Eliza y Miguel
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Breves historias de vida

29.06.2011 17:55

Barra de Carrasco, 29 de junio de 2011. Hoy hace 100 años que viniste al mundo, a desparramar un generoso karma que sólo yo y otros pocos supimos valorar. Y estoy segura que te fuiste a tiempo  -para tu suerte y mi pesar-, metiéndole doblete a tu axioma "para morirse hay que tener carpeta", porque la tuviste en el cómo y en el cuándo.

Casi todas las enseñanzas que me diste como al barrer, encerradas en frases inolvidables, han sido reglas sin excepción hasta el día de hoy, ¿sabés? Pero hay una que caducó, víctima de la involución moral del género humano. "Hay que respetar para ser respetado", decías. No habrías podido bancarte semejante cambio, lo sé porque a mí me cuesta, a pesar de haber vivido su devenir paulatino.

Miro la foto y me retrotraigo a mis 27, la edad más linda que viví, por todo. Recuerdo tu expresión cuando te dije: "quiero sacarme una foto sentada en tus faldas". El "fotógrafo" estaba pronto... sabíamos que aceptarías. Fue acá, en TU casa, donde juntos lo pasábamos tan bien.

"¡Semejante grandota! -exclamaste asombrado mientras acomodabas las piernas para recibir mi anatomía-, siempre le digo que usté es de otro planeta, porque es, nomás". Obedecí a la respuesta implícita y en segundos se cumplió mi deseo, ante tu "¡dale rápido, che, que pesa mucho!". Pero no eran mis 57 Kg. sino tu forma de resistirte sin lograrlo, a mis frecuentes arranques de mimoseo.

Que me trabajo un "Electra" considerable, dicen, y es verdad. Lo vengo alimentando desde que tengo uso de razón y es el más grande de mis orgullos.

Pero, por más hermoso complejo junguiano que tenga y por mejor alumna que haya sido, comprender y aceptar la más atrevida de tus máximas (por las situaciones límite a que la solías referir), no significa poder aplicarla: "No hay que dar por el pito más de lo que vale". Así que tampoco puedo dejar de extrañarte, viejo, aunque te lleve dentro.

Muchas madrugadas, antes de ir a acostarme y con la casa a oscuras, me fumo el último cigarrillo parada frente a la puerta de la cocina, mirando el patio del fondo. Mantengo firme la esperanza de que algún día descenderá una nave allí para llevarme a ese otro planeta, donde seguro te encontraré.

Eliza - laquincena@montevideo.com.uy




22.03.2011 04:25

Este texto, que me enviaron de España, encierra el mismo drama que vivimos en Uruguay, Argentina, y tantos otros países americanos. Es una historia de vida, de injusticia y de cruda realidad. Lo trascribo textual:

«Hace poco, las madres de delincuentes encarcelados realizaron una manifestación exigiendo los derechos de sus hijos. Acá está la respuesta de una madre ciudadana hacia la madre que protestaba:

"De madre a madre: Vi tu enérgica protesta delante de las cámaras de TV en la reciente manifestación en favor de la reagrupación de presos y su transferencia a cárceles cercanas a sus familiares, y con mejores prestaciones.

Vi cómo te quejabas de la distancia que te separa de tu hijo y de lo que supone económicamente para tí ir a visitarlo como consecuencia de esa distancia.

Vi también toda la cobertura mediática que dedicaron a dicha manifestación, así como el soporte que tuviste de otras madres en la misma situación y de otras personas que querían ser solidarias contigo y que contabas con el apoyo de algunas organizaciones y sindicatos populistas, comisiones pastorales, órganos y entidades en defensa de los derechos humanos, ONG's etc., etc.

Yo también soy madre y puedo comprender tu protesta e indignación.

Enorme es la distancia que me separa de mi hijo.

