Eliza y Miguel
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Notas de Miguel

05.07.2009 02:42

Me imagino que el pasado es una enorme casa donde guardamos todos los recuerdos. Después de haber cerrado su puerta con llave, vivimos el presente, suponiendo que esa cerradura nos aislará para siempre de lo que ya fue.

Pero no es así. El pasado no vuelve como tal, aunque permanece intacto en forma de recuerdos que formarán parte de nuestras vidas acompañándonos por siempre. Están en esa casa, y cada tanto nos harán señales, llamándonos. Habrán de deleitarnos con sus etapas hermosas, y habrán de hacernos llorar con las tristes.

Muchas de nuestras carencias -desamor, pesadillas, traumas- tienen sus raíces en los primeros años, el amanecer de nuestra vida. Si cortamos la comunicación con nuestra infancia, tratando de escapar de las cosas malas que en ella hubo... seguramente nos estaremos condenando a la inmadurez.

Tampoco es cuestión de recordar la infancia como quien mira un álbum amarillento. Es bueno entrar en todos sus intersticios para acercarse más a los "por qué" de las cosas sin sentido. De esa forma nos familiarizaremos y podremos sobrellevar nuestra carga sin que nos cueste tanto.

Cualquier maleta resultaría chica para guardar enormes diarios íntimos, y aunque hubiera una con capacidad suficiente, no seríamos capaces de levantarla.

Por eso nuestra memoria va acumulando infinitas imágenes virtuales que se irán presentando en nuestras mentes cuando algo las convoque, con tanta nitidez como si las estuviéramos reviviendo.

Mientras tanto, el tiempo nos va empujando día a día por la vida. El porvenir se reduce en tanto el pasado aumenta su dimensión.

El futuro será la mayoría de las veces un juego de azar, casi una ruleta... que nunca deja de ser atractiva y seductora. Pero también sabemos que en algún momento nos habrá de quedar una última jugada en que inexorablemente, el crupier barrerá con nuestras miserables fichas.

En cambio los recuerdos no son juego de azar, aun aquéllos que se vivieron al azar cuando fueron presente. Están definitivamente ahí, dentro de esa casa que abrirá sus ventanas de vez en cuando, aunque la puerta esté cerrada.

Por eso no es saludable "perder" la memoria. Quienes logran bloquearla no consiguen encaminar su vida desde el punto de bloqueo, como si fuera el punto cero.

Podrán borrar la infancia toda; con lo malo y con lo bueno... y habrán perdido acceso a su propia inocencia.

Podrán borrar una mala etapa por completo... y habrán perdido todo vestigio de luz que ella hubiera contenido. Habrán bloqueado hasta la posibilidad de aprender a evitar que se repita.

Es mucho más sano mantener el contenido de esa casa limpio y libre, sin que importe si adentro abunda lo bueno o lo malo. Sea lo que fuere estará con nosotros, y si somos capaces de capitalizarlo bien... será el aval de nuestra madurez, nuestro raciocinio, nuestra experiencia y nuestro mundo interior.



15.06.2009 19:07

La gobernabilidad en la mayoría de los países del mundo se basa -teóricamente-, en la libertad, en el principio de que los estados existan sólo para procurar el progreso y la felicidad de sus ciudadanos (no para explotarlos y destruirlos), y en esa hermosa palabra que los griegos bautizaron como "democracia".

Según estas bases, si bien en cada país hay determinado porcentaje de personas que piensan de manera distinta, el gobernante debe tratar de satisfacer las aspiraciones de cada grupo sin lesionar los deseos o intereses de los demás. Para gobernar -además-, se requiere tener un alto sentido de justicia, honestidad y buena voluntad... y pocos hombres poseen esas cualidades.

La aplicación de los impuestos -desde luego-, es uno de los principales motivos de descontento, porque el egoísmo de los poderosos rara vez permite un reparto equitativo de las cargas y los más humildes, los más débiles económicamente, tuvieron que cargar casi siempre con la peor parte.

