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Opiniones, ensayos e info de política, TIC en la educación y caramelos suizos.

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Política y sociedad

16.09.2013 00:40

Por GQC (*)

Internet es por definición estructuralmente libre, todos los Usuarios tenemos libertad de acceso a toda la información que se publica y tenemos total derecho de publicar lo que se nos ocurra, sea para opinar, criticar, publicitar o realizar cualquier acto que implique la utilización del derecho a la libertad de expresión.

Esto es cierto e indudable, las únicas limitaciones que pueden existir a éste ejercicio de libertad son las políticas de los propietarios de los sitios web en los que nos expresamos, y esto es válido únicamente en la medida en que utilicemos un sitio privado, condición no necesaria para expresarnos en la red.

 

Dada la consagración de la libertad de expresión a partir de la estructura de la red -ya que, como bien dice Castells “Internet es una arquitectura de libertad.”- a partir de aquí lo que surge es la discusión acerca de la posibilidad del control en Internet, ¿es posible limitar la libertad de la red de redes?

Por supuesto que así como existe la libertad en Internet, también existe la tendencia y la tentación de limitarla. Resulta entonces lógico que en Estados totalitarios (y otros no tanto), donde la prensa se encuentra censurada y las libertades individuales -tan habituales para nosotros- se encuentran restringidas, el acceso a la red implique un riesgo para la permanencia del régimen o religión imperantes.  Es la pulseada entre la libertad y el control a la que hace referencia Castells, la tendencia y contratendencia de éste tramo de la historia que estamos viviendo.

En ese sentido, ¿de qué forma puede un Estado controlar la comunicación entre ciudadanos o la información que se consuma o publique en Internet?:

1)      Restringiendo el acceso a Internet.

2)      Castigando a quienes violan la legislación vigente en sus países.

 

1)      En el primer caso, como bien dice Castells “La única censura directa posible de Internet es no estar en la red… No se puede estar "un poquito" en Internet.”, aunque discrepo con que cada vez resulte más costoso estar fuera de la red, en realidad cada vez es menos posible, si es que aún se puede llegar a ser viable sin conexión, sobre todo a nivel de un Estado.

2)      En lo que refiere a la posibilidad de punir, para poder castigar a alguien hay que identificarlo, y si bien es posible hacerlo, no siempre se puede lograr, ya que ello depende de muchas variables, entre ellas los Productos que el Usuario utilice (por ejemplo, con productos de Microsoft se deja un log, en tanto el código libre puede liberar a internautas).

 

De estas dos alternativas, la única que deja la puerta tímidamente abierta es la segunda, la posibilidad de sancionar a quienes realizan actos en Internet que, a juicio del Estado en cuestión, puedan poner en riesgo su status quo.

Pero ello será posible únicamente si quienes violan la normativa vigente, sea en consumo o en creación de contenidos, son identificables y además pocos.

Es que ese es el gran problema al que se enfrentan los sectores conservadores que en nombre de la seguridad y en discurso para beneficio de sus propias víctimas, pretendan sancionar a los subversivos de turno: la cantidad.

 

Internet es un fenómeno de masas, por eso es un éxito. Hoy ya se ha superado la barrera de los 1.000 millones de Usuarios en el mundo, cifra que continúa in crescendo y todo indica que lo seguirá haciendo en forma asintótica a la gráfica de la población mundial.

Tratándose de un fenómeno de masas, los grandes cambios que se producen, sea desde la creación y publicación de contenidos, pasando por la definición de sus estructuras –en los que algunos autores reivindican la participación de los Hackers y otros movimientos análogos, libertarios en su mayoría- y por los desarrollos que permiten evadir controles, hasta por la utilización de las Redes Sociales para la comunicación y convocatorias clandestinas, son todos fenómenos masivos que van mucho más allá de individuos o grupos puntuales y llegan en brevísimo tiempo a involucrar a sociedades enteras, diluyendo entonces el accionar policíaco de los Estados y gobernantes jaqueados por estos movimientos.

 

En lo que va de éste año hemos asistido a varios movimientos de masas que han calado hondo en sus respectivos países y en el mundo entero. Árabes, griegos, chilenos, españoles, israelíes y británicos han sido los protagonistas de levantamientos sociales de orígenes tan disímiles como las sociedades en que se sucedieron y suceden. Pero, ¿qué tiene en común la ‘Primavera árabe’ en la que se reclaman las libertades individuales más básicas con el movimiento estudiantil chileno que reclama democratizar la educación?, ¿qué tiene en común la breve y violenta ‘Revuelta londinense del Blackberry’ con los ‘Indignados’ de España, con los manifestantes anti Comunitarios de Grecia o con los pacifistas de Israel?

→ Ante todo son parte de la misma “ola de manifestaciones que recorre el mundo, expresando la desesperación de los jóvenes ante un sistema que les impide entrar en la vida activa y los condena a un porvenir sombrío”, como bien define Ignacio Ramonet.

→ Todos son movimientos que carecen de líderes, al menos en su génesis, y que son autoconvocados a partir del reconocimiento simultáneo de sus respectivas realidades, ambos fenómenos que se suceden en / mediante la Web.   

→ Finalmente, se trata de revueltas en la que los Estados no tienen forma de identificar ideólogos o instigadores de relevancia, ya que se trata de ciudadanos comunes que se conocen, comparten ideas y frustraciones, y convocan a acciones reales, siempre a través de la Web, por ende en forma masiva.

Si Lope de Vega hubiera vivido en estos tiempos y ubicara en ellos al desarrollo de ‘Fuenteovejuna’, la revuelta bien podría haber sido convocada a través de las Redes Sociales y el afamado diálogo sería:

“¿Quién mató al Comendador? / La Web, Señor / ¿Quién es La Web? / Todo el pueblo, Señor”

 

Es que con esta realidad ya no existe la posibilidad de identificar a los responsables de los levantamientos para castigarlos, pues es todo un pueblo –o al menos importantes sectores- los que participan de los mismos. A la reacción conservadora sólo le queda entonces la alternativa de sancionar a algunos participantes seleccionados antojadizamente –como es el caso de lo sucedido en Egipto- o limitar las sanciones a la violación de leyes a nivel individual, no más a los grandes movimientos que inducen los verdaderos cambios sociales.

 

En definitiva, la libertad de Internet es real y tangible, es el fiel que nivela la balanza cuando esta se inclina a favor de Estados opresores o de prensa tendenciosa a las órdenes de grupos de poder, es tan real como la capacidad de los policías de turno para lograr la identificación de los usuarios para su consecuente punición, posibilidad que en los hechos se ve diluida ante los grandes movimientos de masas, consagrando a la Web como la herramienta que ha permitido y permite liberarse a pueblos acostumbrados a vivir bajo el yugo de la censura por la aplicación de preceptos religiosos, políticos o culturales.

 

¿Cuál es el rol de la educación ante esta realidad?

 La educación como proceso de socialización mediante el cual se transmiten conocimientos y valores, ante todo, no puede desconocer la existencia de estas nuevas formas de leer, escribir e interactuar derivadas del cambio tecnológico. Las debe incorporar al proceso educativo, no solo como herramientas, sobre todo debe formar ciudadanos creadores, pero también consumidores responsables, con espíritu crítico y capaces de discernir qué consumir y qué no, a partir de sus gustos y preferencias personales. El resto correrá por cuenta de cada ciudadano y del uso que cada uno haga de su libertad de expresión.

 

Esta es la realidad que percibo hoy, lo que perciba mañana dependerá de mi capacidad de adecuación al muy vertiginoso cambio tecnológico, capacidad que deberemos desarrollar y profundizar todos los ciudadanos y todas las instituciones que integran nuestra sociedad –sistema educativo incluido- si es que queremos seguir siendo libres y haciendo uso de esa misma libertad.

 

(*) Guillermo Q.Cabrera

(Set11)

 


Bibliografía consultada:

*  “Internet, libertad y sociedad: una perspectiva analítica” de Manuel Castells, publicado en el n°4 de la Revista Académica ‘Polis’ de la Universidad Bolivariana de Chile.