Trabajando mucho y ganando poco, idénticas son las dificultades y los gastos que tengo para visitarlo. Con mucho sacrificio sólo puedo visitarlo los domingos porque trabajo incluso los sábados para el sustento y educación del resto de la familia.

Felizmente, también cuento con el apoyo de amigos y familia.

Si aún no me reconoces, yo soy la madre de aquel joven que se dirigía al trabajo con cuyo salario me ayudaba a criar y mandar a la escuela a sus hermanos menores, y que fue asaltado y herido mortalmente a balazos disparados por tu hijo.

En la próxima visita, cuando tú estés abrazando y besando a tu hijo en la cárcel yo estaré visitando al mío y depositándole unas flores en su tumba, en el cementerio.

¡Ah! Se me olvidaba: ganando poco y sosteniendo la economía de mi casa, a través de los impuestos que pago, tu hijo seguirá durmiendo en un colchón y comiendo todos los días. O dicho de otro modo: seguiré sosteniendo a tu hijo malhechor.

Ni a mi casa, ni al entierro, vino nunca ningún representante de esas entidades que tan solidarias son contigo, para darme apoyo ni dedicarme unas palabras de aliento.

No viene la prensa cuando nos reunimos con otras madres que han perdido a sus hijos por acciones de otros hijos como el tuyo. Será porque no protestamos a los gritos, solamente lloramos juntas y rezamos por los que no están.

Así como yo te comprendo, espero que entiendas tú mi pacífica indignación".

Te saluda una madre con derechos como los tuyos, aunque no pueda ejercerlos."

Quizás, entre todos podamos revertir estos valores que existen en nuestro país, donde los delincuentes tienen más derechos que los ciudadanos honrados y trabajadores, que sólo queremos vivir en paz.

¡Los derechos humanos son para los humanos derechos! Si estás de acuerdo con esta carta, copia este texto y hazlo circular.»

Trascripto (sic) por Eliza - laquincena@montevideo.com.uy




06.03.2011 03:25

Autora: Martha Passeggi.

El 1ro. de marzo de 2011 se presentó en el juzgado de la calle Misiones (Montevideo) la denuncia penal por el caso de Norma Cedrés de Ibarburu.

La compañera Norma Cedrés nació el 9 de setiembre del año 1931 en el Departamento de Lavalleja.

Tenía 47 años de edad, era viuda y tenía un hijo pequeño cuando fue secuestrada el 22 de octubre del año 1975, en el operativo desplegado por las fuerzas golpistas a gran escala contra el Partido Comunista. Norma era comunista y militante también del Frente Amplio y había trabajado en el diario El Popular.

“La Operación Morgan”, así llamada por la inteligencia militar, fue responsable durante diez años de la represión y destrucción al Partido Comunista. 23 desapariciones, 16 muertos en tortura, un asesinato en argentina, 6 muertes en prisión cárcel y tortura para miles de personas fue el triste y siniestro saldo de ese operativo.

Norma llegó al penal de Punta de Rieles, siendo de las primeras detenidas del Partido Comunista. Ese campo de concentración: (Establecimiento Militar de reclusión No. 2), fue creado para la destrucción psíquica de las prisioneras políticas. Debía cumplir la función de disciplinar a los cientos de mujeres jóvenes, entre 18 y 35 años en su amplia mayoría.

Los oficiales y la comandancia que lo regenteaban, eran los mismos que mediante torturas aberrantes, habían interrogado a las prisioneras políticas en los cuarteles y centros clandestinos al ser detenidas. Es decir, era una extensión de las salas de torturas con una función más sofisticada: destruirlas a largo plazo.

A este lugar llega en los comienzos del año 1976 Norma Cedrés. Venía del “infierno” “300 Carlos, Centro clandestino. Dependientes todos, del Organismo Coordinador de Operaciones Antisubversivas OCOA y el Servicio de Información de Defensa SID (este organismo fue creado en 1971 por el Comando General del Ejército y disuelto en 1985.

