Eliza y Miguel
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Lecturas amenas

13.01.2011 04:20

Éste es el texto de un anuncio comercial creado por Washington Olivetto. Al exhibir el film en salas cinematográficas, la pantalla queda totalmente en blanco, y la narración dice lo siguiente:

Este comercial no tiene mujer en bikini, no tiene mascotas, no tiene niños, no tiene bebito.

Este comercial no tiene pareja, no tiene beso, no tiene familia tomando el café del desayuno.

Este comercial no tiene música exitosa, no tiene efectos especiales, no tiene una tortuga jugando con una pelota.

Este comercial no tiene gente famosa, ni modelos publicitarios.

Porque este comercial es para vender un producto que nadie precisa ser convencido de comprar... que usted adora consumir y que, tal vez, usted hasta ya ha comprado... sólo que ahora no lo están entregando.

Es un producto que no tiene marca, no tiene slogan, no tiene envoltorio, ni hace promoción tipo “lleve 3, pague 2”.

Este comercial es todo blanco, de esta manera puede ser entendido aquí y en el mundo entero. Además, sería muy bueno si este comercial se pudiera pasar en el mundo entero.

Porque el producto que este comercial quiere vender es ¡PAZ !

Y mientras que las personas que precisan comprar PAZ no la compren, haga así:

Tome un poco de la PAZ que usted todavía tiene en casa, y úsela en el tránsito; úsela en la fila del Banco; úsela en el ascensor; úsela en el fútbol.

La PAZ es un producto interesante... Porque cuanto más usted la usa, más PAZ usted tiene. Y si todo el mundo la usara, tal vez llegaría el día en que nadie más precise hacer un comercial para vender PAZ...

Washington Olivetto




24.11.2010 18:15

Después de algún tiempo aprenderás la diferencia entre dar la mano y socorrer a un alma... Y aprenderás que amar no significa apoyarse, y que compañía no siempre significa seguridad... Comenzarás a aprender que los besos no son contratos, ni regalos, ni promesas... 

Comenzarás a aceptar tus derrotas con la cabeza erguida y la mirada al frente, con la gracia de un adulto y no con la tristeza de un niño... Y aprenderás a construir hoy todos tus caminos, porque el terreno de mañana es incierto para los proyectos y el futuro tiene la costumbre de caer en el vacío.

Después de un tiempo aprenderás que el sol quema sí te expones demasiado... Aceptarás que incluso las personas buenas podrían herirte alguna vez y necesitarás perdonarlas...  Aprenderás que hablar puede aliviar los dolores del alma...  Descubrirás que lleva años construir confianza y apenas unos segundos destruirla,  y que tú también podrás hacer cosas de las que te arrepentirás el resto de la vida...

Aprenderás que las verdaderas amistades continúan creciendo a pesar de la distancia... Y que no importa qué es lo que tienes, sino a quién tienes en la vida... Y que los buenos amigos son la familia que nos permitimos elegir... Aprenderás que no tenemos que cambiar de amigos, sí estamos dispuestos a aceptar que los amigos cambian...

Te darás cuenta que puedes pasar buenos momentos con tu mejor amigo haciendo cualquier cosa o nada, sólo por el placer de disfrutar su compañía... Descubrirás que muchas veces tomas a la ligera a las personas que más te importan y por eso siempre debemos decir a esas personas que las amamos, porque nunca estaremos seguros de cuando será la última vez que las veamos...

Aprenderás que las circunstancias y el ambiente que nos rodea tienen influencia sobre nosotros, pero nosotros somos los únicos responsables de lo que hacemos... Comenzarás a aprender que no nos debemos comparar con los demás, salvo cuando queramos imitarlos para mejorar... Descubrirás que se lleva mucho tiempo para llegar a ser la persona que quieres ser, y que el tiempo es corto.