*  “Generación sin futuro” Ignacio Ramonet, publicado en Le Monde Diplomatique (versión Argentina) de agosto de 2011.




17.06.2012 18:03

Por GQC (*)

 

A pocos días del comienzo de la segunda gestión del Frente Amplio al frente del gobierno nacional de Uruguay, en la que José Mujica asumirá como Presidente de la República, las expectativas son muchas, tanto por el antecedente inmediato de la exitosa gestión del saliente Presidente Tabaré Vázquez, cuánto por las muchas esperanzas y sueños depositados en esta próxima gestión que estará encabezada por un Presidente que –en el acierto o no- supo jugarse la vida por una utopía.

 

Del éxito o no de la gestión de Mujica depende pues la continuidad del modelo de país, así como también incidirá en la continuidad del modelo de integración latinoamericana, integración independiente y soberana, no alineada con los Estados Unidos, que se ha venido gestando en estos últimos años, fundamentalmente en Suramérica.

Queda claro que no se puede hablar de una realidad nacional sin considerar el contexto mundial y sobre todo el regional. En ese sentido vemos que nuestra Latinoamérica, que luego de décadas de luchas había logrado contar con una muy importante mayoría de gobiernos de izquierda y progresistas, ha ingresado ya en una etapa de evaluación de los mismos, luego de los primeros años de gestión en cada país, y el Uruguay no se encuentra exento de ella.

 

Es así que la disputa izquierda – derecha, progresistas – conservadores o como quiera llamársele, se está repitiendo a lo largo de todos los países de nuestra Latinoamérica, desde hace ya algún tiempo, y del resultado acumulado de éstas disputas surgirá el mapa político que condicionará la evolución del continente y la vida de todos sus habitantes.

 

Países con Presidentes caudillos, radicalizados y estables

 

En Venezuela, Bolivia y Ecuador, los Presidentes en ejercicio han tenido relativamente recientes ratificaciones populares mediante elecciones o plebiscitos. Si bien en estos países es donde la confrontación con la oposición es más dura, dada la radicalización de las posiciones, es donde el riesgo de la restauración conservadora es menor, al menos por la vía democrática.

 

En Venezuela se mantiene la lucha radical entre el Chavismo y una oposición heterogénea que engloba desde una oligarquía alejada de los privilegios que históricamente detentó y asociada a grupos económicos que ya no tienen la incidencia de antaño -aunque mantienen su peso económico y comunicacional- hasta los disidentes ocasionales del chavismo que en diferentes momentos y circunstancias fueron pasando a la vereda de enfrente al gobierno, seguramente embolsados todos juntos a desgano, por no caerse muy en gracia mutuamente.

 

En Bolivia Evo Morales ha logrado consolidar su liderazgo a fuerza de votos, votos que no son casuales, sino que son la ratificación del apoyo a un gobierno que sí ha gobernado para todos y no para algunos, como era el común denominador de los gobiernos de ese país hasta 2005.

El MAS, de la mano de Evo Morales, no ha realizado magia, tan sólo ha realizado los cambios que el pueblo reclamaba, ha introducido las modificaciones sociales, económicas y culturales cuya necesidad rompía la vista en una Bolivia que ha tenido gobiernos históricamente genuflexos ante el Imperio y el poder económico, y que finalmente se ha puesto de pie y es referencia ideológica en esta Latinoamérica progresista y de izquierda.

Un gobierno que resulta electo con un 53% de los votos en 2005 y que luego de 4 años de gestión es ratificado en las urnas con más del 62% de los votos es un verdadero triunfo en cualquier país del mundo, pero más lo es en Bolivia, un país que desde su independencia vivió mucho más en dictadura que en democracia, un país con casi tantos golpes de estado como años de existencia, un país en que los Presidentes pasaban rápidamente de las mieles del triunfo al ostracismo del derrocamiento.

Por supuesto que la derecha boliviana vive, por supuesto que los grandes terratenientes de la medialuna no claudicaron en sus intereses ni se reconvirtieron al socialismo, pero mientras Evo contemple las aspiraciones y necesidades de su pueblo, el mismo lo continuará respaldando y Bolivia seguirá creciendo, consolidando su democracia y fortaleciendo su históricamente endeble institucionalidad.

 

Ecuador es otro país con una larga tradición de golpes de estado y de gobiernos inconclusos, pero el Presidente Rafael Correa parece encaminarlo a la consolidación de su democracia. Nada hace pensar hoy día que Correa no vaya a terminar su mandato, por el contrario, su imagen y su gestión gozan de una alta aprobación en el pueblo ecuatoriano, por lo que su permanencia en el poder es el escenario más probable en el futuro inmediato de esta nación. Su gestión finalizaba originalmente en 2010, pero una reforma constitucional llamó a elecciones en abril de 2009, en donde ganó en primera vuelta (desde 1979 nadie lo lograba en Ecuador), por lo que gobernará hasta 2013. Es un ejemplo más de que los gobiernos que satisfacen las demandas populares, reciben el apoyo del pueblo y consolidan así los cambios.

 

Centroamérica aporta poco

 

Luego de los acuerdos de paz  que dieron fin a los enfrentamientos y estados de guerra internos en varios países de Centroamérica en la década de los ’80, se sucedieron una serie de gobiernos de derecha, generalmente apoyados por los Estados Unidos, apoyo que sustituyó al financiamiento de los paramilitares o de ejércitos contra-revolucionarios. Así se sucedieron Violeta Chamorro en Nicaragua o los Presidentes del ARENA en El Salvador, entre otros.

 

El nuevo siglo trajo consigo el advenimiento de algunos gobiernos de izquierda en la región, en ese sentido en Nicaragua los Sandinistas volvieron al poder (aunque sin llegar al 50% de las preferencias), con un Ortega que parece lejos de aquella Nicaragua tan violentamente dulce que enamoró de la Revolución Sandinista a toda una generación hace ya tres décadas, y El Salvador está asistiendo al primer triunfo de la izquierda que yo conozca, de la mano del Periodista  Carlos Mauricio Funes, en una gestión que invita a soñar fuertemente con la realización de nuestras utopías, construyendo un país desde el cimiento, como me dijo un amigo que tuvo la oportunidad de colaborar con el gobierno del FMLN.

 

Honduras tuvo su cuarto de hora cuando Manuel Zelaya del Partido Liberal gobernó con un perfil progresista hasta su derrocamiento y expulsión del país el pasado 28 de junio de 2009. En remplazo de Zelaya asumió como dictador Roberto Micheletti, con el apoyo de las Fuerzas Armadas hondureñas en lo que fue una dictadura con un marcado perfil setentista, que nos recordó a todos los latinoamericanos a los golpes gorilas que asolaron Suramérica por esos años.

La dictadura hondureña, bloqueada por el mundo entero, sin más respaldo que algunos tristes Republicanos del Congreso de los Estados Unidos,  nostálgicos de la Guerra Fría, logró hábilmente dilatar una salida negociada al conflicto para llegar a las elecciones de noviembre de 2009 en las que, con una muy alta abstención y sin la presencia de Zelaya ni de candidato alguno que lo represente, se consagró como Presidente al derechista Porfirio Lobo quien pocos días después absolvió de responsabilidades a los militares que participaron en el derrocamiento de Zelaya y ni siquiera juzgó a Micheletti y a sus cómplices. Queda pues una Honduras con un gobierno con dudosa legitimidad y con un escenario político radicalizado y polarizado entre golpistas y zelayistas, que no hace bien a nadie.

 

De la Guatemala de Álvaro Colom y de la Costa Rica de Óscar Arias no corresponde hablar –esperemos las elecciones en éste último país- y menos aún del Panamá de Martinelli, quien desplazó al PRD del poder ganando las elecciones del 2009 en una alianza con el Partido Panameñista de Varela. Martinelli y Varela son multimillonarios empresarios, Martinelli es dueño de una importante cadena de supermercados (‘Super 99’), en tanto Varela es dueño de una importante firma elaboradora de bebidas alcohólicas (‘Ron Abuelo’, entre otros). La elección de Martinelli se destacó por la imponente inversión en propaganda electoral realizada por el candidato triunfante, quien inmediatamente después de asumir alineó a su país con los Estados Unidos, dando la espalda a la región.