Todas las unidades militares disponían de efectivos que integraban este organismo y fue en 1975 que comenzó a registrarse la utilización de centros clandestinos donde se sometían a los detenidos a crueles torturas. Para tapar los gritos de desesperación y dolor de los cuerpos lacerados, los torturadores ponían una música estridente. Entre esos cuerpos se encontraba Norma Cedrés. Allí comenzó el camino sin retorno.

Cuando en el cuartel de Infantería del kilómetro 14 nos permitieron sacar la venda, vi a una mujer extraña: mirada ausente y los tacos de sus zapatos sin forro.

Esa mujer de mirada ausente era Norma Cedrés, estaba convencida de que su hijo de ocho años estaba ahí, un día me dijo: "me trajeron a Pepito". Luego de un tiempo, fue llevada al penal, allí recibió el alivio entre sus compañeras, que la contuvieron con amor y brindaron cuidados permanentes.

Pero el objetivo de los militares y civiles cómplices, como médicos y siquiatras, continuarían su obra macabra hasta el final. La observaron, la persiguieron sin cesar, la aislaron infinidad de veces en los calabozos, la interrogaron en medio de su delirio.

Los oficiales entraban por la noche a interrogarla... Una noche, después del '"silencio'", se abrió la reja y entró el teniente Mendoza con una soldado. La obligaron a levantarse y prepararse para salir. Norma estaba con un camisón blanco, largo. Cuando se arrodilló a buscar sus cosas debajo de la cucheta el oficial le dijo: "Levantate, che, apurate".

Ella se irguió con aquel camisón blanco largo y le contestó: "Sepa que nunca estaré de rodillas ante usted, traidor a la patria". Quedamos heladas. La llevaron al calabozo. La angustia se expandió entre todas las compañeras por la suerte de Norma. La volvían a castigar, una y otra vez, y mil veces más.

Se veía la planificación de demolerla definitivamente. ¡Aferrarla a la vida!, era la consigna del colectivo de compañeras. Todas juntas lo podíamos lograr, estábamos seguras. A su regreso del calabozo, la rodeamos nuevamente y comenzó un leve repunte, se la notaba mejor, alegre, participando de actividades de estudio y realizando manualidades.

Ellos también lo vieron, se aprestaron al golpe final, la trasladan de sector, perdiendo su lugar de pertenencia, su confianza.

En ese otro lugar, las nuevas compañeras sabiendo lo que sucedía con ella, se organiza y diagraman urgente, un nuevo dispositivo de contención. Volver a empezar para lograr confianza y aferrarla a la vida. Ya había intentado el suicidio.

La comandancia, los médicos, las milicas, los siquiatras, todos empujándola al abismo.

El 1ro. de diciembre de 1977 de mañana estaba muy mal, hablamos y le dije que la iba a ayudar otra vez a salir del pozo. Quedamos en que cuando volviera de Odontología íbamos a caminar y conversar. Esa mañana se colgó de la cadena de la ventanilla del baño. Las compañeras la sacaron con vida y fue internada en el hospital militar. Recuerdo que en medio de nuestro dolor nos hicieron formar y entonces el mayor Vázquez, a quien acuso de ser el cerebro de toda la maniobra que llevó a Norma al suicidio, nos acusó de no haber actuado rápidamente en auxiliar a Norma. Ese día el Mayor Vázquez había mejorado su imitación a Hitler para aumentar el terror.

El 21 de diciembre me internaron en el hospital militar y pensamos que tal vez la encontraría allí, que no hubiera muerto. Sí, estaba allí, en estado de vida vegetativa y se hallaba cubierta de tubos. Entonces ocurrió lo más brutal, creo, que viví estando presa: Se instaló en la sala de detenidas el juzgado militar y, actuando como testigo los enfermeros, le dieron la libertad, fijándole como residencia el hospital Saint Bois.

Ese mismo día; el 16 de enero de 1978 el corazón de Norma dejó de latir. El fascismo se había cobrado otra vida joven, capaz, en su escalada de muerte.

