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El cine es verdad a 24 cuadros por segundo, dijo Godard. Si nos miente, mejor
Acción y Aventuras

16.01.2012 15:43

(Foto: Animal, integrante de la troupe Muppet y baterista de "Caos Eléctrico", en plena crisis: un modesto triángulo suplanta su batería. Le dicen "manejo de la ira")


Advertencia: en esta nota se citará, una vez más, a "Los Muppets" (actualmente en cartel en Uruguay) como ejemplo de cine libre, con ideas y -fundamental- divertido, en tanto se cimenta en lo mejor que sabe hacer Hollywood: comedia, canto y baile combinados y ejecutados por grandes personajes. Como el de la foto.

Pero bueno, a los números: también se trata de un film de presupuesto bajo aunque la factoría Disney esté detrás de él. Costó menos de 50 millones, recaudó más del doble lo que no parece mala idea para una industria que está acusando el impacto de la crisis financiera estadounidense. El ajuste ha llegado a varios rubros concernientes a la preproducción de una película. Lo que hasta hace un tiempo era cien por ciento "made in USA" ahora se realiza donde la ecuación presupuesto-calidad de el mejor resultado (Canadá y Nueva Zelanda, por ejemplo).

¿En qué le cambia al receptor final del producto? En nada.Por el contrario: La(s) crisis, históricamente, le ha hecho bien al cine obligando a revisar ciertos cánones considerados fórmulas exitosas según "los que saben". En realidad, la buena salud de algunas franquicias insípidas obedece a una noción que emparenta al cine únicamente con el consumo. En tanto circule el capital y el público no dude en ir a ver lo que sea, habrá mamotretos de esos que -gigantesco aparato de difusión mediante- ocupan salas a pesar de su poca gracia, su casi inexistente artesanía y hechas a desgano. Creanme que las sagas de vampiros anémico-vegetarianos y magos monta-escobas no serían los casos más graves. Hablo de películas como "El Código Da Vinci" ¿La recuerdan? ¿No? Disculpen por traerla al ruedo.

Haciendo un repaso, veamos cómo impactaron los cimbronazos económicos y bursátiles del siglo pasado. Crack de 1929 en Estados Unidos, con el cine adaptándose a la transición entre cine mudo y sonoro. Ese mismo año incluso, se realizaba la primera ceremonia de los Oscar. Lejos de correr a la gente de las salas, varios buscaron el refugio del entretenimiento. Los banqueros pasaron a ser los villanos y los considerados "enemigos públicos" (Dillinger, Baby Face Nelson) se convirtieron en héroes. Fue la época de auge de las películas de gangsters y de James Cagney. Poco tiempo después, se imponía la comedia de enredos dirigidas por Frank Capra o Ernst Lubitsch. En 1933 llegó el "New Deal" de Roosevelt a sanear un poco la cosa pero el avispero sabría de nuevos alborotos.

La cinematografia estadounidense sobrevivió al macartismo y su cacería de brujas pero quedó magullada tras el surgimiento de la televisión. Nada comparado a reconocer que en otras latitudes se hacía mejor cine, más prestigioso y mucho más barato. A mediados de los 60' los grandes estudios entraron en crisis. Los ejecutivos no se hicieron responsables de la debacle, para variar. Público y crítica aplaudían Pierrot Le Fou de Godard, Blow Up de Antonioni o Jules y Jim de Truffaut. Llegó la generación de recambio (Ford Coppola, De Palma, Scorsese, Spielberg, por citar algunos) y surgieron los productores independientes (algunos de ellos también actores como Warren Beatty o Peter Fonda) para imponer productos con mayor libertad creativa. "Es una basura pero vamos a hacer un montón de plata" - le dijo un jefe de estudios, acomodando el cuerpo, a Peter Fonda tras ver el primer corte de Easy Rider (Dir: Dennis Hopper, 1969). Habrán notado que la nota ha obviado los conflictos bélicos que no fueron pocos entre mediados de los años 30' y comienzos de los 70'. Allí el cine, según la ocasión, ofició de propaganda a favor y en contra de los mismos. El público facilmente podrá ubicar unas cuantas grandes películas en esa época.