 

Queda pues en Centroamérica la apuesta a Funes con todo el corazón y esperar por la renovación del Sandinismo, luchando por que las fuerzas de la reacción y su poder económico y comunicacional no arrebaten alguno de estos feudos de progreso.

 

 

El problema viene por el cono sur

 

De toda Latinoamérica, la realidad que más se asemeja a la uruguaya es la de los vecinos del sur, fundamentalmente la de Brasil y Chile. Y es justamente en estos países, además de Argentina y Paraguay, donde los gobiernos progresistas y de izquierda se juegan las principales paradas, o al menos las más riesgosas.

 

Me atrevo a afirmar que la Argentina ha tenido en Néstor Kirchner primero y en Cristina Fernández después la mejor gestión desde su retorno a la democracia en 1983. Kirchner fue quien realizó las transformaciones y cambios que eran reclamados a gritos por el pueblo argentino desde la asunción de De La Rua, gritos que por no ser escuchados culminaron derrocando al Presidente en aquel no tan lejano diciembre de 2001, siendo éste el corolario de la dilapidación de las muchas expectativas depositadas en el finalmente timorato gobierno de la Alianza.

Fue Kirchner quien mejor interpretó los reclamos del pueblo y torció el timón en el sentido de esas demandas. Desde terminar con la ‘Corte adicta’ hasta la anulación de las leyes de ‘Obediencia Debida’, ‘Punto Final’ e indultos para el juzgamiento de los violadores de los derechos humanos durante la última Dictadura Militar, pasando por la exitosa renegociación de la deuda externa y la recuperación de las privatizadas mal gestionadas: Aguas Argentinas  (AYSA), Correo Argentino, Aerolíneas Argentinas, etc., por mencionar algunos de sus logros. Fueron estos actos de gobierno los que consolidaron su liderazgo y cimentaron el triunfo holgado de Cristina Fernández en las elecciones presidenciales de 2007.

Sin embargo, su estilo de gobierno, muy agresivo -para algunos muy peronista- fue el elemento que enrareció su relación con la oposición, abroquelándola en su contra a la hora de votar en el Congreso, priorizando diferencias por encima de coincidencias y alimentó así las esperanzas de la derecha de llegar nuevamente al poder para desmantelar los cambios introducidos.

Sólo por rechazo al estilo de gobierno –o estilo “K”- se justifica la oposición (mediante el voto y negando hasta la discusión) de sectores autodenominados de izquierda o centroizquierda, a leyes claramente positivas como la ‘Ley de Medios’ o la ‘Ley de partidos políticos’, entre otros.

Detrás de esta negación, la re-privatización de todo lo privatizable, el privilegiar a los empleadores por encima de los empleados, el olvido de los crímenes perpetrados por los militares y sus secuaces durante la Dictadura Militar, la anulación de las leyes que posibilitan el matrimonio entre personas de un mismo sexo, la flexibilidad laboral y la derogación de la ‘Ley de Medios’, son varios de los pasos atrás que están agazapados detrás de la restauración pretendida por la derecha, unánimemente reclamados en el nombre de dios –con la Iglesia Católica- y de la seguridad ciudadana.

 

De todas formas, más allá de que el riesgo es cierto, el futuro político argentino es aún poco claro. En las elecciones de 2011, frente al oficialismo kirchnerista del ‘Frente Para la Victoria’, existe una gama bastante amplia de pretendidos candidatos: Desde la izquierda y centroizquierda representada por el Socialismo que encabeza el Gobernador de Santa Fe, Hermes Binner, hasta el progresismo bonaerense de Sabatella, pasando por la incomprensible y eternamente enojada líder del ARI, Lilita Carrió y por el cineasta Pino Solanas y sus ‘Libres del Sur’.  En el otro lado se encuentran los Radicales y el ‘no positivo’ Vicepresidente Cobos, además de los diferentes matices de la derecha argentina, como por ejemplo el ex Gobernador de Santa Fe Carlos Reutemann, Mauricio Macri lidiando con los vaivenes de su gestión e intentando darle proyección nacional al PRO y pretendiendo olvidar la fugaz participación del apologista de la dictadura Abel Posse como Ministro de Educación de la Ciudad de Buenos Aires y el nombramiento del ahora procesado‘Fino’ Palacios al frente de la novel Policía Metropolitana, entre otras gaffes. También integran el grupo de pretendientes presidenciables o de apoyo los ex socios de  Macri en la elección parlamentaria de 2009: el magnate colombiano De Narváez y el ex ‘K’ Felipe Solá. También el ex Presidente Duhalde tiene ambiciones presidencialistas y pretende encabezar a los peronistas disidentes, llevando consigo al también ex Presidente –aunque más fugaz- Adolfo Rodríguez Saa, y hasta por allí algún trasnochado mencionó como posible candidata a la lobbysta reivindicadora de la Dictadura, Cecilia Pando.

 

De esta gama tan variada de personajes es muy probable que salga el próximo Presidente de la Argentina, pero lo más importante es que de esta elección surgirá la ratificación o la rectificación del modelo de país que llevan adelante nuestros vecinos, y por ende ello impactará en uno u otro sentido en la integración latinoamericana, dado el papel protagónico que la Argentina hoy tiene en ella.

 

Depende pues, el futuro de la Argentina y en cierta forma de nuestra Latinoamérica, de la atomización y el grado de entendimiento que tengan en la Argentina los diferentes sectores de izquierda y progresistas (a priori con más apoyo que los conservadores), de su capacidad de comprender la realidad y de llevar adelante las propuestas que la gente reclama para modificarla, sin realizar oposiciones encarnizadas ni imposiciones prepotentes entre quienes piensan de forma asimilable.  

 

Paraguay, dadas sus particularidades políticas, tiene una realidad bastante diferente al resto de los países de nuestro cono sur. Allí Lugo lucha con muchas dificultades por desincrustar del país la eterna hegemonía del Partido Colorado, incluyendo 37 años de dictadura. No tengo información detallada de su gestión, pero las referencias que escucho respecto a las trabas que se le imponen a toda reforma, son crueles. De hecho, la oposición no solo ha utilizado políticamente un tema personal como el de los múltiples reconocimientos de paternidad, sino también ha coqueteado con el fantasma de la destitución, por juicio político y hasta por golpe de Estado, envalentonados en éste último caso por el golpe gorila y anacrónico de Honduras.

 

Por su parte Brasil y Chile tenían en común a Presidentes con una excelente imagen pública interna y con un reconocimiento internacional importante,  sin embargo sus candidatos oficialistas no podían recoger el mismo apoyo que ellos tenían.

En el caso de Chile, el desgaste de un par de décadas en el ejercicio del poder, sumado a haber presentado un candidato que ya había sido Presidente y que resultaba poco atractivo para muchos, provocó escisiones, falta de apoyo y culminó con una derrota electoral y con la consagración del millonario empresario Piñera como futuro Presidente del país trasandino.

En Chile pues, la reacción ya no es un riesgo, sino una realidad. El efecto Piñera es la consecuencia del desgaste de la Coalición gobernante en Chile y del desmembramiento de las opciones de izquierda en el país trasandino, que se presentaron a las últimas elecciones con 3 candidatos diferentes, generando así heridas que no pudieron cicatrizar antes del ballotage en el que la derecha volvió al poder en Chile, poder al que no accedía por la vía democrática desde 1958.

 

En Brasil aún no ha habido elecciones, pero el riesgo es análogo al de Chile y al que vivimos –y por suerte sorteamos- en nuestro Uruguay.

