Versión para imprimir 18/12/18



Los Siete Sentidos 51

Voya ver"La tierra vista desde el cielo", una exposición de fotos en la rambla de Pocitos. Las hizo el francés Jeann Arthus-Bertrand, un tipo que recorrió el mundo arriba de un avioncito a baja altura sacando fotos. El resultado impresiona un poco: siempre es bueno mirar el mundo desde otra perspectiva. Lo que rompe las bolas, y de una manera soberana, es el agregado a esas fotos. Con las fotos, el tipo da datos y tira línea ecologista y vegetariana que arruina una exposición que de otro modo hubiera sido mucho más interesante. Qué manía que tienen algunos de contaminar su arte con estupideces marginales, como la cantidad de papel que se saca de un àrbol o la cantidad de personas que vive en cantegriles. Es como cuando Sting va a joder al Amazonas o Maná va a hacerle campaña a Hillary Clinton con la excusa del calentamiento global. O como cuando Coldplay habla de los emigrantes. Todas boludeces. Sting merece que lo cuelguen de un árbol amazónico. Y los de Maná, que los achicharren en una cama solar. Que se callen y canten. No, mejor, tampoco canten.

(El fotógrafo militante expone sus fotos en la rambla de Pocitos, pero además tiene su sitio en Internet, jeannarthusbertrand.com, y además editó un libro, y además curra a los gobiernos y a las instituciones para que le presten aviones y le financien el currito)

Leo el libro "Budapest", de Chico Buarque. Uno podría pensar que los talentos de las personas son únicos, y que si alguien es bueno para la música no puede ser bueno para la literatura. Pero el caso de Chico es increíble: no solo es un gran músico sino que también escribe grandes novelas. La primera que escribió se llamaba Estorbo, y era un gran relato de realismo sucio, una especie de Bukowsky carioca. En Budapest relata la historia de un escritor fantasma (de esos que escriben discursos para políticos y libros para notables que no saben escribir) que vive una doble vida entre Río y Budapest, con dos familias paralelas y dos idiomas diferentes. Es una reflexión sobre idioma e identidad: uno es lo que habla, parece decir el autor. Divertida y fácil de leer, Budapest es una de las mejores cosas que ha hecho Chico Buarque. Y mirá que hizo canciones interesantes, eh.

(Está en todas las librerías a 390 pesos)

Es un poco tarde, pero quiero dar cuenta de la muerte, el 6 de marzo, del francés Jean Baudrillard. No voy a mencionar las palabras posmodernidad ni simulación ni simulacro ni seducción ni fatalidad. Solo voy a abrir un link que nos lleve a un párrafo de uno de sus libros, América, el mejor junto con Cool Memories. La década de los 90 va, poco a poco, terminándose. Ahí va:

"Aquí nadie mira a los demás. Se tiene demasiado miedo a que se nos arrojen encima con una petición insoportable, sexual, de dinero o de afecto. Todo está cargado de una violencia sonambúlica, y es preciso evitar el contacto para eludir esa descarga potencial... todo el mundo es para el otro un posible loco... Por todos lados, las fachadas de cristal ahumado semejan rostros: superficies esmeriladas. Es como si no hubiera nadie en el interior, o nadie detrás de los rostros. Y realmente no hay nadie. Así funciona la ciudad ideal"

(El País Cultural publicó más textos de Baudrillard en http://www.elpais.com.uy/Suple/Cultural/07/03/16/cultural_269631.asp.
Miralos. Además, andan en la vuelta casi todos los libros de Baudrillard. Leelos)

Adoro las listas. Por eso me encantan los libros que elaboran listas de libros, o de discos, o de películas, o de canciones, que uno no puede, no debe dejar de leer. Acaba de aparecer 1001 libros que hay que leer antes de morir. Hacerte la biblioteca con los libros recomendados sería genial. Un libro-guía, que además serviría como libro-objeto en sí mismo. El problema es que siempre, siempre que uno trata de elaborar un canon el resultado termina siendo muy, muy discutible. Hay libros que están obvia y justificadamente incluidos (Don Quijote, Cándido, Los miserables, Crimen y castigo, American Psycho), pero hay otros que, inexplicablemente, no están incluídos (¡la Biblia!, ¡La Ilíada!, ¡La Divina Comedia!, ¡los sonetos de Shakespeare!, ¡ningún libro de Agatha Christie, de Roald Dahl, de Carver, de Bukowsky, de Mankell, de Camilieri!). También uno puede ponerse a hacer comparaciones (¿por qué está Rodrigo Fresán y no están Alberto Fuguet o Jaime Bayly? ¿por qué Mario Benedetti y no Felisberto Hernández?). Por qué, me pregunto? Bueno, justamente, porque todo es discutible. Y es por eso por lo que uno termina adorando las listas. Porque con ellas uno se pelea, dialoga, se calienta. Por eso este libro es adorable, como los otros dos que aparecieron en la misma colección, sobre películas y discos. Hay que tenerlo. Y, mucho mejor, armarse una biblioteca con todo lo que recomienda. Yo voy a seguir vichándolo -tiene casi 1.000 páginas- y seguir hablando de este libraco durante tres o cuatro columnas.

(Sale 1.800 mangos. Ahorrá un mes o dos y compratelo)





Este artículo pertenece al blog:

Los siete sentidos.
El espacio de Gustavo Escanlar

Más información:
http://blogs.montevideo.com.uy/hnnoticiaj1..aspx?2393,192,192,192,,0,0