¿Qué esperar para estos tiempos? La Eurozona en crisis y el cine producido allí, en crisis hace tiempo. Y menos mal: ya se agotó el efecto del "Dogma" y su supuesta maestría, los "nuevos rumanos" y la presunta qualité asociada al viejo mundo (seguramente cometa un error al generalizar, solo que no recuerdo cuando fue la última vez que vi tres buenass películas italianas en, digamos, un año). Quién sabe si en Estados Unidos ya reaccionaron o simplemente hemos visto algunas honrosas excepciones. "Crisis es cambio" - repetirán los etimólogos y predictores de futuros cercanos y, en tanto sus profecías se concreten en la gran pantalla, los espectadores saldremos ganando.

Después de todo, es solo dinero...¡Groucho, Frank, adelante!

 




25.11.2011 17:48

Sepan ustedes disculpar lo monotemático que pueda resultar una de las causas que defiende este blog. Hace unos meses en este mismo espacio hablé del aura de prestigio que tienen algunas películas sustentada en elementos casi siempre laterales a lo que se nos revela en pantalla.

También nos ocupamos de la corriente "importantista", esa que se impone por el peso de sus temas, por su mensaje humanista, por su intención de que el espectador salga de la sana pletórico en conciencia social y quizá decidido a redimirse o a hacer el bien en todas sus formas. No hemos podido, hasta ahora al menos, hablar de una contracara más llana: el experimentar auténtico placer por ver una película aunque no alcance el estatus consensual de "buena/muy buena/notable/obra maestra".

De hecho, los espectadores críticos, los críticos espectadores y los críticos en estado ídem solemos disfrazar dicha sensación. Enunciados como "uno no puede evitar sentir un placer culpable al ver que la chica le da el 'sí' en el altar" habla de las represiones que podemos llegar a imponernos a sabiendas que, al pié del artículo, figurará nuestra rúbrica. Cuesta lidiar con ello, o directamente no lo hacemos y simplificamos sin mucha esfuerzo.

Entonces las comedias románticas son pelotudas, los dramas que reflejan la misera humana son importantes, Hollywood es basura y Jim Carrey es mejor actor cuando compone un rol dramático que uno en clave bufón. Es posible que hayamos experimentado legítimo disfrute a lo largo de la película pero no asumamos, no...¿para qué? No sea cosa que quedemos como espectadores fácilmente impresionables, no...qué viva la trascendencia y los pedestales.

Ahí está la foto de una comedia policial con Bruce Willis con la que no pasó nada y quedó surcando los mares del ostracismo: Hudson Hawk (Michael Lehmann, 1991). La historia del ladrón de bancos que calculaba cuanto tiempo le llevaba hacer un atraco según la duración de canciones de, por ejemplo, Cole Porter, pasó por el cine y circuló un poco en VHS en nuestro medio. Claro, Bruce venía de ser el magistral John Mc.Clane en las dos primeras Duro de Matar y el público quizá esperase que en algún punto cayese una soga del techo de un rascacielos y Mc.Clane se columpiase a metralletazo limpio. Hubiese sido lindo, claro, pero no ocurrió. Lo que si ocurrió es una comedia de humor felizmente absurdo, con personajes caricaturescos y la idea de un robo imposible (a perpetrarse en ¡el Vaticano!).

Hudson Hawk no roba con precisión de ingeniero, qué va. Se pasea por el lugar desactivando alarmas al ritmo de "Swingin' on A Star" y mantiene una riña infantil con Danny Aiello mientras escapan por las azoteas. ¿Placentera? Seguro ¿Buena? No estoy seguro ¿La vería de nuevo? Claro.

Mismo ejemplo para una película que pude ver recientemente y que llegará a Uruguay por el 13 de Enero. La retomaré en próximos post seguro pero tiene una singular apuesta por recuperar un lenguaje perimido según los parámetros de hoy día para que un film sea exitoso. Tiene música, humor absurdo, situaciones que desafían toda lógica. Lo cual no debería alarmarnos tanto ¿O no crecimos viendo como el principal ícono de la animación universal es un ratón que habla cuya mascota es un perro?