Todos los gobiernos modernos del mundo tienen una Constitución. Podría decirse que hay tantos tipos de Constitución como países. La nuestra es muy posible que haya nacido de un grupo de "notables" , hombres de mucho poder económico, tal vez políticos algunos de ellos, y otros en camino a serlo.

No tengo dudas que muchos de los artículos que se refieren directamente al pueblo -que con el correr de los años se fueron modificando-, se pensaron para alimentar las esperanzas de los ciudadanos, con una hipocresía que supera la más vil repugnancia.

Voy a citar solamente dos artículos como muestra de lo que afirmo aunque habría muchísimos más, pero sería muy tedioso y aburrido citarlos todos.

"Art. 8: Todas las personas son iguales ante la ley, no reconociéndose otra distinción entre ellas sino la de los talentos y las virtudes". Hermoso y justo artículo. Pero lamentablemente, no creo que exista algún habitante de este país que pueda creer tal barbaridad de mentira. De existir alguno, posiblemente su ingenuidad pueda acercarse a la demencia.

"Art. 40: La familia es la base de nuestra sociedad. El Estado velará por su estabilidad moral y material, para la mejor formación de los hijos dentro de la sociedad". El caradurismo de los que redactaron este artículo es ilimitado. Nunca tuvimos un gobierno que lo aplicara tal como está escrito. Todo lo que siempre hicieron con el millón de pobres de este país, fue tirarle con algún mendrugo sobrante, y no como una obligación sino únicamente con fines políticos.

En resumen, así como la enorme mayoría de las del mundo, nuestra Constitución es sinónimo de... basura. Me pregunto por qué la veneramos, y seguimos emocionándonos al jurarla, aun sabiendo que es en vano.




05.03.2009 06:43

En el año 460 a.c. en la antigua Grecia, nació Hipócrates, el hombre a quien se le llama "padre de la medicina". Vivió en la edad de oro del arte y la filosofía griega y consagró su larga vida al estudio de la ciencia en general y de la medicina y cirugía en particular. Leyó todo lo que pudo hallar sobre ese tema y aprendió todo lo que hicieron otros hombres antes que él.

Copió y estudió miles de testimonios de los enfermos, que en esos tiempos eran llevados a un templo de Apolo -dios de la medicina- con la esperanza de que se repusieran. Los que se curaban, dejaban a menudo una tablita en el templo, narrando los detalles de su dolencia y su curación. Hipócrates estudió esas tablitas, comparando unos casos con otros y tratando de encontrar las causas de las enfermedades.

Examinó los órganos del cuerpo humano con todo el cuidado posible y esbozó los primeros estudios de anatomía, fisiología y patología. Viajó mucho y escribió numerosos libros sobre sus observaciones y descubrimientos. Como resultado de todo esto, fue el primer hombre que convirtió la medicina en una ciencia y destruyó la influencia que los hechiceros con sus amuletos y brujerías ejercían sobre los enfermos y dolientes de su país.

Hipócrates imploraba a los dioses que le dieran, no dinero o placer, sino salud, larga vida, éxito y fama. Su ruego fue generosamente atendido: siempre robusto y alcanzó a vivir 109 años. Los hombres de Atenas lo amaban y honraban tanto que le otorgaron una corona de oro y una pensión vitalicia para él y su familia. Los reyes y gobernantes solicitaban sus servicios colmándolo de honores, tanto en su patria como en lejanos países, y famosos poetas le cantaron alabanzas.

A pesar de los muchos adelantos de la medicina moderna, con los cuales nunca pudo soñar el sabio Hipócrates, alguno de sus principios subsisten inconmovibles. El noble juramento que según se dice, exigía Hipócrates a sus alumnos, después de tantos siglos es prestado aun por los estudiantes de medicina cuando egresan de sus facultades y salen al mundo a aliviar el dolor humano:

"Juro solemnemente por lo que para mí sea más sagrado, ser leal al ejercicio de la medicina, justo y generoso. Viviré y practicaré mi arte con austeridad y honestidad.

Donde quiera que entre, será para bien de los enfermos hasta el máximo de mis conocimientos y me mantendré alejado de todo lo que sea error, corrupción y vicio.