Aprenderás que no importa a dónde llegaste, sino a dónde te diriges y si no lo sabes cualquier lugar sirve... Aprenderás que si no controlas tus actos, ellos te controlarán y que ser flexible no significa ser débil o no tener personalidad; porque no importa cuán delicada y frágil sea una situación: siempre existen dos lados.

Aprenderás que héroes son las personas que hicieron lo que era necesario, enfrentando las consecuencias... Aprenderás que la paciencia requiere mucha práctica. Descubrirás que algunas veces, la persona que esperas que te patee cuando te caes, tal vez sea una de las pocas que te ayuden a levantarte. Madurar tiene más que ver con lo que has aprendido de las experiencias, que con los años vividos.

Aprenderás que hay mucho más de tus padres en ti de lo que supones. Aprenderás que nunca se debe decir a un niño que sus sueños son tonterías, porque pocas cosas son tan humillantes y sería una tragedia si lo creyese, porque le estarías quitando la esperanza... Aprenderás que cuando sientes rabia, tienes derecho a tenerla, pero eso no te da el derecho de ser cruel...

Descubrirás que sólo porque alguien no te ama de la forma que quieres, no significa que no te ame con todo lo que puede; porque hay personas que nos aman, pero que no saben cómo demostrarlo...

No siempre es suficiente ser perdonado por alguien, algunas veces tendrás que aprender a perdonarte a ti mismo... Aprenderás que con la misma severidad conque juzgas, también serás juzgado y en algún momento condenado...  Aprenderás que no importa en cuantos pedazos tu corazón se partió, el mundo no se detiene para que lo arregles...

Aprenderás que el tiempo no es algo que pueda volver hacia atrás, por lo tanto, debes cultivar tu propio jardín y decorar tu alma, en vez de esperar que alguien te traiga flores.

Entonces y sólo entonces sabrás realmente lo que puedes soportar; que eres fuerte y que podrás ir mucho más lejos de lo que pensabas cuando creías que no se podía más. Es que realmente la vida vale... cuando tienes el valor de ¡enfrentarla!

William Shakespeare




01.11.2010 04:31

Por Cecilia Absatz - 5/8/2007 - revista@lanacion.com.ar

Si miramos con cuidado podemos detectar la aparición de una franja social que antes no existía: la gente que hoy tiene alrededor de sesenta años. Es una generación que ha pateado fuera del idioma la palabra "sexagenario", porque sencillamente no tiene entre sus planes envejecer.

Se trata de una verdadera novedad demográfica, parecida a la aparición, en su momento, de la adolescencia, también una franja social nueva que surgió a mediados del siglo veinte para dar identidad (y vigor inextinguible, parece) a una masa de niños desbordados en cuerpos crecidos que literalmente no sabían hasta entonces dónde meterse o cómo vestirse.

Este grupo que hoy tiene alrededor de sesenta, entonces, ha llevado una vida razonablemente satisfactoria. Trabaja desde hace mucho tiempo y ha logrado cambiar el significado tétrico que tanta literatura rioplatense le dio durante décadas al concepto del trabajo. Lejos de las tristes oficinas de Juan Carlos Onetti o Roberto Arlt, esta gente encontró hace mucho la actividad que más le gusta, y se gana la vida con eso. Ni sueña con jubilarse.

Dentro de este universo de personas saludables, curiosas y activas, gente de sesenta, la mujer tiene un papel rutilante. Trae décadas de experiencia en hacer su voluntad y ocupar lugares que su madre no había ocupado. Pudo sobrevivir a la borrachera de poder que le dio el feminismo y en determinado momento se detuvo a reflexionar para preguntarse qué quería en realidad. Algunas volvieron a casa y tuvieron hijos. Otras se quedaron a dirigir la compañía o salieron a vender cosméticos. Cada una hizo su voluntad.

