Eliza y Miguel
Si te gusta lo variado, buscá en nuestras categorías: hay para elegir.

http://blogs.montevideo.com.uy/elizaymiguel |  Agregar a favoritos  | 
Notas de Miguel

30.07.2012 18:07

La creación del hombre sin duda es una maravillosa obra, casi perfecta. Y escribo "casi" porque su mayor defecto está aferrado a sus sentimientos negativos, vicios y malos hábitos, que determinan los terribles daños que sufre la humanidad. Y el peor calificado entre muchos, es el odio. Éste se mantiene en pie de guerra contra el amor, al que ve como su adversario aunque nada le haya hecho.

Se dice que una vez, el odio convocó a sus familiares más cercanos a una reunión del más alto nivel. Concurrieron a ese llamado la intriga, la avaricia, la ambición, el egoísmo, la envidia, la ingratitud, la ira, los celos, y otros. Fueron invitados para tratar de eliminar al que el odio entendía como el peor de los males que hay en este mundo: el amor.

Una vez expuesta la moción, la intriga levantó su mano y dijo: "Si me dan tiempo, lo mataré". "Bien dijo el odio, dentro de un año nos reuniremos aquí para conocer el resultado".

La intriga tejió sus redes en torno al amor, pero éste, después de momentos muy difíciles, logró vencer. Al año se volvieron a reunir y la intriga reconoció que había fracasado. Entonces, fue el egoísmo que asumió la responsabilidad de destruir al amor. Durante un largo año se entabló una feroz lucha pero cuando el amor parecía vencido, resurgió.

Al año siguiente fueron los celos que pidieron su oportunidad para hacer frente al amor. Pero nuevamente el amor salió airoso. Así cada año, fueron desfilando las maldades en busca de la muerte del amor, que hasta ese momento parecía invencible.

Cuando el odio comenzaba a resignarse de que su adversario era imposible de derrotar, desde el fondo del recinto se escuchó una voz que solicitaba se le diera una oportunidad pues se sentía capaz de vencer al amor. Las miradas de todos buscaron a la figura que había hablado. Era de baja estatura, todo vestido de negro, y tenía en su cabeza un sombrero de ala ancha que le cubría el rostro. "Bien –le contestó el odiotendrás tu oportunidad y te veré dentro de un año.

Cumplido el plazo, asistieron todos muy felices y en especial el odio, que no podía disimular su alegría porque ya le había llegado la noticia de que el amor había muerto. Dirigió su mirada al vencedor y lo felicitó por el éxito obtenido. La figura de negro agradeció y cuando se disponía a retirarse el odio le preguntó: "Por favor, antes de irte, dime cómo te llamas, nadie aquí te conoce". El personaje se volvió, levantó la ancha ala de su sombrero y mientras todos lo miraban contestó: "Mi nombre es Rutina".

El sentimiento más hermoso que existe no es inmortal, pero podemos perpetuarlo y para eso, deberemos cuidarlo cada día como a una planta. Abonar su tierra, regarla con placer y cariño y limpiar sus hojas para que se mantengan verdes y brillantes y nos brinde bellas flores. Si cuidamos así al amor, impidiendo que lo venza la rutina, seguro que habrá de mantenerse intacto hasta el fin de nuestros días.

Miguel




01.03.2011 17:20

Los juegos de pelota con los pies son antiquísimos.  Ya los griegos, y luego los romanos, los practicaban de una forma muy semejante a la actual, siglos antes de la era cristiana. Pero la paternidad del fútbol moderno corresponde  -sin duda alguna-  a Inglaterra.  Al parecer, fue llevado allí por las legiones romanas y se jugó a lo largo de toda la edad media.

El fútbol es uno de los deportes más atractivos y emocionantes  -tanto para el jugador como para el espectador-,  no en vano hoy en día se juega en los cinco continentes. Son millones los que lo practican, muchísimos más los que lo miran por televisión, y más aún los que lo comentan.  Varios de estos últimos, a pesar de que jamás entraron a una cancha a jugarlo, se sienten eruditos y pretenden dictar clase de cómo se debe jugar.

Por los años 40', los múltiples baldíos y las calles de barrio de Montevideo eran las improvisadas canchas de la gurisada.  Muchos de los "caras sucias" salidos de esos "potreros", fueron los que nos dieron los primeros triunfos olímpicos y mundiales en este deporte, permitiendo que el mundo supiera que había un país llamado Uruguay… que no formaba parte de la Argentina.

