Eliza y Miguel
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Voces ajenas

13.04.2014 18:24

Por José Pablo Feinmann

Está sentado en el primer escalón de la Catedral. Podría parecer un mendigo; pero no, no lo es. Tiene un sobretodo azul oscuro, las solapas levantadas y los zapatos sin lustrar.

Cerró la Catedral –me dice–. Si venía a pedirle algo a Dios llegó tarde. Igual, siempre es tarde para pedirle algo a ese personaje.

¿De dónde sacó eso?

¿Me invita con un vino?

Le pido al mozo un Rutini tinto.

No pretendía tanto dice el tipo.

Tiene la barba crecida y los ojos claros, muy. Traen el Rutini. Sirvo dos copas.

Dígame una cosa...

Dios, puede llamarme Dios.

Vea, si está pirado ya lo hago meter en una clínica psiquiátrica.

No perdamos tiempo. En serio, soy Dios.

¿Y qué hace aquí, con esa ropa, disfrazado de ser humano? Ser parte de los hombres ya lo intentó su hijo. Y no le fue bien.

¿Sabe que murió? Eso de la resurreción es una leyenda. Murió de las heridas con que lo habían injuriado. Murió en mis brazos.

¿Y usted, que dice ser Dios, no pudo salvarlo?

No puedo salvar a nadie. Vine así, como hombre, a ver si podía convencer a los pueblos de que abandonaran las guerras. Ni lo intenté. Se reirían de mí. Ya es tarde. Mi tiempo pasó. No soy omnipotente ni omnipresente. Si no soy eso, no soy Dios.

Se presentó como Dios.

Es la costumbre. Algunos pequeños poderes me quedan. Sé que su hijo de diez años está enfermo. Que necesita un trasplante de riñón. Que mañana lo operan y por eso usted iba a la Catedral. A rezar por su salvación. Sé que está sufriendo mucho.

¿No podría salvarlo? ¿No le queda poder para eso?

¿Ve? Ya cree que soy Dios. El dolor es la base de la fe. No, ni para eso tengo poder. El Mal me derrotó. Los hombres eligieron a Satanás. Fracasé en todo. No pude impedir que la serpiente sedujera a Eva. Que Caín matara a Abel. Salvé a los judíos de la esclavitud en Egipto. Pero, ¿a cuántos egipcios maté? ¿O no eran hombres? No respondí las acusaciones de Job. Me limité a hablarle de mi poder. De mi infinita Creación. Él necesitaba otra cosa. No se la di. No pude salvar a mi hijo. Ignoré su desesperación. Lo abandoné. La Iglesia se transformó en un Estado autoritario. No pude impedir la Inquisición. Torquemada se rió en mi cara. Menos aún pude impedir las matanzas del Nuevo Mundo. La Espada y la Cruz fueron lo mismo. Las Cruzadas, empresas de conquistas y saqueos en mi nombre. No pude impedir que quemaran a Giordano Bruno y acallaran a Galileo. ¿Para qué seguir? No pude impedir Auschwitz. Ni las bombas atómicas. Hoy, ya no puedo impedir nada. Ni ese asunto de las Torres Gemelas. Ni Afganistán, ni Irak. Ni el terrorismo islámico. Ni que el Estado de Israel sea vengativo hasta la crueldad, que haya metido la tortura en la Constitución. ¿Puede imaginarlo? Mi pueblo elegido. El que mejor debiera comprender el dolor de los otros. Ni el Premio Nobel a Obama pude impedir. Ni el Oscar a Sandra Bullock. Nada.

¿También se ocupa de Sandra Bullock?

El Bien y el Mal se juegan en todos los terrenos. Fracasé. Tanto fracasé que ya nada puedo. Tanto, que ya no creo en mí.

¿Dios no cree en Dios?

Dios no cree en Dios. Pero no sufra, querido amigo. Su hijo se va a salvar. La Ciencia, el nuevo Dios de los hombres, lo salvará.

Se levanta y lentamente, apesadumbrado, se va.