Y en el otro sector que había estado Norma, un día abrieron la puerta violentamente y nos tiraron para adentro del sector todas las pertenencias de Norma. Eso sólo podía tener un significado y en la visita, los familiares nos confirmaron la muerte de la compañera.

Martha Passeggi - reportera-gráfica - http://capturavidas.blogspot.com/




18.02.2011 16:10

A veces me imagino que soy la exitosa editora de una gran magazine y tengo por despacho una suite climatizada despampanante en un hotel 5 estrellas de París.

Me veo alta, flaca, elegante y joven, por supuesto, a tono con el resto del entorno.

Un asistente inglés (al que le enseñé a decirme "madame") me sirve un whisky haciéndome una reverencia mientras me pone al tanto de la agenda del día.

Yo lo escucho displicentemente fumando un american blend con una larga y fina boquilla de ébano, me descalzo los "horma italiana" y estiro las piernas en un chaise longue tapizado en seda natural.

Acto seguido, viene el gato y me pincha el culo con la uñita para que le reponga la leche del plato. Su maullido lastimero esfuma a mi elegante Perkins y se me van las veleidades al mismísimo carajo. Ahí es cuando doy un giro urgente hacia la realidad y me dispongo a... ... ... asumirla.

Eliza




29.01.2011 20:34

Conversaba por mail con mi amigo Reinaldo como tantas noches, cambiando ideas sobre los temas candentes del momento, cuando me escribió:

«He tratado y trato de no hablar de política, pero la vida toda es política, política de calidad de vida, política de seguridad, política de política y otras más. Nuestro querido profesor de Ciencia Política, el Prof. Falcao, tenía una frase que adopté como mía, pero que es difícil de hacerla entender en cualquier ámbito, en las empresas donde trabajo y en todos lados: "No podemos solucionar HOY los problemas de MAÑANA con los métodos de AYER".

Somos renuentes al cambio, tenemos miedo o hacemos la vista gorda por que nos hemos transformado. Para los políticos somos UN VOTO, pero son tan nabos que no se dan cuenta (todos) que si muere una persona desaparece UN VOTO, "da lo mismo que sea cura, colchonero, rey de bastos, caradura o polizón", como dijera el inmortal Discépolo en "Cambalache".

En fin querida amiga, termino con una frase que me parece lamentable y que está muy de moda: "es lo que hay, valor"; me niego a que sea así, es lo que hay porque nosotros lo queremos y quienes creíamos que iban a sacar las castañas del fuego... se las están comiendo crudas.»

Nada me quedaba por decir sobre el asunto, Reinaldo lo había dicho todo, clarito, descarnado, y totalmente de acuerdo con lo que yo pienso al respecto. Pero me quedó repiqueteando la frase del Prof. Falcao, le pedí que me contara algo más de él, y su respuesta se convirtió en un cálido homenaje postrero hacia alguien que me habría gustado conocer:

«Juan José Falcao era Profesor de la Escuela Nacional de Policía y Asesor en Bomberos. Un crack en Ciencia Política y un tipo espectacular. Fue un gran amigo para aconsejar cuando uno metía la pata, siempre con su consejo sabio, prudente, meditado. A veces pasábamos por su apartamento de Avda. Brasil y estaba mirando al mundo desde su ventana con la vista perdida quién sabe en qué cosas.

Era un placer charlar con él, sabía un montón de un montón de cosas y hasta tenía la paciencia de juntar a nuestros hijos cuando eran gurises chicos y hacerles cuentos que salían de su imaginación.

Recuerdo en nuestro Club de Oficiales de Las Toscas, todos los gurises, eran como veinte, hijos de oficiales y amigos, sentados mirando hacia el mar (bah, río, pero da igual), esperando que apareciera la nave de los piratas que él había plantado en esas mentes ávidas de relatos fantásticos cuando aún la televisión, los nintendo y otros curros, no se conocían y la imaginación jugaba un papel fundamental en ellos... La verdad, no me acuerdo si alguna vez apareció el barco con los piratas, capaz que me lo perdí, pero creo que yo también lo esperaba y deseaba que fuera realidad.

