Versión para imprimir 23/11/18



EL MONTEVIDEO QUE NO FUE (II):

(II) UN INTENTO DE PONER ORDEN EN LA PLAZA MAYOR: TOMAS TORIBIO Y LA PLAZA DE LA VERDURA

      El año 1804 empezaba con un Montevideo renovado. En la Iglesia Matriz se apuraban los trabajos para poder formalizar su solemne inauguración -concretada el 21 de octubre-, en tanto el Cabildo tomaba resolución sobre la demolición de su vieja sede y la construcción de una nueva. Pero la plaza que vería nacer a uno y otro lado tan nobles edificios, mantenía el perfil pueblerino que Isidoro de María anota en su “Montevideo antiguo”; un lugar que se conocía como “plaza de la verdura”, donde se trasladaban todas las mañanas los productos de las huertas de extramuros para su venta en improvisados puestos volantes, a la manera de nuestras ferias callejeras.

           Para el Maestro Mayor de las Reales Obras, el arquitecto Tomás Toribio, formado en la Real Academia de San Fernando y llegado a esta tierras en 1799, no debieron parecer gratos aquellos usos ni la presencia cotidiana de “sucias e indecentes carretas” en la plaza principal de la ciudad; tampoco “la deformidad con que cada uno, en sus frentes ha construido la fábrica de sus casas”, según la referencia que respecto a las construcciones circundantes hacía el brigadier de ingenieros Don Bernardo Lecocq.  El gobernador Ruiz Huidobro participaba de igual preocupación, de modo tal que en febrero de 1804 se pone a consideración del Cabildo el proyecto de Toribio para construir en toda la extensión de las fachadas norte y sur de la plaza, un total de cuarenta “recobas” o puestos fijos. Cada local disponía de unos veinte metros cuadrados, con acceso  de abastecimiento por su parte posterior, y apertura al público en su fachada principal.

         El conjunto “armaba” la plaza con un rigor formal y un criterio de unidad típico de la formación académica de Toribio, poniendo a su vez en valor las dos construcciones de máxima representatividad: el Cabildo y la Matriz (aquél todavía en proyecto; ésta, a punto de inaugurarse, aunque distante todavía de lucir terminada). Las autoridades de Montevideo -y también las del Virreinato, con sede en Buenos Aires desde 1776, cuando dejamos de ser “peruanos”- dieron su aprobación al proyecto ... que nunca superaría esa condición.

        Como era costumbre en esa época -sana costumbre cuyo olvido hoy deploramos-, la propuesta arquitectónica estaba perfectamente definida en sus detalles y se había hecho con esmero tanto el estimativo del costo de las obras como la tasación de los padrones afectados.  Cumplidas esas instancias se hizo un llamado a “los que gusten fabricar Puestos en la Plaza Mayor para vender toda especie de comestibles y ninguna de bebida(énfasis agregado para un punto que hoy disgustaría al gremio de almaceneros y baristas), los que construirían  las “recobas” a su costo, pero siguiendo el proyecto de Toribio, quien actuaría también como director de las obras. Se establecía el pago de un “canon” anual del 5% sobre el valor de tasación del área ocupada, reservándose el Gobierno el derecho de expropiación. Según vemos, los mecanismos de “llamado a expresiones de interés” y “asignación a privados de obras y servicios públicos” -hoy tan conflictivos-, estaban entonces bien aceitados...

     Todo marchaba sobre ruedas hasta el día en que se concretó el sorteo entre los oferentes, resultando de ello que cuatro cabildantes habían sido “favorecidos” con veintidós de los cuarenta puestos (nada nuevo bajo el sol). Varios vecinos iniciaron un juicio ante la Real Audiencia de Buenos Aires, aduciendo además que la iniciativa de crear una cantidad limitada de puestos fijos se convertiría en un factor de encarecimiento de frutas y verduras y pidiendo que esos puestos “se establezcan en las cercanías del muelle o en otra parte que no incomoden a la ciudad”. Salteándose este argumento nada desdeñable, el Cabildo exponía en su comprometida defensa: “¿Estará acaso la Plaza más condecorada con los carros y carretas que concurren a ella, que con aquel edificio que debe notoriamente hermosearla, por su regularidad ?”. 

         El proceso se desarrolló con razonable diligencia y en agosto de 1805 ya se había dictado sentencia, siendo confirmada por el Virrey cuatro meses más tarde. Buen honor hacía a los magistrados coloniales, ya que probado el manejo doloso de poderosos caballeros, se daba razón en ella a la demanda de los vecinos, deteniéndose las obras ya iniciadas. Años después el mercado sería trasladado, primero al entorno de las murallas -en espacio acondicionado por Lecor que aparece con todo detalle en un plano de 1821- y luego, demolidas éstas y desde 1936, al interior de lo que aún quedaba en pie de la antigua Ciudadela. De ahí en más, “la deformidad con que cada uno” construiría el espacio que hubieran debido ocupar las “recobas” de Toribio, nos daría las buenas y malas cosas que hoy tenemos ... en tanto el proyecto unitario se perdía para siempre (no habría necesidad de decir que el edificio “proyectado y construido" por el Ministerio de Transporte y Obras Públicas para su sede, arrasó con las últimas oportunidades de reconstruir, no ya una unidad, sino apenas un cierto equilibrio del viejo escenario....).   

      Toribio en tanto, al margen de aquellas trapacerías, guardaba su frustrado proyecto, se despreocupaba del destino de las fachadas laterales de la plaza y se concentraba, allí mismo, en dos obras mayores: la iglesia Matriz, cuya fachada había ayudado a remodelar para quitarle el aire barroco que le había impuesto su proyectista, el ingeniero portugués Custodio de Sá y Faria, y el Cabildo y Reales Cárceles, el mejor ejemplo del neoclasicismo académico que España legó a estas tierras del sur. Pero cruzando de un obrador al otro, ¡bien que tuvo que seguir soportando el desorden, los ruidos y los olores de la plaza que siendo “la principal”, siguió por años siendo también “de la verdura”!.


Texto de referencia: Carlos Pérez Montero: “El cabildo de Montevideo”.

IMAGEN DE PORTADA: tomada de "LOS BARRIOS DE MONTEVIDEO" de Aníbal Barrios Pintos (tomo X  pag. 165).. El porticado del patio interior de la ex fortaleza, se acerca bastante al frustrado diseño de Toribio para las recobas de la vieja Plaza Mayor (curiosas analogías de uno de nuestros primeros "reciclajes")

 





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