En el cine se ve claramente cómo Meg Ryan y Helen Hunt toman decisiones y diseñan su propia vida, cómo exploran las opciones y pagan los costos. Sin embargo, con las mujeres de sesenta las cosas no están tan claras. La idea, supongo, es mostrarlas atractivas y encantadoras, pero en cambio aparecen en la pantalla unas damas nerviosas y obsesivas, sentimentalmente necesitadas y tecnológicamente incultas; en algunos casos, con hambre sexual o propensas a los desbordes, por ejemplo de llanto.

Reconozcamos que no es un asunto fácil y las mismas mujeres lo van diseñando día a día, como han hecho siempre. Pero algunas cosas ya podrían darse por sabidas. Por ejemplo: la mujer de sesenta maneja la computadora. Se escribe –y se ve–, con los hijos que están lejos, la usa en su negocio, o es dueña de una compañía de computación.

Por lo general, está satisfecha con su estado civil, y, si no lo está, tiende a cambiarlo. Es muy raro que se deshaga en llanto por un asunto sentimental. A los sesenta, los asuntos sentimentales son juegos de alta gama. A diferencia de los jóvenes, los grandes conocen y ponderan todos los riesgos. Nadie se pone a llorar cuando pierde: sólo reflexiona y toma nota.

La gente grande comparte la devoción general por la juventud y sus formas superlativas, casi insolentes de belleza, pero no se da por retirada. Compite de otra forma. Cultiva un estilo. Contra la estatura prodigiosa de Uma Thurman o el escote de Monica Bellucci, Diane Keaton (61) se viste hasta el cuello de blanco y trae una sonrisa iluminada por la inteligencia.

"Los que fuimos jóvenes en los años sesenta vamos a ser jóvenes para siempre", dicen los mismos protagonistas. Todo indica que tienen razón. Los jóvenes de los años sesenta pasaron la experiencia fundacional del rock and roll y la píldora anticonceptiva; rompieron los esquemas tradicionales de la familia para volver después a ella, pero ahora convencidos. Las mujeres tienen hijos a la edad que se les da la gana y, lo que es muy interesante, muchas veces se les da la gana de no tener hijos.

Es una nueva edad, que todavía no tiene nombre. Se recuerda la juventud y el propio esplendor, tal vez, pero sin nostalgias, porque la juventud también está llena de caídas e incertidumbre. La gente de sesenta, hoy, saluda al sol cada mañana de su vida y sonríe para sí por alguna razón secreta.

Por Cecilia Absatz - revista@lanacion.com.ar

http://www.lanacion.com.ar/nota.asp?nota_id=930519




20.10.2010 01:41

Los "prudentes", ya sean tibios, inmaduros o miedosos, suelen ser las primeras víctimas de su iniquidad, y, en cualquier caso, las víctimas sin honor, de una causa neutra y estéril. La historia, maestra de la vida está plagada de ejemplos.

Confieso que me conturba leer o escuchar a quienes podrían autocalificarse como "prudentes".

Los "prudentes" son un grupo escogido de ciudadanos que perciben y están dispuestos a obedecer una sugerencia casi instintiva: la de no definirse, la de alejarse de esto y de aquello, la de lavarse las manos y apartarse del conflicto, sin ignorarlo ni desconocerlo; la de observar a quienes libran el combate con una mirada de desprecio cariñoso, la de repetir entre dientes o en voz alta, según los momentos: "¡Qué locos!" "¡Este es un país de locos!"

Los "prudentes" han sustituido en su papel de magisterio a los que en una distribución clásica se conocían como los sabios.

Éstos no entraban en el fragor de la contienda, pero militaban en ella.

Los sabios, por la ancianidad, que era un ingrediente de la sabiduría, no bajaban al campo de la lucha, pero desempeñaban un papel por su aportación ideológica y su presencia sin deserciones, en la totalidad del conflicto.

Pero los "prudentes" no.

