Eliza y Miguel
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Lecturas amenas

21.01.2013 02:59

Falleció un viejo amigo...

Hoy lloramos la muerte de un querido amigo, Sentido Común, que ha estado entre nosotros durante muchos años.

Nadie sabe a ciencia cierta cuántos años tenía, puesto que los datos sobre su nacimiento, ya hace mucho se han perdido en los vericuetos de la burocracia.

Él será recordado por haber sabido cultivar lecciones tan valiosas como Entrar y salir de la lluvia y Por qué los pájaros que madrugan consiguen lombrices... La vida no siempre es justa y Tal vez, también haya sido yo el culpable...

Sentido Común vivió bajo simples y eficaces consignas (no gastes más de lo que ganas) y estrategias parentales confiables, (los adultos, no los niños, están a cargo).

Su salud comenzó a deteriorarse rápidamente cuando se aplicaron reglas bien intencionadas, pero arbitrarias (informes respecto de un niño de seis años acusado de abuso sexual por haberle dado un beso a una compañera de clase; y que una maestra fuera despedida por reprender a un alumno indisciplinado), que sólo hicieron que empeorara su condición.

Sentido Común perdió terreno cuando los padres atacaron a los maestros simplemente por hacer el trabajo en el que ellos fracasaron: disciplinar a sus ingobernables hijos.

Declinó aun más cuando las escuelas debieron requerir un permiso de los padres para administrar una aspirina, protector solar o colocar una cinta adhesiva a un alumno. Pero, eso sí, no podían informar a los padres si una alumna estaba embarazada y quería abortar.

Sentido Común perdió su deseo de vivir cuando los Diez Mandamientos se convirtieron en contrabando, algunas iglesias en negocios y los criminales, a través de los derechos que reclamaron sus abogados, recibían mejor trato que sus víctimas.(que no alcanzaron a tener esa suerte.)

Para Sentido Común fue un duro golpe que uno ya no pueda defenderse de un ladrón en su propia casa, pero que el ladrón pueda demandarnos por agresión.

La muerte de Sentido Común fue precedida por la de sus padres: Verdad y Confianza, la de su esposa: Discreción, la de su hija: Responsabilidad y la de su hijo: Raciocinio.

Lo sobreviven sus tres hermanastros: Conozco Mis Derechos, Otro Tiene La Culpa y Yo soy Una Víctima.

No hubo mucha gente en su funeral porque muy pocos se enteraron que se había ido.

Si aun lo recordás, compartí este in memoriam. Caso contrario, unite a la mayoría y no hagas nada…

Tomado de la Lista Libros Gratis por BRUNO / Escrito por EDU




21.12.2012 13:56

Por Juan Forn - Contratapa Página/12

Hace más de cien años había un famoso luthier en Westfalia al que le pidieron una guitarra en madera de cerezo para que sonara más dulce que ninguna. El encargo era de una cantante de ópera que se la regaló a su hijo, que cantaba como los ángeles y se acompañaba angelicalmente con aquel instrumento.

Vino la Primera Guerra y el joven fue convocado a filas y no volvió, pero antes de marchar al frente había dejado un hijo, que recibió la guitarra y la pesada carga de cantar y tocar como su joven padre muerto. El hijo descubrió al crecer que lo suyo era la medicina, pero igual se llevó la guitarra a Berlín cuando partió a la universidad porque le gustaba tocar y cantar.

Vino la Segunda Guerra, lo llamaron a filas, lo mandaron al frente ruso y nunca volvió. Su novia se quedó con la guitarra, decidió que no habría ningún otro hombre en su vida pero, con los años, en la Alemania reconstruida de Adenauer, encontró a un hombre bueno que la convenció de casarse con ella y le dio un hijo, y así es como llegó al mundo nuestro personaje y así llegó a sus manos la guitarra de madera de cerezo.

Carl Fischer no sabía qué hacer con ella, a duras penas era capaz de rasguear allí alguna canción de Cat Stevens o Pink Floyd, lo suyo era la máquina de escribir. Carl Fischer era un joven periodista que quería ser escritor y que consiguió que una revista lo mandara a Tokio, donde trabajó con un joven japonés que le pareció tan centrado y sereno que un día se animó a preguntarle cuál era su secreto y el japonés lo invitó a su departamento, que era una caja de zapatos de un ambiente con un equipo de música de última generación y apenas una docena de vinilos en una repisa que parecía un pequeño altar.