En esos "campitos" comencé a practicarlo desde chico. Más tarde, integré una de las Ligas de Barrio  -que eran muchas y muy bien organizadas-  dando mis primeros pasos en los campeonatos a nivel amateur. En ese entonces, ni siquiera los jugadores de primera división vivían del fútbol, había que trabajar en otra cosa para ganarse el pan.

La Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA) se fundó en 1904 con el fin de organizar certámenes a nivel mundial.  Muy lejos estaba de convertirse en lo de hoy: una cueva de mafiosos de alto grado que se mueven en limusinas… pero ese es otro tema.

En mi largo trajinar por las canchas, nunca pude vivir del fútbol; pero me dejó algo muy hermoso e invalorable: algunos amigos y muchos compañeros con los cuales nos reunimos una o dos veces al año para darnos un abrazo y recordar una época pasada  -muy nuestra-  llena de anécdotas… algunas poco creíbles.

El fútbol siempre se jugó de dos maneras: mal y bien.

Si se juega mal es espantoso para el que lo practica y más aún para el que lo mira. Si se juega bien, en cambio, el jugador se siente bien, y el espectador está feliz disfrutando de una sana diversión.

No pretendo tener la verdad en un tema tan polémico.  Pero sí voy a decirles cómo veo y siento este deporte, que fue una de las pasiones de mi vida.

Para lograr el éxito en toda actividad  -por humilde que sea-  debe existir una vocación, es decir, tiene que gustarnos mucho.

A la pelota hay que quererla y tratarla siempre con cariño, así llegará a ser  -con el tiempo-  parte de nuestro propio cuerpo, como el pie y el tobillo.  De esa manera, la podremos manejar casi sin darnos cuenta.

No hay que mirarla, tenemos que aprender a saber dónde está.  Si la miramos, perdemos el panorama de cancha y le damos posibilidades al rival que está enfrente, para que se la lleve... y eso no debe suceder.

La pelota es lo más importante del partido, mientras un equipo la tiene, el otro no existe. 

Cuando por alguna mala circunstancia la perdemos, todos los integrantes del equipo deben luchar para recuperarla.  Al ser nuestra otra vez, hay que agrandar la cancha para  que sea más fácil trasladarla al arco rival.

¿Qué es agrandar la cancha?, es cuando los jugadores se dispersan en todo su largo y su ancho, de manera que los rivales tengan que ir en su búsqueda. A su vez, los compañeros se desmarcarán constantemente, buscando siempre apuntalar al que lleva la pelota... Jamás hay que dejarlo solo porque no tendrá forma de escapar al acoso de las marcas (salvo que sea un jugador muy habilidoso, muy inteligente… y con mucha suerte).

A veces el público que presencia el partido de fútbol comenta: “¿qué pasa?, ¡ese jugador está siempre solo...!, ¡no lo marca nadie...!”.  Y no es así, sólo es un jugador muy hábil para desmarcarse en el momento de recibir el pase.  Es fundamental saber jugar "sin la pelota", pero también es importante tener compañeros que sepan sacar provecho de esa condición. 

Como en todo juego, el estado sicológico tiene un papel muy importante... Por más poderoso que sea el rival, jamás debemos demostrarle que estamos vencidos. Por más fama que tenga el jugador que vamos a enfrentar, nunca le haremos ver que somos menos. Todos somos iguales... todos somos seres humanos... ¡no existen fenómenos!  Si ellos pueden, ¡nosotros también!

Hay jugadores hábiles, inteligentes, capaces.  Hay otros que no lo son tanto, pero con gran fervor y ganas de vencer logran a veces mucho más.  Alentar a los compañeros en pleno juego es una forma de demostrar que podemos ganar cualquier partido, por difícil que sea el contrario. Cuando se entra en la cancha es para ganar y nunca para empatar o perder, aunque al final se empate o se pierda. 

Personalmente, nunca me sentí locatario ni visitante, nunca me importó en qué cancha me tocaba jugar.  Siempre son 11 contra 11, y los de afuera… nunca entraron a patear la pelota... y eso va a ser igual eternamente.

Los gritos y los insultos nunca deben molestar… no hay que escucharlos.  Los únicos que importan son los que están jugando: compañeros y rivales.  Los compañeros para alentarlos y los otros para sacarles todas las ventajas posibles.