Era civil y vaya a saber por qué cosas, con una carrera de Abogacía trunca casi al final. Fue Sub Secretario de un Ministerio antes de la Dictadura, no recuerdo cual y creo era Colorado o Batllista, que sé que no es lo mismo pero para mí es igual, ¿ta?

En fin, tal vez algún día nos acordemos los que guardamos gratos recuerdos de nuestro querido Profe y le hagamos un homenaje sin estridencias pero que desde donde esté se sienta reconfortado que todavía nos acordamos de él y bien.

Bueno, Eliza, me hiciste volver por un momento atrás en el almanaque y recordar una época feliz de mi vida, sobre todo porque mi vocación de servir me hacía sentir todo un héroe aún cuando hoy me doy cuenta que los héroes sólo están en las películas o novelas.»

Es evidente que Juan José Falcao fue un personaje especial, recordado por Reinaldo y seguramente también por todos los que fueron sus alumnos, así como por esos chicos que escuchaban sus cuentos de piratas y hoy podrán repetírselos a sus hijos.

Pero esto no termina aquí. Hoy de mañana, en las acostumbradas charlas de sobremesa del desayuno, le conté a Miguel la historia del Profe de Reinaldo y al final, le mencioné el apellido... Me dijo que todo coincidía, ¡era el mismo Falcao que había conocido él...! y me contó su historia:

Cuando asumió Gestido, el ministro Luisi de RREE trajo del M. del Interior, en comisión, al Prof. Falcao. Su tarea sería organizar el Departamento de Trámite y Archivo para darle efectividad... y le dieron su jefatura. Su presencia en la Cancillería provocó reacciones encontradas:

Por un lado, el cuerpo diplomático lo rechazó y le hizo la guerra... ¿cómo era posible permitirle a un extraño una jefatura, cuando hasta el momento sólo las ejercían ellos?

Por el otro, los funcionarios administrativos a su cargo (unos 20), lo admiraron desde el principio, como jefe, como persona y como amigo. Por fin estaban siendo dirigidos por alguien que sabía trabajar, reconocía los valores de sus subalternos y los aconsejaba bien, tanto en lo laboral como en lo personal.

Pero lo bueno dura poco, la presión era fuerte y desleal, y Falcao no estaba acostumbrado al ambiente hostil y clasista que allí era (y sigue siendo), la forma de coexistir. Inteligente, comprendió que no dudarían en inventarle alguna falta grave para echarlo, y decidió ganarles de mano yéndose por voluntad propia.

Los funcionarios del Archivo sabían bien que su querido jefe corría peligro inminente, y a pesar de estar dolidos por perderlo, lo apoyaron una vez más... ¡y cómo! No debería salir por la puerta de Cuareim, usada por el personal y de poca categoría, tendría que irse por la puerta grande, la de Dieciocho de Julio, y ellos lo acompañarían.

El Archivo quedó vacío. Fueron subiendo la escalera todos, en una macha espontánea, como una verdadera comitiva, rodeando a Falcao.  Al llegar a la planta principal, donde estaban los despachos de los jerarcas máximos, le dieron paso y lo empezaron a aplaudir.

Aquella ovación hizo abrir todas las puertas, se quedaban mirando atónitos un acontecimiento insólito, jamás visto en ese lugar donde nadie, nunca, entró ni salió en medio de aplausos... ¡ni lo hará! Falcao avanzaba y sus funcionarios iban tras él, siempre aplaudiendo fuerte, hasta que traspasó la puerta. Luego, en silencio, volvieron a su lugar de trabajo.