Al día siguiente operan a mi hijo. Por causa de mi rango han traído un gran médico argentino que vive en Estados Unidos. Llego a la clínica y pido hablar con él. No lo conozco. Ha llegado esa mañana. Sale del quirófano para verme. No se ha quitado el barbijo. Sé que se llama Rogelio Alvarez Iglesias. Me da la mano.

No me dijeron quién es usted –dice–. Pero debe ser alguien importante para que me hayan traído de urgencia.

Soy el ministro de Justicia. Me toma del brazo.

Vea, señor ministro. Todo será muy fácil. La Ciencia, durante la última década, ha progresado muchísimo. Me dijeron que está muy angustiado, que ama a su hijo y sufre. Suena lógico. Si lo calma rezar, hágalo. No va a servir de nada. Lo único que salvará a su hijo es lo que yo haga en ese quirófano. Se dice que los médicos, cuando operamos, cuando tenemos entre nuestras manos la vida o la muerte de nuestros pacientes, padecemos el complejo de Dios. Le aseguro que yo no. Me alcanza con ser un hombre de Ciencia. La Ciencia superó a Dios. ¿Por qué voy a querer ser la imagen de un derrotado?

Se saca el barbijo y me mira sonriente. Algo estremecedor se establece entre él y yo. Es idéntico a Dios. Rasgo por rasgo, arruga por arruga y los mismos ojos claros.

¿Por qué me mira así? ¿Me conoce?

No, hay algo rojo en sus ojos. Es leve. No cualquiera lo detecta.

Es una irritación, sólo eso. Tampoco dormí bien. El avión, usted sabe.

Sí, claro. Y tiene un lunar, también rojo, junto a la boca, es escasamente visible.

De nacimiento. ¿A qué viene esto? No puedo perder tiempo. ¿O no lo sabe? Señor ministro, su hijo va a salir de ese quirófano perfectamente sano. Le doy mi palabra. Hasta pronto.

Me siento en la sala de espera. Son físicamente iguales, pero muy diferentes. Alvarez Iglesias es un triunfador. Un hombre seguro de sí. Orgulloso, algo petulante, pero salvará a mi hijo. De pronto, descubro que Dios se ha sentado junto a mí. No pierdo el tiempo. Todo se ha vuelto urgente.

No quiero ni puedo meterme en cuestiones metafísicas o teológicas –digo–. Alvarez Iglesias sanará a mi hijo. Pero sólo usted puede responder algunas preguntas que me superan. Que siempre quise saber. Que siempre busqué su respuesta. Como muchos otros hombres. ¿Donde está el Mal?

Entre los hombres. Se lo dije. Su angustia me vuelve repetitivo. El Mal me ha derrotado. Llevo siglos luchando contra él. Es inútil. Los hombres lo prefieren. La bondad no le sirve de nada a la industria armamentística. La guerra sí. La guerra es el Mal. Está al servicio de la Muerte. Ha triunfado Satanás. La Ciencia y la técnica decidieron mi derrota. Pronto, los hombres reventarán este planeta. El desequilibrio en la Creación será devastador. Entre tanto, gobiernan los servidores del Angel Caído. Hay algo que no pueden evitar. Los ojos se les enrojecen. Y tienen un lunar junto a la boca, del lado izquierdo. ¿Raro, no? Que no hayan podido superar un problema oftalmológico. Ni barrer con un simple lunar.

Salvo que provenga del espíritu para señalar su crueldad interior. Que será, conjeturo, infinita. Usted lo sabe. Usted creó el Mal. Algo de eso, algo malo, ha de haber en su corazón para que pueda haberlo hecho –digo–.

Eso pienso. Y eso piensan muchos teólogos. Hasta pronto, dice abruptamente.

Tal vez nos veamos otra vez. Sonríe y en esa sonrisa late una gran tristeza. Dice:

Si Dios quiere. Lanza una carcajada que rebota en las paredes, sonora y de un cinismo brutal. Entonces se va.