El capitán  -para ser tal-  tiene que alentar a sus compañeros en forma permanente, no permitir que ninguno se sienta vencido antes de terminar la lucha. 

Desde el momento en que sacamos la pelota desde nuestro arco  -ya sea por un defensa o por nuestro arquero-  tiene que salir jugada al compañero mejor ubicado dentro del campo (sólo en algunas circunstancias muy especiales será lanzada muy fuerte hasta la mitad de la cancha).

En el momento en que ese compañero recibe la pelota comienza el avance hacia el campo rival. Para eso necesita la colaboración de todos los integrantes del equipo  -y reitero la necesidad de la rotación y desmarque de todos-  para poder llegar a la zona de peligro del arco rival. 

Eludir a los rivales y jugar a pases cortos, es veneno para los contrarios.

Al fútbol hay que jugarlo con alegría, es una sana diversión. Jamás podemos olvidar que frente a los que intentan hacer todo eso, hay 11 jugadores que también pretenden hacer lo mismo… de nosotros depende que lo puedan hacer o no. 

Debemos tener el total convencimiento de que vamos a introducir la pelota en el arco rival, y que nunca debe entrar en el nuestro. 

Yo sé que es más fácil decirlo que hacerlo, pero no hay nada imposible en esta vida... sólo la muerte escapa a nuestra voluntad. 

Todos sabemos que los mejores jugadores del mundo en algún momento de su carrera deportiva han errado algún penal en partidos de mucha importancia... nadie es perfecto.  Pero tendremos mayor porcentaje de aciertos practicando mucho. 

Un penal tiene que ser un gol seguro,  no podemos desaprovechar esa oportunidad que puede significar el triunfo. Hay tres formas de ejecutarlo, de acuerdo a las características de cada jugador. 

Está el jugador que coloca la pelota en el punto, toma una larga carrera y tira al arco con todas sus fuerzas... ni él mismo sabe si va a entrar al arco, si se va a ir afuera, o si va a matar al golero de un pelotazo.

Está el otro, que elige un palo, toma distancia y le pega con mucha potencia a esa dirección.

Y la tercera opción es  -para mí-  la que más chance tiene de convertir. Colocar la pelota en el punto del penal, tomar dos o tres metros de distancia y no más... Antes de salir  -caminando-  hacia la pelota, levantar la vista y mirar al golero a los ojos... Sin dejar de mirarlo en ningún momento, avanzar  -en ese momento se entabla la lucha entre el ejecutante y el que cuida el arco, que más que lucha de fuerza, es de sicología-. 

La mayoría de los goleros sienten cierto nerviosismo cuando el jugador permanece mirándolo fijamente mientras avanza.  El golero entonces tiene dos opciones: quedarse en el medio del arco o elegir uno de sus costados... (el jugador que quiera tener éxito en esta forma de tirar el penal debe practicarlo diariamente a 14 metros del arco y no a 11... mirando el travesaño horizontal... cuando tenga que tirar desde 11 metros mirando al golero le será mucho más fácil).

 ...Habíamos dejado al jugador congelado en el momento de ejecutar el penal... volvemos a él: Cuando llega a tomar contacto con la pelota (siempre mirando al golero, a la pelota no tiene por qué mirarla porque sabe bien dónde está), le pega con la parte interna del pie derecho hacia el costado izquierdo del golero. 

Pero si el arquero en esas fracciones de segundo eligió ese palo, el ejecutante tiene tiempo de pegarle con el empeine del pie derecho hacia la derecha del golero (no debemos olvidar que el que tira el penal salió caminando hacia la pelota, y eso es lo que le permite cambiar en la marcha).

En resumen, el fútbol es hacer… y no dejar hacer.

Miguel

laquincena@montevideo.com.uy




20.01.2011 03:20

Ésta es una invitación para que me acompañen en una pequeña recorrida por el Centro y la Ciudad Vieja... del Montevideo de otros tiempos.

Vamos a visitar aquellos principales bares de esta ciudad que quiero entrañablemente, porque viví gran parte de mi juventud disfrutando todo lo hermoso que me ofreció.

Claro, no es la misma, fue cambiando. Los personajes que la transitaban eran otros. Ni siquiera nosotros somos los mismos, aunque conservemos intactos estos recuerdos que forman parte de nuestra historia.

