Hablando con Diego

Diego, mi amor, vine a la rambla, el día está tan hermoso.
El sol fuerte, el olor a la primavera, el agua del mar enfrente mío apenas dejando una franjita blanca en la orilla... y de golpe sentí rabia. Rabia de no tenerte, Diego. De que no estuvieras en este banco junto a mí. De no poder sentirte. De no escuchar tu voz.
Levanté la cabeza un instante; el cielo está tan azul. Me quedé mirándolo. Entonces creí percibir allá a lo lejos una nube pequeña y redonda como una cara. Flotaba solitaria en toda esa inmensidad; me pareció que tenía ojitos, nariz y boca. Imaginé que eras tú y me pareció que la boca se curvaba hacia arriba. Y mi rabia se evaporó, Diego. De nuevo estabas conmigo, como antes, como algunas veces en mis sueños.

En ese momento, una ráfaga de viento suave jugueteó con mi pelo y me tapó brevemente los ojos.
Cuando volví a mirar allá arriba, adonde antes estaba la nubecita, ésta había desaparecido.
Quizás fue una ilusión mía, hijito querido, pero, desde ahora cada vez que esté triste voy a mirar al cielo y siento que siempre me ilusionaré pensando en ver tu carita sonriendo en alguna nube.
Sonriendo con esa maravillosa sonrisa que tienes en la foto que tengo sobre la mesa de luz y en todas las de la casa; sonriendo como cuando me decías “sos la mujer que más amo en el mundo, mamá”. Sonriendo como cuando me mirabas y me dabas “el visto bueno” cuando yo estrenaba alguna ropa. Sonriendo como me hablaste la última vez que hablamos..., ya hace dos años, Diego.
Entonces me pregunto, mi amor, por qué no puedo sonreírte yo también a TI cuando miro tus fotos y a la Vida aunque sea poniendo mucha, pero mucha fuerza...
De repente, miro nuevamente hacia delante; el horizonte se marca azul oscuro contra el cielo límpido y sonrío; te sonrío Diego, porque sé que en algún lugar de esa inmensidad me estás mirando y te gustaría que así lo hiciera. Y también le sonrío a la vida, hijito querido y a todos los hermosos seres que Dios me ha regalado para compartirla.

Mamá, que te amará toda su vida.

Soy Mariceli, la mamá de Diego Andrés que partió el 27 de setiembre de 2002 debido a un accidente automovilístico, a la edad de 25 años y de Luis Eduardo, que me ha dado junto con Mariana, el regalo de tres nietos preciosos, Fiorella, Nicolás y Sofía

SEIS MESES

Hoy 18 de octubre de 2013 hace seis meses, medio año, del día en que mi hijo, el músico, poeta e ingeniero en computación Pablo  partió de esta vida. Vive en su música que está en http://www.youtube.com/conectadosinfinito

y en http://www.conectadosinfinito.com/

Como cada mes, voy a compartir cuánto se han difundido sus canciones en youtube

Puertas

100 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=Mz63jy3pAnk

"Luz del Sur"

210 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=h_b1iexKjrY

"Dados"

126 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=1te86Q3kbgs

"Cambio de Sensación"

120 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=VF09uCwSqfU

 "Una luz de dos"

322 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=YCkrHjtCyIQ

"La Ola Mágica"

257 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=8pxoXQvgj8g

 "Golondrinas en el Viento"

803 reproducciones

En vivo: tema "Golondrinas en el viento" 20 de mayo 2012 Teatro AEBU - Festival Circuito Elepé.

http://www.youtube.com/watch?v=v0oHVQTxfCo

 "Hoy sigue siendo hoy"

435 reproducciones

http://www.youtube.com/watch?v=wBdYDHqKKPw

Mas canciones e información disponibles en http://www.conectadosinfinito.com/

Cuando me vaya

Cuando yo me vaya, no quiero que llores, quédate en silencio, sin decir palabras, y vive recuerdos, reconforta el alma. 

Cuando yo me duerma, respeta mi sueño, por algo me duermo; por algo me he ido. 

Si sientes mi ausencia, no pronuncies nada, y casi en el aire, con paso muy fino, búscame en mi casa, búscame en mis libros, búscame en mis cartas, y entre los papeles que he escrito apurado. Ponte mis camisas, mi sweater, mi saco y puedes usar todos mis zapatos. Te presto mi cuarto, mi almohada, mi cama, y cuando haga frío, ponte mis bufandas. Te puedes comer todo el chocolate y beberte el vino que dejé guardado. Escucha ese tema que a mí me gustaba, usa mi perfume y riega mis plantas. 

Si tapan mi cuerpo, no me tengas lástima, corre hacia el espacio, libera tu alma, palpa la poesía, la música, el canto y deja que el viento juegue con tu cara. Besa bien la tierra, toma toda el agua y aprende el idioma vivo de los pájaros. 

Si me extrañas mucho, disimula el acto, búscame en los niños, el café, la radio y en el sitio ése donde me ocultaba. No pronuncies nunca la palabra muerte. A veces es más triste vivir olvidado que morir mil veces y ser recordado. 

Cuando yo me duerma, no me lleves flores a una tumba amarga, grita con la fuerza de toda tu entraña que el mundo está vivo y sigue su marcha. La llama encendida no se va a apagar por el simple hecho de que no esté más. Los hombres que “viven” no se mueren nunca, se duermen de a ratos, de a ratos pequeños, y el sueño infinito es sólo una excusa. 

Cuando yo me vaya, extiende tu mano, y estarás conmigo sellada en contacto, y aunque no me veas, y aunque no me palpes, sabrás que por siempre estaré a tu lado. Entonces, un día, sonriente y vibrante, sabrás que volví para no marcharme.

Poema de Carlos Alberto Boaglio 

(Argentina 1958)