Versión para imprimir 23/11/18



PAUSANIAS Y CANOVA EN EL PARQUE BATLLE

                        Pausanias fue un historiador y geógrafo que hacia mediados del segundo siglo de nuestra era, volcó sus conocimientos en un sentido más práctico que Heródoto y Estrabón, haciendo que su libro “Descripción de Grecia” fuera reconocido como el primer ejemplo de “guía turística”. Describió lugares y obras, y contó anécdotas e historias, sin apartarse del “bien meditado propósito (…) de escoger lo más importante entre lo que dicen los de de cada región, que no todo merece la pena contarse”. De muchas de las cosas de las que habló se perdió memoria, y con el correr de los siglos, algunas fueron tenidas por ficción, pero el trabajo de los arqueólogos ha reivindicado su visión objetiva. No tendríamos entonces por qué dudar de la historia de los pugilistas griegos que lucharon en Nemea (libro VIII, capítulo XL), allí donde la leyenda dice que Heracles, en uno de sus doce trabajos, mató al feroz león del lugar. 

                     Creugante (o Creugas) de Epidauro y Damosseno (o Damoxenos) de Siracusa -abreviemos, en adelante C y D-, combatían en los juegos de Nemea sin darse tregua ni tomar ventaja; los jueces decidieron entonces aplicar la cláusula reglamentaria que atendía a esa situación, definiendo el resultado en un único y último golpe para cada contendiente. El sorteo favoreció a C, que aplicó a D un golpe en la frente… que no logró voltearlo.  Pasado su turno, C se quitó las correas de cuero que rigidizando la mano, hacían las veces de guante -tal vez tuvo la premonición de que ya nunca volvería a usarlas- y se puso en posición de espera del golpe de D (una posición predeterminada y tan vulnerable como la de los goleros en los penales). Asumiendo como bueno “que el fin justifica los medios”, D atacó usando la mano derecha como un ariete que se clavó en el bajo vientre de C y dejó sus vísceras al aire. C murió en el momento. Los jueces entendieron que D actuó arteramente, fundando su decisión en el hecho de haber dado cinco golpes (le contaron uno por cada dedo de la mano agresora) y no uno y único como la norma establecía. Luego, la rama de apio verde que distinguía al ganador la llevó C y no D, Pero C nunca lo supo. D fue desterrado (*), y C tuvo su estatua en su Argos natal. 

                     Hacia 1800, el muy notable Antonio Cánova (no ya un escultor neoclásico sino el neoclasicismo hecho escultura), retoma esta historia y modela las imágenes de los dos pugilistas del combate de Nemea. Hoy se exhiben en el Museo Pío-Clementino -parte selecta del Museo Vaticano en Roma- junto a otra obra famosa de Cánova, el Perseo con la cabeza de Medusa. El último domingo de cada mes el acceso al museo es gratuito… y las colas se miden en cientos de metros.  

                   En Montevideo, copias en mármol de Creugante y Damosseno -diferentes del original sólo en el púdico agregado de las hojas de parra, inexistentes en el Vaticano- se ubicaron en el Parque Batlle a mediados de la década del treinta, antes incluso, que los árboles que hoy las rodean echaran sus primeras hojas. Una referencia sintética de la historia que contó Pausanias se incluyó en el libro editado por la Intendencia de Montevideo en 1986 sobre los monumentos de la ciudad, pero aparte de los nombres grabados en la base, nada en el lugar nos acerca a esa referencia.  

                     La imagen de Damosseno ha sufrido algunas "intervenciones", en general moderadas y tendientes a darle una expresión más fiera que la pergeñada por Cánova. Una de esas intervenciones se aparta de esa línea y llama la atención, porque no puede descartarse en ella la presencia de un justiciero histórico: tal como muestra la foto, a la mano asesina le han cortado los dedos… 

                 ¿Podrían los púgiles de Pausanias-Cánova exhibirse de modo más apropiado y en un lugar más adecuado a las actuales condiciones de la vida en la ciudad? Seguramente si.  

(*) En otro pasaje de su “Descripción” (libro VI, capítulo 9), Pausanias da cuenta de otro hecho luctuoso -y de la mala suerte de los púgiles de Epidauro-, con derivaciones próximas a algunos terribles hechos de estos tiempos (pero él habla del año 492 a.C !!):  “Dicen que Cleómedes de Astipalea, enfrentándose como púgil con Icco de Epidauro, mató a Icco en combate y, condenado por los jueces olímpicos por haber actuado deshonestamente, y privado de la victoria, se volvió loco de dolor y regresó a Astipalea y entrando en la escuela donde estaban los niños en número de sesenta, derrumbó la columna que sostenía el techo; y el techo cayó sobre los niños” (tomado de “Historia de la Educación” de Mario Alighiero M.)





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algunas reflexiones sobre nuestros "lugares de la memoria"

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