Desde hace algunos años trato  –aunque algún quebranto fortuito me lo haga difícil–  de vivir cada minuto de mi vida como si fuera el último. Me proyecto hacia el futuro a corto plazo sin pesimismo ni derrotismo.

Nací en los 30'  –cuando a Carlitos se lo llevaron–  y vivo con el realismo conciente de estar más cerca de los que se van que de los que  empiezan.

Conservo muchos recuerdos y eso me gusta  –su carencia sería muy triste, como pasar por este mundo sin dejar huella–  son los frutos de un pasado que saboreo con satisfacción. Hoy me sumerjo en ellos para bucear en aquel hermoso e inolvidable Montevideo del año 50, donde la vida de este país era tan distinta a la de hoy. Distinta porque no fue una mejor política de la que hay ahora que nos permitió vivir con esplendor, sino la pérdida  –por terrible paradoja–  de millones de vidas en Europa durante la segunda guerra.

Sin televisión ni otros medios tecnológicos actuales, la forma de comunicación se daba  –entre varones–  compartiendo los grupos infaltables en la incalculable cantidad de bares de la ciudad. Yo tenía entonces dieciocho años y me movía  –para mi suerte–  entre personajes mayores que yo, con una filosofía bolichera que hubiera dado envidia al mismísimo Aristóteles.

Y ya sin más vuelta me zambullo en el pasado, para rescatar de la memoria aquellos boliches que arrasó "'la piqueta fatal del progreso".

Arranco por Dieciocho, desde Ejido hacia el Centro. Ya dejo atrás  –entre muchos–  tres para no olvidar:

–El Londres  –en Dieciocho y Arenal Grande–  que era parada obligada de Carusito  –el de la orquesta típica–   aquel petiso enorme, que se reía de su propia cara y contaba anécdotas muy graciosas, como el origen tragicómico de su inspiración cuando compuso el tango "Lilián"...

–Otro estaba en Sierra (a la antigua)  –entre Dieciocho y Colonia–  frente al Banco Hipotecario de hoy, en el local que ahora ocupa la Alpargatería del Cristo.  Ahí, Mastra, Uruguay Zabaleta, Ernesto Restano y otros, hacían el deleite de los parroquianos.

–Y El Tronío, en Rivera  –entre Dieciocho y Guayabo–  donde paraban los grandes bacanes del escolazo: "Cañón"' Bianchi que regenteaba el juego clandestino de todo el país; Rafael, manejando casi todos los prostíbulos uruguayos (con su pinche o ladero Monterito, capo del "sevelén"' y personaje importante de la Cancha de Bochas Jackson); el "Cacho" Otero, famoso contrabandista argentino dueño de varías avionetas (y sus compinches, el yugoeslavo Milko, el gallego Fernández y otros...) 

Una madrugada, (y esto ha quedado en los archivos policiales de la época como marca de la crónica orillera), Rafael y el Cañón Bianchi se desafiaron a pelear por un asunto pendiente que venían arrastrando desde mucho tiempo atrás: cada cual subió a su auto y enfilaron a la Rambla, a la altura de Jackson.  Por supuesto, atrás fueron los respectivos laderos, no con el fin de intervenir, sino de presenciar el duelo.

Rafael llega primero, y se parapeta detrás de una columna.  Enseguida llega Bianchi, y apenas baja del auto, recibe un balazo en el medio del pecho. Rafael, creyendo que lo había matado sale del escondite, y es ahí que el Cañón Bianchi  –con el último aliento que le queda–  le mete una bala en el medio de la frente...

Conclusión: dos muertos para el fin de fiesta, y los espectadores "circulando", sin más ruido que el de algún motor.  Al día siguiente, la primera plana de los diarios enarbolaba aquel duelo, favoreciendo a los canillas, porque no les sobró nada con semejante noticia. Hoy... que la crónica roja ya no le vende diarios a nadie, se podría decir –como en el tango "As de Cartón"–  "ya no habemos más guapos, todo acabó”.

Ahora sí, de Ejido al Centro: A la derecha, en la esquina, el Tasende.

Cruzando, antes de llegar a Yaguarón, La Sibarita, con mozos de negro, donde se comían en el mostrador unas milanesas de novela.