Los "prudentes" se cargan de paciencia, y ante el binomio juez-criminal no están ni con uno ni con otro, y ante el que rasga la bandera y aquel que la repone en el mástil procuran guardar silencia significativo, y ante el que niega la transubstanciación eucarística y el que la confiesa hablan de puras controversias doctrinales, sin aludir al dogma, etc…

Yo no sé si tales "prudentes" acampan en el terreno de los miedosos, de los inmaduros o de los tibios.

Es muy posible que de todo haya en la viña del Señor, porque son muy distintos los temperamentos de los hombres.

En cualquier caso, y del mismo modo que se busca justificación "a posteriori" al hecho inmoral realizado, también se pretende, con anticipación, presentarse al público con argumentos que ante los mayores desastres permitan hablar con optimismo.

Hay un método que utilizan con frecuencia los "prudentes" y que consiste en salir por peteneras, en encauzar la conversación hacia un tema distinto, o desplazar, si es posible, las preocupaciones del auditorio o del espectador hacia cuestiones de indudable importancia, pero inferiores al planteado y, sobre todo, ajeno a la competencia más inmediata y urgente del que pontifica.

Así se proyectan planes de reforma de alcance sustantivo, para un futuro tan largo como incierto, cuando la tierra está temblando a nuestros pies; o se hacen incursiones sobre lo temporal, el desarrollo o la técnica, cuando las almas sienten el escalofrío de la duda allí mismo donde ardía muy poco antes una llama encendida de la fe.

Pero el método de la distracción evasiva no es el único que emplean los "prudentes".

El más ordinario, el que mueve a mayores simpatías, el que despierta más admiraciones de una parte y la máxima desilusión en otras, es el que condena las posiciones adoptadas por los demás y aspira a centrar y asumir lo que puede haber "de noble y de puro en cada una de ellas".

Es algo así como un "ecumenismo" en pequeño, como una tercera posición más elevada, como un producto de laboratorio o de alquimia, que aspira a concentrar las emanaciones laudables de quienes se sitúan en los polos opuestos.

Decía que los "prudentes" acampaban en terrenos distintos.

Unos, los miedosos, no quieren embanderarse con ninguno, pero tampoco quedar mal con nadie, por lo que pueda suceder.

Si escarbamos en sus ideas, las encontraremos capaces de servir a todos.

Podríamos espigar en su cosecha y ofrecerlas en haces como sentencias de autoridad para que ambos ejércitos las utilicen como armas.

Son como los proveedores de material de guerra para los dos frentes.

Los estados mayores y los soldados de filas acuden al proveedor, pero, conociendo su habilidad, aunque le utilizan, le desprecian.

Los "prudentes" inmaduros son, para mí, los más honestos, porque su falta de decisión, sus titubeos y declaraciones anfibias, aunque siembran la confusión y la incertidumbre y a la confusión del mismo que las formula.

Su fallo está no tanto en su "prudencia" como en su audacia, o en su temeridad, para expresarse sin tener juicio formado, dejándose arrastrar por la novelería o por el viento de las palabras de cuño reciente que la moda ha puesto en uso y que ya, por archisabidas, carecen de impacto, como ahora se dice.

Los que más me preocupan del campo de los "prudentes" son los tibios, los desapasionados, los incapaces para la lágrima y la cólera por las causas que merecen llorar y reñir, los fríos y los asépticos, los que levantan el picaporte con el codo por no mancharse las manos, los que abandonan al herido en la carretera para no ensuciar la tapicería reluciente de su vehículo, los que desconocen la infamia o se ausencian para no verse envueltos en la formalidades y molestias del proceso…

Esta tibieza de los "prudentes" nos acongoja y nos acecha, y pretende tentarnos cuando la fatiga del esfuerzo nos agota.

Al oído acostumbra a susurrarnos: "¿De qué te sirve todo esto?" "Mientras tú peleas, ellos se solapan en los puestos clave y se ríen de tu forcejeo inútil" "Parece mentira que seas inteligente y aún no te hayas dado cuenta de que el éxito se consigue medrando, pero nunca con la voz clara y a pecho descubierto".