El japonés bajó las luces, sacó un vinilo de su funda y puso una canción de menos de dos minutos: era João Gilberto cantando él solito con su guitarra “O-ba-la-lá”. Doce horas después, cuando Carl Fischer salió de aquella caja de zapatos con la cabeza llena de música, tenía bien claro qué hacer con aquella guitarra de cien años hecha en madera de cerezo: entregársela en mano a João Gilberto, el único hombre en el mundo que la merecía. Así que volvió a Berlín, buscó la guitarra en su departamento y se tomó otro avión, esta vez a Brasil, a cumplir su destino “desafinado”.

Los desafinados de este mundo son aquellos que después de escuchar por primera vez a João Gilberto no pueden escuchar otra cosa. El problema es que a João lo erizan los discos y los conciertos, los micrófonos y las cámaras, los focos y las fotos.

El mito dice que João entró mal en Río la primera vez que bajó desde Bahía; la experiencia fue tan mala que intentaron internarlo en un psiquiátrico (según la leyenda, João pedía guitarras prestadas para tocar y nunca las devolvía, porque ya no servían más para hacer lo que hacían antes de que él las tocara).

João terminó refugiado en las montañas de Diamantina, en casa de su hermana mayor, que se había ido allá para recuperarse de la tuberculosis. Vivía en pijama, encerrado en un baño, practicando con su guitarra horas y horas.

A la semana, la hermana creyó enloquecer y le consiguió otra casa en el pueblo, con acústica en el baño aprobada por João. Seis meses después, João se sacó el pijama y partió a Río a cambiar la música brasileña para siempre, pero los desafinados dicen que no ha salido ni saldrá nunca de ese baño, porque ese baño es como el tamarisco bajo el cual se sentó un día Siddartha Gautama y devino Buda.

En 1973, cuando João grabó su mítico álbum blanco en Nueva York, puso como condición que se reprodujera en estudio la acústica de ese baño (el productor que había pedido era Wendy Carlos, que venía de hacerse la operación de cambio de sexo que le permitió dejar de ser Walter Carlos y que quedó tan desquiciada por la experiencia que hizo sacar su nombre del disco y niega hasta el día de hoy haber participado en él).

Carl Fischer estuvo casi un año en Río intentando llegar hasta João. Habló con todos los que lo conocían, recogió un millón de anécdotas jugosas, pero no logró que João lo atendiese por teléfono siquiera (y es leyenda que João puede llamarte en medio de la noche y pasarse horas enteras tocando y cantándote canciones por teléfono, desde su baño).

Al final se volvió a Alemania, escribió un libro divino sobre su experiencia desafinada (titulado O-ba-la-lá) y, cuatro días antes de que se publicara en alemán, y cuando ya se estaba traduciendo al portugués para publicarse en Brasil, se tiró por la ventana de su séptimo piso en Berlín.

No dejó nota suicida, ninguno de sus amigos lo había visto deprimido en los días previos. Sólo quedaron las ventanas abiertas de su departamento y la guitarra de madera de cerezo en un rincón y una frase de Wagner anotada en una hoja (“La grandeza de un poeta se mide sobre todo por aquello que silencia y la forma inaudible de ese silencio es la melodía infinita”) sobre la que se iba posando la nieve berlinesa que entraba por las ventanas.

Por Juan Forn




13.10.2012 02:50

Quizás deba hacer terapia, por esta cuestión de pertenecer a la generación que tenía un mandato prolijo: debíamos ser las mejores hijas, las mejores esposas/amantes, las mejores madres, las mejores profesionales, etc.,

Y ahora que ya hice todas esas cosas lo mejor que pude, no siempre tengo ganas de cuidar nietos, ni de escuchar los problemas de los demás y me gusta estar sola, mirar películas y rascarme el ombligo.

Ya demostré, quien soy como persona. Lo que me queda de vida, intento que sea mío, disfrutándolo con lo que me venga en ganas: viajando, comprando, tomando café con una amiga, haciendo lo que me plazca, así sea estar sin hacer nada una semana.