Haciendo cruz con el diario El Día, el boliche de la esquina era una cueva de clandestinos de todo tipo de juegos y de punguistas, cuyo capo hacía las repartijas en el fondo.  Si alguien tenía la fatalidad de que alguno lo afanara, conociendo algún "personaje", le reclamaba el dinero, que a las pocas horas regresaba a su bolsillo... ¿quién se cree en estos tiempos, que tuvimos una "delincuencia honorable"...?

Enfrente, cruzando Yaguarón, estaba el Montevideo, lugar obligatorio de políticos y aspirantes a serlo.

A la vuelta  –en San José y Yaguarón–  La Mezquita, donde se pasaba muy bien desde las siete de la tarde, escuchando desde un elegante palco a Hugo del Carril, Pedro Vargas y otros tantos.

Otra vez en Dieciocho, al llegar a Yí  nos encontramos el Facal (el único que aún sobrevive). Por Yí a la izquierda, El Barrilito.

Otra vez en la Avenida  –a mano izquierda, casi llegando a Cuareim– la elegante Confitería Americana, muy frecuentada por los Diplomáticos del Palacio Santos, que tomaban el té en las mesas del salón.  Sobre el largo mostrador, había bandejas con masitas de todo tipo, de las cuales  –originalmente–  los clientes podían servirse ellos mismos, pasando luego por la caja para pagar la consumición. Como no había otra clase de control que la declaración del cliente, ese curioso servicio tentaba a los golosos a pagar unas masitas menos de las que hubieran comido, pero eso era parte de los "gastos de propaganda", así que no había problema.  En el piso de arriba, contaba con amplios salones de fiestas, arrendados para casamientos y otras reuniones de categoría.

Cruzando  –ya sobre la esquina de la Plaza Cagancha–  estaba el tradicional Sorocabana, con sus infaltables bohemios, líricos y otros, soñando con que algún día, un cantor se le anime a la letra de tango que están escribiendo...

Y enfrente el inmenso Ateneo  –chiquito sólo de tamaño–  que significó toda una época, y fue sueño de muchos aficionados poder llegar a cantar en su palco.  Lo dirigía otro petiso formidable: Puciano, con sus concursos de cantores.  Las guitarras de Fontela, Pizzo, Aguilar y otros, hicieron posible que muchos muchachos se proyectaran hacia el futuro, algunos con mucho éxito, como Julio Sosa y Carlitos Barbé.

Atravesando la Plaza saludamos al pasar a don Antonio Cassiani  –el canilla–  a quien "el mudo" Carlitos Gardel inmortalizó grabando en un tango, aquel papelito arrugado que Cassiani le entregó en la calle  –una noche cualquiera–  con la letra de "Farabute".

Más adelante  –siempre por Dieciocho, sobre la izquierda, entre Julio Herrera y Río Branco–  El Tupí Nuevo, bar y confitería con orquestas y excelentes cantores, además de billares en el subsuelo.  Allí  –una noche en que entré a jugar al billar–  ¡me encontré de frente con Nelly Omar! gran valor femenino para el tango… y ¡qué bonita mujer!

Llegando a Convención, estaba el lindo boliche La Cosechera, con sus parroquianos pintorescos.

En Andes estamos obligados a doblar a la derecha, porque tenemos tres boliches para la mejor historia de aquel Montevideo: Los Veteranos, el Yo–Yo y Las Cuartetas.  Los clientes habituales de estos lugares, con callos en los codos de tanto mostrador, eran la "'florinata"' de los bebedores.  Allí, todos los problemas tenían solución.

Frente a Los Veteranos estaba uno de los Cabarets más lindos de esos tiempos: el Chantecler.

Seguimos por Andes hasta Colonia, ahí estaban El Avión y La Academia de Billares, donde daba cátedra nuestro campeón de "tres bandas" don Alfredo Fuentes, y donde el Turquito, Casaña y el Pibe Pocitos tallaban "con todo"' en sus "'fuertes paradas"' de casín.

Pasamos de largo por delante de La Mallorquina, confitería de bacanes y minas "bián”.

Y ya que estamos tan cerca, nos corremos hasta Andes y Paysandú, para llegar a El Quitapenas, un boliche "boliche" al que el gran Fiore (Francisco Fiorentino, cantor de Troilo) jamás dejaba de ir cada vez que "cruzaba el charco" (tuve el placer de chamullar con él alguna madrugada).

Ahora subimos a la Plaza Independencia.  En la rinconada a la izquierda, nos encontramos La Pasiva y sus frankfurters con cerveza, el Armonía con su Orquesta de Señoritas y el Británico, reunión de veteranos "acomodados".

