Versión para imprimir 18/12/18



Cuando el tamaño sí importa!

Si bien hay un viejo dicho que dice: “más vale chiquita y juguetona que grande y boba”.

Hay “pequeñas situaciones” en las que una llega a dudar que esto sea cierto, y por más que ponga toda su voluntad, el caso termina siendo frustrante, he aquí uno de ellos.

Contaba con 25 años, y si bien no había recorrido una extensa galería de miembros masculinos, sabía muy bien cual era el tamaño estándard y demás.

Recién me había separado de mi pareja con la cual conviví tres años. Y pensé que era buen momento para darle una oportunidad a aquel compañero de facultad que hacía más de 4 años venía teniendo varios intentos de acercamiento.

Recordé que además de ser muy lindo, siempre había sido muy dulce conmigo, y se había interesado en mí, incluso cuando yo tenía pareja. Llamaba a mi casa maternal cuando yo estaba en pareja para saber si yo estaba bien. Que chico tan educado! Decía mi madre, teniéndola desde ya comprada. Todo esto hacía que para ese entonces fuera mi candidato ideal, mi príncipe azul.

Para su sorpresa lo llamé y lo invité a casa. Sin pensarlo aceptó la propuesta. Cuando quise ver estábamos tomando un vino en mi living y recordando viejas épocas. La falta de afecto que padecía en ese momento me hacían verlo más lindo que nunca, y el vino hizo que de un momento a otro, estuviéramos desnudos, piel con piel.

Susurros entre besos exclamaban un “por fin!”. Su piel suave, su pecho firme, su abdomen marcado, su.....cheezito! No podía ser verdad, seguramente necesitaba un poco más de estímulo para que diera a conocer su poderosa arma. Lo intenté todo, pero el tamañito era inmutable. No había movimiento que lo intensificara.

En ese momento me sentí la mujer más infeliz del mundo, sentí que me había comprado la entrada al paraíso cuando éste estaba cerrado, había instalado mi carpa en el lugar equivocado, me había puesto bronceador en un día nublado. Entonces fue ahí que me puse a llorar, sí, a llorar. No sabía cómo disimular, pero tampoco quería lastimar ni ofender a mi, a esa altura, “prin sin pito” azul.

Al notar mis lágrimas tuve que explicarle que aún estaba muy sensible por mi separación (bla bla bla). Con la dulzura que lo caracteriza, entendió a la perfección y suspendimos el acto... fallido.

Fue una gran decepción, no solo porque era el fin de ese romance eterno e idealizado. Sino porque sufrí en carne propia que algunas veces, el tamaño sí importa!, y a los dichos cotidianos, nunca más les hice caso.




Este artículo pertenece al blog:

**MUJERES AL DESNUDO**
Historias femeninas nunca contadas

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