Ejerceré mi profesión solamente para curar a los pacientes y no les daré medicamento alguno ni ejecutaré ninguna operación para un fin criminal, aunque me lo soliciten.

Vea lo que vea y oiga lo que oiga de las vidas de los hombres que no deba ser dicho, lo guardaré como inviolable secreto."

Siglos después, en el año 131 en Asia Menor, en la ciudad de Pérgamo, nació un hombre ilustre que se llamó Claudio Galeno. Durante más de 1200 años se lo consideró el más grande de los médicos que haya existido. Era hijo de Nikon, un arquitecto y hombre de ciencia. Galeno empezó a estudiar medicina con los maestros de Pérgamo. Cuando murió su padre, marchó a Esmirna y Alejandría, donde había excelentes escuelas de esa rama.

Al volver a Pérgamo lo nombraron médico de la Escuela de Gladiadores. Más tarde fue a Roma, donde se hizo famoso por su saber y por su capacidad para curar.

Otros médicos envidiosos procuraron burlarse de él y tratar de herirlo de todas las formas posibles. Pero no lograron causarle daño, ya que el bondadoso emperador Marco Aurelio lo invitó a ocupar el cargo de Médico de la Corte, que desempeñó durante algún tiempo a la vez que dictaba sus lecciones y escribía sus libros más importantes. Escribió en griego, pero conocía también el latín, el persa y el etíope. Sus libros fueron traducidos al árabe y llegó a ser la figura más destacada de la medicina, tanto en oriente como en occidente.

Su prestigio perduró a través de los tiempos y hasta el siglo XVI todo médico que pusiera en tela de juicio los principios científicos de Galeno, debía comparecer a retractarse ante el Real Colegio de Cirujanos de Inglaterra.

La mente de Galeno estaba abierta a toda sabiduría. Era un gran observador y recopilador de hechos. No confiaba en lo que creían los demás sobre la estructura del cuerpo y disecaba antropoides y otros animales para conocer en forma directa sus órganos y tejidos. Su libro sobre anatomía fue el mejor que existió hasta el siglo XV. Era frugal y abstemio, bondadoso y considerado, y trataba con la misma ecuanimidad al mendigo y al rey. Murió en el año 201.

Me transporto ahora a la primera mitad del siglo XX, cuando de niño vivía en la calle Julio César (Barrio Belgrano). Recuerdo que era la primera vez que presenciaba la llegada de un doctor. La gente de clase media para abajo, o sea el laburante que vivía al día, no acostumbraba a decir "médico".

Desde el momento en que se sabía la hora aproximada en que llegaría el doctor, más de uno de la casa se apresuraba a cambiar las sábanas, las fundas y la ropa del enfermo, aunque todo estuviera limpio. Una brillante palangana, una toalla recién planchada y un jabón de tocador sin uso estaban al costado de la cama, a la espera del galeno. Toda la casa se convulsionaba por la sola presencia de quien iba a diagnosticar lo que le estaba pasando al paciente.

Mis 9 ó 10 años no me alcanzaban para comprender todo ese nerviosismo. Sólo podía imaginar que el doctor no era como la gente de la casa, debía de ser alguien superior, casi una especie de dios ante quien había poco menos que inclinarse reverente y aceptar todas las indicaciones que diera sin hacer preguntas. Tal vez crean que estoy exagerando, pero por suerte aun viven muchos de esa época que pueden corroborar lo que afirmo.

Por como se me presentó la vida, maduré un poco más rápido que algunos de mi generación. Antes de los 20 años ya tenía bien definido qué era un médico, cuáles eran sus obligaciones para con el paciente y el límite de su autoridad -si es que la tenía-, sin olvidar que por atender estaba cobrando un salario privado o del Estado.

A los 22 ó 23, me realicé en la mutualista Uruguay España (hoy desaparecida) una serie de exámenes con el fin de hacer fútbol profesional. Cuando me entregaron el sobre cerrado con los resultados, lo abrí con la curiosidad natural del momento.