Que lo disfruten, sin concesiones. Aquella y la que vendrá

@christianfont

 

 




11.11.2011 20:53

Nunca una de esas insólitas traducciones de títulos del inglés al español fue tan simbólica. Semilla de maldad (Blackboard Jungle, 1956 Dir: Richard Brooks) plantó la ídem cuando puso a dialogar al cine con el naciente rock n' roll. En los títulos de crédito, el público saltaba de la butaca al pasillo para bailar "Rock Around The Clock" de Bill Haley and The Comets. De ahí en más, la relación rock-cine tuvo varios capítulos. La primera estrella en prestarse a vehiculizar sus hits en medio de tramas insólitas -y dando muestras claras que no había nacido para actor- fue Elvis Presley.

¿Fue Ringo el primer actor del rock? No exactamente. Ricky Nelson, también con carrera solista y moviéndose en el terreno del rockabilly actuó en una de las obras maestras del western, Rio Bravo (Howard Hawks, 1959) en la que su actuación no iba en zaga con las de la dupla John Wayne-Dean Martin (con éste último canta la preciosa "My Rifle, My Pony and Me" en la película). Es un caso aislado y, además, no se trata ni por asomo de una película que vincule el rock con su trama.

¿Lo fue o no, entonces? - vuelvo a preguntarme, no del todo convencido por el dato anterior. Vamos entonces a la primera película con Los Beatles como protagonistas (y a juicio de quien firma, la mejor) A Hard Day's Night. El mérito del guionista Alun Owen fue  de saber captar la locura en la que vivían inmersos aquellos jóvenes liverpoolenses y como el humor los ponía a salvo entre tanto desmadre. Owen era también oriundo de aquella ciudad y, por decirlo de alguna manera, hablaba su mismo idioma. El director Richard Lester elige filmar cada número musical en diferentes situaciones brindándole a cada canción un universo propio. Estaba experimentando, no se había hecho nada parecido antes. Por algo Lester es considerado el "padre putativo de MTV", porque otro de los aportes de la factoría Beatle es el de anticiparse a lo que luego se conocerá como video clip. La capacidad de improvisación de los cuatro (especialmente de Lennon) y su naturalidad le termina de dar el encanto imperecedoro que tiene. Para que la película haya sido no solo un éxito sino un mojón en la historia del cine sí, ahora sí, fue clave que allí estuviese el enorme Ringo Starr.

Comencé a pensar el tema de esta Lata volviendo del Luna Park. El baterista con la perfecta combinación entre swing y precisión, el que maneja al público como pocos y canta y se divierte con una vitalidad increíble para un tipo de 71 años, culminaba un show de dos horas a puro rock con esa especie de "dream team" que es la All Starr Band. Sin pirotecnia, ni juegos de luces ni efectos: música. El líder de la banda no pierde la sonrisa, capitanea el barco, demuestra (como si hiciera falta) que es un elegido. El periodista y músico Sergio Marchi desde Página 12 decía "si bien no hace falta gran capacidad para tocar lo que toca, se necesita el máximo talento para tocarlo como él lo tocó y algo superior para inventar lo que Ringo creó". Lo que Ringo trascendió los parches: quedó también en la pantalla.

Por algo tiene un número de slapstick en ese homenaje a la comedia de la era del cine mudo en "A Hard Day's Night". Por la misma razón es el protagonista casi excluyente de "Help!" (es quien porta el anillo de sacrificio del dios Kahili). Que en Yellow Submarine (George Dunning, 1968) sea un Ringo animado el que tiene "un hoyo en su bolsillo" tampoco es casualidad. Si esa señora enorme que representa un personaje grotesco de la experimental (bah ¿cual de todas éstas no lo es?) Magical Mystery Tour (1967) no es "la tía de Ringo" ¿de quien sino?.

Ahí está. Se mantiene joven y divertido. Eternizado en su batería o fuera de ella.En el escenario, claro.

Ah si, en el cine también.

@christianfont

Corre video: Ringo como Zappa en "200 Motels" (1971) para ver sus dotes de comediante y para celebrar que la banda de amigotes de Frank vendría por el Río de la Plata en 2012.

