Peces Voladores
vagar sin meta, pero no sin rumbo

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Mis artículos

18.05.2013 10:28

Imagínense por un instante vivir en un mundo en el cual muchos de nuestros referentes, aquellos que creemos casi absolutos en el mundo digital, tienen otros nombres, son diferentes a lo que conocemos en Nuestra versión de la era digital. La mayúscula en la palabra “Nuestra” no es un error de tipeo, es una forma de reafirmar que hay una versión comercial de las redes sociales para occidente y que existe otra para oriente, particularmente en China. Y este hecho no deja de sorprenderme y llama poderosamente mi atención últimamente. Tengo entendido que todos los intentos realizados en otras latitudes por copiar algo tan global como la Coca Cola fracasaron, lo mismo con las hamburguesas rápidas, el café para todos, y otros productos que pusieron a prueba el poderío cultural y comercial de los Estados Unidos. Pero esta nueva era parece que se apresta a ofrecernos una batalla más pareja, ya ofrece algunos indicios de una competencia que amenaza con emparejarse y confundir nuestra existencia.

 

Los referentes empresariales que yo conozco de las redes sociales provienen mayoritariamente de los Estados Unidos. Un hecho que no hace más que confirmar el poderío creativo y emprendedor de una nueva generación de empresarios norteamericanos en la nueva era: Facebook, Twitter, Youtube, Instagram, Whatsapp, Skype, Ebay, Amazon, son los estandartes de este avance. Es probable que si les menciono nombres como Weibo (una especie de Twitter), Ren Ren y Kaixin (copias de Facebook), Taobao (inspirado en el formato de Ebay que tiene más de 380 millones de usuarios), QQ y Weixin (para mensajes instantáneos), Netease (celebre portal chino), no le suenen a nada, pero corresponden a los homólogos asiáticos de las versiones occidentales de las plataformas digital más exitosas.

 

Detrás de esta competencia hay por supuesto valoraciones de tipo económico, pero también las hay de índole cultural e ideológica. Yo le presto mucha más atención a estos fenómenos culturales y sociales, y creo que todos deberíamos hacerlo. Me pregunto que llevó a que una potencia como China que aspira a posicionarse como el nuevo líder mundial se viera obligado y motivado a crear sus propias armas de participación masiva. Ningún país periférico y pequeño se le ocurriría crear su propia red social, el secreto del negocio está en la globalidad de la audiencia. Pero China es lo suficientemente grande, y defensor de su identidad, que sí se lo puede permitir. Entonces me pregunto si debido a que ya tomé partido, sin más opciones de las que tengo a mi alcance, qué implicancias podrá tener este determinismo digital. Y saben, llego a una inquietante sensación, en la cual creo que este es probablemente un partido que aún no está definido, y que muy probablemente veremos en un futuro cercano a más competidores, a redes sociales más segmentadas y de acuerdo a diferentes gustos y expectativas. Hasta podrán existir y alcanzar cierta relevancia las redes sociales de los anti-redes. Se movilizarán por el ciberespacio y el mundo real con pancartas que digan “Facebook Go Home”.

 

Es evidente que seguirán existiendo los grandes proveedores de soluciones a escala global, las marcas más globalizadas, pero es probable que comiencen a convivir con un sinnúmero de otras redes menores o incluso tengan que compartir, de igual a igual, con una red china o hindú. Quizás me apunte a las anti-redes, a aquellas que respeten un poco más mi intimidad, me dejen en paz a la hora de empujarme a que participe si paso más de una semana fuera de ellas, una red que me garantice que no venderá su base de datos sobre mis gustos y preferencias, y que solo se financia a través de publicidad. Últimamente estoy recibiendo insistentemente mensajes que cruzan información de mis amigos sobre las universidades donde estudiaron  y me invitan a que actualice mi perfil escogiendo entre tres posibles centros de estudio. No me interesa compartir mi origen académico, tampoco donde nací, menos donde vivo, si estoy casado, quienes son mis parientes, que película me gusta o cuales libros. Me lo reservo para mí, parecen no conformarse con que comente de a ratos que hago, que compro, que me gusta y que planes tengo para los próximos días, a quien admiro y a quien no. Déjenme en paz, eso no “me gusta”.