Al poco rato, Miguel recibió un llamado telefónico: Era Falcao... había dejado olvidada en un cajón del escritorio su pistola automática... y después de semejante retirada triunfal, no podía volver.

Pero el jefe-amigo no tenía que pedir lo que precisara, la solución se le ocurrió enseguida. Hallada el arma, la envolvió con papeles para disimularle la forma (en aquellos tiempos de pre-dictadura no era un "paquete" muy saludable de portar), y la metió en un sobre grande de papel madera. Así salió de la Cancillería en manos de Miguel, y recorrió "de incógnito" el trayecto hasta el Ministerio del Interior para llegar a manos de su dueño, que merecía ese riesgo y mucho más.

Durante mucho tiempo, aquel grupo de compañeros siguió frecuentando a Falcao, fuera de sus áreas de trabajo. Después, el tiempo y las circunstancias de cada uno los fueron alejando, aunque nunca tanto como para olvidarlo.

Este último entorno confirma la personalidad del protagonista, que evidentemente, se movió bien en todos lados. En su paso por la vida dejó la huella del afecto, la amistad y la hombría de bien, convirtiéndose en un preciado recuerdo para quienes lo conocieron.

Un tipo fuera de serie que se ganó 3 homenajes al hilo, el de Reinaldo, el de Miguel y el mío, que no lo conocí, pero me atrapó de entrada con la frase que generó todo esto: "No podemos solucionar HOY los problemas de MAÑANA con los métodos de AYER".

Gracias, Rei. Gracias, Miguel. Comparto la firma de esta historia de vida que es mérito de ustedes, sólo por transcribirla... y ofrecerles mi opinión.

Reinaldo, Miguel y Eliza 




18.08.2010 15:17

Resulta que Benigno Torres Campero ("el gordo Torres", para los amigos), "agarró y se murió", como decía Juceca. Sólo eso, porque irse... no se fue, ni se va a ir mientras quede alguno de los que tuvimos el gusto de tratarlo, aunque fuera virtualmente.

Me contacté con Benigno por intermedio de otros "compa" que las pasaron fieras junto a él. Los represores lo llamaron "el 001", por haber sido el primero en bajar del camión que lo llevó con otros al penal de Libertad, por pensar distinto, en aquella predictadura que empezó mucho antes del golpe del 73.

Ahí nomás, ya de entrada y sin hacer nada, les complicó la vida a los programados milicos, que no tenían un traje de preso que le entrara... No les dio para pensar que la gente no se fabrica con un balancín... Bueno, con las neuronas castradas para aprobar el ingreso a cualquier tropa, no les daba para pensar nada.

Trece años después, cuando salió, se fue a vivir a Suecia, a seguir luchando por un mundo mejor... que lamentablemente no pudo ver, como tampoco veremos nosotros antes de irnos, aunque de porfiados aun pensemos que puede existir.

El Gordo Torres fue como dice su "compa" Jorge Rossi (Mau–Mau)–, "de esos mil y poquitos uruguayos/as que le pusieron el culo a la jeringa, pertenecientes a esa generación que se inmoló en aras de sanear este paisito posible que parece estar cada día más enterrado".

Yo lo recordaré siempre como al querido amigo virtual que me enseñaba palabras en sueco a través de sus mensajes, como el infaltable "puss–puss" con que cerraba sus cartas.

Comparto un relato que escribió un 13 de julio, aniversario de la muerte de su padre. Eliza

MI PADRE MURIÓ EN UN SHOPPING CENTER...

A Don Gregorio Benigno

Fue el 13 de Julio de 1950. Tres días antes de Maracaná. Pero antes era más lindo que un terreno ocupado por comercios, por más modernos que sean. Una puerta grande, cuartos blancos encalados. O mejor dicho galpones a dos aguas en el techo. Con las ventanas siempre abiertas, verano e invierno, decían. Para que corra el aire. Eran galpones que me hacían acordar a "los cuartos" aquellos para obreros solteros del Anglo.