 




07.10.2011 22:35

Tomemos el hipotético (por no decir inusual) caso de un espectador que no tiene implicancia afectiva alguna con el espectáculo al que ha asistido. Éste sujeto podría, si quiere, desligarse de la atracción principal del evento y observar la puesta en escena espontánea que se genera a su alrededor motivada por aquello que ocurre en el escenario, sea éste de andamios tubulares y con parrilla de luces o se trate del verde y algo raído césped de una cancha de fútbol. 

Brazos arriba, cánticos, banderas, colores, comentarios cómplices, catársis, risas y llanto: eso de sentir por un momento que la vida no trasciende esos 90 minutos (más los descuentos). 90 minutos: la duración promedio de una película.

El cine también busca contar historias de vida en ese mismo lapso pero no puede lograrlo sin elipsis o flashbacks. Una hinchada de un club de fútbol cualquiera acumula recuerdos de hazañas y frustraciones. La épica, en el fútbol como en el cine, tendrá un lugar privilegiado en ese archivo. 

El documentalista Patricio Guzmán (La batalla de Chile) dijo alguna vez que un país sin documental es como una familia sin un álbum de fotos. Me quedo con esa última parte. Manyas-La película es un álbum de fotos familiares. Quienes son y se sienten parte de esa familia lo celebrarán incondicionalmente. Aunque bien sabemos que cuando a propios y extraños se los bombardea a fotos familiares, la línea entre el hastío y la emoción puede ser delgada.

Éste cronista no nació manya, a diferencia de otros hinchas. Peñarol me flechó avanzada mi niñez. El cine llegó antes que la causa carbonera por deformación familiar. El amarillo y negro fue amor a primera vista pero quizá algo tardío para un niño,  ya que en mi familia predominaba –y predomina- ,el fanatismo por el tradicional rival. Ésta película me tuvo a maltraer desde el comienzo: podía exacerbar dos pasiones o contraponerlas. El primer golpe está en el sobreimpreso que anticipa el título, como un gol desde el vestuario: “A los manyas de todo el universo”. Ahí estoy yo, claro. Soy parte de esa gigantesca foto.

Se mezcla el objeto de análisis con esos protagonistas con quienes comparto una pasión. Pasión que nos vuelve irracionales en mayor o menos grado. Pero no sufrí la dicotomía, me dejé llevar. Es imposible no emocionarse ante la devoción por algo que es más que un club de fútbol. Raúl Castro (publicitario, director de Falta y Resto) dice que Peñarol es el cuadro que mejor encarna las hazañas deportivas en el mundo. Es cierto. No soy el más rabioso de los hinchas (al lado de los testimonios de esta película soy un bebé de pecho, más aún de lo que se considera a sí mismo el colega César Bianchi, autor del libro “La pasión nunca pierde”) pero sí creo en la filosofía de pelearla siempre hasta el final. O sea, a lo Peñarol.

Sin embargo el documental toma por algunos caminos que equivalen a ese hastío del que hacía mención antes. No hace trampa: es un documental sobre los hinchas. Hay hinchas del equipo y de los jugadores pero también muchos hinchas de sí mismos. Hinchas de la hinchada. Un ejemplo de autocelebración que tiene asidero en ese dicho que suscriben Fernando Morena y Pablo Bengoechea: la hinchada puede torcer un resultado. Hay un hincha que lo admite sin más sentado en la Amsterdam. El director Benvenuto y su equipo optan por darle lugar privilegiado a los testimonios. La mayoría son reiterativos y, en el afán de incluir muchas voces, casi ninguno logra redondear un relato. Quedan como impresiones dichas al vuelo. Con emoción, sí, desde el corazón, pero en aglún punto excesivos y dejando sabor a que falta la inigualable puesta en escena de la hinchada en la tribuna aurinegra.

La tribuna opera como toma de aire en la narración. Ahí está la veterana en la Amsterdam con su particular forma de putear a los jueces y el Contador que pierde los estribos en un auténtico remix de movimientos, gestos y quejas hasta reventar en un grito de gol. También “El Rafa”, hincha que va a la cancha con su cámara y registra saludos y festejos buscando reflejar el clima del partido.