A pesar de mi poco conocimiento, me di cuenta que estaba apto para la práctica de cualquier deporte. Le llevé el sobre al médico que me había hecho la receta, quien al verlo abierto me preguntó en forma imperativa: "¿Quién abrió el sobre?" "Yo", le contesté. "¿Y con qué autorización?", replicó. Mirándolo fijamente le respondí: "Yo no necesito autorización de nadie, se trata de mis exámenes, no de los suyos". Y sin más, recogí mis exámenes y me marché sin esperar su respuesta.

¡Son tantos los que se sienten superiores! Si bien hay muchos que tienen una profunda vocación por su profesión, hay otros que se reciben sólo por tener buena memoria y tratan de hacer dinero, como única vocación. De siempre y para siempre, hay miles -por no decir millones- de pacientes enterrados en los cementerios del mundo por equivocaciones y/o negligencias de los llamados doctores. Tanto se han acostumbrado a sus errores y horrores, que cuando los cometen no sienten ni el más leve remordimiento y continúan sus vidas con total frialdad.

También hay quienes se han tomado el derecho de determinar quién vive y quién muere, como el caso que fue noticia el año pasado y que salió absuelto (sabiéndose que era culpable) pagando miles de dólares por los honorarios de alguien que en estos momentos, no pierde ningún juicio.

Son muchos años de supremacía sobre el paciente. Lenta y paulatinamente fueron tomado el control, como si cada persona fuera simplemente un caso o una cosa en vez de un ser humano. Esta clase de médicos, casi inconscientemente se va adueñando de la situación y comienza a sentirse omnipotente (se conoce como "complejo de dios"), decidiendo por sí mismos a quién dedicarle atención y a quién sacar del medio porque no vale la pena.

"Ejerceré mi profesión solamente para curar a los pacientes y no les daré medicamento alguno ni ejecutaré ninguna operación para un fin criminal, aunque me lo soliciten", dice el juramento, lo que en realidad sólo garantiza que jamás ejercerán la eutanasia solicitada.

El complejo de dios es un síndrome muy difícil de revertir, más aun cuando quien lo padece está rodeado -y de alguna manera, protegido- por códigos que sus colegas siempre van a respetar... porque lo juraron: "Vea lo que vea y oiga lo que oiga de las vidas de los hombres que no deba ser dicho, lo guardaré como inviolable secreto."

Que nadie se sienta molesto por lo que escribo, porque son muchos los médicos que perdieron el norte de aquellos sabios de antaño, y quien más quien menos ha conocido de cerca algún caso de malapraxis que llevó un paciente a la muerte. Una vez más voy a repetir que existen médicos con una profunda vocación por su profesión y gran respeto por la vida ajena, pero son pocos. Y si esos pocos quieren seguir trabajando deberán ser cómplices de los deshonestos, o de lo contrario, dedicarse a otra cosa.

Además, si un familiar sospecha de una muerte por negligencia y pide una autopsia, es muy difícil que ésta dé indicios de anormalidades, porque el médico que la realiza tampoco va a entregar a un colega. Las excepciones -que las hay- son las de siempre, y logran cierto porcentaje de justicia en la medida de lo importante que pueda haber sido el fallecido.

Tan corrientes son estos desaciertos que hoy, quien no tiene más camino que consultar un médico, después de hacerlo ve a varios más para confirmar o revertir el primer diagnóstico, antes de someterse a un tratamiento o cirugía.

Más que preocupados, los médicos están asustados por las reacciones que está teniendo la población. La gente les ha perdido la confianza primero, y el respeto después. Porque la confianza y el respeto no se le otorga a nadie por obligación, por más profesional que sea; cada uno debe ganárselos por su comportamiento y mantenerlo firme para no perderlos.

Que los médicos deshonestos se olviden de revertir esta sensación de duda y desconfianza, porque no será con leyes que les otorguen inmunidades, ni con listas negras de pacientes "peligrosos" que conseguirán tranquilidad. Sólo dejando de cometer excesos podrán volver a ser tratados y considerados como sus antecesores... y como a esos otros colegas actuales de perfil bajo, que no salen a la prensa a pedir ayuda y viven en paz porque nunca dañaron a nadie.

Que Apolo, Hipócrates y Galeno regeneren a unos y amparen a los otros... a cada cual lo que merezca.