 

Tengo la sensación de que estamos entrando en la etapa de ir poniendo algunos límites a tanta intromisión y mercantilización de Nuestros gustos. No me malinterpreten, no voy a defender la estupidez de desconectarme. El periodista norteamericano Paul Miller, en una suerte de auto-investigación, lo hizo durante 365 días (trabaja para el sitio web The Verge, dedicado a las nuevas tecnologías). Una vez finalizada la experiencia sostiene que fue una completa idiotez, vivenció empíricamente que su auto infligido experimento estaba condenado a un fracaso personal y social. La experiencia de Paul nos demuestra de alguna manera que la vida actual tiene una importante dosis de realidad en el mundo virtual y viceversa. Lo que sí me interesa señalar es que debemos estar más atentos a los que nos imponen cosas en una realidad que es probable que no podamos entender en toda su complejidad y amenazas. No nos puede vencer un determinismo digital de seducciones binarias. Mi única recomendación es que seamos listos, estemos atentos a las alternativas, sigamos y alentemos el debate y defendamos el poder seguir viviendo sin anteojeras como caballos desbocados, para que nuestra visión del mundo siga siendo lo suficientemente amplia para ser Nosotros y no un desdibujado “como Todos”.




09.05.2013 14:34

No encuentro el tiempo ni para escribir. A veces me pregunto si será que he perdido el entusiasmo por algo que vengo haciendo sostenidamente desde hace ya más de dos años. Llego indefectiblemente a la conclusión que no se trata de desgano y tiene más que ver con tener la mente sobrecargada de cosas. No queda espacio para más. Estoy en medio de mi mudanza de país. Hoy llegamos al último día en Argentina y me apresto a empezar de nuevo en Colombia. Embalaron mis cosas y se las llevaron, sigo pendiente de los papeles para poder vender el auto, me despedí de mis compañeros de trabajo y sé que me están organizando una despedida en las próximas horas, fui haciendo las llamadas o concertando encuentros con todos los seres queridos que hemos acumulado en estos años, visité los restaurantes que más me gustan, cancelé prácticamente todas las cuentas.

 

Lo desconocido siempre provoca cierta adrenalina. Por más que he viajado a Colombia varias veces y desde hace ya más de 13 años, hay sensaciones que solo provoca la sensación de radicarse. Creo que ya escribí algo al respecto. Los lugares se viven de diferentes maneras según las expectativas que le reservamos a cada uno. Como me dijo alguien en estos días, estoy viviendo un estrés sano. Me dicen que la mudanza se podría demorar tres meses. Con Paula preparamos valijas para sobrevivir todo ese tiempo. Conseguimos armar unas seis. Llenas de ropa fundamentalmente. En un bolso de mano viajan las cosas valiosas, que al final de cuentas no son tantas. Hay algunas afectivas, pero también están los relojes, la máquina de foto, la computadora, los documentos, el libro que estoy leyendo, y pocas cosas más. En la mudanza se lacraron entre muebles, juguetes, artículos de cocina, electrodomésticos, ropa, libros, objetos varios, unas 257 cajas.

 

257 cosas con adentro más y más cosas. Es cierto que somos cinco personas, pero no deja de sorprenderme la cantidad de “cosas” que somos capaces de acumular los seres humanos. No me considero un acumulador, todo lo contrario. Somos de esas parejas que cada tanto les ataca una repentina necesidad de limpieza de las cosas. Lo que realmente me importa cabe en dos valijas. El resto son objetos que puestos en su lugar representan mucho más de lo que realmente son. Ahora que voy por ahí tan solo con mis pertenencias más básicas me doy cuenta que el resto de mis pertenencias ni siquiera debería llamarlas así. Podría llamarlas “acompañancias”, me acompañan.