Me he dado cuenta que por más que los demás nos amen mucho y seamos importantes para ellos, todos seguirán viviendo cuando no estemos. Por eso ya es tiempo de NUESTRO tiempo, y de dejar de rendir examen en tantos roles con que la vida nos puso a prueba. No pienso dar más examen de nada, eso incluye a mi familia también.

Nosotras ya estudiamos, criamos hijos, trabajamos, cuidamos padres, estuvimos presentes cada vez que alguien nos necesitó... ¿acaso después nos van a hacer un monumento donde diga: "a una luchadora, un ser ejemplar y virtuoso"? Y si de casualidad lo hacen, ¡estaremos bajo tierra!

Somos una generación que rompió estereotipos, allanamos el camino a los que vinieron después. Por librar tantas batallas en soledad ¡hemos sufrido tanto cada una de nosotras, por distintas razones!, por eso ya es hora de que ¡empecemos a relajarnos!

Muchas veces me planteo qué rápido pasó la vida, distraída como estaba, haciendo mil cosas. También me pregunto ¿cuánto nos queda de vida, amigas? No lo sabemos, por suerte nadie lo sabe.

¿Algo cambiará en quienes nos quieren, cuando nos vayamos? No, la vida seguirá igual en nuestra ausencia y de última dirán: "la vieja estaba un poco loca el último tiempo". Pero nosotras felices igual porque ya no escucharemos.

Mis queridas, cuídense, no se repriman, aprendan a decir NO cuando quieran decir NO. Si es necesario, y siempre para bien de nuestra salud mental, aprendan a mandar a la mierda a la gente que no sirve para nada (eso sí, con elegancia es mejor).

Ya es hora de discernir a quién le hace bien mi amistad, mi cariño, mi compañía, y quién me busca solo para llenar su aburrimiento o descargar su neurosis.

La vida está llena de gente egoísta que sólo se satisface a sí misma usando a los demás de distintas maneras y para diferentes propósitos. Huyamos de esos vampiros que nos chupan la energía para seguir subsistiendo y juntémonos, cada vez que podamos, con aquellos que nos hacen reír.

Practiquemos nuestra merecida libertad, ya sea quedándonos en la cama todo un día, viendo TV o leyendo. Qué placer caminar sin apuro ni rumbo fijo, y detenernos en cualquier lugar que nos llame la atención.

Visitemos más seguido a las amigas positivas, vayamos a lugares nuevos, escuchemos más música, animémonos a pintar, a hacer manualidades, mandalas, yoga, meditación, canto, salsa, idiomas, jardinería... ¡lo que más nos guste! Todo sirve y es válido para hacernos sentir bien.

Lo que nos quede de vida que sea viviéndola cada día como queremos y en plenitud. Y sobre todo, pasemos nuestros momentos con quien nosotras decidamos y no por cortesía, o soportando a las personas por compasión, ¡que sea por cariño o por decisión propia! Y digamos, de una buena vez: "¡HOY MI VIDA LA DECIDO YO!"

Autora anónima

(Una genia. ¡Aplausos, medalla y besos!)




24.08.2012 20:03

Ésta es la carta ganadora del primer premio en el "III Concurso Antonio Villalba de Cartas de Amor" en febrero de 2004, convocado por el Taller literario "Escuela de escritores" de Madrid, España (http://www.escueladeescritores.com/). Su autora, SUSANA LÓPEZ RUBIO, también obtuvo el "Premio Pilar Miró a guiones de filmes para TV" correspondiente a 2005.

BIENES COMUNES

Estimada Cristina:

Ayer recibí una misiva de tu abogado donde me invitaba a enumerar los bienes comunes, con el fin de comenzar el proceso de disolución de nuestro vínculo matrimonial. A continuación te remito dicha lista, para que puedas solicitar la certificación al Notario y tener listos todos los escritos antes de la comparecencia ante el tribunal.

Como verás, he dividido la lista en dos partes. Básicamente, un apartado con las cosas de nuestros cinco años de matrimonio con las que me gustaría quedarme y otra con las que te puedes quedar tú. Para cualquier duda o comentario, ya sabes que puedes llamarme al teléfono de la oficina (de ocho a cuatro) o al móvil (hasta las once) y estaré encantado de repasar la lista contigo.

