Versión para imprimir 23/11/18



Geopolítica de medallero olímpico.

 

La victoria del atleta de orígen somalí Mohamed Farah en los 5.000 y 10.000 metros planos, muestra con bastante nitidez luces y sombras del olimpismo en esta época de neoliberalismo tardío.

Si este hombre nacido en Mogadisco hubiese permanecido en el país de Africa donde vino al mundo,  muy dificilmente sería atleta hoy, y de serlo no hubiera ganado ninguna medalla olímpica.

Es notable el rasgo de singularidad que permite que un africano proveniente de un estado fragmentado, expoliado, azotado por guerras y violencia, con intervenciones extranjeras de toda especie, logre imponerse en las dos carreras de fondo más importantes en la pista, durante la misma competencia.

La hipervisibilidad que la tecnología contemporánea  posibilita (y la ideología dominante favorece), nos ha dejado ver como simples televidentes entre cientos de millones de personas, las carreras ganadas por Mohamed Farah con los colores de Gran Bretaña.

En su última carrera, que vi en directo, el vencedor expresó su alegría haciendo una plegaria de claro signo musulmán, lo que no es nada raro visto su nombre y orígen. Al día siguiente haciendo zapping olimpista entre canales belgas, franceses, holandeses y la BBC de la nación organizadora, reparé en esta última un resúmen de los recientes exitos deportivos del corredor que nos ocupa.

Me causó curiosidad una toma, en la que un grupo de mujeres, entre las que había varias rubias rozagantes, exhibian en una tribuna un cartel que decía « Go Mo ». La explicación de la pancarta la tuve de inmediato, pues al termino del racconto muy profesionalemente producido, nada menos que el protagonista principal apareció en el reluciente estudio de la TV, para ser entrevistado en las alturas y con una vista aérea londoniana espectacular, por una periodista bien british.

La edición de este programa de deportes olímpicos en la televisión oficial inglesa, dispuso de mayor tiempo que la transmisión en directo y en títulos sobreimpresos en la pantalla presentaban al laureado con su nombre más potabilizado para paladares británicos (y occidentales en general) : « Mo Farah ».

No en vano Gran Bretaña « invirtió » tantos cientos de millones de libras esterlinas para ganar 65 medallas olímpicas, mientras Somalia no tuvo ninguna.

La URSS se impuso a USA y China.

Realizando la adición de todas las medallas de las repúblicas de la ex Unión Sovietica, obtuvimos el resultado, probablemente inesperado, que ese número de preseas (47 de oro, 44 de plata y 71 de bronce) supera al de todos los principales países de vanguardia, comenzando por los Estados Unidos y siguiendo por China.

Es como mínimo un dato objetivo curioso, que podría hacer pensar que la disolución política de la antigüa potencia del mundo « bipolar » de la guerra fría, no significó una debacle en el plano deportivo.

A casi un cuarto de siglo de la caída del muro de Berlín,  enfrentando diversas, profundas y complejas dificultades socio-económicas y políticas producidas por el fin del « socialismo real », parece que la infraestructura, el saber y tradición deportiva construídas en varías décadas de experiencias sociales en contradicción con el capitalismo y en países dispares, ha reverdecido deportivamente y continúa dando buenos frutos.

Negritud.

La prevalencia incontestable de los velocistas jamaicanos en todas las principales carreras de corta distancia, asi como la de algunas naciones africanas en carreras  largas (Kenia, Etiopía y hasta Uganda que sorprendió ganando la maratón), es largamente comentada e intrerpretada internacionalemente.

Aunque es de una evidencia homóloga, no parece dar lugar a tantas explicaciones y análisis la exhuberante contribución de los afroamericanos al nutrido medallero yanki.

No tengo una vocación contable tan desarrollada como para revisar deporte por deporte, y hacer sumas y restas en función del color de la piel de los deportistas condecorados. Pero me da la sensación que si despojaramos a Estado Unidos de sus medallistas negros, no quedaría ni con la mitad de sus títulos.

