Jamás abrigarás un cielo en tu corona

estás sorbiendo el vino envenenado

que inventan tus maldades purulentas

en este instante anciano de tu vida.

Tendrás cubierto el pecho con las sombras

que anidarán copiosas y colmadas

de vampiros sedientos de venganzas

fabricadas en horas envidiosas.

No surge de tu boca una palabra

que luzca algún destello bondadoso

tus tiempos son un brote nauseabundo

que emerge de tu entraña repugnante.

Estás bebiendo el viento pestilente

en esta tarde negra de rupturas

estás oliendo a hiel exacerbada

en tu siembra de odios subterráneos.

Jamás retendrás luz en tu sembrado

te has vuelto un barro negro sanguinario

dejaste que el averno se apropiara

de tu alma sin tendencia organizada.

Barriendo con tu lengua viperina

las hojas amarillas de tu otoño

estás partiendo al mundo de la aurora

en cien pedazos negros de ignominia.

Estando sumergida entre los vidrios

pintados de rencores malolientes

empuñas tus espadas entrenadas

cambiando de lugar los argumentos.

Te dices una dama de alta alcurnia

te nombras portadora de justicia

y llevas adherida a tu pollera

arañas venenosas que me aterran.

No has visto en tu trayecto por la vida

ninguna flor de luz inmaculada

estás en este mundo maquiavélico

cumpliendo tu misión de soterrada.

Estás haciendo honor a la presencia

del mal que precipita la violencia

un ojo de tu cara representa

el duelo de los pueblos en condena