Cosas a conservar:

- La carne de gallina que salpicó mis antebrazos cuando te vi por primera vez en la oficina.

- El leve rastro de perfume que quedó flotando en el ascensor una mañana, cuando te bajaste en la segunda planta, y yo aún no me atrevía a dirigirte la palabra.

- El movimiento de cabeza con el que aceptaste mi invitación a cenar.

- La mancha de rimel que dejaste en mi almohada la noche que por fin dormimos juntos.

- La promesa de que yo sería el único que besaría la constelación de pecas de tu pecho.

- El mordisco que dejé en tu hombro y tuviste que disimular con maquillaje porque tu vestido de novia tenía un escote de palabra de honor.

- Las gotas de lluvia que se enredaron en tu pelo durante nuestra luna de miel en Londres.

- Todas las horas que pasamos mirándonos, besándonos, hablando y tocándonos. (También las horas que pasé simplemente soñando o pensando en ti).

Cosas que puedes conservar tú:

- Los silencios.

- Aquellos besos tibios y emponzoñados, cuyo ingrediente principal era la rutina.

- El sabor acre de los insultos y reproches.

- La sensación de angustia al estirar la mano por la noche para descubrir que tu lado de la cama estaba vacío.

- Las náuseas que trepaban por mi garganta cada vez que notaba un olor extraño en tu ropa.

- El cosquilleo de mi sangre pudriéndose cada vez que te encerrabas en el baño a hablar por teléfono con él.

- Las lágrimas que me tragué cuando descubrí aquel arañazo ajeno en tu ingle.

- Jorge y Cecilia. Los nombres que nos gustaban para los hijos que nunca llegamos a tener.

Con respecto al resto de objetos que hemos adquirido y compartido durante nuestro matrimonio (el coche, la casa, etc) sólo comunicarte que puedes quedártelos todos. Al fin y al cabo sólo son eso: objetos.

Por último, recordarte el número de teléfono de mi abogado (914070485) para que tu letrado pueda contactar con él y ambos se ocupen de presentar el escrito de divorcio para ratificar nuestro convencimiento.

Afectuosamente, Roberto.

Susana López Rubio - Cartas de amor




16.08.2012 19:11

El mate no es una bebida. Bueno, sí. Es un líquido y entra por la boca. Pero no es una bebida. En este país nadie toma mate porque tenga sed. Es más bien una costumbre, como rascarse. El mate es exactamente lo contrario que la televisión. Te hace conversar si estás con alguien, y te hace pensar cuando estás solo.

Cuando llega alguien a tu casa la primera frase es "hola" y la segunda "¿unos mates?". Esto pasa en todas las casas. En la de los ricos y en la de los pobres. Pasa entre mujeres charlatanas y chismosas, y pasa entre hombres serios o inmaduros. Pasa entre los viejos de un geriátrico o entre los adolescentes mientras estudian. Es lo único que comparten los padres y los hijos sin discutir ni echarse nada en cara.

Blancos y colorados ceban mate sin preguntar. En verano y en invierno. Es lo único en lo que nos parecemos las víctimas y los verdugos. Los buenos y los malos.

Cuando tenés un hijo, le empezás a dar mate cuando lo pide. Se lo das tibiecito, con mucha azúcar, y se siente grande. Sentís un orgullo enorme cuando ese enanito de tu sangre empieza a tomarlo... que se te sale el corazón del cuerpo. Después ellos, con los años, elegirán si tomarlo amargo, dulce, muy caliente, tereré, con cáscara de naranja, con yuyos, con un chorrito de limón.

Cuando conocés a alguien, la primera vez siempre le decís "si querés venite a casa y tomamos unos mates". La gente pregunta, cuando no hay confianza: "¿Dulce o amargo?" El otro responde: "Como tomés vos".

Los teclados de las computadoras orientales tienen las letras verdes de yerba. La yerba es lo único que hay siempre, en todas las casas. Siempre. Con inflación, con hambre, con militares, con democracia, con cualquiera de nuestras pestes y maldiciones eternas. Y si un día no hay yerba, un vecino tiene y te la da de onda, o le pedís y está todo bien. La yerba no se le niega a nadie.