En la Plaza Independencia, no me puedo olvidar del emblemático boliche Antequera, cosmopolita, donde en las madrugadas se reunían parroquianos muy diferentes entre sí: los simples bebedores acodados al mostrador, prostitutas, cafishos de cuarta, garroneros, y guardas y conductores de los ómnibus que tenían la terminal en la plaza.

Una noche cualquiera, sucedió algo que marcó a ese boliche para que muchos de aquellos tiempos lo recordaran aún más. Sentado frente a una mesa, un cafiolo le reprochaba a una mujer que la guita que le estaba entregando era poca. Ella le contestó que no tenía más y lo que recibió como respuesta fue un cachetazo y una puteada. Ninguno de los hombres que presenciaban esta escena hizo nada para defender a la mujer. El pinta tenía fama de pendenciero y cuchillero, y nadie quería meterse.

Pero esa noche estaba Rosa Luna, que era amiga de la mujer y le hizo frente al matón de cartón. Él cometió la gilada de pegarle una trompada y la morena, lejos de arrugar, sacó un cuchillo de entre sus ropas y simplemente lo ensartó. Resultado final, el cafiolo muerto y muchos testigos para Rosa Luna declararon que había sido en defensa propia. La Justicia la dejó libre. Por ese asunto, los titulares de los diarios le dieron popularidad al boliche y a la protagonista, que adquirió respeto desde esa noche y ganó un lugar imborrable en el Carnaval de nuestro país. Hoy ya no están, ni el Antequera ni Rosa Luna, pero los seguimos recordando.

Atravesamos la Plaza, y el aroma de los churrascos de El Suizo es un imán.

De frente tenemos Juncal, ya estamos viendo la puerta del Monterrey –boliche con billares, muy conocido por sus minutas– con salida a Bacacay.

Y nos vamos al viejo y querido Fun Fun del mercado viejo, donde se mezclaban actores, cantantes, músicos, políticos, poetas, y otros nocheros de esta ciudad, que convertían aquello en un verdadero templo democrático.

En la esquina, frente al Solís, el Tupí Viejo: intelectuales, periodistas y soñadores, formaban el plantel de "habitués".

Doblamos en Bartolomé Mitre, y ahí está –nada menos– que el viejo y deshilachado El Garrón, donde se podía encontrar alguna noche  –acodada al estaño–  a la bonita Piba Tornillo, pintoresco personaje de la noche montevideana, que "sabía hacer boliche"; conocida de todos, pero siempre sola. Lugar también frecuentado por el futbolista argentino Guido Bastarrica, que más tarde fue periodista, y como tantos jugadores argentinos, se quedó para siempre en esta ciudad.

Al salir de El Garrón, desde Bartolomé Mitre y Reconquista llega la música del Cabaret Embassy.

Llegamos hasta Sarandí para pasar por el Boston, y continuar la vuelta por "el bajo" pasando por El Colmado de Sevilla y el Rialto.

Y cerramos la noche en el Capitol  –para el que tengo un especial recuerdo de mis diecisiete años–  donde un veterano me presentó a La Yoli (la del romance con el canario Bibiano Zapirain, jugador de la famosa delantera de Nacional de los años 40 al 43: Castro, Cioca, Atilio García, Porta y Zapirain),  la hermosa francesa que lo regenteaba.  Aquella mujer de enormes ojos verdes, cuerpo bien formado y rostro lleno de simpatía, quedó en mi recuerdo –con sus casi 60 años y a pesar de mi juventud–  como una figura imborrable y seductora.

Gracias por acompañarme en este viaje al pasado, espero que lo hayan disfrutado como lo hice yo.

Miguel




06.11.2010 04:24

Los animales, sin ninguna duda, en muchos aspectos son superiores a todos los humanos. En estos últimos años me ha gustado detenerme a observar a esas maravillosas criaturas a las que no se les ocurre ser ambiciosos, ni robar, ni engañar, ni sentir odio, ni ser hipócritas, y menos aun emborracharse o consumir drogas.

Todo lo contrario, viven repartiendo cariño y amor de distintas formas. Según su especie, unas más, otras menos.

Es lamentable que el ser humano sólo haya insistido desde siempre en conocer el lenguaje de sus pares, aun descifrando jeroglíficos de civilizaciones extinguidas; y jamás se haya preocupado por entender el idioma de los animales.