La probable candidata del gobernante PT brasileño, la economista Dilma Rousseff, si bien ha subido algo en las encuestas, aún se encuentra por debajo del candidato de la derecha y de los socialdemócratas encolumnados detrás de la figura del ex Presidente Fernando Henrique Cardoso, el ex Gobernador de San Pablo José Serra.

Allí la izquierda se presenta también partida, pues el ex Ministro de Lula, Ciro Gomes, también será candidato a Presidente en las próximas elecciones.

El resultado de las elecciones en Brasil, no será solo la elección de un modelo de país, sino que afectará a toda Latinoamérica y al mundo también, dado el papel que el gobierno de Lula ha venido jugando en los últimos tiempos, posicionándose en la escena internacional como país referente latinoamericano y mundial entre quienes no se alinean con los Estados Unidos, presentándose con ideas claras y distintas ante las demás potencias mundiales y hasta pretendiendo ser un interlocutor válido en uno de los conflictos más complejos de la historia contemporánea, como lo es el de Medio Oriente.

 

 

 

 

 

Elementos en común de las derechas latinoamericanas   

 

En definitiva, el riesgo de la restauración conservadora representada por los partidos de derecha, más allá de las particularidades de cada país o región, tienen elementos en común. Las banderas que suelen reivindicar, los discursos, el método y las consecuencias, pueden llegar a repetirse de una nación a otra.

 

Las banderas

A modo de ejemplo, el problema de la seguridad no es ajeno a ninguno de los países de Latinoamérica. Por supuesto que es muy diferente la inseguridad que tenemos en nuestro Uruguay con la que existe en la Argentina o la de El Salvador con sus Maras, pero en todos los casos la solución se la presenta como un patrimonio de la derecha, sin tener en cuenta que en la mayoría de los casos, fueron gobiernos de su mismo signo, quienes con políticas económicas de exclusión, contribuyeron decididamente a generarlos.

En el caso de la Seguridad, tan sensible al ciudadano común, la derecha cuenta frecuentemente con el apoyo de los medios de comunicación –generalmente dominados por empresarios afines- quienes se encargan muchas veces de amplificar o direccionar las noticias con intencionalidad política.

 

La privatización de empresas del Estado, la reducción del gasto público y la flexibilidad laboral es habitual estén presentes en la agenda de estos partidos, pese a que son normas que se aplicaron religiosamente en los años ’90 y fracasaron rotundamente, habiendo tenido como epicentro de ese fracaso a la Argentina.

 

El discurso y el método

En todas las campañas la derecha ha utilizado el discurso del miedo, sea el miedo a la gestión en sí misma, el miedo a la reacción de los mercados ante un triunfo de la izquierda, el miedo a la delincuencia y hasta inclusive el miedo a la repetición de realidades de otros países. En éste último sentido, es común que en Centroamérica se acuse de Chavista a alguien como una calificación negativa, e inclusive la calificación de ‘izquierdista’ es utilizada frecuentemente como un elemento adverso, a diferencia de Suramérica en donde es más bien un elogio. Como contrapartida, la visión que los centroamericanos tienen de los Estados Unidos es mucho más positiva que la de nosotros, los suramericanos.

 

El método repetitivo de búsqueda y en ocasiones de acceso al poder de las derechas de nuestra Latinoamérica pasa muchas veces por la puesta a disposición de grandes cantidades de dinero y por el control de los medios de comunicación.

Este es un punto que se debiera tener en cuenta en las legislaciones: el poner un límite razonable al gasto en campañas políticas y que el Estado garantice el acceso por igual de los partidos a un mínimo de publicidad en los medios, son algunas de las herramientas de salvaguarda de la democracia que se pueden llegar a aplicar.

 

El triunfo de Martinelli en las elecciones presidenciales de Panamá o el triunfo de De Narváez en las elecciones legislativas de la Provincia de Buenos Aires en Argentina (ambas en 2009) son dos ejemplos claros de una campaña realizada más contra una billetera que contra un contendiente con una ideología clara y con propuestas concretas.

 

 

Las consecuencias

Por supuesto que las consecuencias del advenimiento de la derecha en cualquier país de nuestra Latinoamérica son comunes y de repercusión por lo menos regional.

En ese sentido, la restauración conservadora tendría como consecuencia primera el debilitamiento y hasta el quiebre de la integración regional y la realineación de los países en los que el conservadurismo triunfe.

 

La nueva línea latinoamericanista, independiente, soberana y distante de Washington que caracteriza hoy a la mayoría de Latinoamérica se vería desmantelada y los países víctimas de la restauración volverían poco a poco al cono de influencia de los Estados Unidos.

 

El eje del bloque conservador Lima – Bogotá, que es de esperar se amplíe a Santiago, podría llegar a crecer aún más si la restauración cumple su propósito, hasta el punto de llegar a cambiar el destino de Latinoamérica, el que pasaría de Patria Grande a Patio Trasero.

 

 

El rol de los Estados Unidos

 

Vaya uno a saber si Obama se dio de bruces con la realidad o si el cambio que propuso nunca fue tan profundo como imaginábamos. En lo que refiere a política internacional, lo cierto es que hoy Guantánamo sigue siendo una realidad, la presencia en Irak también, en Afganistán hay más soldados estadounidenses que antes y alguna posibilidad que tuvo de demostrar que la política exterior estadounidense había cambiado, fue desaprovechada. Si una muestra bastara, tomemos el caso concreto de Honduras, Obama condenó la dictadura pero nada hizo por derrocarla y terminó reconociendo a un Presidente que surgió de elecciones realizadas bajo el control de la misma dictadura, sin ninguna garantía ni con todos los partidos representados, cuando con una sola decisión suya la democracia hubiera vuelto a su cauce.

 

Asimismo, la presencia militar estadounidense no sólo se mantiene, sino también se profundiza, sobre todo en Colombia, con nuevas bases, en lo que aparece como un intento por rodear al objetivo táctico por excelencia que tienen los Estados Unidos: Venezuela.

Recordemos que los Estados Unidos hace ya varias décadas que no se autoabastecen de petróleo, están en un contexto en el que sus 2 principales proveedores –Canadá y México- tienen el futuro de su producción comprometido, mientras que Venezuela ha visto crecer sus yacimientos y se consolida como una de las principales potencias petroleras del planeta y se encuentra a una distancia geográfica privilegiada, lo que la convierte en un proveedor apetecible y al que cualquier gobernante estadounidense desearía controlar.



17.06.2012 18:00

Uruguay, país suevamente ondulado, sin grandes alturas ni grandes depresiones.

 

Por GQC

 

El próximo gobierno del Frente Amplio deberá realizar el mayor esfuerzo por lograr nuestros objetivos a la brevedad posible. Va en ello la continuidad del proyecto del país progresista, de izquierda, justo, educado y solidario, el proclamado país de primera, que no es otra cosa que el aterrizaje actual de las utopías de varias generaciones de uruguayos.

 

Desde el primer día debemos apuntar con precisión al cumplimiento del programa, pero por sobre todas las cosas, a satisfacer las necesidades de la gente por encima de cualquier coyuntura político-partidaria, pues en ello nos va no sólo el progreso de la nación, sino también la continuidad del modelo de país.

 

¿Las necesidades de quien?, ese es el problema

 

La satisfacción de las demandas populares, en un país como el Uruguay, no pasa exclusivamente por el cumplimiento exhaustivo de la plataforma de los sindicatos, por el contrario, hay que escuchar y atender también a la clase media -muchas veces no sindicalizada- como complemento de la atención que –de manera muy eficiente- el primer gobierno del Frente Amplio prestó a los sectores más necesitados de la población, entendiendo por ello a los pobres e indigentes.

 

No existe revolución sin apoyo popular masivo, no existen cambios sin votación masiva, y en Uruguay no se puede hablar de masividad popular ni de sus votos sin considerar a su clase media, integrada por trabajadores asalariados, burócratas, comerciantes, profesionales y otras yerbas que alguna vez fuimos etiquetados de corte pequebú, bú y no tanto. Con esta realidad, el próximo gobierno del Frente Amplio deberá considerar en éste período, con particular detalle y énfasis, los reclamos de la poderosa clase media uruguaya e intentar satisfacerlos razonablemente bien, como forma de poder realizar un gobierno exitoso, llave de la vida de futuros triunfos y consecuentes nuevos gobiernos populares.