Siempre se dijo que Dios y el Diablo se parecen. Sí, son idénticos. Pero Satanás –que ahora está operando a mi hijo– vive sus días de gloria. Dios viste harapos, se confiesa impotente y derrotado. Admite no poder hacer nada de todo eso que, los millones de seres humanos que aún le rezan con pasional esperanza, le piden. Desconocen la verdad. Si la supieran, no le rezarían. Dios es ateo.

http://www.pagina12.com.ar/diario/contratapa/13-243510-2014-04-06.html

El autor de este relato, José Pablo Feinmann (Buenos Aires, 10 de marzo de 1943) es un filósofo, docente, escritor, ensayista, guionista y conductor de radio y televisión argentino.




07.03.2014 03:54

Dos integrantes de organizaciones populares venezolanas explican por qué se movilizan en apoyo al gobierno constitucional de su país, cuáles son los cambios revolucionarios que defienden ahora y cuáles los que todavía faltan, mientras celebran que en su territorio “feminismo” ya no sea una expresión peyorativa.

LA BUENA PALABRA - Por Claudia Korol

“Muchas compañeras nos preguntan cómo es que las feministas venezolanas nos identificamos con un macho llanero, militar, como era Chávez, que es nuestro símbolo de unidad en Venezuela. Pero Chávez era tan integral... que hasta era feminista, en proceso de aprendizaje, reconociendo sus limitaciones, pero reivindicando a las mujeres y nuestro papel en la historia.”

Yolanda Saldarriaga integra la Corriente Revolucionaria Bolívar y Zamora. Proviene del Frente Nacional Campesino Ezequiel Zamora y es una de las coordinadoras de la escuela feminista. Habla con tranquilidad y pasión, compartiendo los sueños de muchas mujeres del pueblo que el sábado 22 de febrero se movilizaron en una inmensa Marcha por la Paz y la Vida. En los quince años de gobierno chavista, las mujeres han estado en la primera línea.

“La garantía de continuidad del proceso bolivariano es la construcción del poder popular –asegura Yolanda–. Estamos en un proceso en el que todas las funciones que ejerce el estado burgués, que se mantiene actualmente, las va a ir ejerciendo el pueblo. Estamos en una transición de un estado burgués hacia lo que hemos denominado ‘estado comunal’, que se construye desde el territorio, con figuras de autogobierno en cada comunidad, los consejos comunales, en lo urbano y en lo rural. Estos se articulan para conformar comunas, territorios autogobernados por el pueblo. En lo económico, con sus proyectos productivos, su definición económica de hacia dónde quieren ir, cómo quieren producir, cómo distribuir lo que producen; en lo político con el autogobierno. El poder popular es la posibilidad de que el pueblo defina su historia, su vida, y tenga medios para ejecutar lo que define. Las milicias populares bolivarianas, por ejemplo, son el mecanismo para la seguridad y defensa del territorio, la organización popular que realiza su proceso de formación en el área política y militar, para aprender cómo defender su territorio, cómo abastecerse de alimento en situaciones críticas. Es una estructura legal de las fuerzas armadas, en proceso de formación.”

Para las feministas lo personal es político. Por eso, a pesar de la difícil coyuntura, le pregunto cómo se siente. ¿Hay cansancio? ¿Hay tristeza? Yolanda dice: “¿Cansancio? No, para nada. Hay mucha fortaleza para continuar. Hay rabia histórica acumulada. La muerte del compañero Juancho, el 12 de febrero, fue otro golpe fuerte. Los movimientos populares estamos haciendo el llamado a contener esa rabia, y a focalizarla hacia la movilización popular alegre, combativa y firme, sin caer en las provocaciones que quieren generar”.

Alejandra Laprea, integrante de la Red de Colectivos de Mujeres Socialistas Feministas La Araña Feminista, recuerda: “Hemos sobrevivido al saboteo de los servicios básicos, de los alimentos, al desabastecimiento, a la guerra económica, a intentonas de golpe. Eso hace que el camino de la revolución sea más lento, el camino pacífico de esta revolución que fue la opción que nos legó el comandante Chávez”.

¿Qué es lo que están defendiendo? Alejandra Laprea responde: “Para las feministas, la revolución bolivariana ha sido una puerta abierta hacia el debate, hacia poder hacer planteamientos de cosas muy profundas como el patriarcado. Nos hemos permitido cuestionar al capitalismo desde sus raíces patriarcales. En este país, la palabra feminismo se volvió una buena palabra”.