 

Todavía no logro dilucidar qué voy a extrañar de estos casi seis años en la Argentina. Y como me propuse completar este párrafo con lo primero que me viene en mente sí creo que hay algo que voy a echar de menos y es una entretenida vida pública muy propia de este país. Fueron años llenos de acontecimientos, cada semana estallaba un nuevo escándalo, nuevas peleas, incluso desgracias muy mediáticas, papas y reinas argentinas, miseria y gloria en cuestión de días o incluso horas. Argentina es un país sumamente divertido, complejo, jodido como dirían aquí, pero entretenido de vivir si te interesa el acontecer nacional. No sé si hay otro país igual, capaz de generar tantos hechos y debates en tan poco tiempo. Los argentinos lo ven como una lamentable seña de identidad que todo lo perjudica, el deterioro de estos años en el ambiente es palpable. Que bueno sería construir una sociedad capaz de aprovechar las cosas buenas que dejan tantos debates y en temas tan importantes (derechos humanos, matrimonio igualitario, reforma judicial, modelo país, federalismo, fútbol para todos, el rol de los intelectuales, socios regionales, verdad o mentira).

 

Voy a extrañar la oferta de Buenos Aires. Me gustaría poder extrañar más cosas de una ciudad que considero de las más lindas de todo el continente. Pero si tengo que destacar algo que me excita de haber vivido aquí es su variada oferta. La capital argentina nos ha regalado en estos años múltiples y diversas actividades culturales y de muy buen nivel, restaurantes con un sinfín de propuestas gastronómicas, paseos de compras para todos los gustos, parques y plazas hermosas que deberían representar mejor a la identidad porteña, la elegancia de sus palacetes, el crecimiento de las ciclovías.

 

Pero lo más importante que deja uno atrás son siempre las relaciones humanas, lo amigos, los afectos y las vivencias compartidas junto a otros. Con Paula coincidimos que al principio al porteño hay que darle tiempo para que se acostumbre al foráneo. Quizás en esto pese aquello de la influencia europea. Les lleva un tiempo integrar a los que no son los amigos de toda la vida, los del colegio, los del club, los del fútbol, los del rugby, los del barrio, los de la universidad o los del trabajo. Pero con el tiempo van apareciendo las coincidencias y van abriendo puertas y sirviendo platos. La agenda pública, la farándula y el fútbol garantizan temas de conversación. Es fácil el primer encuentro, el complicado es el segundo. Al final puedo decir que tengo en Argentina un muy lindo grupo de amigos. Con algunos lamentamos no habernos conocido unos años atrás para tener más tiempo de una amistad ien compartida.

 

No voy a llorar por ti Argentina porque espero volver a reencontrarme con todo lo bueno que nos dejó esta experiencia, porque al igual que muchos argentinos quiero quererte, por mis hijos que aquí nacieron, por mis amigos, por mis afectos y porque como dijo alguien, a los argentinos solo les falta quererse un poco más entre ellos.




22.04.2013 17:27

Se sentaba todos los días en el andén a esperar, tan solo aguardaba rostros para ser retratados. Al comienzo el convencer a esas personas desconocidas para que posaran para sus cuadros no le resultó nada sencillo. Incluso estuvo a punto de renunciar y volver a concentrarse en sus pocos amigos, aunque hubieran sido ya todos retratados. Pero su mejor inspiración artística provenía del anonimato de sus obras y también de ciertos escenarios urbanos. Sus retratos reflejaban rostros de una vida agitada, momentos de introspección en la vorágine de la modernidad, la rutina y todas sus caras. Con el tiempo aprendió a ganar motivación por una mirada analizando el paso, por los gestos de las manos, observando como la mirada perdida en medio de las multitudes hace aflorar las facciones de determinados estados de ánimo.

Al solo verla descender del vagón depositó su ojos en ella. Los cortos pasos al descender hasta la plataforma y su vestido de diseño fueron suficientes para percibir elegancia e identidad. Interesante material se dijo, para no alentar expectativas, pues había aprendido que el escrutinio previo para poder enfrentarla cara a cara requería de otras contemplaciones. Llevaba el pelo suelto y por su forma de colgarse el bolso de marca en su antebrazo sintió algo de poesía. La seguridad al andar y su fisionomía contrastaban con sus ojos faltos de algo, y era eso lo que realmente le interesó de esa mujer. Sintió que ahí había algo para contar y que su paleta de colores, el lienzo en blanco y los pinceles, serían los instrumentos para pintar esas emociones.