 

Los reclamos de la clase media

 

No es fácil ensayar una síntesis de lo que la clase media espera de un gobierno para tildarlo de exitoso, para que lo sienta y defienda como propio, pero grosso modo y con todas las consideraciones que nos podamos imaginar, intento puntualizar las principales inquietudes:

 

Por supuesto que la vedette de los reclamos es la seguridad, el aumento de la sensación de inseguridad, que redunda en miedo y su consecuente pérdida de libertad. Me cuesta decirlo, pero tengo el convencimiento –y además surge de encuestas que han aparecido en estos últimos años- la gente se preocupa más de la seguridad que de la educación, por ejemplo.

 

Si la seguridad no mejora prontamente, ya no habrá lugar para la certeza de que la exclusión social de los ’90 ,cuyo corolario fue la crisis del 2002, fue el caldo de cultivo de tanta delincuencia, que la pasta base es un fenómeno nuevo y no local, que la violencia es un fenómeno por lo menos regional, que estamos mucho mejor que en otros países, entre otros fundamentos sólidos que por su repetición corren el riesgo de transformarse en excusas y alejar a los votantes de la clase media que motivan la presente nota.

 

Por otra parte, la mejora en la distribución del ingreso, la baja de la indigencia a una tasa casi friccional y la disminución de la pobreza, calaron positivamente en los integrantes de la clase media promedio, pero se han mantenido críticas a un presunto asistencialismo del Plan de Emergencia primero y del Plan de Equidad después, acusados de falta de control y de falta de contrapartidas a cambio del dinero entregado.

 

También la Educación Pública es percibida como en crisis, más allá de los importantes saltos cualitativos que se están produciendo como consecuencia del Plan Ceibal y sus repercusiones. Existe la expectativa pues de lograr una Educación Pública sea y se perciba como de calidad.

 

Los impuestos son un tema aparte. Aquí es donde se producen las principales contradicciones entre el discurso y la acción. La solidaridad es muy bien vista, pero cuando de aportar se trata, a todos nos cuesta. En Uruguay existe la percepción generalizada de que la carga impositiva –nacional y municipal- está en su tope, de que el Estado debe bajar lo que cobra por su gestión y a su vez mejorar la misma. La tolerancia y el apoyo se ha mantenido por la claridad de los destinos brindados a la recaudación y porque se perciben como solidariamente necesarios, pero la rebaja en la presión impositiva la percibo como una de las principales aspiraciones de la clase media uruguaya.

Los reclamos son diversos, algunos más justos y otros no tanto. Es así que por allí se escucha hablar de aumentar el mínimo no imponible del IRPF, de modificar las franjas o aumentar las deducciones del mismo impuesto, de bajar el IMESI de los vehículos, de bajar el IVA, de cobrar la patente de rodados con el combustible finalizando así con el eterno ‘conflicto de las patentes’ y terminando también el subsidio de los costos de circulación de los coches caros a los baratos,  entre otras aspiraciones impositivas que he escuchado en reiteración real entre integrantes de la clase media criolla.

 

En definitiva, si de satisfacer a la clase media se trata, el próximo gobierno deberá dar respuestas tangibles en Seguridad, acompañadas también de una mejora de una gestión educativa que se percibe con claroscuros, deberá exigir mayores contrapartidas a los beneficiarios de los planes estatales a los que la clase media quisiera ver trabajando, deberá bajar la presión impositiva nacional y municipal, y lograr una mayor eficiencia en la gestión, que se perciba, tanto en la gestión del Estado central como en la gestión de las Intendencias.

 

Más allá de la visión positiva y de la renovación de la confianza en la gestión, la permanencia en el tiempo de esos reclamos puede llegar a ser desgastante, es decir que puede llegar a alejar a los votantes pertenecientes a la clase media, que ven en estos temas los más importantes, los que más los afectan más allá de cualquier análisis de justicia, y que por ende con quienes no soportarían convivir durante mucho tiempo.

 

Tenemos el convencimiento de que aquí se juega el principal partido electoral de la próxima administración, en la satisfacción de las expectativas de la clase media, como complemento de los logros obtenidos en el combate a la pobreza y a la indigencia. Combinando ello con una aceitada comunicación de los logros de la gestión, el éxito estará asegurado y la continuidad del cambio también.

 

Febrero de 2010.




17.06.2012 17:59

Por GQC

 

La historia de la evolución humana es la historia de los cambios sociales, el ser humano ha ido incorporando cambios en su relacionamiento, que han marcado la evolución de la humanidad, con vaivenes involutivos, pero que con el pasar de los años han servido para consolidar valores tendientes a ser aceptados universalmente, que hoy caracterizan a las sociedades modernas.

 

Es así que atrás quedaron realidades que hace no tanto tiempo eran parte de la cotidaneidad de la enorme mayoría de las sociedades, como la esclavitud, la falta de derechos de las minorías, la falta de derechos civiles para las mujeres, la democracia misma y muchos otros que hoy son reivindicados desde todas las tiendas políticas, pero que en su momento contaron con impulsores y detractores.

 

Cada una de estas certezas, en su momento implicó una lucha, una lucha ganada a la larga, pero no por ello fácil ni exenta de esfuerzo. Y en cada una de esas luchas, siempre hubo grupos que impulsaron el cambio –llámeseles progresistas o de izquierda- y grupos que se opusieron al mismo, intentando mantener el status quo reinante en la coyuntura –llámeseles conservadores o de derecha.

 

Es así que en nuestro Uruguay, cuando en tiempos de  Don José Batlle y Ordóñez se promulgó la Ley de las 8 horas, hubo quienes se opusieron, de hecho se dice que los trabajadores rurales quedaron fuera de la legislación para poder lograr el apoyo parlamentario de algunos legisladores nacionalistas que se veían afectados por tal decisión.

 

También la Ley de los Derechos Civiles de la mujer, derechos que habían sido reclamados por un proyecto de Don Emilio Frugoni en 1916, fueron rechazados en esa primera instancia y consagrados varios años después, por supuesto que con varios detractores.

 

Y de esa misma forma podríamos mencionar varias leyes de diferentes épocas, cuya promulgación implicó importantes cambios culturales, universalmente aceptados hoy, pero que en su momento tuvieron opositores acérrimos. A modo de ejemplo y pecando de varias omisiones podemos mencionar varias  leyes de legislación laboral y seguridad social que protegen al trabajador durante su vida activa y al finalizar la misma, la separación de la Iglesia Católica del Estado, la Ley de Divorcio, etc..

 

Si uno se toma el trabajo de leer la argumentación en contrario de todos estos cambios culturales, más allá de la heterogeneidad, se evidencia un mismo patrón de reacción, en la que se mezclan argumentos de clase y de miedo por el cambio, frecuentemente regados con una importante prédica religiosa, digamos que con una regular invocación de la divina providencia; un patrón que se repite hoy cuando se escucha a los representantes del conservadurismo nacional defender el establishment reinante, intentando evitar por todos los medios posibles y con los argumentos de siempre que el Uruguay evolucione.

 

Convengamos, no se trata de maldad, se trata de convicciones, están realmente convencidos de que el país irá mejor si nada cambia, si se mantienen las estructuras reinantes y si el cambio es de forma pero jamás de fondo, ¡hasta se proclaman modernos por defender cambios que implican retrocesos en derechos ya adquiridos!, presenciar estos debates en que se defiende lo indefendible duele, y duele más cuando se trata de gente joven de edad, aunque con espíritu viejo, muy viejo.

 

 

Es por todo ello que el próximo 29 de noviembre los ciudadanos de nuestro país no elegimos únicamente un Presidente, elegimos un modelo de sociedad hacia el cuál encaminarnos.