03.12.2008 15:37

Cuando oímos una música, cuando pasamos por algún lugar que tiene un parecido con aquel sitio en que crecimos, la infancia se nos presenta -en permanente vértigo- como un "ya fue".

¿Cuánto hace que no jugamos en un atardecer casi en penumbra, sin tiempo, aquellos sueños llenos de mágico encanto? ¿Dónde están hoy? Muy tímidamente, reaparecen en alguna evocación, como un eco, como un túnel, por donde nuestra infancia se empecina por decir ¡presente! desde un tiempo ya lejano.

La infancia es el despertar frente a la vida. Es como mirar a través de la ventana el misterio que existe más allá de lo que pueden apreciar los ojos. Crecemos, vivimos, la dejamos atrás... pero la infancia sigue manteniendo su hermosura y poco importa cómo la hayamos pasado. Siempre está en nosotros a pesar de los años transcurridos.

No lo sé por ahora, pero es muy posible que en el minuto final de la vida, se presente el niño que fuimos para darnos el último adiós y la paz que necesitamos para partir hacia la nada.

Miguel




12.11.2008 03:41

Contaba Dalton Rosas Riolfo -legendario personaje del Carnaval, el folklore, y primer presidente de la Mutual- que en la huelga de jugadores de 1948, llegó hasta esa casa don Ignacio Parpal, gerente de la Fábrica Nacional de Cerveza. Expresó que deseaba proponerle a Obdulio Jacinto Varela publicar una foto suya en el almanaque de ese año, diciendo "Yo tomo cerveza Doble Uruguaya", por lo que le pagaría tres millones de pesos.

Cuando llegó Obdulio le contaron... ¡¿Para qué...?! Se puso furioso y le reprochó a todos que no hubieran echado a Parpal a patadas...

Pero decía Dalton que la vida ofrece revanchas, y el destino le permitió hacer una travesura, aprovechando la llegada de tres gentiles damas a la sede de la Mutual. Representaban a la Comisión de Ayuda al Niño del Campo. Iban a pedir -ya que no había campeonato por el conflicto- que los jugadores organizaran un partido de fútbol a beneficio de esa obra social.

El momento no era oportuno. Por la larga y dificultosa huelga llevaban cuatro meses sin cobrar. Pero había una posibilidad, y las mandó a hablar con Obdulio. Si ellas conseguían que aceptara la propuesta de la Cervecería, los tres millones ofrecidos serían para los niños campesinos.

Las damas fueron a verlo, le plantearon el problema y la respuesta de Obdulio fue inmediata: "¿Dónde tengo que firmar?". La presidenta -Sra. Demichelli- intermedió con Ignacio Parpal explicándole que Obdulio aceptaría, si la empresa donaba una cifra más adecuada a las circunstancias: cinco millones de pesos. Ese año, el almanaque de la Cervecería mostró una foto enorme de Obdulio tomando el chopp de la marca y el dinero se volcó íntegro a la obra de beneficencia.

En otra oportunidad, Peñarol había firmado un contrato con una empresa para colocar su nombre en el frente de las camisetas. Jacinto no quiso saber de nada. "Se acabó el tiempo en que a los negritos les ponían una argolla en la nariz" -dijo- y no hubo forma de convencerlo. "Ustedes me contrataron para jugar al fútbol; si quieren un hombre para llevar carteles, llamen a Fosforito". Al domingo siguiente, fue el único que salió a la cancha sin la propaganda de aquella empresa en la camiseta.

El gran Jacinto sentía un gran cariño por los chicos. Detrás de ese recio y aguerrido jugador había un hombre muy sensible; sin duda por la humilde niñez que tuvo. Un día llegó a su casa la carta de un niño de los suburbios salteños, que le decía que quería conocerlo. Al poco tiempo, Obdulio viajó a Salto y se presentó en el indigente ranchito con una pelota autografiada. Al entregársela, se emocionó hasta las lágrimas viendo la alegría de aquel chiquilín en medio de tanta pobreza.