Hay momentos inspirados dentro de la premeditación de las situaciones que figuraron en el plan de rodaje y que no dependen de un resultado deportivo. Un ejemplo es el picado que Tony Pacheco juega con unos niños en Aires Puros o un toque de realismo mágico en la lluvia de estrellas amarillas con la que se buscó reflejar la descomunal tormenta que se desató en Montevideo tras el pitazo final en Río cuando la final contra Santos. Emocionante es la visita de un referente como Tito Goncalvez a Montes (La valleja) a un club donde uno de sus parroquianos cuenta emocionado que en los 60' debía caminar 7 kilómetros para conseguir el diario del lunes: el que le diría cómo había salido su cuadro el domingo.

Aporta menos la inclusión de un himno fotografiado en blanco y negro y cantado con la solemnidad del caso y la cantidad de tiempo que la película dedica a los tatuajes de cada hincha. A juicio de éste escriba, como crítico y como hincha, sobra seguro la secuencia dedicada a la gallina inflable (aunque son contadas con la mano las alusiones a Nacional) y menos aporta un hincha a cara cubierta cuando la premisa parece estar en otra parte. Si hay quien no quiere mostrarse, salvo que venga con la verdad revelada, no justifica su inclusión en el corte final donde todos los hinchas muestran su emoción en cada gesto.

Emocionan genuinamente el uruguayo que camina en Manhattan al que le gritan desde un camión un “vamo’ Peñarol carajo!” o las “peñas” de todo el país además del insólito (y hasta ahora desconocido al menos para mi) club de la Provincia de Tucumán. 

Pero claro, ya salí del cine, estoy en frío como si hiciese un buen rato desde el regreso de la cancha con resultado a la vista. Unas horas atrás estaba ensimismado con la escena que muestra la confección de esa descomunal bandera, cargada a mano por cientos de hinchas (y varios ex jugadores) y desplegada por miles en el partido contra Independiente. Y lloré y aplaudí como cuando el gladiador gana la batalla en el Coliseo o el muchachito rescata a la chica. No reprimo emociones ni en la cancha ni en el cine. Eso me lo enseñó mi abuelo que tenía tanto de manya como de afinador de Stradivarius.

Son las 16.50 de un viernes lluvioso y en minutos jugará Uruguay por Eliminatorias. En Grupocine Ejido faltan unos 40 minutos para que empiece una nueva función y un caballero entra al cine aferrado a su pop, mirando la sala vacía maraviillado mientras toma asiento. No parece habitué al cine. Lo siguen dos jóvenes más que se quitan el abrigo y descubren sus camisetas amarillas y negras. Un veterano entra con gorra y abrigo, le falta la cantora al oído. Me quedo unos minutos observando la escena. Guardan silencio pero se nota la ansiedad. Hay cosas que no precisan explicación. 

@christianfont

 


 

PD: Cerramos La Lata con la canción de rock más épica que jamás escuché.  Sean del equipo que sean, tómense diez minutos para ver a The Who haciendo la increíble Won't Get Fooled Again (el mayor aporte de la serie CSI debe ser recordarle a nuevas generaciones de televidentes que ahí está The Who. El grito de Roger Daltrey -tras el maravilloso y desquiciado solo de batería cortesía de Keith Moon- es lo más parecido a un gol en la hora que ha dado el rock.


 

 

 




23.09.2011 19:53

Si algo nos enseñó Terminator 2: Judgement Day es que no es fácil liquidar al peor de los males. Aquel ciber-policía que encarnaba Robert Patrick era perforado una y otra vez por los balazos de Arnold y, cuando pensábamos que al fin todo terminaba, sus restos de metal liquido se unían para devolverlo al ruedo. La lección de James Cameron debería servir de ídem a los que viven pronosticando el futuro del cine.

Nunca tuve simpatía por la cadena Blockbuster y su efectiva concepción de "supermercado del cine". Las películas en góndolas, las 7 copias por estreno, lo nuevo como sinónimo de mejor y, como efecto secundario, la degradación de algunas películas ante otras según criterios que poco tienen que ver con su calidad (muy ilustrativo: si tiene etiqueta roja no es "lo mejorcito que tenemos"). La contracara positiva: poder comprar usadas a buenos precios, especialmente desde que los servicios de video on demand y los sitios de streamin' la empezaron a comer en dos panes. Hablando de streamin', Netflix está operativo actualmente para Uruguay y hasta el 7 de Octubre está vigente el mes de prueba gratis. Por lo visto hasta ahora, Cuevana le viene pegando un baile de novela en catálogo, velocidad, calidad de imagen y además es gratis. Por ahora. 