Sólo en los casos de quien tiene una mascota por amor, existe una comunicación casi perfecta... Pero eso es posible porque son las mascotas las que se adaptan a las carencias de "los inteligentes" y terminan entendiendo cada palabra que se les dice.

Es lamentable entonces y por lo tanto, que los animales no puedan hablar ni escribir, creo que sería muy interesante saber qué opinan de los seres humanos y muy en especial de los que se creen amos y señores de todos los otros reinos.

Si lo pudieran hacer, es muy posible que no les interesara. Preferirían continuar usando su tiempo en cosas más importantes y sabrían, además, que los "dueños del mundo" se resistirían a publicar sus opiniones.

Las hormigas salen a trabajar desde muy temprano con el entusiasmo de cada día. Los pájaros cantan desde el amanecer, agradeciendo a la Naturaleza su vida en este planeta. Los perros vagabundean, duermen, nos defienden o nos hacen fiestas; según su forma de vida. Los gatos, más independientes, se nos arriman para recibir lo que quieren (comida, caricias, compañía, abrigo) y luego pasan la mayor parte del tiempo mirándonos desde las alturas.

Ese sentido tan especial que tienen los animales, nos convence de que conocen más a la gente de lo que creemos.

Hasta las pulgas aplican su inteligencia de alguna forma. Hace algún tiempo leí el artículo de un biólogo, especialista en ellas, contar que una pulga es capaz de localizar un punto en la espalda de un humano, donde éste es incapaz de alcanzarla aun haciendo todas las contorsiones posibles.

Estas curiosidades y muchas más, marcan la supremacía del animal sobre el hombre en unos cuantos terrenos; pero así y todo, él sigue convencido de su superioridad. Y no es un error, porque su convencimiento está basado en algunos casos, en su fuerza sobre los más pequeños o débiles; y en la mayoría de ellos, en el conocimiento y manejo de herramientas y armas.

Los animales, en vez de escuchar radio, mirar televisión o manejar computadoras, se sumergen en la mayor maravilla que tiene este mundo en que vivimos: la Naturaleza. Disfrutan lo que vamos dejando de ella sin depredar. Y tampoco nos pasan la cuenta por devastarla un poco más cada día... tal vez porque comprenden mejor que nosotros, que será suficiente castigo nuestra propia destrucción.

Miguel




10.08.2010 14:53

Gracias, Montevideo, por todo lo que me has dado.

No me viste nacer; pero crecer sí. Nos encontramos la primera vez a mis 9 años y vos me adoptaste. Yo era un gurí que miraba asombrado y con respeto tu postura de ciudad. Había atravesado toda la República para llegar a vos. No sabía cómo eras, ni cómo me ibas a recibir.

De niño, me diste el Barrio Belgrano con veredas desparejas y la calle empedrada, los partidos con la pelota de trapo, la escuelita de la calle Comodoro Coé... donde me enamoré perdidamente de mi maestra de 4to. año, que había venido por 15 días a hacer una suplencia.

Era hermosa, tengo su imagen viva en el recuerdo. Morocha, de ojos enormes, pelo largo y renegrido, y sus piernas... ¡qué piernas...!, ¡una belleza! Desde mi banco le miraba las rodillas por debajo del escritorio... las más bonitas que vi en mi vida.

Tal vez la imaginación de niño me invite a exagerar su belleza... tal vez no. Han pasado tantos años y ahí está ella frente a mí, mientras levanto muy despacio la vista de mi cuaderno intentando esconder la mirada llena de extrañas sensaciones.

Después, de adolescente... lo formidable de perder la inocencia. Mi primera novia, la gurisa de a la vuelta. Nuestros encuentros a escondidas al caer la tarde. Los primeros bailes en el Plutarco, el Cristalería, el Colón, el Victoria Hall, la Mutual...

Luego, con aquella avasallante juventud que todo lo podía, conocí tus Cabarets de la Ciudad Vieja, el Boston, el Rialto, el Embassy... que murieron en el tiempo. Los veteranos filósofos/curda de los tantos boliches que tenías en casi todas las esquinas.

Yo sé que seguís ahí, a pesar del medio siglo, detrás de ese bonito maquillaje que te han puesto. Tal vez añores como yo, aquella generación alegre y bullanguera que disfrutó contigo noches inolvidables. Vos, mi Montevideo de la cara limpia, ¡no habrás de morir mientras queden veteranos como yo, que te sigan recordando como eras en la década del 50...!