Se puso de pie y la siguió a muy pocos pasos de distancia. Antes de que lograra salir de la estación la sobrepasó y mientras pasaba a su lado fue volteando el rostro para encontrarse con el de ella. La adelantó unos pocos pasos y se detuvo justo al frente para observarla mientras se le acercaba. Antes de que pudiera huir por el susto que podía provocarle ese extraño, con el tono más amable que conseguía, le consultó si podía hacerle una simple pregunta. El pintor descubrió en esos meses que el aspecto físico con el que se presentaba eran claves en los primeros instantes del abordaje. Todas las mañanas se afeitaba, se ponía una camisa limpia que adornaba con una corbata haciendo juego, los zapatos lustrosos, perfume y las manos cuidadas, le resultaban elementos esenciales para recibir una respuesta positiva para arrancar con la parte verbal del encuentro.

Superando ese incomodo momento apelaba a sus dientes blancos y bien cuidados para comentarle que estaba en medio de un proyecto artístico para el cual necesitaba a personas desconocidas para retratar. El pintor con sus cuarenta y tantos años era muy bien parecido y se sentía confiado para lanzar algunos elogios, eran bien medidos y apuntaban a las interesantes cualidades de esas facciones bien logradas. Algunas mujeres se ruborizaban ante esos suaves piropos faciales, los hombres, que eran más complicados de convencer, se limitaban a la indiferencia. Ella aceptó la invitación, mientras lo hacía sonrió, y dos hoyuelos se marcaron en las comisuras de su boca. El pintor pensó en lo hermoso de ese gesto junto a esos ojos que esperaban por más alegrías.

Combinaron que al día siguiente se encontrarían para un café. El pintor sabía perfectamente que una vez pasada la primera impresión le siguen las dudas, los sentimientos encontrados y que la parte reflexiva ante lo desconocido se hace fuerte. La conversación en el café era para explicar el proyecto en un terreno neutral, resultaba básico para asegurar el resultado. Ella pidió un té y él el espresso de siempre. El pintor le contó de una colección que estaba preparando para una exposición. Le trajo imágenes de sus trabajos anteriores, de otros retratos, y una hoja impresa con su currículum artístico. Ella elogió su trabajo mientras pasaba las imágenes y el té se enfriaba. El pintor ya había recorrido un camino tal que para ella no fue importante prestarle atención al resumé que quedó entreverado entre los papeles de la mesa. Para no denotar ansiedad por ese rostro le solicitó que fuera ella la que le pusiera fecha a la primera sesión.

Esa tarde se apareció en su estudio muy poco arreglada, llevó consigo su bolso con maquillaje. No habían hablado al respecto, y si fuera el caso se maquillaría ahí mismo. Él le pidió que no era necesario, que por el contrario sus retratos eran con la cara lavada, en ellos buscaba otras cosas, le habló de Modigliani, de la Gioconda, y se rieron cuando llegaron a comentar sobre la poesía que emana de los rostros de Picasso. Mientras él trabajaba, la conversación se detuvo en el interés de ambos por la poesía, particularmente por los poetas franceses de principios del siglo pasado, su influencia en la cultura y el devenir de la Francia contemporánea. Habían pasado un par de horas, oscurecía y el pintor le ofreció una copa de vino, que ella aceptó. Entre tanto arte qué mejor que la más artística de las bebidas.

El pintor se cansó de trabajar ese día, sintió que ya era hora de un descanso y a diferencia de otros modelos le ofreció a ella seguir la velada con una cena en su apartamento-estudio. Ella aceptó y le volvieron a aparecer sus hoyuelos de alegría. Él cocinaría, seguramente abrirían otra botella de vino, el viernes invitaba a que la velada se pudiera extender sin presiones. Se escuchó la cerradura del apartamento, alguien entrando. Ella miró hacia la puerta y vio entrar a una mujer atractiva con una gran sonrisa y un gran bolso. ¿Qué hacen? Preguntó la mujer como si estuviera acostumbrada a vivir escenas como esa. Tú debes ser Marianne, le dijo. Ella se limitó a decirle un sí suave que denotaba culpas y vergüenza. A lo que la mujer que acababa de entrar agregó, no me dijiste nada mi amor de que tendríamos invitados a cenar.

