Versión para imprimir 01/01/19



Se busca estrategia

Las últimas encuestas golpearon duro a la dirigencia del Partido Nacional. La semana pasada el desánimo se hizo sentir entre los seguidores más fieles de la fórmula nacionalista. El propio Lacalle, reconoció en el programa televisivo Código País que existía la posibilidad de que el Frente Amplio obtenga en octubre una mayoría legislativa en ambas cámaras. Para describir ese cambio en el estado de ánimo en filas nacionalistas, Bordaberry utilizó el jueves una conocida metáfora boxística: “el Partido Nacional ya tiró la toalla”.

En un rapto de rebeldía, algunos altos dirigentes nacionalistas salieron en esos días a fustigar a Mujica por su pasado guerrillero. Hablaron de los años sesenta, de los atentados y muertes de la guerrilla y del precio que pagó el país por ese levantamiento en armas contra la democracia. Algunos analistas, alarmados por esos discursos, pronosticaron un endurecimiento de la campaña electoral para las próximas semanas. Puede que tengan razón.

Pero el problema de fondo de los nacionalistas es otro. El problema es de estrategia. Las encuestas muestran que el Frente Amplio crece lenta y sostenidamente, mientras que el Partido Nacional está estancado. Esto demuestra que la estrategia de Mujica y su coalición (Astori, el Frente Amplio, Vázquez y sus ministros, el PIT-CNT, las organizaciones sociales, etc.) ha sido mucho más eficaz que la del candidato nacionalista.

La estrategia frenteamplista tiene dos componentes centrales. Por un lado, transforma a la elección en un plebiscito en torno a la continuidad de las principales líneas del gobierno (el copyright pertenece al Presidente Vázquez). Por otro, coloca a la honestidad y la decencia como el atributo central de la candidatura de Mujica, en contraposición con la de Lacalle, donde aparentemente dicha virtud moral estaría ausente (el copyright le pertenece al propio Mujica). Ambas ideas fuerzas fueron trabajadas con paciencia y esmero durante los últimos dos meses, y a esta altura de la campaña, podría decirse que buena parte de ese razonamiento a calado hondo en amplios sectores de la población. El mensaje es tan claro como sencillo: votar a Mujica es asegurar la continuidad de un gobierno honesto, votar a Lacalle supone exactamente lo contrario, incertidumbre y corrupción.

Como bien sabemos, las lógicas dicotómicas tienen mayor posibilidad de abrirse paso cuando el debate está ausente. El Frente Amplio ha trabajado para que ello sea así, porque el escenario plebiscitario y la temática de la corrupción es el que más le favorece. Por esa razón, no existen mayores motivos para que desde filas frentistas exista un cambio respecto a las temáticas a discutir. Esa es la razón por la cual tenemos una campaña anodina.

Es cierto que Lacalle ha intentado discutir propuestas programáticas. Sin embargo, su intento fracasó una y otra vez. Inicialmente, pretendía instalar unos pocos temas como ejes de discusión. El problema de la inseguridad, el IRPF, la educación, y tal vez, la inserción internacional. Durante todo este tiempo, Lacalle habló de estos asuntos pero los medios de comunicación divulgaban sus derrapes: consejos a los inversores para que no inviertan, la motosierra sobre el gasto público, la tarjeta joven comparada con el plan ceibal, la idea de bañar y afeitar a los pobres, etc. Estos errores, a la larga, adquirieron mayor relevancia que las ideas programáticas que el candidato pretendía discutir. El intento por controlar la agenda en torno a ciertos asuntos, fracasó rotundamente, por carencias del candidato pero también por las virtudes de su rival.

Por tanto, Lacalle se encuentra ante un exigente desafío. Cambiar su estrategia o perder la elección. A priori, existirían al menos dos prospectos a seguir. El primero y más primitivo, es el de desatar la artillería pesada contra el pasado de Mujica. Algunos ya lo han hecho en esta última semana. Esto es un riesgo, porque el cruce de “expedientes” puede terminar afectando más al candidato nacionalista que al frentista, dado que las acusaciones que lloverán sobre él están más cercanos en el tiempo (y por tanto más frescos en la memoria ciudadana) que los de Mujica. Pero además esta perspectiva entraña un riesgo mayor. Como en la guerra, uno sabe cuando dispara la primera bala, pero no sabe cuando dispara la última, por lo cual se corre el riesgo de ingresar en un espiral donde todos terminarán perdiendo algo, sobre todo, legitimidad como elenco político.

Un segundo prospecto es el de apuntar contra la figura del candidato José Mujica. Esta estrategia consiste en desvincular al candidato de los logros y éxitos del gobierno, divorciarlo de la tutoría de Astori, aislarlo para someterlo al escrutinio público. Romper la cápsula que inteligentemente el Frente Amplio ha construido sobre él, implica examinar sus opiniones sobre la economía, sobre el futuro del país y sobre su compañero de fórmula. Implica también evaluarlo como gobernante en el Ministerio de Ganadería y evaluar a su sector al frente de la Intendencia de Montevideo. Esta estrategia requiere de inteligencia, paciencia y un buen timing, porque la coalición de apoyo de Mujica también hará su trabajo e insistirá hasta el cansancio con la lógica plebiscitaria y con la honestidad del gobierno.

También es posible que lo nacionalistas combinen ambos prospectos. No sabemos si eso es posible y razonable. Lo que sí sabemos es que el Partido Nacional necesita imperiosamente un cambio en estrategia, y para ello se precisa asumir el fracaso de los objetivos iniciales. También se necesita un candidato lúcido que logre articular el plan y haga entrar en escena a otros actores, situación que hasta ahora Lacalle no ha sabido resolver.

En suma, el Partido Nacional debería cambiar su estrategia. Su dirigencia sabe que si las cosas continúan de este modo, la posibilidad de ganar la elección en noviembre se aleja más y más. Las encuestas de agosto muestran que el Frente Amplio tiene casi un 50% de posibilidades de liquidar la competencia en primera vuelta. Este escenario, difícil de imaginar hace dos meses, amerita un cambio drástico de rumbo.

14 de septiembre de 2009





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