Versión para imprimir 23/11/18



LIEBIG`S + M`BOPICUA (*)

                 Apenas entrado el siglo XIX eran ya notorios los estragos que el desarrollo capitalista generaba en las grandes ciudades industriales, desarticulando escenarios y modos de vida que la historia había construido a lo largo de siglos. Fracasadas las reformulaciones radicales al estilo de las alentadas por Owens, Fourier y Cabet, el manejo institucional de la crisis urbana se despojaría de argumentos político-filosóficos -aunque no de intenciones-, adoptando un carácter de técnica neutra, orientada en lo fundamental a corregir los factores que afectaban las condiciones de “seguridad” e “higiene”  requeridas por la nueva “sociedad industrial”. 

               Pero la propia dinámica industrial, no ajena a la influencia de la polémica generada por las propuestas del progresismo “utópico”, llevó a ensayar soluciones en las que se entrelazan los intereses de las grandes empresas con las motivaciones de los cuestionadores del sistema. Nacieron así las company towns, emprendimientos industriales afincados fuera de las ciudades y que incluían como partes de un conjunto unitario, las áreas de trabajo y las viviendas de los trabajadores; una solución de cuño paternalista que a la vez que generaba condiciones de vida sensiblemente mejoradas con relación al ambiente dominante en las ciudades, establecía una prudente distancia con la agitación social que campeaba en ellas e imponía de hecho un factor de control y dependencia que amortiguaba los riesgos de conflictos.  Así surgieron en Yorkshire instalaciones que adquirieron gran fama (casos de“Saltaire” y “Bellevue”) y que sirvieron de modelo a Lever (“Port Sunlihgt” en 1887) y Cadbury (“Bournville” en 1895) también en Inglaterra, a las empresas de Krupp en Essen ... y a uno de los emprendimientos más importantes de la época: la “LIEBIG´S  EXTRACT OF MEAT COMPANY LIMITED” en Fray  Bentos (con las diferencias propias de un contexto muy particular). De aquéllas sólo quedan referencias históricas; “LIEBIG´S” en cambio, es todavía -a pesar de lo mucho que se ha destruido-, un bien tangible ... cargado de futuro. 

CUANDO EL PETROLEO ERA LA CARNE

            Las formidables transformaciones de esos tiempos revueltos tuvieron cumplida expresión en el crecimiento explosivo de las ciudades en las que se concentró la actividad industrial y financiera, y en la expansión imperialista de las grandes potencias europeas. Entre los problemas a resolver, uno cobraba especial importancia: la demanda creciente de alimentos, ligada a su vez a la logística de abastecimiento de los ejércitos (y aun, en menor escala, de las avanzadas de exploración típicas de la época).  

                  En ese contexto quedarían alineadas las investigaciones del científico alemán Justus von Liebig, tendientes a lograr un concentrado de carne bovina u ovina que mantuviera sin variante las propiedades nutritivas del producto de origen y no se viera afectado por el tiempo o las condiciones que mediaran hasta el momento de su consumo (un objetivo que Leonardo Da Vinci ya había expuesto en el Codex Romanof con particular detalle ... y que había llevado a la ruina a los hermanos Liniers, cuando en Buenos Aires, hacia 1790, intentaron sin éxito avanzar por ese camino). Pero los resultados de las experiencias del sabio alemán probablemente hubieran quedado limitadas a un recetario farmacéutico (a la manera del aceite de hígado de bacalao ...), de no mediar una decisión empresarial que ligó el laboratorio con la pradera, la base científica y el dominio técnico del proceso con el lugar donde la materia prima crecía con exhuberancia y costos reducidos. Se sumó a ello el desarrollo de las técnicas de envasado al vacío, abriendo un amplio espacio para racionalizar la explotación de la carne, hasta entonces limitada al proceso elemental del “saladero” para producción del tasajo. Alemanes e ingleses -éstos ya con patentes propias- hicieron punta en ese proceso, naciendo entonces a nivel mundial dos grandes polos de producción industrializada del extracto de carne y de otros derivados de la faena: uno en Australia y otro en Uruguay.

                    La lógica funcional del proceso imponía la necesidad de concentrar la producción en una factoría contigua a un puerto de buen calado. Se eligió Fray Bentos y no Montevideo, y en ello jugó un papel decisivo otro alemán, que comparte con Justus von Liebig la condición de exitoso pionero: el ingeniero hamburgués Georg Giebert, buen conocedor de las tierras situadas al norte del río Negro. Los avances de Liebig en el campo de la química orgánica aplicada al procesamiento de alimentos y al manejo de suelos -que le valieran justa fama e influyeran en Marx, que lo cita en “El Capital”-, sumados al sentido empresarial de Giebert, dieron vida al emprendimiento agro-industrial más importante que ha tenido el país en toda su historia. Curiosamente, en el mismo lugar donde casi siglo y medio después se concretaría otra inversión de magnitud semejante -pero ahora con protagonismo de finlandeses y españoles- … las polémicas papeleras de BOTNIA Y ENCE. 

INGLESES Y ALEMANES COMPITEN EN LA TIERRA PURPÚREA

                     El 19 de abril de 1863, Flores cruza el río Uruguay y empieza su guerra contra el gobierno de Berro. Ajeno a esos avatares, dos días después, Giebert -ya en estrecha relación con Liebig- formaliza la constitución de la sociedad que dos años más tarde tomaría su giro definitivo. Hacia 1864 ya se realizan las primeras faenas y completada la instalación con nueva maquinaria, en 1867 la planta está en condiciones de funcionar a pleno, faenando ese año 90.000 reses.  Pero los alemanes no estaban solos. Los ingleses habían desarrollado emprendimientos similares en Australia, y hacia 1870 pusieron sus ojos en Fray Bentos, comprando tierras al norte de la ciudad. Tres años después, menciones de prensa dan cuenta del inicio de las obras y en los primeros meses de 1875, “THE RIVER PLATE PRESURE MEAT PRESERVING COMPANY LIMITED” comienza su producción en instalaciones que incluyen los últimos adelantos técnicos de la época; entre ellos, los ascensores hidráulicos que las barrancas sobre el puerto hacen imprescindibles para las maniobras de carga y descarga.