 

En un acto inconsciente de simplificación, algunos pueden llegar a pensar que se trata de modelos económicos diferentes, que por un lado está la izquierda, para la cual los programas sociales resultan muy caros, por lo que en caso de acceder al gobierno se priorizaría la asistencia a los más necesitados y la generación de oportunidades, financiando la misma con crecimiento económico y haciendo contribuir a los diferentes integrantes de la sociedad en función de su capacidad económica. Una izquierda que por definición enfatizaría en la libertad, para lo que el Estado intervendría tratando diferente a los que son diferentes, tendiendo así a nivelar las oportunidades de las personas, corriendo el resto por cuenta de los logros individuales.

En base a esa concepción, la otra opción sería la derecha, partícipe de la teoría del derrame, con la cual, en nombre de la libertad, se trataría igual a los diferentes, se eliminarían impuestos, se reducirían los programas sociales y se apostaría a que el crecimiento económico derivado del ahorro público, de la minimización del Estado y del buen estado de la economía llegara también a quienes más lo necesitan.

 

Pero esa simplificación es imprecisa e incompleta, no es eso lo único que se juega en las elecciones del próximo 29, no nos jugamos únicamente el Uruguay en el que queremos vivir –que ya no es poco- sino también el modelo de ciudadano que aspiramos habite el Uruguay del Siglo XXI, en el que vivirán nuestros hijos.

 

El voto del próximo 29 es, por sobre todas las cosas una opción ideológica, allí optaremos por que el Uruguay críe a sus hijos en una sociedad solidaria, igualitaria, tolerante en la diversidad, con un Estado paternalista pero limitado a garantizar el acceso de todos los ciudadanos a las mismas oportunidades, o por un Uruguay en que el éxito personal pase por el éxito económico y por el consumo superlativo, con un Estado semi ausente que condena a quienes no llegan, sin importar el contexto en que les tocó vivir.

 

El próximo 29 de noviembre vamos a tener que optar entre el país de la restauración conservadora o el de la evolución, vamos que tener que decir sí o no a las 8 horas para los rurales, a la legislación laboral específica para la actividad de las domésticas, a los Consejos de Salarios, a la Tecnología Educativa (Planes Ceibal y Cardal), a fumar en lugares públicos, al matrimonio entre personas de un mismo género, a que muchos uruguayos puedan ver sin importar su capacidad de pago y a muchos otros cambios que hoy son realidad y a otros tantos que vendrán.

 

En estos tiempos en que la aceleración de los cambios sociales, de la mano de los cambios tecnológicos, va in crescendo, sueño pues con un país en que se apruebe la Ley de Salud reproductiva, en que se plebiscite el aborto para que no queden dudas de qué es lo que quiere la población, que se analice seriamente la posibilidad de despenalizar el consumo de drogas como parte del combate al tráfico, sueño con que exista educación sexual entendiendo por ello una educación en el placer y no una limitación a evitar embarazos no deseados y enfermedades venéreas, sueño con un país racional, habitado por ciudadanos librepensantes y de espíritu crítico, un país moderno, productivo, solidario, educado, sueño con un país de primera, en que hoy se implementen los cambios que en el futuro serán de universal aceptación.

 

Del otro lado está la restauración de la derecha, una restauración que va mucho más allá de una opción económica y sus consecuencias directas, ella implica también una restauración cultural, un período de involución en la historia de nuestra sociedad, o al menos un estancamiento evolutivo.

 

Creo que la postal de esa eventualidad la dio un grupo de manifestantes del Partido Nacional el pasado 25 de octubre cuando festejaban efusivamente que la Ley de Caducidad no hubiera sido anulada. Más allá de que pueden existir diversas visiones respecto a la anulación de la mentada Ley, creo que no es éticamente aceptable que se festeje la falta de verdad y de justicia, es más, no es una actitud digna de un pueblo libre y democrático.

Las generalizaciones son siempre injustas, pero esa actitud de estos émulos de José Millán de Astray proclamando ¡Viva la Muerte! en la Universidad de Salamanca, creo que puede llegar a ser representativa de la restauración conservadora que nos propone el Partido Nacional. Por ello el 29, voto por los representantes de Unamuno, voto por los candidatos del Frente Amplio.

 

Noviembre de 2009.




17.06.2012 17:56

Por GQC

Un poco de historia

 Para una persona que nació a principios de los ’70, la situación política actual es lo más cercano que ha vivido a las utopías de la adolescencia y de los primeros años de la juventud. Por entonces soñábamos con una Latinoamérica solidaria, unida, de izquierda (aún no se había popularizado el viejo término ‘Progresista’), en donde campeara la justicia social y económica, la igualdad de oportunidades y el interés colectivo primara sobre intereses individuales o sectoriales. En esos años ’80 veíamos como gobiernos electos por el pueblo, normalmente autodenominados socialdemócratas, asumían la difícil tarea de conducir a sus países a la democracia, a la plena vigencia de las libertades individuales, luego de años de oscuras dictaduras. Así llegaron Alfonsín, Sanguinetti, Tancredo Neves (que nunca llegó a asumir y Sarney lo subrogó), Patricio Aylwin, y varios otros, mientras dejábamos atrás nuestra niñez con la alegría de la democracia y la tristeza de la distancia de la izquierda ...sólo Alán García parecía ser diferente, pero no pasó de parecerlo (1). Esos gobiernos tuvieron como primera misión garantizar la institucionalidad recuperada y luego, intentar liberar a sus pueblos de la situación de pobreza en que habían quedado, misión última en la que fracasaron, abriendo así las puertas a las nuevas formas de derecha, ya no tan Gorila -aunque tolerante con ellos- más si neoliberal a ultranza, admiradora de Fukuyama y su “Final de la historia” y partícipe del “Pensamiento Único” -muy bien definido por Ignacio Ramonet en su Dipló- por el que se repetían hasta el hartazgo una serie de verdades incontestables, normalmente nacidas en las universidades de los Estados Unidos y transmitidas por funcionarios tecnócratas de organismos internacionales a todos los países de su órbita, con un grado de certeza e imposición tal que eran la envidia de toda religión que se precie de tal. Por estas verdades impermeables a la crítica y discusión, todo acto de gobierno que osara contradecirlas llevaría a su país indefectiblemente a las conocidas catástrofes de la hiperinflación, incremento de la pobreza y crisis económica con las que finalizamos los ’80 y la primavera democrática. Pasaron entonces los años ’90 en los que vendimos hasta las joyas de la abuela y nada quedó de la pizza ni del champagne, sólo los recuerdos del culto al mercado, a quién la realidad le ganó la pulseada, y la anécdota de algún que otro outsider caído en desgracia por abusar del poder que tuvieron durante períodos variables, desde el efímero Abdalá Bucarám hasta las veleidades de perpetuidad de Fujimori, pasando por Collor y su Impeachment. La perla de esta catástrofe, que sirvió como golpe final al modelo neoliberal, fue sin dudas la Argentina, cuyo pueblo quiso torcer el timón a tiempo y De La Rua nunca se dio cuenta que lo habían puesto allí para cambiar algo más que los nombres de los gobernantes.  

La situación, los diferentes modelos y el acecho de la reacción

 El Siglo XXI llegó con cambios, poco a poco la crisis regional largamente anunciada por quienes nos oponíamos a las políticas neoliberales reinantes en los ’90 fue provocando los triunfos sucesivos de fuerzas políticas progresistas y de izquierda a lo largo del cono sur.Los modelos que fuimos instaurando fueron análogos, aunque todos con una misma impronta, la de atender las urgencias de los más necesitados, la de combatir el desempleo, normalmente causado por aparatos productivos desmantelados en el nombre del mercado, y la de pagar la deuda externa sin que ello signifique el hambre del pueblo, muchas veces renegociando plazos y reperfilando formas. Así es que hoy tenemos gobiernos progresistas y/o de izquierda en la enorme mayoría de países de nuestra América del Sur, los que, de acuerdo a sus características, los podemos clasificar compulsivamente en: 

Los pragmáticos

Chile fue perfilando su Concertación gobernante, desde los demócrata-cristianos Alwyn y Frei a los socialistas pragmáticos Lagos y Bachelet. En un país con los mayores índices de desarrollo de América Latina, el partido gobernante ha logrado mantener una leve supremacía sobre una derecha que desde la elección anterior se presenta partida en 2, pinochetistas y otros. Chile ha sido el ejemplo vivo de que el equilibrio económico no implica el relegamiento de las necesidades sociales, sino que se puede atender a los más necesitados sin descuidar la estabilidad económica...se debe.Brasil (2) ha renovado el mandato a su primer Presidente de izquierda, en una gestión marcada también por el pragmatismo y por los muy buenos resultados macroeconómicos, que hacen prever una alta probabilidad de permanencia de la izquierda en el poder, aunque en un Brasil personalista, ello dependerá también de quien sea el candidato y de que los resultados económicos de la gestión se sigan volcando al combate al hambre y a la pobreza, objetivos primarios del gobierno del PT. 