Tal vez algunos recuerden al noble y generoso traumatólogo Dr. Caritat y su Obra para los Niños Lisiados. Le pidió ayuda a Obdulio, quien convocó a los jugadores que quisieran colaborar y organizó un partido con la selección de Brasil del 50. Se hizo en 1963 en el estadio Centenario y asistieron más de 40.000 personas, que era la capacidad total de las instalaciones en esa época.

Tanto la recaudación como el espectáculo fueron todo un éxito, que motivó a esos mismos jugadores a realizar más partidos por el interior de la República recaudando fondos para la Obra del Dr. Caritat. En esa gira -estando en un restorán- un dirigente quiso invitar a los jugadores con whisky, bebida muy cara para aquellos años. Jacinto aceptó la gentileza en nombre de todos pero aclaró: "Usted paga el whisky, nosotros tomamos café, y volcamos la diferencia para la cruzada del Dr. Caritat".

Era tiempo de jugadores de garra y corazón, que no hicieron plata para ellos pero repartieron mucha con los necesitados. Y en la cancha... nunca pasaron vergüenza.

"Lindo tiempo aquél, ¡canejo! en que todavía me amabas..." canta Gardel... y hoy lo acompañan a coro las camisetas, la pelota y el fútbol todo.




12.11.2008 03:39

Todo aquél que tuvo la oportunidad de ver la excelente película "La vida es Bella" se habrá emocionado y conmovido. Ya su título es una triste ironía. Se muestra una síntesis de las innumerables historias que ocurrieron en los seis largos años de la segunda guerra mundial, poniendo en el personaje central cada hecho de terrible dolor, tristeza e impotencia, como un juego de niños.

Esa frontera invisible que separa la desmedida ambición de poder de los hombres, de lo absurdo de la sinrazón, donde no existe límite lógico; por momentos e irónicamente, se torna una irónica situación tragicómica, aun en las más dolorosas instancias en que el destino puso a prueba la grandeza y el amor del protagonista.

Este comentario de "La vida es bella" viene a mi mente leyendo "Memorias para armar", que es una recopilación en tres tomos de unos 150 relatos cortos de mujeres uruguayas que estuvieron presas durante la dictadura.

Si bien son hechos muy conocidos por la mayoría de las personas de este país y del resto del mundo, quiero destacar que estas historias fueron escritas por las mismas protagonistas.

Pero vayamos un poco atrás en la historia, antes de comentar lo que me produjo la lectura de estos relatos. No estoy descubriendo nada con decir que desde que el hombre está en la tierra, la mujer fue relegada a segundo plano, estando siempre a su servicio y manejada por éste a su antojo.

Y en todos estos siglos, en cada oportunidad que se le presentó, la mujer dio muestra de ser superior al hombre en casi todos los terrenos. Hoy, a pesar de haber logrado un mejor lugar frente al hombre, sigue siendo discriminada.

En el año 47, Alba Roballo se inicia en el partido colorado, ante la sonrisa burlona de muchos legisladores. Unos años después se convierte en la primera mujer senadora de la República. Y en el Palacio Legislativo, tiene que compartir el baño de los hombres... porque fue construido con la pedante y despreciativa seguridad de que nunca sería lugar para mujeres.

Estas mujeres uruguayas ofrecen la memoria de sus propias experiencias, para armar un rompecabezas que aun siendo tan simple y claro, resulta difícil y absurdo aun en este siglo XXI... para mentes cerradas de todas las edades.

Eran muy jóvenes en la década del 60' -entre 20 y 30 años- y la mayoría, estudiantes de facultad. Sentían la imperiosa necesidad de participar en un cambio, sin medir las consecuencias. Auténticas idealistas, dieron todo por una causa que creyeron justa... hasta la vida. Es muy posible que muchas no se imaginaron el grado de crueldad que había en la represión. Pero aun así, cuando eso llegó, el coraje de la mayoría de esas jóvenes mujeres sorprendió a los propios torturadores.

Estos relatos muestran con crudeza la violencia de la represión. Pero también la resistencia que opusieron las mujeres. Lograron, sin proponérselo, sorprender a los torturadores y guardias que las miraban con una escondida admiración, y ¿por qué no?, con cierto temor ante la valentía de soportar lo insoportable.