A favor de los rojos podemos decir que su interfaz es simple pero atractiva, que tiene algunas películas con las que no se da fácil ("Nashville" de Robert Altman) y que, si nos decidimos por una película o serie que tenga la opción de audio original y subtítulos en español, la experiencia paga. Bueno, no por ahora, pero pagaría. Antes de jugarnos los 8 dólares para contratar el servicio debemos mirar qué está haciendo su némesis en el otro rincón. 

El otro contendiente estaba en la lona. En un viaje reciente a la tierra original de su casa matriz pude constatar sus locales cerrados y también los de otras cadenas de tiendas dedicadas a la venta de películas y libros (Borders, por ejemplo) lo que redundó en la consecuencia positiva que les contaba (DVD y BluRay a precio irrisorio) pero también insinuaba el deceso del soporte físico. Del objeto Digital Video Disc, concretamente.

Esto no ocurre de la noche a la mañana, felizmente. Personalmente todavía prefiero tener algunos (cuantos) estantes en los que se pueda ver el lomo de la película. También un par de bulks de plástico con los discos haciendo una torre y apenas rotulados con marcador. Acumular películas en archivos dentro de un disco rígido será práctico y hasta adictivo pero no tiene gracia si es el único modo de almacenamiento. ¿Qué le vas a mostrar a las visitas? ¿Qué le vas a ofrecer al amigo o amiga que mira de reojo tu biblioteca? ¿De qué vamos a despojar a nuestro conocido y su preciada colección? ¿Nuestro préstamos consiste en poner un pendrive y darle "copiar y pegar"? No muchachada, el día que dejemos de lado el sano hábito de agarrar la película, el disco, el libro y llevarlo un rato a que conozca nuestro hogar y especialmente la copiadora, estaremos perdidos. 

Volvemos al escenario. La cadena que venía en picada se levantó inesperadamente y bajó el entusiasmo desde las gradas y hacia el cuadrilátero. Ahora Blockbuster sale a competirle a Netflix con su plataforma online. Dos grandes van a pujar por más y mejor forma de ofrecer entretenimiento. Una analogía cinematográfica obvia ya que, después de todo, para los del Tío Sam, los rojos (como Netflix) siempre simbolizaron al enemigo. Lo aprendimos de las películas que retrataron la Guerra Fría: Doctor Insólito, Fail-Safe y -sobretodo- Rocky 4. Nunca una película hizo tan patente quienes eran los buenos en desventaja contra los malos ultra-preparados (y con estos mismos colores antagónicos, qué casualidad). 

Blockbuster se rehizo. Junto sus pedacitos de cinta de viejos videocasettes y conformó un monstruo magnético que juró venganza y para eso recurrió a su arma más terrible (Los Simpsons dixit): los abogados.

Éstos seguramente les informaron del estado de situación y mantuvieron un conclave secreto con los contadores y los especialistas en marketing en un refugio subterráneo creado debajo del local de Rivera y Veracierto. Desde allí se elaboró el plan maestro: la controladora Dish Network les hará devolver el golpe. No solo anunciando que vuelve por sus fueros sino para, de paso, recordarle a Netflix la caída de sus acciones y todo lo que la furia azul y sobreimpreso amarillo puede hacerle a su enemigo acérrimo. Cuenta con una trayectoria indiscutida brindando entretenimiento a varias generaciones. El cariño de la gente. 

¿Creen que Netflix lo logró únicamente poniendo sus películas para ver online? Negativo: su golpe maestro fue alquilar películas a través de su web para que luego un delivery te llevase el pedido. El soporte físico seguía ahí, tangible, destinado a ser usado para luego ser devuelto. Ahora Netflix deja de lado su servicio insignia (rebautizado como "Qwikster"...¡Qwikster!) para que no compita con su otro servicio.

