiva del cerramiento en términos de “muro cortina” no encuentra en la industria local una respuesta al nivel de las exigencias del sistema, dando por resultado una solución híbrida y desde el inicio problemática, que derivaría con el paso del tiempo en las serias patologías que afectan el normal funcionamiento del edificio. Rius conoció de primera mano la solución original, pero la versión montevideana quedó reducida a una arquitectura de simulación, donde fajas de cristal y elementos de acero inoxidable revisten vigas de hormigón y falsas pilastras de albañilería, usando además cristales de 4 milímetros montados sobre perfilería de hierro de simple contacto. Todo muy lejos del rigor y la probidad constructiva con que el joven Rius -asociado con Amargós en el proyecto de la Facultad de Odontología- nos ponía en sintonía con los mejores ejemplos europeos de la arquitectura renovadora de los años 20.

La nota en cuestión no aborda estas cuestiones, pero tampoco deja dudas en cuanto plantea la necesidad de proceder en correspondencia con la alta valoración que asignan a la obra.  Dando por bueno que esta valoración es asumida a nivel de consenso -cosa discutible-, al igual que en el caso de las viviendas de Fresnedo en la avenida Ponce surge una duda que bien podría plantearse en estos términos: ¿por qué una obra que merece al IHA la mayor consideración no ha tenido hasta la fecha ningún tipo de protección patrimonial?

La respuesta aporta alguna sorpresa: aunque ya eran preocupantes las versiones que surgieron en una previa instancia parlamentaria de tratamiento de las patologías del falso “muro cortina” y sus consecuencias -llevadas incluso a estrados judiciales-. en el pasado mes de diciembre, en base a una fundamentación con muchos puntos de contacto con la expuesta por Laura Alemán y Mary Méndez, la Comisión del Patrimonio Cultural de la Nación propuso al Ministerio de Educación y Cultura -y éste aceptó- formalizar la protección de la ex sede del Banco de Crédito, incorporándolo en la lista de Monumentos Históricos Nacionales (1)  Pero esa “protección” duró poco -apenas 100 días-, al mediar la rápida y exitosa gestión del Director Nacional de Arquitectura del MTOP ante el MIDES para que se autorizara el proyecto de obra que las arquitectas antes citadas estiman improcedente. Seguramente el argumento manejado fue convincente, dando por resultado que el MEC, a propuesta de la Comisión, no dudó en desandar lo actuado desafectando el bien de su condición patrimonial, en un texto de contenido ambiguo (2)

Atento a lo anterior, creo que lo dramático de estas circunstancias no reside en una supuesta “planificada agresión a la arquitectura moderna” sino en nuestra dificultad para consensuar la existencia de un corpus patrimonial, y una vez cumplida esa instancia, en la posibilidad de disponer de un sistema de protección real, sostenible y adecuado a cada circunstancia. Que no es tarea fácil, se sabe; basta este ejemplo para confirmarlo. Y seguirán habiendo otros igualmente complejos en tanto la reformulación de la ley de Patrimonio siga siendo materia pendiente y el discurso patrimonial no supere el perfil de opacidad y confusión que hoy lo limita. Mientras ¿podremos por lo menos tener claro cuales son las opciones teórica y técnicamente sustentables para intervenir sobre la obra de Rius, y en función de ellas valorar el papel jugado por cada uno de los actores involucrados y justificar –o no- las acciones emprendidas? Adelanto mi opinión: no tiene sentido reconstruir los errores del pasado tratando de mitigar sus efectos. Parece en cambio criterioso asumir la irreversibilidad de esa situación e incorporar -tal como ahora está planteado- una “piel de vidrio” exterior, que al separarse de la existente, genere una cámara ventilada y elimine las gravosas consecuencias que la solución original trajo aparejada. Un buen diseño, en obvia correspondencia con los lineamientos de la preexistencia, hará el resto. Y el edificio volverá a vivir, sin que ningún patrimonio defendible se viera afectado.

NOTAS:

(1)       Según Resolución Nº 630/011 de fecha 8 de diciembre de 2011, publicada en el Diario Oficial el 5 de enero de 2012

(2)        Según Resolución Nª 163/012 de fecha 19 de marzo de 2012, publicada en el Diario Oficial el 16 de mayo de 2012

NOTAS AGREGADAS

I)                   Cabría señalar un curioso paralelo entre la polémica abierta por la carta pública de las citadas investigadoras del IHA con la campaña que se desarrolla en Nueva York para evitar que nuevos usuarios desconozcan la protección que la Landmarks Preservation Commission otorgara desde el año 1997 al edificio que sirvió a Rius de referencia, tema que está siendo laudado en el ámbito de la Suprema Corte del Estado. Nos aproximaríamos mas a esa situación si la Comisión de Patrimonio hubiera mantenido la condición de protección -primero asignada y luego negada-, asumiendo la responsabilidad de evaluar la pertinencia de la solución propuesta por los técnicos actuantes.

II)                 Una solución defectuosa en su materialización, sumada a un mantenimiento irregular generaron un escenario en el que debería descartarse toda posibilidad de ir corrigiendo defecto a defecto para que parezca bien hecho lo que no lo está. Al tiempo volverían las mismas patologías, quedando incluso sin resolver las precarias condiciones actuales de renovación de aire. No sería en tanto descartable una opción ya ensayada en otras situaciones similares, esto es, rehacer la totalidad del cerramiento vidriado en correspondencia con los recursos técnicos actuales, manteniendo su formalización original. La fachada sería -y no sería- la misma… algo parecido a lo ocurrido con el Campanile de San Marcos. Por fin, la opción de generar una nueva “piel de vidrio”, bien resuelta, puede aportar una lectura desapasionada de todo el proceso, realizarse -presuntamente- con menor costo y sin afectar -eso sin duda-,  la continuidad de uso del edificio.

III)              En cuanto al valor paradigmático asignado al edificio del MTC, sigo el planteo de la arquitecta Vanessa Parody en "Transparencia e identidad en el edificio de la Casa Matriz del Banco Ciudad", trabajo presentado en el Encuentro MERCOSUR. Patrimonio de Edificios Bancarios y Afines, realizado en Buenos Aires el pasado mes de setiembre.

IMAGEN DE PORTADA: vista del Manufacturers Trust Company (Fuente: ArchDaily / Architecture News de fecha 21.09.12)

 

 





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acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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