Es importante destacar que en sus años de prisión, haciendo uso de un buen humor nacido del coraje, tuvieron momentos de alegría. Tal vez para tolerar la violencia de los represores y crear redes de afecto por encima de todos los sufrimientos. ¡Admirable!, porque la mujer soporta mucho más el dolor y demuestra su temple superior.

Casi todas esas mujeres tuvieron la capacidad e inteligencia de armar un sostén de hermandad en medio del terror y el miedo. Pero hay algo inexorable: cuando el sufrimiento llega al límite de lo insoportable, es imposible borrar las marcas causadas al mundo interior. Sólo es posible aliviar lo irreparable abriendo una nueva etapa de vida que integre ese pasado.

Las cicatrices habrán de perdurar, pero el futuro se forma en un presente que viene del pasado. Y los relatos referentes al pasado son como un bálsamo para quienes se animan a escribirlos. Tienen un valor terapéutico, permitiendo la catarsis y por lo tanto, el alivio, dando libertad al tormento encerrado dentro del ser, para seguir viviendo ya no con traumas, sino con memoria.

Toda esta dolorosa historia fue vivida por la mayoría de una generación llena de sueños y nobles ideales, esperanzada en gobernantes con principios humanos y justos, que aplicaran el auténtico socialismo, repartiendo las riquezas de este querido y sufrido país de manera equitativa y justa. Dando a los carenciados la oportunidad de mejorar su calidad vida a través de trabajo y vivienda, tal como lo dice el artículo 40 de nuestra Constitución.

Pasaron años desde esos tiempos de oblación, y el Frente Amplio al fin, llegó al poder, dando esperanzas de lograr aquellos cometidos altruistas... Sin embargo, vemos con sorpresa en el gobierno, a muchos personajes que en los años duros vivieron sin ningún problema.

Llegaron al poder -y es una verdad total y absoluta- gracias al sacrificio de miles de idealistas que hoy ya no están. Y lamentablemente, se mueven con una inexplicable pasividad, dando pasitos tímidos, encaminados hacia grandes cosas, pero sin osar llegarles al fondo.

Y como si esto fuera poco, caminan del brazo de los Estados Unidos, país que fue cómplice directo de todo el horror que vivimos, enviando maestros expertos en tortura, caso Dan Mitrione.

Todas las muertes y la invalidez de tantos sobrevivientes por las torturas recibidas, ¿fueron vanas? ¿Quedó acaso únicamente el coraje de estas mujeres que desnudaron su memoria para que no se perdiera en el olvido? ¿Es así como se quiere llegar al "nunca más"?

Sólo me queda pensar una vez más, que en la historia de la humanidad siempre habrá de vencer el poder y la ambición de los hombres, por encima de todo principio humanitario. Ejemplos son los que sobran, en todas las épocas.

El querido flaco que soñó y pregonó un mundo mejor donde el amor fuera el principio y el fin de cada uno de nosotros. Sus nobles y hermosas ideas lo llevaron, inexorablemente, a morir crucificado.

Simón Bolívar, luchador incansable para expulsar de su querida América a los mafiosos y ladrones. Entregó su vida, murió soñando con una América libre y unida.

El Che Guevara, otro soñador, un cristo moderno; que murió traicionado por sus propios compañeros.

Ghandy también soñó con darle a su pueblo la felicidad y la paz que nunca tuvo, lejos de los colonialistas de siempre... y lo mataron.

Basta con hurgar en la historia y habremos de encontrar muchísimos de estos personajes con nobles ideales, que fueron asesinados por los dueños del poder y la ambición.

Vaya mi más profundo respeto y admiración por esa generación que lo dio todo en aras de auténticos ideales. Y en especial a las mujeres uruguayas que contaron sus historias, porque han hecho posible que la verdad de esos oscuros años no desaparezca en el olvido.

Algún día, tal vez, alguna generación venidera despierte de verdad y comprenda. Así, y sólo así, se alcanzará ese mundo mejor que tantos anhelamos. Nuestras mujeres ofrecieron su memoria para armar... ¡armémosla bien, y tendremos justicia!



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