Una mala noticia para los supremacistas blancos, que no deben tener mucha simpatía por los juegos olímpicos actuales, en los cuales no solo los deportistas africanos y afrodescendientes destacan, sino también las medallas asiáticas crecen en una progresión importante; sumando medallas chinas, japonesas y de ambas Coreas, 162 en total, con  63 medallas de oro. 

Cuba y el Mercosur olímpico.

En la prueba de salto con garrocha femenino, mientras veía expectante la actuación de la anterior campeona Yelena Isimbayeba tuve el gusto de descubrir una esplendida atleta cubana,Yarisley Silva, que a la postre saltó mejor que la rusa y conquistó la medalla de plata.

Este destacado sitial, en una disciplina que no es las tradicionales de más brillo isleño, es muestra de la vigencia de su potencial deportivo. Aunque con menos subidas al podio que en China, es el país mejor clasificado ente todos los caribeños y sudamericanos. En todas las Américas, solo E.E.U.U., con una diferencia enorme de población y tamaño económico es superior. Aunque Brasil también con un potencial muy grande, es probable que en los próximos juegos de Río de Janerio alcance o supere a los cubanos.

Incluso Cuba está por encima de muchos países europeos en el conteo por medallas doradas, incluída España, cuya enorme delegación y relativamente modestos resultados daría para todo otro artículo.

Solo sumando todas las medallas de los países del Mercosur, incluyendo ya a Venezuela que aporta una de oro se llega a emparejar la actuación cubana. Mercosur 5 oros, 6 platas 11 bronces ; Cuba 5,3 y 6 medallas respectivamente..

En la cola del pelotón.

Numerosos países se fueron sin medallas de Londres, en la mayoría de los casos no es algo que despierte mucha atención ; pueden ser países muy pequeños y con escasa población, en guerra abierta, con situaciónes sociales de violencia muy extendidas y/o de los más pobres.

Uruguay, salvo en su comparativamente reducida población, no está en una situación extremadamente desfavorable, y si bien sus posibilidades estadísticas no son muy altas, la actuación global de la delegación uruguaya no puede haber dejado conforme a nadie.

Como si  ya no fuera evidente en muchos otras áreas de la vida nacional (educación y seguridad pública, por ejm.), esto sigue confirmando que una mejoría en la capacidad de consumo de los uruguayos o números macroeconómicos capitalistamente prolijos, no se traducen automáticamente a todos los sectores de la actividad social.

Los oropeles (históricos y recientes) del fútbol celeste son engañosos, pues de la performance olímpica se desprende que la actividad deportiva en su conjunto, no ha tenido mayor desarrollo durante la última década, sin sitiales olímpicos destacados.

Salvo que pensaramos que los uruguayos somos demasiado perezosos o negados, como para tener competidores destacados a nivel mundial, con excepción de futbolistas, no es disparatado pensar que es posible alcanzar podios olímpicos. La misma historia de los juegos desmiente esa visión desvalorizadora, la ausencia de medallas después de la azañosa plata de Milton Wynants en ciclismo en Sydney, el año 2000, no puede atribuirse unicamente a los deportistas.

 

 

(*) He leído alguna que otro artículo periodístico sobre el medallero olímpico y constaté que no fuí el único que contó las medallas de las naciones de la ex Unión Soviética. Para mi tranquilidad el nùumero de medallas sumadas, coincide con el que yo obtuve.

(**) Omití hacer mención a Bélgica, porque también daría para un post exclusivo. Su actuación olímpica en Londres, también fué modesta y por debajo de las expectativas. Solo obtuvo tres medallas, 1 de plata y dos de bronce en deportes que no son los más masivos ni populares en dicho país. 

 

 

 

 

 

 

 

 





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Reflexiones y opiniones de un uruguayo que vive en Bélgica.

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