Pero no se trata sólo de conquistas simbólicas. Hay derechos sociales que benefician sobre todo a las mujeres, doblemente oprimidas –por ser mujeres y por ser pobres–. Yolanda nos dice: “La ley del derecho de las mujeres a una vida sin violencia es de avanzada. Reconoce diecinueve formas de violencia, entre ellas la patrimonial, que es muy sutil, muy difícil de identificar. En derechos básicos como la educación, la salud, las mujeres somos el 60 por ciento de las destinatarias de las misiones de educación, de alfabetización, secundaria y universitaria, a la cual antes el pueblo no podía acceder y menos aun las mujeres. Está el tema de la propiedad de la tierra. Las mujeres campesinas hemos podido acceder a tierras de carácter colectivo. La ampliación del pre y posparto, que ahora es de cuatro meses y medio el post y de mes y medio el pre. Asegura también la estabilidad laboral para el padre y la madre de las familias que tienen hijos menores de dos años; hasta que cumplan sus dos años no pueden ser echados de sus trabajos. Esa ley favorece nuestra identidad como proletarias, como pueblo trabajador”.

Agrega Alejandra Laprea: “Necesitamos seguir trabajando los derechos sexuales y reproductivos, nuestro derecho a decidir sobre nuestros cuerpos como territorios soberanos. Tenemos un debate pendiente que es altamente revolucionario: el de nuestro derecho a interrumpir voluntariamente el embarazo. Tenemos pendiente también una batalla fuerte contra el maltrato a las mujeres. Porque no basta la ley, tenemos que hacer que se cumpla. Tenemos una doble lucha: por avanzar en la revolución y contra los movimientos contrarrevolucionarios que provocan situaciones como las que está viviendo el país ahorita”.

Estas luchas no se hacen sólo con declaraciones y marchas. Hay un trabajo de base que es necesario sostener día a día: “El objetivo primordial es el tema económico. Tenemos el reto de superar la economía rentista petrolera, que sigue siendo hegemónica dentro del proceso. Estamos en la construcción de una economía comunal feminista, que tiene que ver con reconocer la doble y triple explotación de la mujer, buscar formas colectivas de socialización del trabajo doméstico, construir procesos productivos donde las mujeres aportemos a la economía del país, que dejen de ser pequeños procesos que ni pellizcan esa guerra económica, sino redes de articulaciones que puedan dinamizar la economía. Las mujeres tenemos un reto histórico en la revolución, que es el tema cultural. Tiene que ver con la construcción de nuevos valores en la sociedad. La ética feminista de comprensión del otro y la otra, de solidaridad profunda, tiene que ser la que rija ahora el proceso que todavía está hegemonizado por valores capitalistas de individualismo, de consumismo".

http://www.pagina12.com.ar/diario/suplementos/las12/13-8670-2014-02-28.html




26.11.2013 18:14

Escribe: Pablo Da Silveira García

El País

Curriculum del autor

Todas las personas tenemos formas de pensar que nos identifican y nos permiten diferenciarnos de los demás. Cuando una manera de pensar es compartida, deja de ser un atributo personal y se vuelve cultura. En Uruguay hay una forma de pensar compartida que define toda una actitud hacia la política. Es una manera de pensar que ha ganado influencia en las últimas décadas y que nos hace daño como sociedad.

Aunque en esto no hay exclusividades, esta cultura política se detecta con especial frecuencia entre las personas que se identifican con la izquierda. Muchas de ellas no son muy conscientes de haberla incorporado y hasta reaccionan con rechazo cuando se las enfrenta a una descripción del modo en que piensan. Pero la inercia o el contexto las empujan a razonar una y otra vez de la misma manera. Por eso es bueno intentar describir esa cultura que nos hace peores: para dejar a la vista sus debilidades y mostrar cómo nos influye.

¿Cuáles son los rasgos típicos de esta cultura dañina? El inventario puede ser largo, pero entre los componentes principales están los siguientes.