Surgió así de repente………… 




11.04.2013 23:07

Hace un tiempo conocí a una cajita, justo cuando la vida me susurro al oído que pueden existir mundos amplios y otros estrechos. Son nuestros mundos interiores, ese espacio que le reservamos a la vida. Existen personas que logran salas enormes pero vacías del todo, y otras, que por más pequeñas que resulten sus habitaciones, estarán llenas de adornos, de juegos y colores, consigue entrar una luz natural para todas las realizaciones. Son como los que aparecen en las revistas de decoración, en esas ediciones que muestran el potencial de apartamentos en apariencia diminutos. Pero también existen individuos que en mundos grandes logran un muy buen decorado, una combinación perfecta de amplitud y de relleno, de medios y de goce. En el otro extremo están los pequeños cuartos vacíos, los más tristes y los más aburridos.

De a ratos creo que la felicidad no depende de la amplitud de nuestros mundos interiores, sino de como somos capaces de decorar los que nos tocaron en suerte. Cuantas más cajitas voy conociendo concluyo que los muebles y los adornos que nos sirven para llenar la vida son más importante del metraje. He conocido a personas que de seguro albergan en su interior verdaderos palacios, sin embargo la decoración es un desastre. También conocí a pequeñas cajitas, despintadas por la vida, faltas de recursos para ampliar el cuarto y remodelar cocinas y baños, pero que son capaces de decorarse hermosamente. Los que he conocido más, son los malos decoradores. Parecen ni siquiera intentarlo, carecen de fuerza, se resignan al cuarto vacío, un minimalismo conformista de apatía y dejadez. Son los que confunden, por lo general, que lo más importante son las apariencias, presuponen y entienden que una fachada repintada y bien remozada hace la vida mejor. Que equivocados que están.   

Al nacer, lo único que cambia en mi mundo imaginario de cajitas, son el tamaño de nuestros espacios interiores. Así como no podemos decidir en qué familia nacer, tampoco podemos escoger el tamaño de nuestros mundos interiores. A medida que crecemos esos mundos se van modificando, dependiendo del esfuerzo, la suerte, la herencia familiar, los títulos académicos, el dinero. Y aunque alcancemos a edificar auténticos palacios interiores de nada nos servirán sin una buena decoración. La felicidad depende de la calidad del decorado. Como en esos trabajos escolares donde a partir de una caja de zapatos vacía la vamos completando y moldeando con historias interiores, escenas, maquetas y adornos para darle cierta dimensión a la vida.

Mi mundo imaginado y feliz está hecho de hombrecitos y mujercitas de cartón, en él no hay lugar para cajas negras, ni amarillas, o rojas, ni siquiera blancas o rosadas. Lo importante de mis artesanías humanas está en su interior. Un mundo ideal a partir de cajitas de fósforos que conviven perfectamente con las de los zapatos, con el tetra-brick de la leche, con el tarjetero, o incluso con la caja donde guardo los pañuelos y algodones. Mis cajitas más felices estarían finamente decoradas en su interior. Por ejemplo, la cajita que escogería para que me represente, sería grande, pues siento que cargo un mundo interior enorme, tuve suerte, pero ya se sabe el tamaño no garantiza nada, pues me encuentro en pleno proceso de decoración. Por ahora me está quedando hermosa.

Hace poco conocí a una cajita hermosa que se afanaba por conseguir la mejor decoración. Al momento de conocernos compartíamos tamaño y ganas de redecorar salas. Pincel en mano en estos pocos años, la compañía y el amor que nos dimos nos ha llenado de hermosos colores por dentro. Y que amplio se ha vuelto nuestro mundo, y que lindo está quedando el decorado. Vieras que linda te ves con esos nuevos colores.




04.04.2013 11:05

Los retos sociales más importantes de la región solo podrán resolverse con la plena participación de más personas involucradas en todos los niveles de la sociedad. Las redes sociales se han convertido en el canal más efectivo a la hora de comunicarse, y en la herramienta que permite una participación activa de los ciudadanos. Las relaciones entre administraciones públicas y ciudadanos están atravesando una profunda transformación. Son cada vez más los individuos que buscan a través de nuevos medios la solución a sus problemas, que crean nuevas formas para informarse en redes personales, que procuran un diálogo más directo y que consiguen canalizar diversos intereses.

