Calmados, tranquilos, el cuerpo se siente liviano y la leve brisa llega hasta el sosiego.

Se suspenden los minutos, los segundos...la sensación es plena, completa.

El último atardecer del año y el sol en llamas se funde en el agua...

El éxtasis es pleno, la visión embriaga y nada existe en esos momentos más que una gratitud, una satisfacción inmensa por estos minutos gratuitos que nos brinda el cosmos.

Me quedaría así, llenándome minuto a minuto de tanta paz, de tanto regocijo, de esta tranquilidad ,de felicidad, todas palabras que se unen en su raíz.

Disfruto del momento, lo vivo,lo comparto, lo grabo, lo copio, se los muestro, lo incrusto en mí... su duración es limitada.

Es sólo un ciclo más, una fase de este fenómeno físico periódico que vuelve a su origen, lo veamos o no, se presente similar o indiferente.

El ciclo de la vida, el del amor, el del mar, o el de la luna que se repitan en su orden aleatorio, principal, natural; período de tiempo, espacio, años, millonésima de segundo que acabados se vuelven a contar de nuevo .

Ansío estos ciclos, los tuyos y los míos, esos que estamos tan bien, tan maravillados, esos donde estamos tú y yo, y somos dos alejados de todo en un mundo pleno de adoración y devoción.

Las leves olas de este hermoso río tan grande que golpean suavemente en la arena estimulan los receptores sensoriales auditivos transformando esa energía cíclica del ir y venir en sensaciones placenteras que cada segundo nos envuelve más.

El contacto con el agua, la brisa y el olor que penetra  hasta por los poros colma los sentidos y la percepción aumenta.

La calma y esta paz están llegando al fin, pronto serán un recuerdo del cual aferrarse en los momentos que los conflictos, las incertidumbres, las actitudes se hagan presentes.

Pero todo es un ciclo...y todo pasará... lo hemos vivido...y ya regresará.