El presidente ejecutivo de Netflix, Reed Hastings, dice que la embarró. Que no se comunicó de la mejor manera con los usuarios de su servicio. "Caí en la arrogancia por los éxitos del pasado" - dijo. Dice que las empresas no deben dejar de innovar. Blockbuster le hizo caso y hoy anuncia "A stream comes true", el servicio inspirado en su enemigo. Planea derrotarlo con sus propias armas. Nosotros en tanto miraremos como se dan, pop y garrapiñada en mano, a puro click. 

Ma' si, mátense entre ustedes y que vuelva el VHS. 

@christianfont

 


 

Como resulta que lo que antes era piratería ahora protege los derechos de los artistas, bien viene recordar qué pasaba en 2006 -solo 5 años atrás- cuando descargar cine o música podía poner a un usuario tras las rejas. Antes, claro, de que vinieran empresarios más vivos que todos nosotros a demostrar cómo podían vendérnoslo. Y nosotros comprarlo. Ya lo dijeron los Decadentes: el gremio del pirata es muy sacrificado. El mejor retrato de este camino de ida no es la niña mexicana que le decía a su madre "No copié el examen: lo piratée. Como tu película" al principio de algunos DVD. El parodista de la canción por excelencia, el gran "Weird Al" Yankovic, escribió esta canción-himno como para que todos nos coloquemos los auriculares al mejor estilo "We Are The World" y le gritemos al mundo "No descargues esta canción".

¡Hasta el viernes, cuadriláteros! 




09.09.2011 19:44

Amblin Entertainment, en la persona de su creador, Steven Spielberg, tiene años en esto de recordarnos como podemos conectar con aquel primer espectador@ que fuimos en la niñez. Él mismo supo como traducir, desde la dirección, su propio primer entusiasmo de matinée: allí está Indiana Jones y los Cazadores del Arca Perdida (la primera y mejor, de 1981) encarnando la aventura, la ciencia y el romance con un detalle no menor: la primera (vertiginosa) secuencia involucra un descubrimiento. Pero el arqueólogo Indy descubre y por descubrir se mete en problemas: su curiosidad de niño no ha cesado gracias al doctorado y las academias. Entonces Steven pondrá a los auténticos protagonistas en el lugar que corresponde para su siguiente película, E.T. (1982). De ahi en más el espectador infantil descubrirá a la par que esos otros chicos, los de la gran pantalla, en tanto descubre también lo que puede maravillarse dentro de una sala de cine. Los demás se trasladan, naturalmente, a ese escenario. En el metalenguaje de Super 8, cine en el que se habla de descubrir (lo nuevo, lo excitante, lo aterrador) desde el cine, no podemos ignorar que, a pesar de los buenos oficios del director J.J.Abrams, allí está también -como productor- el viejo Steven recordando que hacer cine es una aventura. Y que no es solo cosa de grandes.

En tiempos en que apenas nos asombramos de como un chico de 5 años maneja competentemente y con autoridad un artefacto cualquiera, la premisa de la película de Abrams no debería sorprendernos. Lo logra, directamente. Aquí los protagonistas son preadolescentes poniendo su tiempo y energías en realizar una quimera: su propia película de zombies. Como en toda pandilla (al menos si nos remitimos al cine), cada quien tiene su rol allí: el director y sus ínfulas, el experto en efectos, el "actor" y el amigo todo terreno dispuesto a arriesgar el pellejo por casi cualquier cosa, especialmente por "la" chica. Y esa chica será la pieza que falte para completar el cuadro. Abrams ambienta su historia en 1979 (nació en 1966) seguramente cuando comenzó a experimentar su pasión primera. Ahí tenemos un tipo poniéndole corazón a la historia, implicado en ese grupo como uno más. Metalenguaje y cine dentro del cine distan de ser novedad. Lo novedoso es el enfoque: la cámara como un ojo que descubre y no olvida. La imagen revelada que contiene el secreto, el juego de terror convirtiéndose en realidad. Los chicos están atemorizados, claro, no entienden cómo pudo estrellarse un tren y explotar de esa manera. Pero siguen adelante porque, aunque la realidad los desborde, su película está primero. 

