Versión para imprimir 23/11/18



MONTEVIDEO: LA PUERTA DE LA CIUDADELA

LA IMPREVISTA VUELTA DEL PASADO

"Hoy me hallo en el estado más infeliz del mundo...". Eso decía el ingeniero Diego Cardoso hacia fines de 1755 -ya cerca del fin de sus días-, en un alegato de los muchos que tuvo que procesar, agobiado por pleitos y demandas. Ya tres años antes el propio gobernador Viana lo había tenido unos meses bajo arresto, dejando constancia de "las insolencias que tengo experimentadas por su poca cordura y menos modestia de lengua". Las fortificaciones de Montevideo, mal ubicadas y peor construidas, no le dieron un buen crédito. Cierto que las penurias financieras eran constantes y que las condiciones de trabajo no eran las mejores (los pocos maestros albañiles solían cobrar sus haberes con un año de atraso y el grueso de la mano de obra era provista por presos "a ración y sin sueldo"), pero es muy probable que Cardoso fuera un ingeniero mediocre... y muy arrogante.

Sin embargo, es justo poner en su favor su inquebrantable empeño en dotar a la Ciudadela de una puerta monumental, bien proporcionada y bien trabajada, sin duda excesiva para la austera obra en la que se insertaba. Nadie le hubiera echado en cara un trabajo menos ambicioso, cuando nada había en su entorno -"pobre y triste"- que pudiera servir de referencia comparativa. Pero había en Cardoso un fondo cultural que hacía fuerza por manifestarse y que encontró en la "gran puerta" su feliz concreción (aunque eso no evitara el triste sentimiento del fin de sus días, "anclado" en Buenos Aires, "curtido de males, bandeado de apremios"....)

¡ Pero he aquí su puerta ! .La notable foto del año 1874 -un cartel de propaganda certifica la fecha- se ha agigantado y cubre transitoriamente la puerta que Bausero y Monestier reconvirtieran en ícono de la ciudad. Dos tiempos parecen coexistir sobre el mismo escenario, aunque ¡cuidado!: el Artigas de Blanes tendría sus pies unos 75 centímetros más abajo (que ese era el nivel del puente levadizo y del pavimento interior, nivel modificado cuando a partir de 1829 se demolieron las murallas y bastiones y se eliminaran los fosos perimetrales de la Ciudadela).

En fin, el mejor legado del ingeniero Cardoso sigue vivo, y en estos meses de trabajos de restauración -gigantografía mediante-, adquiere una particular presencia. Una presencia de claro dominio sobre las murallas -notoriamente más bajas-, relación que el monumento, tal como fuera instalado en 1959, no hace explícita. Tal vez sea tiempo de complementar su imagen con una instalación que reconstruya gráficamente la ubicación de la Ciudadela y recomponga la verdadera significación, funcional y simbólica, de su portal de acceso. Estamos a tiempo.





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acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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