En primer lugar, esta cultura funciona según la lógica amigo-enemigo. La sociedad está dividida entre aquellos que son intelectualmente lúcidos y moralmente sanos, y aquellos que son intelectualmente despreciables y moralmente corruptos. Dicho en breve, la sociedad tiene una parte sana y una enferma. Nada que venga de la parte enferma merece consideración y todo lo que venga de la parte sana debe ser apoyado. La cosa es entre “ellos” y “nosotros”.

Dado lo anterior, un segundo rasgo es la constante descalificación de quien piensa distinto. Si Fulano dijo algo, lo que menos importa es lo que dijo. Lo crucial es que Fulano es de derecha, blanco, colorado, conservador, neoliberal o lo que se prefiera. Y una vez que lo hemos ubicado en el bando de los malos, quedamos relevados de la tarea de escucharlo. Cualquier cosa que diga tiene que estar mal, por la sola razón de que sale de su boca. No sólo ocurre que los dirigentes identificados con esta cultura descalifican todo el tiempo a sus interlocutores. Además, quienes los siguen viven reclamando motivos para descalificar. Y una vez que se les ha dado uno, respiran con alivio porque ya nadie podrá incomodarlos.

Una tercera característica es la permanente apelación a una causa única que explica los problemas. Dado que la vida social se limita a un choque de los buenos contra los malos, las dificultades que encontramos no pueden tener causas complejas ni mucho menos pueden atribuirse a errores cometidos por los buenos. Todo lo que anda mal se explica en función de una causa externa que hay que combatir. Según las épocas puede tratarse de la explotación capitalista, el imperialismo, el neoliberalismo o la globalización. Pero siempre hay una y está afuera.

Una cuarta característica es el desprecio a las instituciones. Dado que todo se reduce a una lucha entre “ellos” y “nosotros”, no existen reglas de juego separables de los conflictos ni una forma de convivencia que sea de todos. Lo único que hay son intereses y correlaciones de fuerza. Todo lo demás queda reducido a esa lógica. Por ejemplo, si se propone reformar la Constitución, la pregunta importante no es si esa reforma mejorará nuestra vida institucional, sino a qué intereses favorece.

Sobre estas y otras ideas conviene que reflexionemos como sociedad.

Pablo Da Silveira García - El País - Curriculum del autor




18.06.2013 13:50

Escrito por Boaventura de Sousa Santos

Doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale

y catedrático de Sociología en la Universidad de Coimbra

La relación entre democracia y capitalismo ha sido siempre una relación tensa, incluso de total contradicción. El capitalismo sólo se siente seguro si es gobernado por quien tiene capital o se identifica con sus necesidades, mientras que la democracia, por el contrario, es el Gobierno de las mayorías que ni tienen capital ni razones para identificarse con las necesidades del capitalismo.

El conflicto es distributivo: un pulso entre la acumulación y concentración de la riqueza por parte de los capitalistas y la reivindicación de la redistribución de la riqueza por parte de los trabajadores y sus familias.

La burguesía ha tenido siempre pavor a que las mayorías pobres tomasen el poder y ha usado el poder político que las revoluciones del siglo XIX le otorgaron para impedir que eso ocurriese. Ha concebido la democracia liberal como el modo de garantizar eso mismo a través de medidas que pudieran cambiar en el tiempo, pero manteniendo el objetivo: restricciones al sufragio, primacía absoluta del derecho de propiedad individual, sistema político y electoral con múltiples válvulas de seguridad, represión violenta de la actividad política fuera de las instituciones, corrupción de los políticos, legalización de los lobbys… Y, siempre que la democracia se mostró disfuncional, se mantuvo abierta la posibilidad del recurso a la dictadura, algo que pasó en numerosas ocasiones.

En la inmediata posguerra, muy pocos países tenían democracia, vastas regiones del mundo estaban sujetas al colonialismo europeo que sirvió para consolidar al capitalismo euro-norteamericano, Europa estaba devastada por una guerra provocada por la supremacía alemana y en el Este se consolidaba el régimen comunista, que se veía como alternativa al capitalismo y a la democracia liberal.