Éste es el único país del mundo en donde la decisión de dejar de ser un chico y empezar a ser un hombre ocurre un día en particular. Nada de pantalones largos, circuncisión, universidad o vivir lejos de los padres. Acá empezamos a ser grandes el día que tenemos la necesidad de tomar por primera vez unos mates... solos. No es casualidad. No es porque sí. El día que un chico pone la caldera al fuego y toma su primer mate sin que haya nadie en casa, en ese minuto, es porque ha descubierto que tiene alma. O estás muerto de miedo, o estás muerto de amor, o algo: pero no es un día cualquiera.

Ninguno de nosotros recuerda el día en que tomamos por primera vez un mate solos. Pero debe haber sido un día importante para cada uno. Por adentro hay revoluciones. El sencillo mate es nada más y nada menos que una demostración de valores...

Es la solidaridad de bancar esos mates lavados porque la charla es buena; la charla, no el mate.

Es el respeto por los tiempos para hablar y escuchar, vos hablás mientras el otro toma y viceversa.

Es la sinceridad para decir "¡cambiá la yerba!, o ¡ensillalo!"

Es el compañerismo hecho momento.

Es la sensibilidad al agua hirviendo.

Es el cariño para preguntar, estúpidamente, "¿está caliente, no?"

Es la modestia de quien ceba el mejor mate.

Es la generosidad de dar hasta el final.

Es la hospitalidad de la invitación.

Es la justicia de uno por uno.

Es la obligación de decir "gracias", al menos una vez al día.

Es la actitud ética, franca y leal de encontrarse sin mayores pretensiones más que compartir.

Ahora ya sabés: un mate no es sólo un mate... Andá calentando el agua que ¡voy para allá!

Autor anónimo




28.07.2012 01:28

Cuando encuentres a alguien y ese alguien hiciera que tu corazón dejara de funcionar por algunos segundos... Presta atención... Puede tratarse de la persona más importante de tu vida.

Si sus miradas se cruzan y en ese momento, existiera el mismo brillo intenso entre ellas... Quédate alerta... Puede ser la persona que has estado esperando desde el minuto que naciste.

Si el toque de los labios fuera intenso, si el beso fuera apasionado, y tus ojos se llenaran de lágrimas en ese momento... Percibe... Existe algo mágico entre ustedes.

Si el primer y el último pensamiento de tu día fuera esa  persona, si el deseo de estar juntos llegara a apretar tu corazón... Agradece... Del cielo te enviaron un presente divino: el amor.

Si un día tuvieran que pedir perdón uno al otro por algún motivo, y en cambio recibes un abrazo, una sonrisa, una caricia en tus cabellos y los gestos valieran más que mil palabras... Entrégate: ustedes fueron hechos el uno para el otro.

Si por algún motivo estuvieras triste, si la vida te dio un golpe y la otra persona sufre tu sufrimiento, llora tus lágrimas y las enjuga con ternura... Qué cosa más maravillosa: Puedes contar con ella en cualquier minuto de tu vida.

Si consigues con tu pensamiento sentir por entero a esa persona como si estuviese a tu lado... Si piensas que ella es linda aún estando con un pijama viejo y su cabello enmarañado... Si no consigues trabajar bien todo el día, ansioso por el encuentro que han fijado para esa noche...

Si no puedes imaginar, de manera alguna, tu futuro sin esa persona a tu lado... Si tienes la certeza de que verás a esa persona envejecer a tu lado, y aún así, tienes la convicción que vas a continuar estando loco por ella...

Si prefieres cerrar los ojos, antes de ver su partida: Es el amor que llegó a tu vida.

Las personas se enamoran muchas veces en la vida... Pero pocas son las que aman y encuentran el amor verdadero...

A veces la encuentran, pero por no prestar atención a las señales, dejan pasar el amor, sin dejarlo vivir realmente. Es lo que llamamos comúnmente Libre Arbitrio...

No dejes que las locuras de tu día a día te dejen ciego para vivir la mejor cosa de la vida... EL AMOR.

Autor anónimo



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