Las administraciones públicas latinoamericanas, al igual que en el resto del mundo, están internalizando cada vez más nuevas modalidades de comunicación y participación, con el fin de lograr una mayor transparencia y eficiencia en la gestión. Son justamente las redes sociales las que nos ofrecen una gran oportunidad para hacer esto posible. La primera premisa a tener en cuenta es que la participación de las oficinas y funcionarios públicos en estas redes va mucho más allá de un nuevo canal de comunicación. Está en juego la posibilidad de poder crear formas de trabajo alternativas que estimulen la necesaria confianza, que potencien la capacidad de escucha y la supervisión por parte de los ciudadanos. Estos nuevos canales no sustituyen los anteriores canales de comunicación, los complementan y surgen más oportunidades y posibilidades para trabajar junto a la gente.

Quizás la advertencia más importante que debamos hacer parte por reconocer que hay un cambio de modelo. Las formas de administrar lo público que conocíamos hasta ahora van a modificarse radicalmente. Pasamos de una comunicación unidireccional, dirigida “hacia” los ciudadanos, a un modelo en el cual la comunicación y otras actividades pasan a hacerse “con” la gente. Los conocimientos y las habilidades que son necesarias para esta nueva era van mucho más allá del instrumento tecnológico y de la mera comunicación, tienen más que ver con conseguir alentar y gestionar cambios culturales profundos, el saber construir una nueva dinámica de la gestión y de las relacionas entre gobernantes y ciudadanos.

En los países latinoamericanos debemos avanzar en varios frentes simultáneos, ya sea en la implementación de normas jurídicas que establezcan las guías para ordenar la participación activa de las administraciones públicas en las redes sociales y la Internet, promover nuevas formas de gestión y la reingeniería de los procesos, desarrollar y asegurar información de calidad, garantizar la protección de los datos y promover procesos continuos de mejora.

Debemos hacernos preguntas tales como: ¿qué impacto van a tener las redes sociales en los servicios públicos y en las relaciones que se generen desde las administraciones? Aún no lo sabemos, pero son preguntas cada vez más urgentes y necesarias. Ya diversas administraciones se están animando en este sentido, y diversos gobiernos se han lanzado a preparar manuales para sus propias administraciones que permita orientar el trabajo público a través de las redes sociales (Brasil, Colombia, Chile, Uruguay). Lo que sí podemos afirmar, sobre la base de la evidencia que ya disponemos, es que con la simple presencia en la Web ya no alcanza. Son necesarias nuevas habilidades, nuevas actitudes y sensibilidades. Tres son los cambios fundamentales que deberán orientar el desarrollo hacia las nuevas formas de gobernar y de una gestión compartida, conceptos fundamentales para entender lo que se viene:

Primero. Irán desapareciendo los usuarios de la Internet que simplemente navegan por las redes procurando información. Las entidades públicas que se concentren en mecanismos tradicionales de la comunicación vía Web (páginas web y portales verticales) quedarán rápidamente aislados, como hablándole a una comunidad que recorre otros caminos. Los ciudadanos, para informarse, están recorriendo autopistas y navegan mares que son mucho más complejos y diversos. Las páginas web y los portales dejaron de ser suficientes para interactuar con nuevos ciudadanos. Estos se mueven en las redes sociales, crean sus propios instrumentos de información, alimentan a diario con datos y conocimiento nuevos canales sociales de participación. Cambian los espacios virtuales dónde encontrar a los ciudadanos.

Segundo. Ya no alcanza con proporcionar información de calidad cuando la gente la requiera, las redes sociales hacen posible y necesario el poder llegar con información de acuerdo con perfiles de interés y en el mismo momento en el cual se van generando los hechos. Se hace cada vez más necesario saber usar los instrumentos adecuados (Facebook, Twitter, blogs, YouTube, Instagram y otros). Cambian las formas de comunicarse y de dialogar con grupos de ciudadanos.

