La imagen muestra apenas un fragmento de la construcción existente en la calle Justicia a la altura de Gral Pagola, pero es suficiente para poner en evidencia su filiación "Art Déco", una tendencia que influyó fuertemente en nuestra arquitectura de los años 30. y que durante décadas fue vista por nuestros historiadores como algo poco digno de prestarle atención. Después, ya en los 90, esa imagen se revirtió de tal manera que hasta hubo recientemente quien propuso -con apoyo oficial-, iniciar la gestión para que sus ejemplos fueran incluidos en el listado de protección de UNESCO.

El caso que nos ocupa no creo que haya figurado en ningún listado reivindicatorio, aunque bien que se justificaría, sobre todo teniendo en cuenta que su proyectista no fue ningún arquitecto conocido, y ni siquiera ningún arquitecto, sino tal como consta en la fachada, "J.P. Piffaretti / dib. de arq.". Pues parece que los vecinos, UTE, ANTEL (y el caño de agua que sube a la azotea), se han asociado para quitar mérito al trabajo de Piffaretti, seguramente bien dibujado y por cierto bien construido (la puerta da un buen ejemplo). Deberíamos tratar estas cosas con más cariño, porque aun cuando no den la talla como "Patrimonio de la Humanidad" (*), deberían cuidarse como patrimonio del barrio. Por lo menos.

(*) El "Déco" fue una de las modalidades a través de las cuales se instaló entre nosotros la "segunda modernidad", en el entorno de 1930; un tiempo histórico que tuvo como protagonista principal a las arquitecturas "renovadoras" -obras de Cravotto, Surraco, Amargós, Scasso, Vilamajó, de los Campos y muchos otros-, alentadas por el Académico Carré (curiosa circunstancia que hace a nuestra particular identidad).

Dos viejas y nobles casonas situadas sobre avenida Brasil tienen su destino marcado. En poco tiempo serán demolidas y en su lugar se lavantará un edificio con la altura que la reglamentación vigente admite. Si además de la altura se respetara también la calidad que el escenario heredado impone, no habría nada que objetar.

El Plan de Ordenamiento Territorial ha definido criterios claros al respecto, promoviendo la densificación de las avenidas y otros estructuradores del tejido urbano. Una protección patrimonial justificaría una execepción, pero no es el caso. ¿Tema cerrado entonces?. Creo que falta una etapa necesaria y fácil de concretar, probablemente no en este caso, sí en los que sigan. Hablo de exigir a los responsables de la demolición y/o edificación futura, como condición previa a la consideración por parte de la Intendencia de los permisos respectivos, la presentación de un relevamiento completo de la construcción que la ciudad pierde como presencia, pero que no debería perder también como memoria historiable. No costaría gran cosa ...

En los años 1924-25 se procesa el concurso de proyecto del Instituto Profiláctico de la Sífilis, generando una larga polémica entre el ministerio convocante y la Sociedad de Arquitectos sobre las condiciones del llamado. Luego de saldadas las diferencias, la polémica continuó, ahora centrada en el fallo del Jurado, que había premiado la propuesta de Veltroni y Lerena Acevedo. Eran tiempos de búsqueda errática de una arquitectura "americana", cuyas raíces se  rastreaban  -curiosa e infructuosamente- en herencias barrocas bien ajenas a nuestras circunstancias. Pero así andaban por entonces las cosas en las cabezas de no pocos arquitectos .

 Han pasado más de ochenta años y hoy el edificio es sede del Ministerio de Salud Pública. Mirando la proliferación de equipos de aire acondicionado que pueblan sus fachadas -y que en particular marcan ríspida presencia sobre el portal de acceso- parece que sus autoridades se han alineado con los que fueron críticos del fallo del año 25, haciendo poco para que el edificio mantenga la presencia digna que sus proyectistas quisieron darle. Por suerte, es una agresión  reversible... (ver la imagen siguiente).

NOTA: dibujo de fachada tomado del libro IMAGENES DE JUAN VELTRONI. Antonio Bona y Domingo Gallo. Montevideo. 2005

El escudo y la bandera están en su sitio. Los "split" sobran ...

En el segundo semestre de 1992, el impulso de Jorge Errandonea y la gente de Bellas Artes dio sus frutos. Superando las previsbles objeciones del resto de "la Academia" -incluyendo a la Comisión del Patrimonio, que optó por mirar para otro lado-, el programa de llevar color al Reus pudo concretarse, mediando primero la curiosidad desconfiada y luego el involucramiento militante de los vecinos.

Si el resultado pudiera medirse por las intenciones de los promotores, o por lo que significó la experiencia de esas semanas compartidas entre docentes y estudiantes de la Escuela con la gente del lugar, todo calificaría alto. Limitando la valoración al resultado concreto, es notoria la falta de toda intención de restauraciòn del escenario original, o de bùsqueda de alguna sintonía con un pasado a revalorizar. Aquí la preexistencia es apenas un soporte para una intervención comandada desde las artes visuales, incluyendo un cierto desborde pintoresquista (maceteros y mayólicas ajenos al lugar) y una pizca de narcisismo institucional ... Pero aún admitiendo ese distanciamiento con el Reus de Reus y dando crédito al resultado, las consecuencias que de allí derivaron, ya fuera del control de la Escuela, tuvieron un signo claramente negativo, destruyendo para siempre la unidad del conjunto.

Legitimado el color por la Academia, cada uno pintó a su antojo. El comercio hizo lo suyo y ninguna autoridad tuvo capacidad para rescatar un solo tramo de lo que apenas queda memoria. La experiencia de Bellas Artes estuvo limitada a las dos fachadas de una única cuadra y bien pudo servir para agregar un valor puntual sin afectar la unidad del escenario global. Hoy no queda una cuadra parecida a lo que fue. ¿Habrá un mejor futuro para el viejo barrio?. Valdría la pena buscar una respuesta.

En sus correcciones en la Facultad de Arquitectura, Gomez Gavazzo ponía énfasis en una verdad indiscutible: el comercio es función de la circulación. Y si la circulación es de personas y vehículos, tanto mejor para el comercio. Pero no basta; la competencia lleva a extremar los recursos para marcar presencia-ocupando lo que fuere- y poner el grito en el cielo. ¡AQUÍ ESTOY! clama cada uno, aunque a veces la voz se pierda en medio de una cacofonía general.

Pero también debe admitirse que tanto impulso diferenciador puede generar un escenario pintoresco y no por caótico menos atrayente. Una construcción social del Habitat dirán algunos, tan válida como cualquier otra. El Reus al norte podría servir de ejemplo (valga la imagen como referencia). La pena grande es que hace 120 años, Reus y sus técnicos construyeron un fragmento de ciudad guiados por un sentido de unidad del conjunto (el más grande hasta la construcción del Parque Posadas); una unidad lograda a través del ordenamiento general de la masa edificada, del control de los tipos de vivienda y la forma de agruparlas, del diseño de fachadas ... y del revoque utilizado en todas ellas, en base a morteros de cal enriquecidos con cementos puzolánicos (tierra romana, que entonces se importaba de Italia). El barrio tenía "casitas iguales" y un color ocre característico, no agregado, sino propio del revoque utilizado.

De ese color hoy sólo quedan restos dispersos. Todavía son visibles en la foto, a ambos lados del piso alto de "lo de Quique". ¿Pudo llegar a conciliarse aquella herencia tenida por "patrimonial", con los escenarios espontáneos que la vida ha ido generando en la ciudad? .Vistos los resultados, la pregunta parece pura retórica (¡Qué me venís con el Patrimonio...!)