Fue en este contexto en el que surgió el llamado capitalismo democrático, un sistema consistente en la idea de que, para ser compatible con la democracia, el capitalismo debería ser fuertemente regulado. Ello implicaba la nacionalización de sectores clave de la economía, la tributación progresiva, la imposición de la negociación colectiva y hasta -como aconteció en la Alemania Occidental de la época- la participación de los trabajadores en la gestión de empresas.

En el plano científico, Keynes representaba entonces la ortodoxia económica y Hayek, la disidencia. En el plano político, los derechos económicos y sociales habían sido el instrumento privilegiado para estabilizar las expectativas de los ciudadanos y para defenderse de las fluctuaciones constantes e imprevisibles de las “señales de los mercados”. Este cambio alteraba los términos del conflicto distributivo, pero no lo eliminaba. Por el contrario, tenía todas las condiciones para azuzarlo durante las tres décadas siguientes, cuando el crecimiento económico quedó paralizado. Y así sucedió.

Desde 1970, los Estados centrales han gestionado el conflicto entre las exigencias de los ciudadanos y las exigencias del capital, recurriendo a un conjunto de soluciones que gradualmente han ido otorgando más poder al capital. Primero fue la inflación; después, la lucha contra la inflación, acompañada del aumento del desempleo y del ataque al poder de los sindicatos. Lo siguiente fue el endeudamiento del Estado como resultado de la lucha del capital contra los impuestos, de la estancación económica y del aumento del gasto social, a su vez, causado por el aumento del desempleo. Lo último fue el endeudamiento de las familias, seducidas por las facilidades de crédito concedidas por un sector financiero finalmente libre de regulaciones estatales para eludir el colapso de las expectativas creadas de consumo, educación y vivienda.

Así sucedió hasta que el engaño de las soluciones ficticias llegó a su fin, en 2008, y se esclareció quién había ganado el conflicto distributivo: el capital. ¿La prueba? El repunte de las desigualdades sociales y el asalto final a las expectativas de vida digna de la mayoría (los ciudadanos) para garantizar las expectativas de rentabilidad de la minoría (el capital financiero).

La democracia perdió la batalla y solamente puede evitar perder la guerra si las mayorías pierden el miedo, se revuelven dentro y fuera de las instituciones y fuerzan al capital a volver a tener miedo, como sucedió hace sesenta años.

Boaventura de Sousa Santos

Doctor en Sociología del Derecho por la Universidad de Yale

y catedrático de Sociología en la Universidad de Coimbra

Publicado por Amarelle el 9 de junio de 2013




25.05.2013 18:04

Nuestro Presidente José Mujica no necesita razones puntuales para entrevistarse con un mandatario equis. Dentro de las funciones diplomáticas que ejerza un Estado democrático, podrá establecer vínculos comerciales, políticos o de relacionamiento social, locales y con el resto del mundo. Y como iba para China y Europa y quedaba de paso el Vaticano, se le ocurrió reforzar el católico-centrismo mundial, no vaya a ser que algún distraído suponga que todas las religiones tienen igualdad de oportunidades en el disfrute de los derechos cívicos.

Lamentablemente aún hay jerarquías culturales y por ende también religiosas.

Son simples datos de la realidad.

Confraternizar con los fieles de la comunidad católica lo hacemos los afroumbandistas con el mayor respeto y alegría.

Sin embargo, ciertas asimetrías sociales no deberían ser a nuestro entender, refrendadas por actos gubernamentales exclusivos.

Si un presidente visita al Papa expresamente y como líder religioso, es discriminatorio frente a otras religiones.

Si lo hace como Jefe de Estado es preocupante: hablamos de una monarquía absoluta y cerrada en la que el Santo Padre acumula poderes legislativo, ejecutivo y judicial, donde se es ciudadano por “concesión” no por nacimiento. La llamada “Santa Sede” es un estado teocrático de novecientas personas, poseedor del segundo tesoro en oro más grande del mundo, bancos multimillonarios y tierras valiosísimas en diversas partes del planeta.