Tercero.  Los ciudadanos que participan en las redes sociales se han acostumbrado a dialogar entre ellos y con otros interlocutores. Las empresas son un claro ejemplo de una nueva dinámica y han desplegado un sinnúmero de formas de relacionarse con sus clientes. No entender la doble direccionalidad necesaria para construir redes sociales es sumamente peligroso para las administraciones públicas. Será determinante potenciar y desarrollar la capacidad de escucha para lo que los ciudadanos tienen para decirnos. Escuchar significa saber aceptar la crítica, construir confianza y respeto. Cambia la actitud frente a lo que los  ciudadanos tienen para decirnos en el día a día. 

Construir este nuevo vínculo depende, en gran medida, de nuestra actitud, pero fundamentalmente de confiar en que juntos podemos hacer las cosas mejor. Es hora de animarse a construir nuevas formas de gobernar.




22.03.2013 14:28

Murió Pietro Paolo Mennea. Responsable del record del mundo en los 200 metros durante 17 años (19,72s). Un record que consiguió en 1979, a los 27 años de edad en México, en un día especialmente apto para correr. Fue el gran velocista blanco de todos los tiempos, el que consiguió meterse entre los grandes corredores negros. Yo vivía en Italia y era un adolescente cuando este italiano, flaco y proveniente del sur, nos hacía soñar con que podíamos llegar a ser más veloces que cualquiera. Rápidamente se convirtió en uno de mis ídolos, por su tenacidad, por ser un gran atleta que basó su éxito en el esfuerzo personal, y en la fuerza de sus convicciones. Murió a los 61 años luego de una larga lucha contra una grave enfermedad. Hoy Italia lo llora, y el mundo del deporte lo recordará para siempre. Escribió una de las páginas más épicas del atletismo. Pero más allá de sus records, del oro olímpico logrado en Moscú en 1980, y de ser el único velocista que participó en cuatro finales consecutivas de los 200 metros llanos (hasta la olimpiada en Los Angeles de 1984), nos motivó a muchos jóvenes a creer en el esfuerzo.

 

19 segundos que se volvieron suficientes para alentar sueños de grandeza. Esos brevísimos instantes eran capaces de emocionarnos y convencernos de que todo es posible, el deporte un pretexto, la vida la meta, jóvenes de una generación que llegamos a creer que podríamos un día ser tan veloces como los que nacen mejor predispuestos para ir al frente. Tal fue mi admiración por ese atleta que me inscribí en la pista de atletismo más cercana a mi casa en Roma. Concurría prácticamente a diario, me enfundaba mis zapatillas con clavos, y en esos rápidos sprints nos llenábamos de gloria para alimentar el resto del camino hasta la adultez. Esos años de atletismo me enseñaron muchas cosas, y es probable que una parte importante de esas enseñanzas se la deba a la coincidencia de haber convivido con la gloria de Mennea.

 

Cuando consiguió el record del mundo en los 200 metros en México le hicieron un breve reportaje mientras intentaba recuperar el aliento. Emocionado le contó a los periodistas que lo custodiaban que era un muchacho del sur de Italia, donde ni pista de atletismo había (un ragazzo del sud, senza pista, oggi é riuscito a fare il record del mondo) , y que todo ese sacrificio se resumía en esos 19,72 segundos de eterna gloria. 

 

La final de los 200 metros olímpicos de 1980 es una de las carreras de atletismo más memorables que recuerdo haber visto. Si bien en esas olimpiadas no participaban los norteamericanos, debido al boicot, eso no opacó una final que siempre recordaremos los amantes del deporte. La fuerza de voluntad, sus zancadas rápidas y su fortaleza mental, se pueden observar perfectamente en esa carrera (ver video adjunto). Saliendo de la curva Mennea estaba muy retrasado, los últimos 100 metros fueron un absoluto júbilo, con una recuperación casi milagrosa, una entrega que lo hace grande e inolvidable para una generación de soñadores:

 

http://www.youtube.com/watch?v=OBqX7sKozFE    

 



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En mi sala hay un cuadro que se llama "Rescate". En él aparece una multitud llegando a lo que sería la costa de una ciudad grande y moderna, esta gente se amontona y queda atrapada entre el cemento a sus espaldas y el mar. Una civilización moderna que parece empujarnos hasta los límites. La gente va saltando al mar y es rescatada por "peces voladores". Venimos de seres marinos que se animaron a volar. El progreso está lleno de contradicciones.

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