                    Fray Bentos disfruta de un tiempo de desocupación cero, flanqueada por dos poderosas empresas que exportan al mundo cientos de miles de toneladas de un producto de demanda creciente. Un verdadero oro rojo, extraído además sin mayores afectaciones ambientales. Pero esa competencia duraría poco tiempo. Contra todo pronóstico, la nueva empresa cae en dificultades y un embarque fallido sella su destino, formalizándose la quiebra en julio de 1878. Hay un nuevo intento de gestión que no logra afianzarse y la empresa es finalmente liquidada, con un final insólito (o no tanto ...): Liebig´s se hace cargo de las instalaciones, las desmantela prolijamente y deja el lugar abandonado.

                   En poco tiempo el monte circundante empieza a recuperar el espacio que antes le quitaron, generándose en ese proceso una curiosa simbiosis entre la naturaleza y los vestigios ruinosos del frustrado emprendimiento, dando vida a un escenario de rara exhuberancia, que Ruskin hubiera celebrado y que ha llamado vivamente la atención de cuantos han tenido oportunidad de llegar hasta allí. Hacia 1924, muchas cosas habían cambiado en el mundo. Entonces los ingleses volverían ... pero no a M´Bopicuá, definitivamente abandonada, sino al establecimiento que iniciara Giebert asociado a Liebig, que en adelante se llamará ANGLO.                      

UN SITIO MARCADO   

                   El primero que dejó constancia escrita del impacto provocado por la visión de aquellas ruinas fue un inglés criado en Escocia, quien todavía joven se afincó durante ocho años en la Argentina y anduvo también -hacia 1876- por nuestras tierras. Aquí volvería en el inicio de la primera gran guerra, encargado de comprar caballos para el ejército inglés. Fue Robert Cunnighame Graham, de quien tiempo atrás “Banda Oriental” publicó dos cuentos (“Los pingos” y “Bopicuá”) referidos a esas circunstancias.

                  Cabe precisar que este intelectual de vida aventurera tiene en el parque Batlle de Montevideo un austero monumento (tres bloques de granito bajo unas ceibas) ... que hoy nadie podría ubicar, porque desde hace décadas falta la placa de bronce en la que constaba el reconocimiento de los orientales para quien quiso estos pagos como a los suyos. Y quien marcó en particular con emocionado recuerdo, un sitio: M´Bopicuá...

                 En 1942 Horacio Arrredondo vuelve a llamar la atención sobre los valores del lugar y sobre la potencialidad de su explotación turística (veinticinco años antes de que el vínculo entre patrimonio y turismo comenzara a plantearse en las cartas internacionales de UNESCO...). Hacia 1950, la recién nombrada Comisión de Monumentos Históricos incluye esas ruinas en un listado de protección que no llegaría a tener sanción legal. Años después, Anibal Barrios Pintos y René Boretto, que tantos y tan valiosos aportes han hecho al conocimiento de los emprendimientos industriales de Fray Bentos -y a cuyos trabajos se remite el presente texto-, han reiterado la necesidad de formalizar esa protección, pero hasta la fecha no ha habido una resolución confirmatoria, aun cuando oportunamente, la propia Comisión del Patrimonio hizo suya esa iniciativa. Un poco más al norte de la planta de celulosa que construye BOTNIA y casi a la vista de la que proyecta ENCE, la protección formal y la puesta en valor de las ruinas de M´Bopicua es una asignatura pendiente que no deberíamos dar por perdida.

                    Su rescate se sumaría a los esfuerzos de tanta gente por salvar lo salvable de la histórica company town de Giebert-Liebig -esfuerzos en parte concretados en el valioso Museo hoy existente (**)- y haría que estos notables escenarios,  testimonio irremplazable del impacto de la revolución industrial en las orillas del mundo, cobraran la dimensión histórico-patrimonial que por tanto tiempo hemos subvalorado.  M´Bopicuá sería además un punto particularmente adecuado para instalar en su entorno un centro de monitoreo binacional de ambos emprendimientos (o del río Uruguay en su conjunto), cosa que tarde o temprano habrá que concretar. La carga simbólica de esas ruinas, testigos silenciosos de un lejano fracaso, tal vez ayude a encauzar el proceso actual -conflictivo y errático- por caminos de equilibrio y sensatez. (***). Y con ello tendremos de nuevo a Fray Bentos saliendo adelante como en los tiempos de Giebert y Liebig. Y no sólo a Fray Bentos. 

(*) Publicado en el semanario “Brecha”  en edición del 10.03.2006

(**) Ver al respecto el trabajo de René Boretto en  http://blogs.montevideo.com.uy/maspatrimonio (textos)  http://www.flickr.com/photos/fraybentos/sets/784358/  (relevamiento fotográfico)

(***) A un año de escrita y a pesar de los cambios de escenario, la frase mantiene  su vigencia (ojalá también su viabilidad...). 


Finalmente ¡BUENAS NOTICIAS! El pasado 5 de julio, el Comité del Patrimonio Mundial reunido en Bonn, formalizó la incorporación del PAISAJE CULTURAL INDUSTRIAL DE FRAY BENTOS a la lista del Patrimonio Histórico Cultural de la Humanidad.





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