Pero a los tibios los vomita Dios, y me permitiría añadir que los vomita el pueblo, si es verdad aquello que tanto se repite de "¡vox populi, vox Dei!".

Los "prudentes", ya sean tibios, inmaduros o miedosos, suelen ser las primeras víctimas de su iniquidad, y, en cualquier caso, las víctimas sin honor, de una causa neutra y estéril.

La historia, maestra de la vida, está plagada de ejemplos.

La frase evangélica es tan clara como aleccionadora: "El que no está Conmigo está contra Mí".

Hay casos en los que no es posible la componenda, la actitud centrista o mediadora, al corte por la mitad como en el juicio de Salomón, en lo que, en suma, hay que definirse.

Pero el vómito de los tibios no impurificará ni aplastará la vida mientras haya en el mundo hombres y mujeres que hayan hecho suyo el lema subyugante: "Hemos amado la justicia y hemos odiado la iniquidad".

Autor: B.P.L.- Revista Abril No. 61 - www.arbil.org/(61)prud.htm




08.09.2010 14:52

Me siento, a estas alturas de la vida, casi igual que cuando era joven.

Mis propósitos, afanes, preocupaciones, planes, ilusiones, temores, limitaciones, aspiraciones y aficiones tienen, en lo general, las mismas características que en aquellos tiempos.

Estoy muy lejos de plantear mi felicidad en base a los bienes materiales y sigo siendo capaz de disfrutar lo que tengo sin caer en la desesperanza por obtener aquello de lo que carezco.

Tengo la fortuna de apreciar y dimensionar lo que me rodea y vivo en armonía con lo que soy capaz de generar por medio de mi trabajo diario.

Sigo esforzándome diariamente por ganarme el cariño y respeto de mi familia, amigos y compañeros de trabajo, pues siempre he sabido que los amores se mantienen y crecen a la luz de la devoción y cariño con el que se cuidan y bien les hace regarlos frecuentemente con agua del corazón.

Mantengo vivos mis amores, los pasados y los presentes, porque ellos me dan la energía para seguir caminando.

Conservo los afectos de mis amigos en un reducto interno que para cada uno he ido formando a través de los años y lo cuido como un espacio que,  a perpetuidad y por derecho, a cada uno corresponde.

Guardo un especial agradecimiento a todos aquellos que han aportado con generosidad un pedacito de su alma y su corazón contribuyendo a hacer de mí lo que soy ahora y lo que seré mañana.

Uso como energía pura la confianza que tuvieron y tienen en mí quienes me han ayudado a formarme durante todos estos años; esas personas que estuvieron conmigo durante mis años niños, mis años jóvenes y mis años adultos, y que, en conjunto me han preparado, espero, para vivir bien mis años viejos que pronto habrán de venir.

Tengo presente a mis antepasados quienes me ofrecieron sus hombros para que mis pies comenzaran su trayecto y cuido que mi par de piernas sean fuertes para que se apoyen en ellas los pasos de quienes de mí nacieron.

Procuro que mis pies se conserven firmes y  en contacto con el piso, aunque es frecuente que mi imaginación se dé el lujo de volar y de soñar con un armonioso hoy y un mejor mañana.

Cuando en mí existe frío, producto de las lejanías, desavenencias y desencuentros con mis semejantes, llamo a la hoguera de mi corazón para que me fortalezca, y le pido que me dé el calor que me permita asumir mis culpas para saber pedir perdón.

Y cuando recibo por cualquier motivo la disculpa ajena, trato de ser de fácil perdón y olvido. Bastante penitencia paga quien asume su culpa como para se cometa el exceso de hacerle el momento más difícil.

Procuro vivir en paz conmigo mismo pues sé bien que no se puede ofrecer tranquilidad cuando uno mismo no la tiene para sí.