Así seguirás siendo una esquina, un farol, y la luna apareciendo entre las nubes. Una gurisa de barrio, la feria de Tristán Narvaja, un tablado en Carnaval, las Llamadas del barrio Sur, Araca la Cana, Los Patos Cabreros, La Nueva Milonga, una cuerda de tambores en Isla de Flores y Cuareim...

Tu gente saboreando un café en el Sorocabana, el "medio y medio" en Roldós y el mate con bizcochos en la mañana.

Uno que mete el gaucho, el botija que es un fenómeno o el que corta pa la salida.

El que está loco'e las pulgas porque no tiene un sope.

Ése que está de vivo y te hace pagar la vuelta... que después arregla...

El gilastrún, que va a llorar al cuartito.

Uno que la hace cortita y al pié.

El que te pregunta sonriente "¿para cuándo dijo que lo quería?"

La voz del canilla y el "¡marche una pizza a caballo!" del mozo del bar.

El que te vende en el ómnibus "lo que no puede faltar en el bolsillo del caballero ni en la cartera de la dama".

La barra de la esquina, animando a la gente "¡vamos, muchachos, salen camiones!"

El griterío de la hinchada "¡La Celeste, que no ni no!"

Una voz en el estadio "¡café, cafée!... ¡calentito el caféee!"

¿A cuál de tus hijos no se le hace agua la boca con el aroma de los chorizos que se asan en el medio tanque de una esquina?, o el de las tortas fritas que sale de un zaguán los días de lluvia...

¿Quién no se ha sentido tuyo una noche de verano, respirando en tu Rambla frente a tu río ancho como mar, la brisa del sur?

Porque sos todo eso, Montevideo, desde siempre y para siempre.

Miguel




11.10.2009 22:13

Las personas que hayan ido alguna vez al monte o al campo en una noche realmente oscura, cuando no hay luna y las estrellas están ocultas bajo gruesas nubes, sabrán sin duda lo que significa estar ciego, no ver un árbol a un paso de distancia o la propia mano a pocos centímetros del rostro.

Pues bien, hubo una época en que los antepasados del hombre actual eran ciegos hasta ese punto en una noche oscura. No sabían producir ninguna clase de luz y cuando les faltaba la luna y las estrellas, lo único que podían hacer era ir a dormir hasta la salida del sol. Pero hacerlo era un problema, ya que algún animal depredador podía sorprenderlos desprevenidos en medio del sueño.

La oscuridad era sinónimo de peligro. Puede ser ésta la razón del por qué hoy mucha gente le tiene miedo a la oscuridad, conservando algún vestigio de ese instinto que entre todas las especies, la humana es la única que ha ido perdiendo.

En el correr de los años el hombre descubrió la forma de producir el fuego. Apenas contó con él, tuvo luz durante la noche y desde entonces pudo sentarse junto a la hoguera a la entrada de su caverna y observar los ojos verdes de algún animal que no se atrevía a aproximarse por temor a las llamas.

Ese fuego proyectaba un poco de luz hacia la caverna, que al hombre primitivo le sirvió para razonar: llevando un palo ardiendo al interior, también adentro vería mejor. Luego, observando arder la grasa mientras asaba su carne, vio que emitía más luz y menos humo que un palo prendido. Empezó a utilizarla, primero encendiéndola y dejándola arder, hasta llegar a utilizarla como combustible, con una mecha colocada en su interior.

A partir de ahí todo fue muy diferente y con el correr de los años los descubrimientos fueron más avanzados.

La lámpara eléctrica de Thomas Alva Edison (1847 - 1931), inició el camino. Hoy, siglo XXI, con sólo mover una palanca, se ilumina toda una ciudad y es posible alumbrar las noches casi convirtiéndolas en día.

Pero, como contrasentido de todo este adelanto, la falta de luz está en el interior de la mayor parte de los seres humanos que, con sus ambiciones desmedidas de poder, han oscurecido su mente y su espíritu.



<< Anterior  [2]  3  4  5  6  7  Siguiente >>
Inicio

Buscar
Buscar en Eliza y Miguel

Sobre mí
Más vale perder el tiempo con amigos, que perder amigos con el tiempo. contador de visitas

Categorías

Mis Links

Archivo


Contacto

¿Qué es RSS?