Un reinado de Dios para hombres, cuyo gran poder financiero y político nace en la coautoría eclesial, pues eran socios durante la barbarie organizada de las invasiones monárquicas europeas en nuestras Américas, donde exterminaron a cientos de millones de indígenas y africanos, esclavizaron, sometieron a servidumbre, torturaron, obligaron a apostatar de su fe, violaron, asesinaron y masacraron para robar metales preciosos y territorios, ejerciendo el despojo cultural y humano más sádico y feroz de la historia, basados en que eran órdenes “divinas”, cambiando el mundo para mal y para siempre.

“La Iglesia” fue la justificación filosófica de la “conquista”, el mayor genocidio jamás visto.

Los líderes de turno o sea los papas, acordes a la prédica de Jesucristo de arrepentimiento, fraternidad, desprendimiento de lo material, podrían revertir los hechos. Si no lo hacen, se transforman automáticamente en cómplices del sistema progenitor capitalista de acumulación de bienes y riquezas de orígenes criminales.

La prédica papal de paz, igualdad entre los hombres, alejamiento de la riqueza, hábitos de trabajo– adolece de la moral que pretende establecer, arengada en sus catedrales forradas en oro producto de la sangre negra e indígena derramada. Ninguna caridad puede reparar tal horror. Hay pocas peores flagrantes injusticias sociales. ¿Eso se avala?

Todas las confesiones todas –incluida la apostólica romana– convenimos en brindar mensajes de convivencia y solidaridad, profundizando diálogos interreligiosos, donde cualquier hegemonía es violencia y es revisada con mirada inclusiva, para paliar las inequidades que caracterizan a un continente aplastado por la colonización, saqueado, desposeído de su cultura ancestral, arrinconado por supremacías expropiatorias que nos desvalijaron en forma sangrienta y por ello poseen fortunas, adelantos tecnológicos, y todo lo necesario para perpetuarse en sus privilegios, aunque sus sacerdotes prediquen sinceramente el amor y la buena voluntad.

Artigas marcó las primeras acciones afirmativas para corregir desigualdades estructurales; “Que los más infelices sean los más privilegiados” y “Libertad civil y religiosa en toda su extensión imaginable”.

“El que tenga oídos para oír, que oiga” dicen los evangelios bíblicos.

SUSANA ANDRADEATABAQUE

099215451–Grupo afroamerindio umbandista religioso y cultural




14.05.2013 19:31

INTERPRETANDO (sin compartir) LA "DORTIBIADA":

EL SÍNDROME DE ESTOCOLMO

("dortibiada" viene de "dortiba", del lunfardo canero: batidor al revés; el que le informa a los carceleros sobre sus compañeros, sinónimo de traidor).

Siempre nos decía el Prof. Pedro Fernández: "Recuerden, muchachos, que no siempre lo más cerca es lo más cuerdo". La frase tiene que ver con la realidad uruguaya, aunque no parezca.

Yo, como muchos uruguayos, sentimos la necesidad de buscar las causas profundas que habían determinado  que ocurriese el sorprendente e inesperado proceso kafkiano que el Tambero sintetizó en una frase: "Pusieron el señalero pa'la  izquierda y doblaron pa'la derecha" y que nos dejó a todos como Adán en el día de la madre.

Poco se habla y poco saben los 3 millones de uruguayos/as de los efectos de la tortura en los torturados. "El dolor pasa, pero la humillación no", leí hace poco en el "fasevuq".

La tortura te deshumaniza, te insensibiliza, te corrompe y te desarma en piecitas, si sobrevives; después, tienes que reconstituirte, lo que no es fácil, a veces es imposible. Amodio cayó quebrado, pero la mayoría nos quebramos en la cana.  Unos más, otros menos. Porque para eso es que está hecha la tortura: para que te traiciones en primer término a tí mismo y a los principios que puedas tener.

En qué medida lograron quebrarte lo saben sólo tu conciencia y los torturadores. Esa es la causa de que NADIE QUIERE que aparezcan los archivos, allí está documentado en qué medida los monstruitos de los S-2 (por lo menos los 399 impunes que andan sueltos), lograron envilecernos a cada uno de nosotros. Una versión oficial de la verdadera biografía del Diputado Víctor Semproni, por ejemplo.

Algunos nunca consiguieron reconstituirse, unos se suicidaron, otros se bajan una botella de güisqui por día, otros consiguieron bloquear y borrar una de las experiencias más terribles de la vida y otros inteligentes y creativos– lograron escalar y descollar en la nueva ocupación de dortibas que habían abrazado.