Los caudillos

Los gobiernos de Bolivia, Ecuador y Venezuela poseen una impronta mucho más personalista, las transformaciones de corte socialista son impulsadas principalmente  por sus respectivos gobernantes, basados en un liderazgo indiscutido, que genera adherentes incondicionales y opositores acérrimos.Es así que la confrontación con la oposición es tan dura como habitual, llegando en algunos casos a la confrontación internacional, fundamentalmente en el caso del verborrágico Hugo Chávez.Mientras Venezuela disfruta de las mieles de los altos precios del petróleo, Ecuador y Bolivia se encuentran en una etapa muy anterior, recién revisando contratos leoninos con empresas extranjeras, firmados por sus antecesores -gobiernos cipayos en todos los casos- y revisando por sobre todas las cosas, sus respectivas cartas magnas, de forma tal de consagrar en las mismas los derechos y libertades de sus ciudadanos, intentando perpetuarlos o al menos protegerlos de quienes se habituaron a violarlos. Por supuesto que los cambios radicales, generan enemigos radicales, encabezados por aquellos cuyos privilegios de años se vieron recortados o eliminados, con el fin de favorecer a los más desposeídos.  Es así que Venezuela sufrió, con el apoyo de los Estados Unidos, una intentona de golpe de estado en 2004, la que fracasó estrepitosamente, aunque no por ello se ha eliminado la amenaza del discurso de parte de la oposición ni de algunos funcionarios extranjeros.En Ecuador la tradición de Golpes de Estado está por ahora apaciguada y se recorre el camino al socialismo con decisión.En Bolivia es donde la situación se encuentra más tensa. El Presidente Morales plebiscitó su gestión y la de varios Prefectos y salió fortalecido del acto, habiendo sido ratificado por alrededor de un 67% de los bolivianos, mucho más del 53% con el que había sido electo en diciembre de 2005. Sin embargo, sus más férreos opositores ganaron en sus provincias de la llamada media-luna y vieron fortalecidas sus aspiraciones secesionistas, radicalizando así el conflicto entre el socialismo étnico gobernante y una derecha separatista y racista, en cruzada contra lo que llaman el “fundamentalismo Aymara”. De toda Latinoamérica es en estos tres países en donde asoma más o menos explícitamente la cola del imperio y por ende surge la duda de si sería o no viable un gorilazo que restaure los privilegios previos a la asunción de los respectivos gobiernos. La convicción personal es ¡no!. Más allá de cualquier intento, todos los gobiernos populares latinoamericanos cuentan con un gran apoyo de sus respectivos pueblos, lo que impediría el advenimiento de los grupos imperialistas por la fuerza, garantizando así el mantenimiento de la institucionalidad. De ello surge que todo cambio que se incorpore o profundice en estos países deberá contar con un fuerte apoyo popular, caso contrario el riesgo de la reacción es alto e inminente. 

El progresismo peronista

La Argentina siempre fue diferente, es un país en el que la izquierda no ha logrado insertarse con éxito en la vida política nacional, al menos a través de partidos políticos tradicionales como el Socialista o Comunista.  La incidencia de la izquierda se da a través de partidos políticos de corte progresista, que no tienen una ideología de izquierda tradicional e histórica, aunque sí comparten muchos de sus principios de solidaridad y justicia social, y por encima de todo, comparten posiciones y soluciones ante la actual coyuntura. Es así que la tendencia Progresista que se supo cristalizar en el Frente Grande de Chacho Álvarez y desaparecer en el fracaso de la Alianza, hoy se manifiesta a chispazos –entre otros- en el ARI, en la Coalición Cívica, en el Partido Socialista de Hermes Binner y  en el propio y muy heterogéneo Partido Justicialista, nada menos que a través del gobierno K. El gobierno peronista argentino de Néstor Kirchner primero y de Cristina Fernández después, ha llevado adelante políticas de neto corte progresista, no solo en Derechos Humanos, sino también en política económica y social. Habiendo logrado un crecimiento económico sin precedentes, se enfrenta hoy a uno de sus mayores retos: mejorar la distribución del ingreso, de forma tal de desconcentrar la riqueza, favoreciendo a los menos privilegiados. Tal vez la principal contra del gobierno argentino se encuentre en su raíz, el llamado “Estilo K” hace gala de su pertenencia al Partido Justicialista utilizando muchas veces una prepotencia muy ’55, la que implica muchas veces la división de la sociedad en Montescos y Capuletos, como aplicación el tristemente célebre dogma de “o están conmigo o están contra mí”, el cuál le ha dado buenos resultados políticos,  hasta la derogación parlamentaria del Decreto por el que se modificaban (y aumentaban) las retenciones móviles de impuesto a las ganancias a las encumbradas exportaciones de Soja, lo que ha significado un alerta considerable en la gestión K, sobre todo en lo que respecta a su estilo de gobierno, a la impronta K, más que a la gestión en sí misma.. 

La incógnita

Paraguay y su nuevo Presidente, Lugo, son aún una incógnita. En una sociedad marcada por décadas de gobiernos del Partido Colorado, en los que se incluye una larga dictadura a la que ese partido estuvo muy ligado, lo primero que hay que saber es cómo procesa el nuevo gobierno y el pueblo paraguayo en su totalidad, la disociación del Partido Colorado del Poder Ejecutivo, como primer paso para afianzar la institucionalidad y comenzar a construir sobre ella. Los primeros indicios del nuevo gobierno parecen indicar que Paraguay apunta al “modelo uruguayo”, inclusive varios técnicos de nuestro país han viajado a Asunción para facilitar asesoramiento para la transición tan delicada que espera al Paraguay. Por lo pronto Lugo sigue siendo sinónimo de esperanza e ilusión, el resto lo dirán los hechos. 

Las piedras en el zapato

Colombia padece hoy la soledad de estar aliado al imperio a la vieja usanza. El de Uribe es un gobierno que no sólo aplica políticas económicas perimidas, de los años ’90, sino que por sobre todas las cosas exhibe orgulloso una afinidad política muy importante con el gobierno de Bush, que lo convierten en uno de los últimos aliados del imperio en el mundo y lo colocan en una posición de confrontación ideológica con el resto de América del Sur.De todas formas, justo es decirlo, según las encuestas Uribe goza de una popularidad envidiable en su país, producto de su mano dura contra una guerrilla endémica y cada vez menos defendible (y no tan dura con los paramilitares), lo que lleva a pensar en la permanencia del mismo signo ideológico en el gobierno de Colombia de los próximos años, y por ende en la postergación de las aún tibias aspiraciones progresistas. Perú ya no genera expectativa con el gobierno de un maduro Alán García, quién ha optado por llevar adelante una política más afin con Colombia que con el resto de América.  