Y entonces fui a visitarlo desde Paysandú. La noticia a mí me pegó duro. Estaba internado en el Hospital Fermín Ferreira decía una carta del tío Alejandro, uno de los negros Campero. Y el que venía a visitarlo desde Fray Bentos era el tío Sinforoso. No sé como, pero mi tía juntó de sus lavados y "me mandó", como decíamos entonces.

Lo encontré en la ranchada, que era el fogón donde pasaban casi todo el día, sentados en aquellos perezosos que servían para eso: descansar y perecear bajo los pinos.

No creo que nos hayamos dado la mano porque en la familia entre los varones siempre fuimos besadores. Era un grado de confianza y fraternidad conservada. Para otros dar un beso era cosa de mujeres.

Tenían un fogón para calentar el agua y el cuerpo, una "morita" en la espalda y el mate individual. Y charlaban, se contaban, se mentían, se acordaban. O leían o se leían entre ellos. Mi viejo recibía "El Sol", el diario del Partido.

Las enfermeras les llevaban los remedios allí, la comida también. Y a media mañana cayó una con una bandeja tapada. Y sirvió una vuelta de pelotitas de carne. Cruda. Aquello me chocó... ¿Y esto qué es...?, y ahí nomás me explicaron; que las proteínas, la carne sin cocción con toda su polenta. Más de uno como él, era obrero "de la carne", de frigorífico...

La "picada" sigue siendo una carne desdeñada, muy de pobres. Y que yo todavía uso. Y antes de mezclarla con lo que vaya a hacer, agarro unas pelotitas, las amaso, la redondeo... y me las como. Para asco de quien ande en la cocina. Y es de goloso nomás, pero siempre me acuerdo de mi padre. No quedan mal y hacen bien. Así lo creía mi padre también.

Aunque la verdad era que hubiera sido mejor que le dieran más penicilina. Recién se sabía o hacia poco que se conocía ese maravilloso antibiótico. En una de sus cartas, en donde hablábamos de fútbol, de Peñarol y su "Escuadrilla de la Muerte" –jueguito semántico futbolero de después de la guerra– y también del último texto que leyó de su amigo, decía, Montiel Ballesteros.

Y me contaba como lo atendían. Me decía que le estaban dando 250 mil unidades de penicilina, que se la conseguían los compañeros socialistas. Pero no podían conseguir más y el hospital no tenía. Y que precisaba más de un millón. Fue una pregunta que le hice. Porque a mis trece años de gurí pueblero, no me daba para entender que hubiera algo que se midiera en millones entre los remedios.

Los pinos conversan mucho cuando se mueven. Zumban. Y ese aire y ese zumbido sana, cura, decían. Dudo mucho que el del shopping center lo haga. Yo ya los conocía del camino hacia el Anglo, de cuando le íbamos a llevar la vianda.

En la casa de mi tía se cuidaban esas formas del luto. Ropa y alpargatas negras las mujeres, el brazalete los hombres o la cinta en el cuello del saco. Y sin música ni alegrías. Y se venía la final. Era el 16 en Maracaná. Y no había radio.

Murió el 13 de julio decía, tres días antes. ¿Y cómo contarle del partido, el resultado, los de Peñarol... si no había radio?

Los terrenos se juntaban en el barrio, conversaban y dejaban pasar. Y más los sonidos, las conversas, los gritos, las risas, las radios... Don Pancho Cataldi el padre del Beto, el vecino "pegado", me dijo: "¡Cómo no lo vas a escuchar..! Si no tiene importancia...!" Y entonces me senté en un banquito, en el galpón que había hecho mi tío, pegado a los vecinos. Se oía clarito y seguro le aumentaron el volumen.

Y le dije del Gol de Ghiggia y demás, de Bigode. Y del silencio de muerte. De Maracaná y el mío.

Benigno Torres - 13 de julio de 2007, en Malmo, Suecia



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