Abrams no está solo en esto de un subgénero que podría denominarse cine "de descubrimiento". En 1985, Joe Dante filmó la hoy algo olvidada Los Expoloradores en la que el trío protagonista representaba, cada uno, un estereotipo: River Phoenix el científico, Ethan Hawke el amante de Verne y la literatura fantástica y Bobby Fite al chico abandonado con agallas de sobra para ir a un desarmadero a buscar el carromato sobre el cual los protagonistas intentarán volar. Todo comienza a partir de un sueño de Ben (Hawke) en el que se le representa el dibujo de un circuito. Más inverosímil (pensar en un niño de corbata como el que representa el enorme River Phoenix con su laboratorio propio hoy está más bien perimido), la película no ha perdido encanto y es, de alguna manera, prima lejana .y más optimista- de la Super 8 de Abrams/Spielberg

Explorers (1985)

Ése mismo año, Amblin impulsaba otra historia con pandilla protagonista en un mundo fantástico. Ideada por Spielberg, escrita por Chris Columbus (director, entre otras, de las dos primeras películas de Harry Potter) y dirigida por Richard Donner (Superman), "Los Goonies" aparecían para dejar su huella, al menos, en las matinée (o futuras segundas secciones de "Sábados de cine") de mi niñez. La motivación aquí era salvar la casa de Mickey y entretanto no dejar de bicicletear con la barra en busca de aventuras. Una casa abandonada y otro descubrimiento: un mapa del tesoro. De ahí en más todo el universo pasa a ser subterráneo, una intromisión a lo desconocido. En Super 8, lo desconocido es lo que entra al mundo "real" (el que está siendo registrado). Lo que interviene en ese encuadre donde no debía haber más que dos chicos hablando y un tren en movimiento en segundo plano. Si Super 8 es el fin de la inocencia (y lo es, de hecho, desde la primera escena en la que ya uno de sus protagonistas enfrenta el dolor -y la confusión- de una pérdida), Los Goonies van por otro camino. Aquella no era más que un juego y hasta podemos imaginar a sus protagonistas, ya mayores, contándolo con detalles exagerados como quien le inventa una historia a los más chicos. Los de Super 8 jamás podrán olvidar qué pasó esa noche, entre otras cosas, porque la cámara siguió rodando y porque lo vendrá es inimaginable.

The Goonies (1985)

Si hablamos de descubrir y entrar en contacto con la idea de la muerte. El hallazgo no es casual y los cuatro del grupo van en busca de, nada menos, un cadáver. "Cuenta conmigo" es el ejemplo menos fantástico pero quizá más cercano a la naturaleza de Super 8. El director Rob Reiner elegía contarlo desde la adultez, toda la película es un gran flashback y el cuento se ambienta en una época lejana para el espectador de zafra: en los años 50'. Busca transmitir cómo impactó a ese narrador ese hallazgo macabro en la que era, a la vez, la mejor época de su vida. Donde Abrams apunta a las emociones con la ciencia ficción y el terror como telón de fondo, aquí estos amigos comprueban que no hay nada más fantástico como vivirlo y tenerse los unos a los otros. "Stand By Me" cumple 25 años éste año y se mantiene vigente y encantadora.

Stand By Me (1986)

Super 8 es una de las películas del año. Tiene una narración sólida, estupendas actuaciones, parte de una premisa irresistible. No es optimista ni brillante: es decolorida y opaca como una foto de los 70', tiene el grano de la película (film) que será revelada. Es puro cine: cómo hacerlo, como vivirlo, como sentirlo.

Nos pone en situación de comprobar que hay algo más allá de lo que ve ese ojo, el nuestro o el de la cámara portátil. En definitiva, lo que nos espera a todos después de superar la etapa de "jugar a ser" para, dolorosamente, ser. Ahí empieza otra aventura.

Super 8 (2011)

 



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Sobre mí
Montevideo, 1978. Periodista y crítico cinematográfico de vocación y profesión, en ése orden. Responsable de la sección Cultura y Espectáculos de Telemundo (La Tele).Ha publicado notas en Brecha, La Diaria, El Observador y Revista Socio Espectacular. Docente de Historia del Cine en la Universidad Católica del Uruguay. Actualmente integra la murga Los Diablos Verdes

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