Versión para imprimir 23/11/18



PATRIMONIO JESUITICO-GUARANÍ EN URUGUAY

En octubre de 2002 se realizó en Buenos Aires un “Taller Técnico” sobre las misiones jesuítico-guaraníes, auspiciado por World Monuments Fund y la Fundación Vitae, con la muy activa colaboración de UNESCO, CEDODAL, el Ministerio de Cultura y la Comisión Nacional de Monumentos de la República Argentina. Con la previa visita a 10 de los 30 sitios arqueológicos existentes en Brasil, Paraguay y Argentina, y contando con el aporte de especialistas de varias disciplinas, pasó a elaborarse un análisis de la situación existente y una serie de propuestas de actuación tendientes a la conservación, manejo y aprovechamiento turístico de los sitios de referencia. En esa instancia pude desarrollar un planteo en correspondencia con los criterios manejados en la Comisión del Patrimonio (*), planteo resumido en los siete puntos que a continuación se detallan:    

 UNO: La necesidad de rescatar el valor de espacio socio-cultural del sistema jesuítico-guaraní desde una perspectiva dominantemente antropológica y globalizadora, poniendo énfasis en el análisis del proceso histórico en que se concreta y no sólo en los testimonios materiales de su traza sobre el suelo. De ese modo, historia y memoria darán una dimensión más profunda al conocimiento de esa formidable experiencia, que impone –por su propia complejidad-, un abordaje múltiple. 

DOS: La necesidad de poner en valor la significación de ese particular reracionamiento de dos culturas –la guaranítica y la misionera-, en el marco de la secular lucha de fronteras entre españoles y portugueses. 

TRES: La posibilidad de hacer explícito el vínculo de esa experiencia excepcional con las “utopías” que influyeron sobre Occidente durante dos milenios (Platón, Tomás Moro, Campanella) y a la vez, la imperiosa necesidad de situarla en el marco de las realidades geo-políticas de la época (desde principios del siglo XVII, cuando Hernandarias –entonces Gobernador del Paraguay y el Río de la Plata- convoca a los jesuitas, hasta la guerra guaranítica y la expulsión de la Orden de los dominios españoles, pasando por la fundación de Colonia del Sacramento y la lucha continua con las “bandeiras” y soldados del imperio portugués, o de españoles y portugueses coaligados). 

CUATRO: La clara constancia de que el actual territorio de la República Oriental del Uruguay tuvo un papel marginal en el sistema misionero, no siendo centro sino área de influencia (la “vaquería del mar” en las nacientes del Cebollatí, luego trasladada al área de “Pinares” en Río Grande; las tierras al norte del Río Negro, formando parte de la estancia de Yapeyú, siendo Paysandú uno de sus “puestos”, etc.), sin olvidar que los siete pueblos de las Misiones Orientales formaron parte de un territorio que el Tratado de San Ildefonso asignaba a la Corona de España y que como tal generara múltiples reclamos desde su ocupación por los portugueses en 1801 hasta el Tratado de Límites de 1851. 

CINCO: Que hubo un sistema territorial complejo, con fuerte interacción entre el área central –asiento de los “Treinta Pueblos”- y su extensa periferia, a lo que debe agregarse la incidencia de reiteradas acciones más allá de sus fronteras, sea como soldados o como constructores al servicio del Rey. Esa visión ampliada permitirá incluir los escenarios del sur, esto es, las “casas matrices” de los jesuitas en Montevideo y Buenos Aires, con sus correspondientes apoyos logísticos (Nuestra Señora de los Desamparados y Calera de las Huérfanas respectivamente, sin confundirlas con “Doctrinas” o pueblos misioneros, que no lo fueron, pero si verdaderos emprendimientos agro-industriales de interés para nada descartable). 

SEIS: Una profundización del análisis en esa dirección, nos permitirá además evaluar con más objetividad la influencia de la experiencia guaraní-misionera en la conformación de nuestra identidad –influencia tan notoria y significativa como a menudo soslayada-, punto particularmente sensible en el caso de Uruguay donde los pueblos misioneros jugaron un papel protagónico en el último tramo del período artiguista (1816-1820) y en las dramáticas circunstancias que rodearon el traslado de buena parte de sus habitantes hasta San Borja del Yi (1828-1834), donde fundaron un efímero poblado. 

SIETE: desde el punto de vista turístico, la conveniencia de incluir el “Programa Misiones” en un trayecto que tenga como polos Cataratas al norte y Colonia del Sacramento-Buenos Aires al sur, coordinando en cuanto sea posible con el programa binacional –hoy en sus primeras etapas de diseño-, de puesta en valor del curso final del río Uruguay (una vez llamado “río de los jesuitas” y estructurador durante el último tercio del siglo XIX de los asentamientos de industrialización de la carne para abastecer los mercado mundiales). 

(*) La propuesta tuvo una acogida favorable y buena parte de los conceptos expuestos fueron incorporados en la relatoría final, a cargo de Ramón Gutiérrez, de cuyo texto transcribo los párrafos finales, por demás pertinentes: “Todos estos valores (por él expuestos precedentemente con relación al conjunto de las Misiones Jesuítico-Guaraníes) adquieren mayor relevancia cuando dicho conjunto es considerado desde la perspectiva del Bloque del MERCOSUR. En efecto, se trata de un patrimonio común que demuestra como ningún otro, una vocación regional originaria, una herencia histórica compartida y una proyección de identidad política, social, económica y cultural integradora. Más allá del reconocimiento universal que significa que algunos sitios se encuentren inscriptos en la Lista de Patrimonio Mundial por sus valores excepcionales desde el punto de vista histórico y artístico, el Conjunto Patrimonial en la integridad y complejidad de sus múltiples manifestaciones es un acervo cultural de primer orden para los países del MERCOSUR. Esta jerarquía plantea la necesidad de considerar a este patrimonio un elemento fundamental en la consolidación de la identidad regional y su proyección en la dimensión cultural”. 

Seis años atrás quedaba abierto un camino por el que poco hemos avanzado. Pero el Seminario que se está realizando por esta fecha en el Museo de Arte Precolombino e Indígena (“Presencia del mundo misionero guaraní y su imaginería en territorio uruguayo”), ha dado nuevo empuje al trabajo pionero que durante años desarrollaron casi en solitario Rodolfo González Rissoto, Susana Rodríguez Varese y Oscar Padrón Fabre. Sumando esto al trabajo paciente de los antropólogos (caso de Carmen Curbelo,  Mónica Sanz, Roberto Bracco y otros), al formal involucramiento de la Facultad de Humanidades y Ciencias de la Educación y de la Comisión del Patrimonio, y a la reciente convocatoria de René Boretto desde Fray Bentos, para unificar los estudios sobre el río Uruguay en tanto “paisaje cultural”, es posible que en poco tiempo podamos estar transitando un escenario tan rico como el preanunciado en el Seminario de Buenos Aires.





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acerca de patrimonios varios
algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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