El dortiba se mantiene encubierto, clandestino, si es desenmascarado pierde su efectividad. (¿Vieron que nadie quiere que se publiquen las "presuntas" cartas de Amodio....? ¿Raro, no...?). Es despreciado por todos: por sus víctimas y por los propios enemigos suyos a los que sirve; lo utilizan y luego le dan el destino de los preservativos usados: lo tiran. "Consumada la traición, no es menester el traidor" (Lope de Vega,"Fuenteovejuna").    

La tortura viene siendo empleada hace milenios, ya se ha convertido en una ciencia exhaustivamente estudiada. Hacía mucho tiempo que nuestros pundonorosos oficiales de todas nuestras heroicas y aguerridas FFAA venían siendo entrenadas y adoctrinadas en tan humanista disciplina. Basta recordar el infortunado instructor norteamericano, brillante técnico en la materia, Dan Anthony Mitrione.

Hay una relación enfermiza entre el torturador y el torturado: una relación de mutua dependencia, amor y odio; nunca más uno olvida al otro. Un individuo aislado, en pelotas, de plantón y encapuchado, se desgasta en sus valores y debilitado, busca la protección del torturador poderoso, dueño de su hambre de su sed, del frío, de sus ganas de orinar o de bañarse, y se minimiza lo que dá a cambio de lo que obtiene; se le disuelve la columna vertebral de la auto-dignidad que lo sostiene y se pasa de bando a cambio de lo que legítimamente le pertenece: comer, beber, dormir, defecar. (Hay el caso de un "compa", un tal Lalane, que "cantó" a cambio de una chuleta con papas fritas y huevo y una Coca-Cola de a litro, un record que está en el Guinnes). Se siente realizado, rico, vivo, experto: engañó al torturador; lo compró con sangre ajena y además le puede manifestar su amor por ser un generoso dios cuartelero y su admiración por ser tan poderoso con respecto a él; se sabe dependiente, entonces toma el cómodo camino del servilismo y la sumisión y bloquea los reproches de la conciencia que pudiese tener: se vuelve pragmático.

Con tantos años conviviendo con los milicos, a los "compas" algo se les pega del militarismo necrófilo, olvidan el color del mameluco que tienen (in) puesto y cuando pasan a colaborar cierran una puerta sin picaporte para no volver a abrirla.

Recuerdo que hace unos años estando en Brasil un querido compañero me envía un documento oficial difundido por los propios milicos y me honra pidiéndome mi opinión de pichi periférico. Al "emilio" lo llamó "Carne Podrida". Se trata de un informe –que debe andar por ahí– del año 1977, cuando ya en Uruguay no encontrabas un tupa ni pa'hacer un té; del actual Ministro de Defensa Nacional dirigido a sus carceleros, claro, donde daba su opinión sobre diversos aspectos de una veintena de compañeros sobre sus capacidades políticas, militares etc., muchos de los que estaban "clandes" como el Negro Bandera Lima. La consecuencia natural de ese informe es que al que cayera, los milicos lo iban a colgar de los huevos.

Recuerdo (aparte de la calentura conmigo mismo que me agarré ante la prueba irrecusable de haber sido muchísimo más idiota de lo que ya por entonces sospechaba; porque en la lista apareció un viejo amigo de la infancia en Rocha que fué chofer del Bebe, un conocido cantante con el que el Ministro Ñato –a pesar de su desafecto– es generoso en su evaluación), lo que dice de él: "Fulano sólo está pa'la guitarra".

Como no le pedí autorización para citar su nombre, para los escépticos, tengo teléfono, dirección y "emilio". Por supuesto, cuando lo encontré lo gasté tomándole el pelo. Como ven el Síndrome de Estocolmo es una cosa graciosa que ayuda a explicar nuestro horrendo sainete actual y la continuación que se avecina. ¡Agarrate Catalina!                                                   

Jorge Rossi Rebufello, MAU-MAU

Agrega una flor-emoticón y escribe: "La flor es para el Bebe"



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