Versión para imprimir 18/12/18



A creérsela

Sin duda mi primer gran aprendizaje en esa Cordillera de Los Andes se dio cuando empecé a ver como de a poco, de ese grupo de mocosos expertos en nada, empezaban a aparecer personajes importantes.

A horas de ocurrido el accidente y en medio de un caos indescriptible surgieron verdaderos líderes, chicos que empezaron a organizarse y ayudar a quienes estaban heridos.

Roberto Canessa y Gustavo Zerbino eran estudiantes de primer año de medicina que frente al caos más paralizante reaccionaron como doctores con años de experiencia. Con creatividad fabricaron torniquetes, limpiaron heridas y por sobre todo transmitieron seguridad a sus “pacientes”.  Ellos se la creyeron y actuaron como verdaderos médicos.   

Adolfo Strauch se daba mucha maña y lo apodamos “el inventor”. Él se creyó inventor y usó todos los recursos disponibles para satisfacer las necesidades que iban surgiendo, por ejemplo,  la sed. A grandes alturas el organismo necesita cinco veces más agua que a nivel del mar y derretir nieve a menos treinta grados bajo cero es prácticamente imposible. A Adolfo se le ocurrió usar unas placas metálicas que estaban en los asientos y así derretir nieve los días de sol. Gota a gota iba cayendo el agua dentro de unas botellas vacías de vino.

La resolana fue otro de los grandes temas aquellos días. Los lentes de sol no eran comunes como ahora por lo que solo teníamos tres pares. Yo estuve tres días prácticamente ciego y varios volvieron de Los Andes con serias quemaduras en los ojos. Frente a este problema Adolfo, que ya se creía inventor, fabricó algunos pares de lentes de sol con las micas del avión y el elástico que sacó de ropa interior femenina.

En mi caso, era hasta entonces un malcriado al que le habían hecho hasta la valija para viajar. Mis conocimientos de costura eran prácticamente nulos, pero cuando vi la tela impermeable que recubría  el aire acondicionado del avión me dispuse a coser la mejor bolsa de dormir que se haya hecho  jamás. Cosí con la paciencia y la meticulosidad de quien está acostumbrado a esas tareas y logré hacer un bolso de dormir que ni Christian Dior lo hubiese hecho mejor.

Roy Harley era en ese momento estudiante del primer año de Ingeniería y a pesar de tener escasos conocimientos –prácticamente los mismos que el resto del grupo-   asumió el rol de ingeniero. Hizo la valiente expedición a la cola del avión para traer la batería e intentar conectarla al radiotransmisor del avión, con la esperanza de así poder pedir ayuda. Por supuesto que la radio del avión estaba destrozada y en el fondo todos sabíamos que el esfuerzo de Roy no iba a alcanzar y, así y todo, él estuvo horas mirando manojos de cablecitos de colores e intentando unirlos.

Entre los pocos objetos sanos que teníamos había una radio Spika que alguien había llevado, y Roy se propuso construirle una antena con unos cuantos cables y alambres que andaban por la vuelta. La antena que construyó era tan larga que había que escuchar la radio afuera del fuselaje.  Gracias a que Roy se la creyó nos enteramos de que ya no nos buscaban más y nos organizamos para salir de allí, ese día dejamos de ser sobrevivientes que esperan para convertirnos en vivientes. Lo increíble es que la misma radio que nos hiso sentir olvidados y abandonados nos daría 62 días después la noticia de que Parrado y Canessa habían logrado llegar a la civilización y que volveríamos a casa.

En fin, estos son sólo algunos de los varios personajes que se destacaron por creer en sí mismos. Juntos logramos algo tan grande que hay quienes lo llaman milagro y el libro VIVEN es material de texto obligatorio en las mejores universidades del mundo.

Cuando me invitaron a dar la primera conferencia, allá por el 2002 me paralicé ante la idea. Yo no era ni motivador, ni conferencista ni nada, pero me acordé de la gran lección que había aprendido varios años atrás junté coraje y fui.

Cuando me subo al escenario yo me CREO conferencista, sí señores me la creo. Un error muy común en nuestra sociedad es pensar que creérsela es no tener humildad o ser arrogante, y poco tiene que ver una cosa con la otra. Yo creo firmemente que para ser exitoso en lo que sea que se haga uno se la tiene que creer porque en definitiva si yo no estoy convencido difícilmente lo pueda lograr.

 

 





Este artículo pertenece al blog:

Actitud, Actitud y Actitud
escrito por Carlitos Páez, Sobreviviente de Los Andes.

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