Sé que para volar solamente se requiere dar fuerza a las alas de nuestra imaginación y tomar rumbo hasta donde la nada existe.  

Sueño con una vejez acompañada, en donde la mano de ella sea mi guía y donde la mía sea su sostén.

Quiero repetirme en cada acto de quienes buscan una forma digna de vivir y que sus afanes impregnen mi alma para seguir adelante y vivir cada día como manda Dios.

Quiero tener algún día el privilegio de llegar hasta lo más alto, donde el espíritu tiene su fortaleza y nuestra fe su razón de ser.

Jorge Luis Borges




24.08.2010 22:51

Esta hermosa nota pertenece a ZÉ AUGUSTO DE AGUIAR, Periodista, Profesor de Redacción y Escritor brasileño. Pueden leer la versión original "As montanhas que olham por nós" en portugués en:

http://zeguto.blogspot.com/2010/07/as-montanhas-que-olham-por-nos.html

La traducción al castellano es mía. Eliza

San Francisco Xavier. Una pequeña aldea al pie de la Mantiqueira. El mar verde omnipresente en cualquier lugar para el cual miramos. La belleza que no se mueve pero que permanecerá, siempre. Las montañas no se mueven. Están siempre allá, como para protegernos. El verde grandioso trae calma al mirar, como la mujer que nos acoge y entiende. Que nos acoge con aquel silencio bello de estar juntos conversando con los ojos.

El silencio predomina, con breves acordes del viento, grillos y pájaros. Y del riachuelo pequeño pero vivo y corriente que pasa atrás de la ventana de la posada, tornando el sueño, un sueño líquido.

Para llegar allá, bien fácil (en auto desde San José de los Campos), la experiencia se torna completa cuando los pies comienzan a escalar. Hay algo en la escalada (y no hablo de alpinismo, sino de una simple caminata cerro arriba sin grandes dificultades, en la callecita de tierra, sin veredas), hay algo espiritual, que eleva.

Ocurrió en el atardecer en que subía sin un alma como compañía la pequeña callecita que va ladeando las montañas. Acompañado de la luna, del silencio y de aquella luz ténue dorada, que percibí de nuevo el valor de ir para lo alto, cerquita de algo mayor. Una caminata que pareció un recuerdo de que ir para arriba es necesario. Para arriba de la montaña, para arriba de los sueños y de la vida nueva y mejor que debemos buscar.

Surge de soñar alto, pies a la obra, subiendo y subiendo amparado por esas montañas mágicas. Y estimulado de alguna forma por la calma de aquella gata blanca, todavía cachorra, que se acostó en el medio de la calle, mirándome curiosa y sin miedo mientras yo subía. Blanca, pura, siete vidas, muchas vidas, como si la cachorrita dijera "vaya, caminante, vaya a buscar la cima, la cumbre que puede alcanzar con sus sueños y talentos más puros".

Vaya, caminante, viaje, escriba, canalice todo eso y quién sabe si el mundo no abrazará sus palabras y sentimientos como esas montañas amigas de bienestar, sosiego y paz. Como esas montañas y ese viajero que comparten el mismo mirar de romance. Sí, ellas nos cuidan, con sus ojos verdes en el color y en el espíritu, como si fueran las montañas una dulce mujer que entrega su mirar más puro y verdadero. La mirada de quien gusta de ser mirada con los sentimientos más sinceros, y nos devuelve eso.

Que las personas que olvidan ese mirar redescubran eso allá en la Mantiqueira, allá en esa encantadora y delicada San Chico, allá en la posada donde corre el río atrás de la ventana y donde desayunamos frente a la vista de las montañas, de los árboles y de esos perros y gatos pedigüeños de esa posada donde me quedé, realmente un lugar que nos deja posar el alma. El alma, la verdad dentro de los ojos.

Zé Augusto de Aguiar - zeguto5@gmail.com

Blog "Pao na chapa" - http://zeguto.blogspot.com



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