El Uruguay

El gobierno del Frente Amplio asumió sobre el final de una de las mayores crisis que haya vivido nuestro país, cuando aún campeaban plenamente las consecuencias de la misma, en la que habíamos caído como fruto de un espiral regional, pero también por la aplicación de un modelo en el que se había privilegiado al país de servicios y al sector financiero, por encima del país productivo. Un país en el que se repetía constantemente que el crecimiento estaba atado a la disminución del Estado a su mínima expresión, dejando de lado todas sus responsabilidades en el nombre del abatimiento del déficit y del Dios Mercado, que mágicamente solucionaría todos nuestros problemas. Incluso se llegó a plantear la necesidad de vender las empresas públicas para lograr la eficiencia necesaria, acción detenida por el pueblo mediante la realización de un plebiscito que, diez años después, nos salvó de caer en défault, cuando la trasposición de fondos de las Empresas Públicas al Estado fue determinante en tal sentido.  El gobierno del Frente Amplio no sólo demostró con hechos que la eficiencia es posible con una acertada gestión estatal, sino que también ha llevado a cabo una gestión con la se logró un crecimiento histórico de la economía uruguaya, un abatimiento del desempleo en casi 10 puntos porcentuales, un muy importante incremento del empleo, la creación de 170.000 nuevos puestos de trabajo, un significativo acercamiento a la universalización del acceso a la cobertura médica total, la industrialización del país, la creación de un sistema tributario más justo, que contribuya a una distribución más equitativa del ingreso, la plena vigencia de los derechos humanos y el respeto de los tratados internacionales suscritos en tal sentido, el histórico crecimiento del presupuesto de la enseñanza, entre muchos otros logros, siempre manteniendo en alto los principios de solidaridad , justicia social e igualdad de oportunidades.   

El riesgo de la reacción

 El advenimiento de los gobiernos progresistas y de izquierda en nuestra América del Sur plantea inmediatamente la incertidumbre de cuán profunda y permanente podrá ser la evolución de nuestros pueblos, pregunta para cuya respuesta es necesario evaluar el riesgo de que los sectores más reaccionarios de nuestras sociedades intenten desplazarlos democráticamente  y hasta por la fuerza. Anteriormente sostuve que la permanencia de los partidos progresistas y de izquierda en el poder estaba condicionada al grado de apoyo popular que estos detenten, pues ante la menor distracción, los grupos apartados del poder, representantes encumbrados de la derecha y normalmente poseedores de gran poderío económico, activarían los mecanismos de presión necesarios para su retorno. Es así que éste riesgo se visualiza con bastante nitidez en Bolivia, con el agravamiento que implican las veleidades secesionistas de las provincias rebeldes, lo que constituye uno más de los posibles escenarios resultantes de la confrontación con los grupos reaccionarios,  siempre intransigentes y frecuentemente violentos, que quieren evitar su pérdida de privilegios y detener el aún incipiente proceso de redistribución de la riqueza llevado a cabo por Evo Morales. Es éste, tal vez, el país en el cuál la probabilidad de violencia social como consecuencia de la reacción es más alta. Venezuela y Ecuador también son clientes potenciales de la CIA, aunque Venezuela se ha visto fortalecida en su institucionalidad luego de la caída en desgracia de los golpistas del 2004 y Ecuador parece tener ánimo de revertir su larga tradición golpista, ojalá así sea. En el resto de los países de Sud América, en estos tiempos en los que los EUA no patrocinan más dictaduras en el continente, al menos explícitamente, el único riesgo para los modelos progresistas y de izquierda parece provenir de las urnas, lo que implica un riesgo por demás saludable, que anima y entona para redoblar el esfuerzo. Los gobiernos de Argentina, Brasil, Chile y Uruguay gozan todos de importante popularidad, aunque no por ello tienen garantizada su permanencia en el poder y por ende los cambios sociales y políticos que han introducido en sus sociedades, y que poco a poco profundizan, no están a salvo, se deben renovar cada día. La principal alerta en estos países se produjo en la Argentina, en donde un conflicto sectorial, más precisamente del sector agropecuario, se transformó en causa nacional de la oposición, de toda la oposición, más como reacción ante las habituales imposiciones del gobierno que por la afinidad de los grupos que se juntaron para derrotarlo en el parlamento con el angustioso voto “no positivo” del Vice-Presidente Cobos. La sensación que queda luego del llamado Conflicto del Campo, es que se trató de una circunstancia absolutamente innecesaria, por la que el gobierno argentino, por no dialogar con los diferentes actores políticos y sociales, muchos de los cuales tienen afinidad ideológica con el Ejecutivo, aglutinó a la muy heterogénea oposición, desde la oligárquica e históricamente pro-golpista Sociedad Rural, pasando por los productores pequeños y por varias organizaciones sociales y políticas de muy diferentes orígenes y modus operandis, hasta partidos políticos muy disímiles, desde la derecha del PRO hasta grupos progresistas como la Coalición Cívica de Elisa Carrió. Si se pretende mantener y profundizar el modelo, se deben evitar estos desgastes innecesarios, con el diálogo y la participación de todos los actores sociales involucrados, lo cuál no es un signo de debilidad, todo lo contrario. En síntesis, todos los gobiernos progresistas y de izquierda deben ser muy cuidadosos de su gestión, de mantener y profundizar en todos los casos el apoyo de sus pueblos, dialogando y explicando el alcance de cada medida, haciéndose entender para ser apoyados y defendidos por la ciudadanía, porque sólo con el apoyo del pueblo los cambios sociales que implican la evolución de nuestros países está garantizada.  Decía Neruda que la principal limitación que tienen los intelectuales es su propia incapacidad para hacerse entender por los más pobres y desposeídos, lo cuál es válido en todos los tiempos, en todos los lugares del planeta; y ello aplica también a los gobernantes, quienes tienen la obligación de lograr una buena comunicación con su pueblo, como condición sine qua non de su permanencia en el poder y por ende de la continuidad de las transformaciones impulsadas. 

El futuro

 Estamos gobernando con viento a favor, en una coyuntura internacional favorable para nuestras economías. Ello nos obliga a esforzarnos más que nunca para aprovechar el momento y lograr el crecimiento sustentable de nuestros países, para impermeabilizarlos lo más posible frente a diferentes impactos y dependencias, y sobre todo, para distribuir mucho más equitativamente el ingreso, de forma tal de poder llegar a satisfacer las necesidades básicas de todos los ciudadanos sin excepción y desde allí lograr el crecimiento individual. Para ello resulta imperioso lograr que nuestras economías crezcan, generando espacio y oportunidades para la inversión privada, la que debe ser complementada con la inversión pública. Debemos aumentar nuestra producción de bienes y de servicios, y su valor agregado, debemos generar conocimiento que produzca más conocimiento y que contribuya no sólo a exportar el producido, sino que también contribuya a imaginar y construir nuestra América de los próximos 50 años. Para ello nuestros Estados deben  generar las condiciones necesarias, para abrir todos los mercados, tarea que es recomendable realizar unidos, con el Mercosur y sus Estados asociados, con más y mejor Mercosur, pero sin que ello signifique una restricción a las oportunidades de cada nación. Creemos que el Uruguay está en el buen camino y percibimos que no vamos solos, la mayor parte de los países de nuestra América del Sur nos acompaña, cada uno a su ritmo, todos en el derrotero que nuestros libertadores marcaron y que conducen al sueño de la Patria Grande, el de la integración. Es que de la mano del progresismo y de la izquierda, América del Sur avanza a paso firme, the rest it’s silence... Me queda en el recuerdo un cartel que leí el 1º de marzo de 2005 en el acto de asunción de Tabaré Vázquez frente al Palacio Legislativo, el mismo rezaba más o menos lo siguiente: “Tabaré, Kirchner, Lagos, Lula, Chávez ....¡no perdamos la oportunidad!” ...¡¡QUE ASÍ SEA!!  

 

 (1)  Recuerdo la brillante síntesis de Alán García, realizada por Leo Maslíah y su versión de “La Muralla” en la que Alán García quiere entrar y el portero al que inquiere le responde: “...decile que sí, pero no le abras...”

(2) Brasil también tiene un tinte caudillesco en la figura de Lula, pero su tipo de gestión me llevó a que prime su pragmatismo, a la hora de decidir agrupaciones. 

Setiembre de 2008



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